Juan Chaneton analiza en esta nota cómo las agencias especializadas de los Estados Unidos en contrainsurgencia preventiva, despliegan en Villa Lugano un dispositivo de “combate” al narcotráfico que exhibe un formato similar al utilizado en el Brasil de los años 2000. Chaneton afirma que hay que dejar de mirar el fenómeno del narcotráfico en nuestra región como una cuestión local de cada país y de naturaleza policial, como «delito federal» y en un pie de igualdad, en cuanto a su tratamiento, con la delincuencia común, ya que el narco es una función de las guerras de 5° generación adaptadas a América Latina.
Por Juan Chaneton*
(para La Tecl@ Eñe)
No es la primera vez que las agencias especializadas de los Estados Unidos intensifican su actividad de contrainsurgencia preventiva en la región centro y sudamericana. Por su envergadura, recordamos el Brasil de los iniciales años 2000.
Villa Lugano, ahora, como continuum de Rosario y su banda de Los Monos, exhibe un formato similar a aquella cruzada brasileña.
Allá, la parada represiva alcanzó su punto de ebullición en las periferias pobres de San Pablo y Rio de Janeiro. Millones de personas llevan allí más de medio siglo de barro, aguas servidas y tiempo libre, es decir, no existen para la economía formal y para los gobiernos formales. Se acercaba el fin del milenio y surgió allí, en medio de esa fuerza social potencialmente antisistémica, una sigla cuya presencia, de ahí en más, completaba la coreografía indispensable para que el entrenamiento antisubversivo, en vivo, no dejara nada librado al azar y tuviera la eficacia que se requiere ante esta «nueva amenaza». A semejanza de las formaciones clandestinas que se describen en el «Mini-manual del guerrillero urbano» de Carlos Marighella, apareció de la nada, en los suburbios paulistas, el Primer Comando de la Capital (PCC), a fines de los ’90.
El territorio urbano de Brasil en aquellos años 60/70 conoció organizaciones guerrilleras insertadas en las favelas que, desde esa cobertura de seguridad que les proporcionaba el apoyo de la población pobre, incidieron en la política nacional con nombres como VPR/MR-8 de Carlos Lamarca o ALN del citado Marighella.
Los enfrentamientos de esas organizaciones con las fuerzas represivas se desenvolvieron en un formato idéntico, en lo sustancial, al que exhiben hoy las guerras urbanas entre la represión policíaco-militar y el narcotráfico. El «Primer Comando de la Capital», en el Brasil actual, fue diseñado a semejanza formal de aquellas conducciones político-militares de Lamarca y Marighella y luego plantado por la contrainsurgencia estadounidense en la región como una manera de estirar músculo preventivamente ante la siempre latente posibilidad de turgencia de escenarios de rebelión social incontrolable.
Lo que está ocurriendo en Villa Lugano es una puesta en escena similar a la paulista y mejorada en algunos aspectos. Aquí, «el narcotráfico» no tiene sigla pero los narcotraficantes se guarecen en las casas como si fueran guerrilleros perseguidos por la policía, con la imaginativa innovación de que aquí es la población pacífica y de a pie, la gente de trabajo y los buenos vecinos los que le señalan a la policía dónde se esconden los narcos y claman por su eliminación. Si el futuro deparara escenarios de protesta social en los conurbanos argentinos, la única diferencia con lo que ocurre en Villa Lugano hoy es que los insurgentes no serían un símil trágico, como los narcos, sino pueblo pobre insurreccionado contra el odio de Dios y contra el capitalismo, que es su epifenómeno. Lo que no se puede adivinar es si los vecinos denunciarían a los partisanos de la era global o los invitarían a cenar. El tiempo dirá. Si es que ese tiempo llega, lo cual es dudoso.
El santo y seña para que irrumpa la criminalidad narco en un barrio pobre y para que estos devotos de la Auxiliadora del sicariato procedan a amedrentar a quienes sólo desean la paz, es parte de la geopolítica de la droga en América Latina. La militarización del barrio vecino a Liniers y a la General Paz, con los policías entrando a las casas, anticipan un fenómeno de plausibilidad razonable en un eventual escenario de insurgencia social. Asimismo, la saturación policial de un territorio previamente delimitado -como ocurrió en Lugano- son hechos reminiscentes de los métodos con que se combatió y se eliminó a la mentada insurgencia urbana brasileña e, incluso, al propio Marighella, que cayó en una cita envenenada. En Lugano se agrega al color local el enfrentamiento entre bandas, un guión que no se escribe ni se escribirá al azar sino en dependencia directa de las demandas del funcionalismo sistémico penal que inspira la actividad de contrainsurgencia preventiva que las fuerzas de seguridad (y, en algunos casos, los ejércitos) despliegan en América Latina con una independencia relativa de los decisores políticos, es decir, de los gobiernos. El narco es una función de las guerras de 5° generación adaptadas a América Latina.
El narcotráfico no tiene una dinámica propia de impulso endógeno. Esto implicaría aceptar que unos pobres sin vínculo alguno con el mercado y con la política compran los insumos y fabrican el producto y que otros pobres de solemnidad residentes en otro país adquieren el producto para comercializarlo en villas y lugares de pobreza generalizada, todo ello sin que nadie pueda hacer nada para meterlos presos. Pero el fenómeno es de otra índole. El narco tiene una procedencia y una emergencia y es una función de la dominación (y del control que le es inherente) que el poder hegemónico en la región reproduce, desde hace medio siglo, porque los territorios al sur del Río Bravo sin el estrago de la droga implicarían el peligro supremo de la autonomía y, con ella, de la pérdida, para la potencia en declive, de una región del mundo que, históricamente, sustentó buena parte de su desarrollo y crecimiento como potencia mundial y que hoy le sigue resultando imprescindible.
Se trata de impedir que el enemigo se forme, pues no hay solución a mano para evitar que el funcionamiento sistémico no produzca lo que está llamado a producir: más y más miseria y marginalidad. Entonces, esa geopolítica pergeñada por los planificadores del «Hemisferio Occidental» tiene que salir a administrar la contención del fenómeno que desataron con la implosión de la URSS y que no está en la naturaleza de las cosas solucionar: «No hay más proletarios, o infelices, o explotados. Hay una tercera cosa creciendo allí afuera, cultivada en el barro, educándose en el más absoluto analfabetismo, diplomándose en las cárceles, como un monstruo Alien escondido en los rincones de la ciudad. Ya surgió un nuevo lenguaje. Es eso. Es otra lengua…».
Marcola es el que dice eso. Lo dice en una entrevista para la cadena O’Globo. Marcola es Marcos Camacho y Marcola es su «nombre de guerra», remedo grotesco de un pasado por cierto diferente y que las batutas maestras del diversionismo ideológico procuran imitar en lo formal. Marcola se escapó muchas veces de sus prisiones. Cuando alguien es enemigo en serio de la paz y de la democracia occidentales, Estados Unidos lo manda a lugares de los que no se puede escapar: Guantánamo o Abu Grahib. Ahora, Marcola está preso de nuevo … en San Pablo. Tal vez vuelva a escapar. Si es que antes no se jubila. Su vida y su elemento fueron la violencia, el crimen.
El capo del PCC brasileño agrega en esa entrevista: «Nosotros tenemos métodos ágiles de gestión. Ustedes son lentos, burocráticos. Nosotros luchamos en terreno propio. Ustedes, en tierra extraña. Nosotros no tememos a la muerte. Ustedes mueren de miedo. Nosotros estamos bien armados, estamos en el ataque. Ustedes en la defensa. Ustedes tienen la manía del humanismo. Nosotros somos crueles, sin piedad. Ustedes nos transformaron en «super stars» del crimen. Nosotros los tenemos de payasos. Nosotros somos ayudados por la población de las villas miseria, por miedo o por amor. Ustedes son odiados. Ustedes son regionales, provincianos. Nuestras armas y productos vienen de afuera, somos «globales». Nosotros no nos olvidamos de ustedes, son nuestros «clientes». Ustedes nos olvidan cuando pasa el susto de la violencia que provocamos …».
No está mal lo que dice este muchacho. Casi para avivar giles.
La primera pregunta que inspira esta tirada es, ¿se trata de un criminal autónomo o de uno funcional a la represión contra las luchas sociales? La segunda pregunta es casi una respuesta a la primera: ¿cómo se entra a un territorio controlado por estos subagentes de la policía con el sano propósito de hacer política de izquierda, política anticapitalista?
Hay que dejar de mirar el fenómeno del narcotráfico en nuestra región como una cuestión local de cada país y de naturaleza policial, como «delito federal» y en un pie de igualdad, en cuanto a su tratamiento, con la delincuencia común.
Comienza a incrementarse la violencia en el mundo. Las políticas de rango estratégico para la Casa Blanca se desarrollan en específicas regiones del mundo que no son, precisamente, Latinoamérica. Nuestro continente al sur del Río Bravo reviste, en esa agenda estratégica, una importancia secundaria. Sólo Venezuela y Cuba entran en el cuadrante de cuestiones a tratar en un capítulo especial de la política exterior.
En cuanto a la primera, el cambio de régimen sigue siendo punto de arribo para el Departamento de Estado y en ese sentido va la decisión de Biden no sólo de mantener las sanciones contra Venezuela sino de incrementarlas para maximizar el daño todo lo posible.
En lo referido a Cuba, puede decirse, sintéticamente, que en la visión del colectivo que asesora a Biden, la desestabilización de ese sistema socialista y la injerencia en sus asuntos internos se hacen más asequibles con relaciones diplomáticas que sin ellas. Biden retomará la agenda que impulsó EE.UU. cuando el presidente era Obama y él su vicepresidente.
El resto del capítulo latinoamericano se agota en el tema migraciones masivas como nueva amenaza. Y el narcotráfico -según decimos- como factor legitimante de intervenciones sesgadas en las cuestiones de seguridad de nuestros países.
Luchar contra el narco, entonces, es luchar por construir la masa crítica suficiente como para encarar el problema de modo estructural, yendo a sus causas y rechazando enérgicamente el programa de las derechas -tributario ideológico de la DEA- que propone reprimir las barriadas pobres militarizándolas previamente, en una busca aparente de eficacia técnica en pos de la seguridad vecinal, cuando lo que se está haciendo, en realidad, es aplicar un programa de contrainsurgencia preventiva funcional a una eventual represión de movilizaciones obreras y populares y que jamás podrían -esos delincuentes- actuar en el territorio si desde los Estados se los combatiera con la concepción ideológica adecuada y con el rigor y la eficacia con que se trata a los terroristas en otras partes del mundo. El narco y cómo erradicarlo no es una cuestión técnica, es una cuestión ideológica y política.
En el área «Hemisferio Occidental» del Departamento de Estado, las cosas se ven como las ve Marcola: «¿Solución? No hay solución, hermano. La propia idea de «solución» ya es un error.
¿Ya vio el tamaño de las 560 villas miseria de Río? ¿Ya anduvo en helicóptero por sobre la periferia de San Pablo? ¿Solución, cómo? Sólo la habría con muchos millones de dólares gastados organizadamente, con un gobernante de alto nivel, una inmensa voluntad política, crecimiento económico, revolución en la educación, urbanización general y todo tendría que ser bajo la batuta casi de una «tiranía esclarecida» que saltase por sobre la parálisis burocrática secular, que pasase por encima del Legislativo cómplice. Y del Judicial que impide puniciones. Tendría que haber una reforma radical del proceso penal del país, tendría que haber comunicaciones e inteligencia entre policías municipales, provinciales y federales. Nosotros hacemos hasta conference calls entre presidiarios… Y todo eso costaría billones de dólares e implicaría una mudanza psicosocial profunda en la estructura política del país. O sea: es imposible. No hay solución».
Un hombre culto, Marcola. Habla como un cuadro que sabe muy bien qué es lo que pasa.
Buenos Aires, 27 de mayo de 2021.
*Abogado, periodista y escritor.
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Aterradora persspectiva y finísimo análisis