La frase de campaña elegida por La Libertad Avanza para lanzarse en su carrera política a nivel nacional, “Si la ves, afíliate”, tiene un tono canchero que apunta a cavar una trinchera entre los que se jactan de tenerla clara y el resto que no la verían ni cuadrada.
Por Jorge Boccanera*
(para La Tecl@ Eñe)
¿La ves o no la ves? La grieta social de hoy se profundiza a punta de pico y pala de frases hechas, lemas alusivos a la ceguera de unos frente a los que la tienen clara porque supuestamente son los que “la ven”; cosa extraña en aquellos que tienen los ojos tiempo completo enfrascados en un celular.
Todo esto nos remite en nuestro país a un verbo transitivo: “ver” y a la consigna “Si la ves, afiliate”, como contraseña desafiante de La Libertad Avanza, en su campaña para obtener la personería jurídica y lanzarse como partido a nivel nacional. Un gobierno que prefiere al argumento, una suerte de eslóganes efectistas y breves como aquel de “¡No hay plata!”, dicho desde la voz del patroncito que ubica a su interlocutor en el lugar del mendigo.
El sentido de la vista, por sobre los otros cuatro, parece haber prevalecido en todos los órdenes para potenciar significados e incluso ensanchar la franja tanto de figuras literarias como de locuciones populares: desde el “ver para creer” -apenas un ejemplo de muchos de estos dichos- hasta esa condición de vidente que dice adivinar el porvenir y develar aquello que permanece oculto. Apelando a esa carga de verdad que conlleva el ver y al que se aferran los mesiánicos, tendríamos en Argentina algo así como un presidente visionario.
Hoy que la época, quizá como nunca en la historia, está atravesada por la imagen instantánea y todo es barrido por una aceleración que se lleva por delante la capacidad de observar a fondo, o sea reflexionar, se relega la posibilidad de escuchar, algo tan necesario para el diálogo de ideas, el debate y el intercambio de criterios.
Se trata de “ver”, lo que implica un punto de vista. Acaso –hablando del saqueo de recursos naturales- el que ha caracterizado al mercado desde los tiempos de la Conquista en que un grumete hacía méritos gritando a voz en cuello “¡Tierra a la vista!”. Lo demás ha sido sometimiento y vigilancia, porque se sabe, “el ojo del amo engorda al ganado”.
Ahora, ese mercado necesita toda nuestra atención para fagocitarnos el pensamiento y la capacidad de discernir, ya que no considera nada fuera del lucro. Dejamos de ser una comunidad para ser un número; o mejor, en términos de marketing: un nicho de probables consumidores que viven bajo un huracán publicitario, apabullados por el peso informativo y el tono insultante de redes insociales. De nuevo: somos unidireccionales, seres (que no es lo mismo que “individuos”), capturados, fascinados, hipnotizados por la imagen.
Las consignas políticas salen del trabajo de las agencias de publicidad, que así como urden frases para vender un quitamanchas, arman propagandas para aumentar el clientelismo político. Pasó el tiempo en que las consignas surgían del sentir popular y la marcha de los acontecimientos. Ahora son producto de sesudos “consultores de imágenes” que elaboran lemas con la única idea de lo rentable, sin escrúpulos a la hora de convencer y un sesgo manipulador más que evidente.
La frase elegida de campaña: “Si la ves, afiliate”, fuera del imperativo de la voz del capanga de “¡No hay plata!”, tiene un tono canchero que apunta a cavar una trinchera entre los que se jactan de tenerla clara y el resto que no la verían ni cuadrada.
Es extraño, la frase elegida como contraseña de “la gente de bien”, tan extraño como un sector político que en su sello tenga la palabra “libertad” y lejos de encarnar su significado, pone mordaza a derechos que la ciudadanía adquirió a través de una larga historia de lucha y esfuerzo.
El mensaje desde el poder es directo: Tengo la precisa porque yo sí que la veo. Perfecto. Y paradójico, repito, porque los que se las saben todas, no han dispuesto hasta hoy ninguna medida que mejore la vida de la gente; mientras en las sombras el ejército de trolls que trabaja para el gobierno destila un odio ciego.
De modo que ese verbo transitivo que solía utilizarse para interrogar (“¿A ver?”), demostrar escepticismo (“¡Para lo que hay que ver!”), repensar (“Habrá que ver!”), confesar una pasión (“Amor a primera vista”), testificar un hecho (“¡Yo lo vi!), advertir sobre los que se cambian de bando según la conveniencia (“Cría cuervos y te sacaran los ojos”), o enunciar un aforismo que apunta a aquello que nos torna más humanos (“El hombre que ve las cosas cotidianas y diminutas, tiene la mirada limpia”), toma rango de consigna con el voceo que utilizan publicitarios y encuestadores: Che, gil: “Si la ves, afíliate”.
“¡Habrase visto! Que un gobierno que insulta, descarta, castiga, amenaza, en fin, que pareciera que no puede ver a nadie (por lo menos del campo popular), y hace la vista gorda ante una conflictividad social creciente, use esta consigna.
O sea ver, pero no sentir. Lo dijo el secretario de seguridad porteño cuando arguyó que al ver algún indigente en la calle, sería un error acercarle un plato de comida, porque lo instalaríamos en una comodidad contraproducente. No hay duda que, como dice el dicho popular, hay gente que lo único que tiene es plata. Asuntos como el sentimiento, la fraternidad, la solidaridad, le son ajenos a quienes encanutan alimentos destinados a los más carenciados y reprimen la protesta social. Las medallas de lata y los viajes al exterior, no suplen la falta de sensibilidad. Tendrán la alcancía llena, pero el alma vacía. De la justicia, ni hablar.
La frase insignia de esta libertad que confunde avance con retroceso, pone una baraja en la mesa – “Si la ves, afiliate”-, que en el dorso tiene su contracara, ya que una mirada rápida de las acciones del gobierno en los meses en el poder deja al descubierto su programa: ajuste, pobreza, represión, retroceso en derechos humanos y una deriva de cipayos atentos a la voz del amo que pone en peligro nuestra soberanía. ¿Entonces, qué ve este gobierno que parece tener ojos de vidrio? ¿Será que el árbol del mercado no le deja ver el bosque de los hombres de a pie?
Pasen a ver el espectáculo de la crueldad. La lucha entre los que la ven (dicen que la ven, habría que ver), y los que se animan a pensar diferente y aspiran a una mayor justicia social.
Veremos, dijo un ciego. En la pantalla de los días invernales, siguen los capítulos de esta serie de pesadilla que va cursando su primera temporada.
Podría titularse: No hay más ciego que el que no quiere ver.
Llavallol, 30 de julio de 2024.
*Poeta, escritor y periodista. En el 2020 se publicó su obra reunida Tráfico Estiba, por HD Ediciones.