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El voto castigo – Por Ricardo Rouvier

Nadie puede asegurar todavía la derrota del gobierno en razón de que el escenario no se ha completado, y habrá que esperar hasta junio para que eso ocurra. Y aún hay quienes  no han definido su voto. La realidad es que las diversas mediciones coinciden en que el número de indecisos es un dato inevitable para la lectura política, y que ese grupo todavía permanece agazapado para tomar su decisión más adelante.

Por Ricardo Rouvier*

(para La Tecl@ Eñe)

 

Va creciendo la presunción de que Cambiemos perderá las elecciones nacionales para presidente/a. Aunque, posiblemente, podrá ganar en algunos distritos como CABA, Córdoba (Schiaretti va a retener la gobernación), Mendoza (en manos de un radicalismo interpelador de las políticas de Macri), Corrientes y Jujuy. Pero, la gran incógnita se concentra en Provincia de Buenos Aires. ¿Podrá Vidal resolver la tracción negativa de Macri en la boleta de Cambiemos?

Hasta ahora, se han realizado siete elecciones entre PASO y elecciones ejecutivas (En el total de votos emitidos Cambiemos obtuvo menos del 20%). En todas se va confirmando la orientación a legitimar los dominios locales, que pueden estar en fuerzas provinciales o nacionales, confirmando la amplia instalación del peronismo y el radicalismo en los territorios. Sin embargo, no se puede evitar que la situación nacional influya sobre el tablero provincial. Y esto se ve reflejado en la situación declinante de la expresión orgánica electoral del oficialismo nacional. Cambiemos es la institucionalidad de una alianza entre el PRO, UCR y CC que cruje por sus costados. Un costado se identifica con las estructuras formales del radicalismo que siente que tiene que pagar los platos rotos por políticas sobre las que no fueron consultados. Del otro costado, aparece la irrupción extemporánea de Elisa Carrió, que pone crispación y es claramente piantavotos. Para equilibrar hay que decir que la oposición también tiene lo suyo con figuras y expresiones claramente contrarias al cálculo electoral.

En realidad, la crisis cubre a la mayoría de los electores argentinos que votan contra un gobierno responsable por el descenso en la calidad de vida. No están votando, hasta ahora, por un programa partidario, por un proyecto planificado de futuro, están votando por la urgencia de cerrar esta etapa.

Hay segmentos del electorado que han abandonado su voluntad de votar por el oficialismo y están buscando alternativas, sobre todo aquellos que se ubican por afuera del 65% (incluye a Unidad Ciudadana, Cambiemos y la izquierda) que ya tiene definida su elección. Esto quiere decir que hay un 35% afuera y en disputa.

Al no haber una sólida avenida del medio que establezca un sendero para caminar, una porción del electorado no tiene, por ahora, una manera de evitar el esquema bipolar. La campaña pro Lavagna está más en palacio que en la calle, y la presión de Massa por las PASO, con la sociedad de Urtubey y el propio Schiaretti encuentran en el ex Ministro de Economía su voluntad de obtener su propio operativo clamor. Lavagna se apoya más en su educado rechazo a CFK; y Massa construye la opción desde adentro hacia afuera, con la idea de ganar el voto duro kirchnerista. Se va confirmando que Cristina va a competir, y eso endurece algunas de las posiciones que cruzan la interioridad panperonista y suaviza otras. Una línea expresa que la expresidenta tiene que ser candidata sin competencia en las PASO; otra postura dice que tiene que competir en una interna democrática que la relegitime; y la tercera, que no tiene que ser candidata (esta idea se apoya en mediciones que le otorgan más posibilidad en el ballotage contra Macri a cualquier otro dirigente y no a la ex Pta.) Esta última posición se va debilitando a medida que CFK va afirmándose en los números y quedan muy debilitadas las opciones por Solá o Rossi. La aparición del libro Sinceramente de la ex presidenta, fue leído como otra señal de que no se va a excluir de la porfía.  

Si Lavagna, eventualmente, llegara a la presidencia no se esperan beneficios para el kirchnerismo, ni para su líder ni para sus seguidores. Se prevé que desde ese perfil se puede negociar mejor con las corporaciones y con los grandes gremios. El ex Ministro puede cosechar votos hasta de ex votantes de Macri, pero su número por ahora es limitado.

El panperonismo más el progresismo ya sienten el perfume de la victoria; pero aún no han terminado de ordenarse: ¿qué equipo administrará la fenomenal crisis económica, y pondrá el pecho ante la desconfianza interna e internacional? ¿Quién pondrá en marcha nuevamente la producción y el consumo? Algunos piensan el porvenir como una restauración y otros creen que hay que modificar actitudes e inclusive esbozar autocríticas: la de la “vandalización del INDEC”, como dice Verbitstky, es la más mencionada intramuros.  

Todavía nadie puede asegurar la derrota del gobierno; en razón de que el escenario no se ha completado, y habrá que esperar hasta junio para que eso ocurra. Y aún hay quienes  no han definido su voto. La realidad es que las diversas mediciones coinciden en que el número de indecisos para la primera vuelta y para el eventual ballotage, es un dato inevitable para la lectura de los gráficos. El periodismo subordinado al acontecimiento evita mencionar la cantidad de electores que todavía no saben a quién votarán.   

El número de ese grupo todavía es significativo y permanece en silencio y agazapado para tomar su decisión más adelante. Y si los números son apretados decidirá la elección si se vuelca con cierta homogeneidad.

Esos indecisos están enojados como la gran mayoría, desilusionados. Registran como voto anterior haberlo hecho por Macri o por Cambiemos en el 2015/2017; otros por Massa. Ahora bien, investigando el itinerario de esos electores estarían más cercanos a votar, en la segunda vuelta, por un Lavagna o por Massa que por CFK. Por supuesto que no es el 100% de este grupo, pero hay un número menor que se inclinarían por votar a la ex Pta. Esto quiere decir que el peronismo K no puede sentarse a ver cómo transcurre la campaña para ver pasar el cajón de Cambiemos.

El oficialismo asume un alto riesgo en las próximas elecciones, esgrimiendo su propia arma polarizadora, pero también hay un deseo en parte de la sociedad que no quiere mirarse en el pasado. La lucha de negatividades a la hora de un eventual ballotage dictaminará ganador y perdedor.  

Ningún sector de la oposición duda que lo que viene después es un escenario de emergencia, en donde la gobernabilidad atravesará momentos delicados. Parece que nadie quiere resolver los problemas con discursos maximalistas, frente a un contexto externo e interno con pronóstico reservado. 

El realismo impone que habrá que sentarse con el FMI para negociar condiciones, dada la relación de fuerzas que establece la condición de gran deudor ante el gran acreedor. Es decir que la realidad nacional con un cambio de mando, supone encontrar un lugar de paz y negociación con un mundo central crítico del populismo progresista, y la demanda urgente de los trabajadores, los jubilados y la pobreza; y el reclamo de la burguesía nacional, sin soltarle la mano al campo, sin volver a cometer el error de creer que el campo es uno solo.

Volver al nivel de ingresos de diciembre del 2015, será imposible en el corto plazo y habrá que tener mucha capacidad política para la gobernabilidad. Es obvio que se necesitaría acumular fuerzas en un frente político y social con un programa acordado para el corto y largo plazo. Con la unidad existente no alcanza. Hay muchos dirigentes ocupados en su propia salvación y aún no hay generosidad suficiente para agrandar el bote salvavidas.

    

Buenos Aires, 29 de abril de 2019

*Lic. en Sociología. Dr. en Psicología Social. Profesor Universitario. Titular de R.Rouvier & Asociados.

1 Comment

  1. Claudio Javier Castelli dice:

    ¡Muy buena la nota! Muy realista. Acaso las expectativas del espacio kirchnerista sean muy atolondradas, pero también reunen realidad. Los militantes no son analistas, y Cristina, a veces, y por momento tampoco lo es. Siento que las notas de Ricardo Rouvier, a veces, son bofetadas de realidad en medio de tantas expectativas. En todo caso su lectura es imprescindible.