La información sobre los países vecinos está tan recortada, condicionada y manipulada como la que se refiere al país, afirma Hugo Muleiro, quien se enfoca en Brasil. Allí crece la pobreza aunque los medios digan que la economía va viento en popa. Y como afirman que la justicia brasileña es intachable y debe ser imitada después de que encarceló a Lula, quitan visibilidad a sus manipulaciones más bochornosas.
Por Hugo Muleiro*
(para La Tecl@ Eñe)
La pobreza extrema crece en Brasil.
Un candidato presidencial de la derecha es protegido por el supuestamente intachable sistema judicial del país y se salva del «lava jato».
Estas novedades no obtienen espacio en las portadas de los diarios argentinos, ni títulos de gran peso. Son los diarios entusiasmados con Brasil desde que fue derrocada la presidenta Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores, en agosto de 2016, y que derramaron euforia por la condena y el encarcelamiento de Luiz Lula da Silva, maniobra a la que atribuyen total legalidad, sin sonrojarse.
La circulación de informaciones y opiniones a cargo de los sistemas dominantes tiene una efectividad transnacional, con un diseño preciso al que rara vez algo se le escapa del discurso previsto.
El miércoles 18 de abril Clarín lleva en su portada, al pie, un título y texto que, tomando afirmaciones del Fondo Monetario Internacional, presenta a las economías de Brasil y México en una supuesta etapa de expansión y casi como locomotoras regionales.
No hay mucha novedad: a partir del derrocamiento de Rousseff los medios dominantes argentinos, en sus «noticias» y espacios de opinión, vienen apuntalando la idea de que el régimen de Michel Temer sacó a Brasil de la recesión y lo puso a crecer. Y es que Temer le lleva unos pasos de ventaja a su colega Macri en el arrebato a los derechos de los trabajadores y en el asalto a los ingresos del sistema previsional y social, entre otras proezas tan alentadas por las corporaciones internacionales y las oligarquías nacionales.
El modelo de manipulación comporta censurar cuanto sea posible los datos desfavorables a esta estrategia propagandística, desarrollada tanto por la producción propia de corresponsales en Brasil como por los proveedores internacionales de noticias, como las «grandes» agencias, además del muy sencillo «copiar y pegar» artículos de los medios aliados.
Esto último es lo que hizo La Nación apenas Lula fue tomado prisionero: publicó un texto del grupo Globo para anunciar que en junio el ex presidente recibirá nuevas condenas y no será candidato presidencial. En este detalle se observa una copia exacta de los procedimientos usados en la Argentina meses antes de las elecciones de 2017: artículos de columnistas «destacados» que van marcando el ritmo que deben llevar las medidas procesales, convocatorias y detenciones de opositores, para que las ejecuten los «jueces independientes», como Bonadío, por citar el ejemplo más alevoso.
La censura de datos inconvenientes lleva a que gran parte de los lectores y audiencias de Argentina desconozcan que en Brasil está creciendo la pobreza extrema. La consultora LCA dijo que en 2017 pasó de 13,34 a 14,83 millones de personas. La profundización de la desigualdad territorial hace que el incremento sea superior en la región del Nordeste y mucho más leve en el sur y centro, en las grandes ciudades donde la derecha golpista encontró más apoyo para intervenir a la democracia brasileña y descomponerla.
Son miserables también los títulos obtenidos por una maniobra de manipulación política y judicial cuya calificación justa parece casi imposible.
El ex gobernador del estado de San Pablo Geraldo Alckmin fue acusado de haber recibido sobornos de la empresa Odebrecht en 2010 y 2014. Fondos que fueron supuestamente a su campaña electoral, a cambio de favores en la adjudicación de obras públicas.
Las imputaciones surgen de las investigaciones y procesos conocidos como Lava Jato, pero el régimen resolvió aplicar parámetros diferenciados para Alckmin, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña y candidato para las elecciones de las que la derecha local e internacional quiere proscribir a Lula. El tema de los sobornos denunciados quedó en manos de la justicia electoral, y no en Lava Jato, por determinación de una jueza del Superior Tribunal de Justicia.
Tan bochornosa maniobra no impide recordar que las acusaciones a Alckmin vienen del despreciable mecanismo de la «delación premiada», es decir meras afirmaciones de personas acusadas de actos ilícitos que, a cambio de reducción de penas, reparten acusaciones por doquier, aunque en especial según los intereses de la élite que asaltó el gobierno.
La inconsistencia de este recurso judicial y las manipulaciones a las que se presta no impidieron llevar adelante el proceso contra Lula. Pero Alckmin tiene mejor suerte.
Buenos Aires. 19 de abril de 2018
*Escritor y periodista, presidente de Comunicadores de la Argentina