El estado de desorientación política es tal que la única organicidad tolerable es aquella que apunta a un frente que, aun sin existir, debe producir efectos sobre la realidad ya mismo.
Por Diego Sztulwark*
(para La Tecl@ Eñe)
Si algo queda claro es que ingresamos en un nuevo tiempo político y que el modo de actuar en él requiere de un balance compartido. Juan Monteverde, de Ciudad Futura, vino hablando durante la campaña electoral de Rosario, de una “democracia bloqueada”. Dice también Monteverde que Milei destrabó desde arriba y con un proyecto horrible lo que no supimos destrabar desde abajo y con un proyecto claro y propio. La defensa del orden de cosas, sumada a la de moderación da como resultado una impotencia repugnante. Y en las actuales circunstancias, semejante impotencia es un lujo que no podemos darnos.
A la pregunta repetida hasta el desgaste sobre si se trata de construir adentro de lo que ya existe o si es mejor construir algo nuevo desde cero, ya no podemos responder, sino que ni una cosa ni la otra. Porque es tan intolerable el estado de lo que hay como poco convincente la idea de una invención desde la nada en tiempos signados por la magnitud de una amenaza espantosa. La única geometría política realista es la diagonal. Las coordenadas de nuestra situación así lo confirman: la derecha extrema y la no tan extrema reorganizan la iniciativa bajo el control del aparato de Estado; las fuerzas políticas constituidas están en plena descomposición; la resistencia social en plena y ardua formación.
La diagonal no es un diseño mental, sino aquello que se esbozará seguramente en la marcha unificada del próximo 24 de marzo. Pero el tiempo para trazarla sobre una fuerza efectiva es breve, y los recursos disponibles están demasiado dispersos. Como contrapartida se trata de recursos de una riqueza (en términos de densidad social, territorial, sindical e intelectual) tan extraordinaria como desestimada. ¿Trazar una diagonal es proponer una nueva organicidad (y por tanto una nueva lectura de Gramsci)? La única organicidad tolerable es aquella que apunta a un frente que aun sin existir debe producir efectos sobre la realidad ya mismo. La filosofía de Spinoza enseña a concebir los “modos no existentes”. Imaginar la organicidad respecto de un partido inexistente supone -de Lenin a David Viñas- escrituras urgentes (y vinculantes). En épocas pre-digitales hubiéramos dicho: una “prensa”, una “revista”. ¿Podemos imaginar algo así en las condiciones actuales? Una diagonal semejante requiere de sentido de la urgencia, del humor y de la historicidad. Pero, sobre todo, requiere una mezcla de buenas proporciones entre enemistad y fraternidad. La primera, para reconstituir una voluntad colectiva capaz de frenar la catástrofe, la segunda, para diluir el veneno aniquilante de la arrogancia.
Buenos Aires, 30 de enero de 2024.
*Investigador y escritor. Estudió Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires. Es docente y coordina grupos de estudio sobre filosofía y política.
2 Comments
Muy buen articulo Coincido totalmente
Muy bueno Diego, muy bueno…