Una fórmula de unidad, un descubrimiento transformado en experiencia colectiva de articulación más el entusiasmo y la convicción militante, fueron factores decisivos para el triunfo en la contienda electoral del domingo 11 de agosto.
Por Nora Merlin*
(para La Tecl@ Eñe)
El resultado de las elecciones nacionales realizadas el 27 de octubre del 2015 (37,08 % para el Frente para la Victoria y 34,15 % para Cambiemos), produjo un shock, tuvo un efecto traumático en los votantes del Frente. El campo popular no esperaba esos resultados que representaban una derrota: tenía la convicción de que ganaba en primera o, a lo sumo, en segunda vuelta, sin hacer campaña porque esa elección “estaba ganada”, como afirmaban muchos militantes. El campo popular tiene sus propias colonizaciones. Los resultados obtenidos funcionaron como un principio de realidad que despertó y sacó del letargo no sólo a los activistas del Frente, sino también a los movimientos sociales y a otros importantes sectores que comenzaron a organizarse como autoconvocados.
Desde el 28 de octubre del 2015, un día después de las elecciones, viendo que se venía la noche neoliberal, salió activamente a la calle una parte importante de lo social con el propósito de conseguir el voto. El mes que quedaba hacia la elección definitiva fue insuficiente para revertir el resultado, siendo ganadora la fórmula integrada por Mauricio Macri y Gabriela Michetti.
El nuevo gobierno neoliberal en poco tiempo arrasó con la democracia, desorganizó la vida de la sociedad civil, mientras que un cuerpo popular afectado no dejó de militar.
Luego de la derrota del 2015 había distintas posibilidades de surgimiento y desarrollo de afectos: la tristeza impotente y cobarde, la depresión escéptica o la melancolía desvitalizante y conservadora. Nada de eso sucedió. Había que empoderarse y convertirse cada uno en un dirigente, dijo Cristina el 9 de diciembre, en una plaza llena de gente, regada por el llanto de los humildes. La pérdida produjo una angustia social que fue tramitándose como un duelo que engendró un deseo de resistencia.
Resonaba como un eco la palabra sugerida por Cristina: “empoderarse”, no había otra. Comenzó la resistencia que significó la construcción de una política de oposición y la organización para “volver mejores”, menos tontos. ¿Qué significa menos tontos? El campo popular comprendió que para triunfar es necesario construir hegemonía, poder popular, dejando de lado moralinas, egoísmos, rivalidades y sobre todo el odio impolítico. Hacer política implica articular razones, pasiones y afectos, para construir una inteligencia popular, que resulta mucho más poderosa que la inteligencia artificial del marketing y la tecnología.
Proliferaron en estos últimos años las más creativas formas de participación: murgas, centros culturales, comedores, radios y modos de comunicación alternativa, que se convirtieron en urgencias. Era necesario saltar el cerco mediático, informar, convencer, proteger a los que se quedarían sin nada, cuidar a los compañeros más expuestos y dedicar tiempo a la formación política. Los tiempos del cambio neoliberal precipitaron el aprendizaje del análisis del discurso, el desciframiento de las operaciones y el “periodismo de guerra”. Hubo una decisión compartida de dar una batalla desigual contra el poder real corporativo, contando solamente con los cuerpos, los lazos sociales, la inteligencia colectiva y la potencia surgida por el común deseo de volver. Una promesa que se cantaba casi como una plegaria, en lo que rápidamente se conformó como las plazas del pueblo: un ritual del fin de semana que consistía en estar juntos, cantar, sentir las presencias, expresarse colectivamente y asumir el compromiso político de volver.
Durante estos casi cuatro años de orfandad, sin Estado protector sino que, por el contrario, usando casi todo el aparato mediático-judicial para engañar a la gente y perseguir a los dirigentes sociales especialmente a Cristina, líder del pueblo, el campo popular maduró, asumió la mayoría de edad, se politizó, llegando a las elecciones nacionales con un grado de participación y organización pocas veces visto – a manera de ejemplo, el domingo para las elecciones sobraban fiscales en todo el país.
El entusiasmo y la convicción militante fueron factores decisivos en la contienda electoral. Una fórmula de unidad, un descubrimiento transformado en experiencia colectiva de articulación, de construcción hegemónica orientada por lo nacional-popular y un legado simbólico de lucha y participación permiten afirmar que la política es capaz de triunfar sobre el marketing. El poder neoliberal no tiene ninguna posibilidad de construir una cultura política y un pueblo que radicalice la democracia.
Buenos Aires, 12 de agosto de 2019
*Psicoanalista – Magister en Ciencias Sociales – Autora de Mentir y Colonizar. Obediencia inconsciente y subjetividad