Un posliberalismo crediticio camina por el mundo como si el mundo fuera suyo. Con él, la deuda acaba de fundar su patria, su himno y su bandera. Es la nueva patria chica de la patria grande y se ha clavado en nuestro corazón como una cruz en un sepulcro.
Por José Luis Lanao*
(para La Tecl@Eñe)
“esa deuda salvaje que ha venido a habitar nuestra tristeza”
Si un día regresas al mar de tu infancia debes saber que ese mar no te ha olvidado. Por muchas vueltas que hayas dado por el mundo, el mar de tu niñez te tendrá siempre en su memoria. Sigues siendo ese niño que ahora levanta los mismos castillos de arena y llora al verlos caer una y otra vez, sin saber que esa es la primera lección de la historia. En la niñez todo es para siempre. Es la vida que bulle en el interior de la belleza, y que reclama sus ceremonias, la atención al detalle, que te abracen, que te rodeen, que te sostengan. Pero no siempre la cara es el espejo del alma. Solo el arte ha dado sentido a la caótica aventura de la vida y cuando esta se extinga, más allá de la crueldad humana, el sueño de la belleza aún seguirá siendo el único motivo para sentirse orgulloso de haber pasado por este mundo.
La vida que no podemos vivir podemos soñarla, soñar es otra manera de vivir, más libre, más bella, más auténtica. Si uno fuera capaz de abandonar ese río de Heráclito en el que nadie se baña dos veces, en donde todo fluye y nada se detiene. Esa especie de epopeya individual, con todos sus problemas vitales y su incomprensión del mundo. El mendigo que pide unas monedas a la puerta de la iglesia dormirá esa noche bajo un cajero rebosante de dinero. Es su forma de beberse la vida a borbotones, abrigado en la paradoja. Reclama su parte del mundo que le han arrebatado. Su pedacito de brisa, de sol, de cobijo. Son almas que ya se han ido de la vida, se han retirado al interior de sí mismos, huyendo con la humanidad dañada en los bolsillos. La huida no deja de ser un acto muy audaz cuando se huye detrás de un sueño, pero miserable cuando el sueño trata de encontrar un cajero deshabitado para pasar la noche.
Hoy, donde vuelvas la mirada hay una armonía destemplada, un sosiego tenso. Un tiempo vacío, subyugado de urgencias desapacibles. Mundos enteros que no se nombran, que deambulan por la noche con los sueños suspendidos o arrasados. Es la deuda que ha venido a habitar nuestra tristeza. Una deuda que muerde y no te suelta. Uno se sienta a la mesa con los deseos apagados. A pensar y pensarnos. Se bebe y se come en silencio. De la deuda no se habla, ya nos lo hemos dicho todo, o casi todo. Solo hay que ponerse a salvo de algunas opiniones. En medio de una sobremesa acalorada puede que un comensal adicto a Milei suelte gotículas de salivas que después de volar por el aire vienen a caer en tu plato cargadas de ideología. Si te las tragas envueltas en la sopa deberás imaginar qué pasará cuando esa crispación entre a formar parte de tu riego sanguíneo. Es conveniente mudarte a otro cuerpo antes de volver al tuyo. Cuando oigas el rebuzno de un tertuliano o de un político exaltado, ponte a salvo, y como antídoto elige un poema de Ovidio y verás que las palabras también pueden tener una cadencia áurea, y un sonido de manantial.
En la conquista de la identidad personal, que siempre ha sido una aventura desgarradora, te ha acompañado la televisión. Ese mar azul abisal que anida en el abismo. Mientras se come es recomendable apagar el aparato, ya que en ocasiones no sabes si tu vida se desarrolla dentro o fuera de la pantalla. Todo está ahí, y en ninguna parte. Algunos medios necesitan esculpir tu mundo a imagen y semejanza de sus deseos. Como sabía Pigmalión, que talló sus anhelos en mármol, moldear a algunos humanos es imposible. De moldear tertulianos, ya ni hablar. Es inexplicable que no existan corredores humanitarios para salir de la pantalla.
La única forma de hacer algo útil por el futuro es tener el pasado siempre presente.
No es difícil discernir cuándo un gobierno te habla desde el cerebro, el corazón o los genitales. El Gobierno anterior se instaló en la viril necesidad de gobernar desde los genitales. Puso los “goivos” sobre la mesa y nos encadenó a una deuda de 44.000 millones de dólares, así, con un par; diseñada en la parte baja del cuerpo, donde residen las emociones primarias y los sentimientos más innobles. Una deuda de verdad, con empaque. Nos vino a decir que ya basta con deudas de andar por casa, que son tiempos de integrarse en el mundo. Y nos integró. Hoy se imponen los genitales del realismo crediticio. Quien vuelve por los fueros es el victorioso mercado acreedor, exigiendo leoninas condiciones al Estado deudor. En su “performance” negociadora, el Fondo Monetario Internacional intentó hacernos creer que mira la manada desde la barrera cuando todos sabemos que está en el centro del epicentro, dirigiendo el rebaño. Nos hemos convertido en la mermelada ideal para que el poder económico internacional se haga con nosotros una tostada.
Como en las noches eternas de Sherezade, recurrimos al relato para detener el miedo a la muerte. Los relatos se suceden, pero hoy lo que se impone es la “realpolitik”, o política realista, pragmática. Término acuñado por el canciller alemán Otto von Bismarck. Por el momento no hay más que pragmatismo empapado de miedo. Ceder ante el chantaje sólo puede ser considerado realista si uno desea seguir siendo chantajeado. Los hechos son lo que son. Desde 1987 a 2007 los ingresos de los Estados de la OCDE crecieron de media de un 36,3% a un 38% del PIB. Un aumento escaso de algo más de un punto de presión fiscal en 20 años. La otra fuente de ingresos del Estado, la deuda, en el mismo periodo 1987-2007, pasó de representar un 55% del PIB a un 100% y más (datos del Banco Mundial). Es decir, que la emisión constante de deuda ha sido el deporte más practicado por los Gobiernos, arrumbando en las esquinas a los impuestos, en especial la reducción a las cargas impositivas de las grandes fortunas, las corporaciones transnacionales y el capital financiero. Un posliberalismo crediticio que camina por el mundo como si el mundo fuera suyo.
La deuda acaba de fundar su patria, su himno y su bandera. Es la nueva patria chica de la patria grande. Se ha clavado en nuestro corazón como una cruz en un sepulcro. Cuando sientas que el aire se hace irrespirable, aspira profundamente, y entrega tus pulmones a ese minúsculo mundo tuyo, que sigue ahí, latiendo. Si por el contrario decides morir de belleza, muere. La belleza también es sentir que nos inunda una tristeza indefinible, que da a un mar en calma, iluminado por un gajo de luna nueva que irradia una claridad como de plenilunio. En ese mar naufraga el velero de papel que lleva a bordo todos nuestros sueños. Aún así, nos quedan aquellos tiempos felices donde aprendimos a volar persiguiendo mariposas, con la suave brisa de la calima nueva en la frente y el sol de la tarde muriendo en el horizonte. De la pobreza viene mi alegría.
Buenos Aires, 5 de mayo de 2022.
*Periodista. Colabora en Página 12, Revista Haroldo y El Litoral de Santa Fe. Ex periodista de “El Correo”, Grupo Vocento y Cadena Cope en España. Jugador de Vélez Sarfield, clubs de España, y Campeón Mundial Juvenil Tokio 1979.
5 Comments
Con qué belleza describe lo grotesco.
Sublime.
«La deuda acaba de fundar su patria, su himno y su bandera. Es la nueva patria chica de la patria grande. Se ha clavado en nuestro corazón como una cruz en un sepulcro.
Cuando sientas que el aire se hace irrespirable, aspira profundamente, y entrega tus pulmones a ese minúsculo mundo tuyo, que sigue ahí, latiendo. Si por el contrario decides morir de belleza, muere.»
La vida misma puesta en línea recta. Innegociable de principio a fin para quienes respetan su esencia y son consecuentes a lo que les grita su propia alma. El resto, para los puros, es eso, sólo el resto. Muy buen artículo José Luis Lanao.
Me reconforta leer esa prosa bella que transmite un mensaje fuerte, hay que tener valor para sentir y pensar así.
Graciass
Muchas gracias Noe, un valor que compartimos
Poético análisis de coyuntura. Más que nada cuando se ve que la realidad es tan compleja que requiere un tiempo para ir procesando lo que pasa.
Muchas José Luis. Te sigo en P12. Imperdibles tus reflexiones. Abrazo!