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Un libro ejemplar – Por Roque Farrán

El autor de este artículo sostiene  que la singularidad ejemplar del libro de Cristina Fernández de Kirchner pasa por lo que habilita la escritura misma como práctica efectiva en la formación del sujeto, al salir del enloquecedor discurso corriente en el que se mueven habitualmente los medios.

Por Roque Farrán*

(para La Tecl@ Eñe)

 

¿Cómo pensar lo que nos une y articula sin presuponer ninguna idea o fin trascendente? Spinoza, el gran pensador materialista y racionalista, nos dio una respuesta: causalidad inmanente. El efecto está en su causa, como el pez en el agua; las leyes y el orden simbólico no se imponen desde una exterioridad trascendental, en tanto mandatos o mandamientos superiores que repetimos como loros; al contrario, nos causan, encausan, afectan y constituyen siempre junto a otros. El gran Otro donde somos, como dicen los lacanianos, está tachado: es inconsistente o incompleto, pero quien “hace las veces de su representante” nos permite investirnos libidinalmente y hacer lazo en común. Es una operación mucho más material y afectiva que las cadenas de equivalencia laclausianas. Algo de esa inmanencia causal me ha suscitado la lectura del sorpresivo libro de Cristina y sus efectos multiplicados en cadena, en redes, en nodos. En las largas colas de espera en librerías y nuevas tiradas de libros y pedidos y compras entre varios porque la plata no alcanza pero el deseo de ser parte y tener una parte de esa escritura histórica contagia. ¿Qué van a encontrar allí? Cada quien según su deseo. Una sabiduría práctica y deseante, en esencia ético-política, que no constituye doctrina sino que invita a ser leída en el mismo gesto singular de su escritura.

Sinceramente me interrogaba el silencio y la cautela de Cristina durante estos años. Hoy lo sabemos -porque nos lo cuenta al contarse– y no podemos dejar de conmovernos en esta suerte de comunión espiritual y reflexiva de efectos de lectura compartidos que propicia: escribía de sí (y de nosotros). Foucault es quien ha resaltado la función de la “escritura de sí” en la constitución ethopiética del sujeto. Qué género extraño esta escritura de múltiples registros tramados con su inconfundible voz, escritura de una expresidenta que -lejos de la solemnidad y el aburrimiento habitual en este tipo de libros- nos llega, nos interpela, nos moviliza. Entusiasma. Sin dudas marca un antes y un después, resignifica el tiempo y su cesura: es lo que define un acontecimiento singular. Y sin dudas habrá consecuencias también, en función de ese gesto imprevisto, respecto a la verdad en juego. La verdad en tanto agujerea los saberes disponibles, como dice Badiou siguiendo a Lacan, e interpela a los sujetos a constituirse a sí mismos.

El periodista Mario Wainfeld, inspirado en una lectura rápida y a sobrevuelo del libro de Cristina (nos lo advierte en la nota https://www.pagina12.com.ar/190375-la-semana-del-libro), vuelve a remarcar en cambio lo que todos sabemos: que los indudables logros históricos de los gobiernos peronistas y kirchneristas pasan por el orden y el funcionamiento básico de la sociedad en su conjunto; y señala entonces que habría que rescatar los hechos y no los discursos. Lo que cuesta entender, por derecha y por izquierda, es que el desfasaje irreductible entre la práctica ideológica-discursiva y las demás prácticas políticas, económicas y jurídicas de gobierno se debe a la singularidad de nuestra nación y sus contradicciones inmanentes (otras naciones tendrán sus contradicciones y desfasajes irreductibles, no idealizo ninguna): ser revolucionario en Argentina es tratar de sostener un “país normal” (como decía Néstor); de ahí que inevitablemente la “verba se inflame” al buscar interpelar los sujetos de eso que parece realmente un imposible (un “sueño”).

No obstante, algo de ese “verbo inflamado” del discurso militante se ha sosegado y mejorado con la escritura. Además del hablar franco y directo, del coraje de la verdad que habitualmente sostiene Cristina en sus exposiciones, la práctica reflexiva de la escritura ha habilitado otras cosas. Sostengo entonces que la singularidad ejemplar del libro de Cristina, un acontecimiento discursivo ético-político con todas las letras, pasa por lo que habilita la escritura misma como práctica efectiva en la formación del sujeto (no importa si el registro es oral, si hay repeticiones, la autorreferencia, etc.): una constitución de sí en relación a los otros que da templanza, fuerza sosegada y afectos alegres, al salir del enloquecedor discurso corriente en el que se mueven habitualmente los medios y sus cronistas. En ese sentido, tampoco hay una moderación o atenuación del discurso, sino más bien un cambio de registro; o mejor aún: un anudamiento de múltiples registros en un tiempo singular. Allí, podemos decir, algo se ha aprehendido efectivamente y, sin dudas, nos puede hacer -volver- mejores. Lo cual, al contrario de lo que opina el cronista y otros especialistas en política, pienso que sí puede interpelar a los indecisos desde un lugar distinto; sin garantías, por supuesto. En cambio, si se espera que desde la misma lógica de la pragmática político-comunicacional que nos sumerge en los peores afectos surja una posibilidad de interpelación distinta, entonces sí estamos absolutamente perdidos. Por fortuna y necesidad la causa del deseo que nos moviliza efectivamente no pasa por ahí, y el kirchenrismo se ha constituido en buena medida por la producción de gestos imprevistos. El saber hacer político, no obstante, opera secundariamente en función del deseo expuesto.

 

Córdoba, 2 de mayo de 2019

*Investigador Adjunto (CONICET). Miembro del Programa de Estudios en Teoría Política (CIECS-UNC-CONICET)

1 Comment

  1. nora merlin dice:

    Muy bueno Roque. Cristina escribe un libro y es un acontecimiento que nos causa afectos alegres, sin manía ni omnipotencia, con la insistencia de deseos decididos que se encuentran