Son los espasmos vivos de la sociedad que retorrnan bajo las formas plebeyas, los que acaban orientando al movimiento antes de que se nos ocurra a nosotros cómo hacerlo.
Por Diego Sztulwark*
(para La Tecl@ Eñe)
¿Qué fue lo que pasó con aquel subyugante aceleracionismo que Milei ostentó durante 2024? Se llevaba todo puesto. Y no digo que aún no pueda hacerlo. Ya lo sabemos: del “otro” lado quedó poco y nada. Pero durante su primer año de gobierno sacaba leyes sin legisladores y convencía a la -mayor parte- de la sociedad de realizar un ajuste descomunal sin contar con organizaciones populares propias. Todo era red social y velocidad. La rapidez le proporcionaba el monopolio de la imagen. Reinaba solo. Pregunto: ¿qué (le) pasó? Porque desde hace exactamente dos meses, la magia parece haberse disipado. A ojos vista, las últimas ocho semanas de gobierno son un derrape continuo. Intento una enumeración imprecisa: defensa del saludo nazi de Elon Musk, amenaza a los zurdos (“los iremos a buscar”); discurso de Davos (contra los homosexuales por pederastas, contra el feminismo por radical, contra lo woke por ser una cultura diabólica), masiva manifestación por el orgullo antifascista y anti-racista; pelea con los economistas neoliberales (incluido Cavallo) por la cuestión cambiaria; escándalo internacional de las memecoin, la filtración de las imágenes de Viale recibiendo instrucciones del asesor presidencial Caputo sobre las preguntas que debía o no realizar al presidente en la entrevista proyectada con la intención de aclarar lo inaclarable del escándalo memecoin; el intento de nombramiento ilegal de jueces en la Corte Suprema; torpezas infinitamente desagradables ante la catástrofe en la ciudad de Bahía Blanca; represión salvaje a marcha de los jubilados -que incluyó un disparo nada accidental de las fuerzas de seguridad sobre el cráneo de un fotógrafo!-y la decisión de darle más poder a la siniestra ministra Bullrich para reprimir las próximas protestas; pésima gestión de un nuevo endeudamiento con el FMI. Paro acá. Alguna idea nos tendremos que hacer sobre qué ha sucedido aquí. Y yo no encuentro otro acontecimiento que coincida en fecha e importancia con el declive libertariano que no sea la asunción de Trump, que parece haber provocado un efecto desorganizador sobre Milei. Desde entonces triángulo de hierro argentino se le trabó el acelerador.
¿Qué pasó? Quizá Milei no supo procesar la complejidad del evento: el nuevo gobierno de EE. UU no dejó de celebrar sus monerías vanguardistas mientras se dedica a reorganizar el entero campo de juego de la política internacional. Me pregunto: ¿de qué lado de la mecha se habrá sentido Milei mientras observaba el modo en que Trump y Vance patotearon en público al otrora híper-norteamericano Zelensky? Es altamente probable que EE. UU influya positivamente sobre el FMI para que fluya dinero hacia la Argentina. ¿Pero cuánto y bajo qué condiciones? Trump parece ser alguien ocupado en administrar enormes contradicciones en su propio movimiento y obligado a maniobrar de un modo bastante intrincado, dejando al eufórico Milei sin una orientación nítida sobre la cual montar su guion. Y no son pocas las contradicciones que ya se observan entre las expectativas de sus respectivos gobiernos. Dicho esto, Milei está ahí, y el eje Milei Trump También está ahí. Sería necio subestimarlos.
¿Qué hacer? La pregunta la formuló Lenin en un panfleto de 1902. No deja de ser verdaderamente interesante el hecho de que ¿Qué hacer? era el título de una popular novela rusa publicada en 1863 por Nicolai Chernyshevski. ¿El jefe más sistemáticamente conectado con la evolución de las coyunturas que quepa recordar echaba un vistazo a la ficción antes de brindar orientación a sus fuerzas? Interesante. Ver de este modo las cosas permite identificar una cierta correlación entre imaginación literaria y potencia de acción. ¿Qué nos permite conocer de nosotros mismos ese tipo de mirada? Que en nuestro presente el recurso a la ficción pareciera enteramente secuestrado por la intelectualidad neoreaccionaria del trumpismo. Nombres como Peter Thiel, Curtis Yarvin o Nick Land (por nombrar tres perfiles muy distintos -el CEO, el bloguero y el académico- de tipos que se hacen ver) dan rienda suelta a una imaginación hiper-racista, políticamente premoderna y tecno-futurista denunciando a La Catedral (que sería una versión teologizada de “la casta”) y llamando a una revolución fascistoide contra toda forma de izquierda o progresismo que ose defender, si quiera retóricamente, los residuos igualitarios de las revoluciones pasadas.
¿Qué hacer, entonces? Recordemos lo que le sucedió a Lenin: los bolcheviques no crearon los soviets. Su papel fue el de agitar la consigna de darles “todo el poder”. Seguramente nos ocurra igual. Como sucedió en 2001. Son los espasmos vivos de la sociedad los que acaban orientando al movimiento antes de que se nos ocurra a nosotros cómo hacerlo. Previendo esas circunstancias, no estaría mal pispear el leer el libro El Eternauta (que a diferencia del Nestornauta confía en el héroe es quien viaja con mil rostros por el tiempo). El plebeyismo que retorna. Lo hemos visto esta semana, cuando los hinchas de diversos clubes de fútbol fueron quienes convocaron a bancar a los jubilados que reclaman cada miércoles contra el ajuste y son reprimidos semana tras semana. Tiene un sentido poderoso que hayan sido los hinchas y no los partidos políticos, sindicatos ni organizaciones populares. Si el aceleracionismo de Milei fue durante 2024 un modo de convencer a un pueblo de que debía aguantar, soportar, tolerar el ajuste, en el alma del hincha el aguante es muy otra cosa. Se hace el aguante a lo que se ama, en las buenas y en las malas. Se lo hace con pasión. El aguante es caliente, corporal y colectivo. El hincha lleva consigo -vote a quien vote- lo que el sindicalismo y la política han perdido: el sentido irreverente e igualitarista (eso que llamamos maradonismo) del eterno plebeyismo argentino. Hablamos de la hinchada, no los barras que son empresarios que se mueven buscando negocios.
Por supuesto, en 2025 hay elecciones y desde ya sería importante derrotar electoralmente la agenda de la derecha extrema. Y al mismo tiempo, parece evidente que la derrota que se trata de infligirles no puede ser solo electoral. No es sólo que sin una recomposición social será difícil correr al mileísmo por esa vía (es el problema de la banalización de lo antifascista en un frente “republicano” antimilei, y no de un movimiento antineoliberal). Sino que incluso si el mileísmo entrase en crisis precisaríamos mucho más que un par de resultados electorales para enfrentar su significado profundo. Por lo pronto, si 2024 fue un año catastrófico, en el que tratamos de entender -en estado de estupor- la dinámica de este aceleracionismo fascistoide, 2025 parece haber comenzado distinto. Buscando en la imaginación propia. El primero de febrero se gritó antifascismo (y el antirracismo). El 12 de marzo se gritó plebeyismo antirepresivo. Todo indica que, a pesar de todo, el próximo miércoles se volverá al mismo grito. El camino que conduce al próximo 24 de marzo se va llenando de ficciones activas. Mi impresión es que, sea lo que sea que deba ocurrir, será desde ahí.
Buenos Aires, 17 de marzo de 2025.
*Investigador y escritor. Estudió Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires. Es docente y coordina grupos de estudio sobre filosofía y política.