El 17 de octubre por muchas razones constituye un punto de inflexión en la historia de nuestro país, las cuales en su conjunto son imposibles de analizar en este breve artículo. Los autores de esta nota polemizan con la tesis de la espontaneidad, y sostienen que esta línea de pensamiento quizá despierte debates porque interviene en forma crítica sobre la visión tradicional -tanto peronista como antiperonista- de un suceso gravitante en la historia argentina.
Por César “Tato” Díaz* y Juan Francisco Díaz**
(para La Tecl@ Eñe)
El 17 de octubre por muchas razones constituye un punto de inflexión en la historia de nuestro país, las cuales en su conjunto son imposibles de analizar en este breve artículo. De ahí que solo se indagará cómo aquel singular episodio trascendió a la posteridad.
Ante este inusual acontecimiento ocurrido en 1945 tanto “peronistas” como “antiperonistas” coinciden en sostener que “los cabecitas negras” –obreros nuevos- protagonizaron de manera “espontánea” el 17 de octubre. Tesis sostenida por el sociólogo Gino Germani, quien ha hecho hincapié en que la gesta fue llevada a cabo por esos obreros nuevos manipulados por Perón y que provenían, en su mayoría, de una estructura patriarcal autoritaria propia del noroeste argentino. Por supuesto que en este último punto los peronistas están en desacuerdo.
Ahora bien, por varios motivos no se coincide con las aseveraciones del autor antes citado.
Primero, porque es imposible separar a los obreros migrantes nuevos de todo el conjunto de obreros como objeto de análisis histórico.
Segundo, porque estudios minuciosos han determinado que Perón recibió el apoyo más importante de la clase obrera “vieja” y no de la clase obrera “nueva”.
Tercero, otras investigaciones bien documentadas han comprobado que la migración del noroeste alcanzó niveles relativamente bajos –13,6%- del total de los migrantes en el gran Buenos Aires.
Ante estos argumentos, entonces se puede afirmar, que los obreros tradicionales con una formación gremial más internacionalista, tuvieron especial importancia en las jornadas de octubre. Por consiguiente, dada su experiencia gremial no eran factibles de manipulación, sino que su adhesión al peronismo fue por propia convicción.
Si se toma la opinión de Germani que los sucesos del 17 de octubre se produjeron en forma “espontánea” se sustrae el motor fundamental de ese acontecimiento y entonces, “ni la CGT, ni su Comité Confederal, ni los viejos sindicatos tuvieron un rol importante y significativo en ese día y el movimiento colectivo que se generó”. En realidad, lo que se quiere transmitir es que la masa obrera desbordó completamente a su dirigencia y, en forma autónoma, se volcó a las calles protagonizando ese día histórico.
Se entiende, por el contrario, que una gesta de esta magnitud, bajo ningún aspecto pudo realizarse en manera “espontánea”. En cambio, esta movilización popular pudo alcanzar los objetivos establecidos con anterioridad, solo porque medió una previa organización que logró que los anhelos propuestos llegaran a buen puerto.
Cabe advertir respecto a la organización, que el 9 de octubre se reunieron setenta dirigentes obreros –entre otros Gay, Montiel, Tejada- para debatir qué decisión tomar, ante la renuncia obligada de Perón a todos sus cargos en el gobierno. Tampoco fue ajeno a estos sucesos el dirigente gremial mercantil, Ángel G. Borlenghi –socialista-, quien junto con su sindicato participó de manera activa en la manifestación del día siguiente. Por otro lado, el día 11, la comisión administrativa de la CGT, pidió a sus asociados que se mantuvieran en alerta, y el 15 declaró la huelga ad referéndum del Comité Confederal Central que se reuniría el 16. Efectivamente, en esa asamblea se produjo la conocida votación en la que se impuso el criterio de ir a la huelga. Allí, gremios viejos como la UTA y ATE, fundados antes de 1930, dieron su voto positivo. El resultado fue 16 votos contra 11 y no la “antojadiza” cifra que difundió Germani y sus continuadores de 21 a 19 votos.
De modo que si se lee detenidamente a este sociólogo, no es difícil observar que ha tergiversado ciertas circunstancias para ajustarlas a ideas preestablecidas. Esto quizás se entienda porque no comulgaba con las ideas sostenidas por el movimiento popular liderado por Perón. En cambio, lo sintomático es la adhesión del pensamiento peronista a la tesis de la espontaneidad, solo discrepando en que el líder no manipuló a la masa obrera.
Hay un dato que no se debe soslayar: el coronel Perón, dadas las circunstancias que vivía, no subestimaba la posibilidad de ser encarcelado, pero sabría sacar provecho si efectivamente ello ocurría. Existe una versión casi desconocida, que tuvo como protagonistas a Evita, Perón y al embajador brasileño en Argentina, Joao Batista Lusardo.
El diplomático con el conocimiento de que el líder político podría ser apresado, decidió ofrecerle un salvoconducto. Su sorpresa fue mayúscula cuando el propio Perón aseguró que no abandonaría el país. Y, rápidamente, expresó el sentimiento que lo invadía: “yo confío, yo sé que estoy interpretando el alma de mi pueblo y nada temo”. Rematando a continuación con un aforismo de los que era tan afecto: “La Argentina precisa que yo vaya preso para liberarse”. Pero no sólo el coronel habló, Evita también intervino dejando en claro: “lo importante es que el pueblo está con Perón […] es indispensable que él vaya preso para que la Nación se rebele […] Yo me opongo totalmente a que él marche al exilio”.
Más allá de los datos aportados por Lusardo que demuestran la cabal conciencia que tenía la pareja sobre la posibilidad concreta de que Perón fuera privado de su libertad, no es menos cierto que la masiva movilización no obedece a una persona.
Este novedoso acontecimiento de octubre de 1945, en modo alguno fue gestado en forma unipersonal. Ni Cipriano Reyes, ni Evita, ni el propio coronel Perón podían por sí solos llevar adelante lo que sucedió ese día 17. Como se ha sostenido, pudo llevarse a cabo merced de la intervención de la CGT, la cual supo canalizar el descontento popular.
El movimiento peronista en su origen fue mucho más que los “cabecitas negras”, ya que también los obreros con experiencia gremial –anarquistas, socialistas, comunistas- vieron en el por entonces Secretario de Trabajo, un genuino conductor de sus postergadas reivindicaciones.
Quizás esta línea de pensamiento despierte polémicas porque interviene en forma crítica sobre la visión tradicional -tanto peronista como antiperonista- de un suceso gravitante en la historia argentina. Con todo, no es menos cierto que esta discusión a la postre sólo traerá beneficios, ya que algunos pasajes de nuestra historia con frecuencia nos llegan tergiversados, y este no es la excepción.
Buenos Aires, 16 de octubre de 2021.
*Dr. César “Tato” Díaz. Director de la Biblioteca de la H. C. de Senadores de la Pcia. de Buenos Aires. Dir. CEHICOPEME – FP y CS – UNLP
**Juan Francisco Díaz. Docente de Derecho Constitucional, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales UNLP. Integrante del CEHICOPEME.