El libro “Testimonios argentinos sobre el Che” una obra inconclusa de Gregorio Bermann, da cuenta del encuentro, en Cuba, de dos hombres que marcaron la memoria de Latinoamérica: Bermann y el Che Guevara.
Por Yael Noris Ferri*
(para La Tecl@ Eñe)
“Y su memoria
está en el corazón de los jóvenes y late en su pulso.”
G. Bermann
¿Por qué será que el Che tiene esta peligrosa costumbre de
seguir naciendo?
Eduardo Galeano
En la ciudad de Córdoba pisaron sus tierras y habitaron sus calles dos hombres que marcaron la memoria de Latinoamérica: Gregorio Bermann y el Che Guevara. Para mi asombro, habiendo leído sus libros y obras, no imaginé que ambos habían tenido encuentros, conversaciones, y que establecieron una amistad. La prueba de ello llega a mis manos en formato de libro: “Testimonios argentinos sobre el Che” una obra inconclusa de Gregorio Bermann, con presentación, notas y establecimiento del texto por Gabriela Baglione y Marcelo Casarin, Editorial del CEA/Colección Gregorio Bermann.
En las primeras páginas del libro, los compiladores plantean una pregunta tajante y crucial, que atraviesa todas las páginas: ¿Cuáles pueden ser las motivaciones para escribir un libro sobre el Che? Los testimonios, cartas y manuscritos que habitan la obra darán respuesta a ella.
Sabemos que el Che Guevara muere en Bolivia en 1967. El interés y amor que despertaba la presencia del Che en este humanista, doctor en psiquiatría y partícipe de la reforma universitaria, Gregorio Bermann, despiertan su deseo por escribir este libro. Los compiladores escriben en su presentación sobre el vínculo que los une, compartiendo el mismo norte:
“Gregorio Bermann fue cautivado por la figura de Guevara, en quien encuentra varios elementos con los que identificarse: la formación de médico, el amor por la lectura y la escritura: estar escribiendo, aun en medio de las inclemencias de la vida; estar escribiendo, tener a mano un cuaderno, una bitácora, es algo que une a Bermann con Guevara. Y, además, la vocación de servicio, la militancia de las causas justas y, en muchos momentos, la declinación del yo por el nosotros, que el Che lleva tantas veces a límites incomprensibles, y que en la vida de Bermann también aparece con frecuencia como un norte.”
En 1968, Bermann escribe el prólogo de este libro y, en la búsqueda de su creación, solicita a diferentes allegados que conocieron al Che que dejen por escrito un testimonio, semblanza y hasta cartas. Todo ese material llega a manos de Bermann, pero él no llega a publicar este libro. Es en 2023 que, gracias al Archivo Gregorio Bermann y al inmenso rescate que, realizado por los compiladores de estos documentos, manuscritos, bocetos, cartas donadas al archivo por la familia Bermann, los lectores podemos celebrar el deseo cumplido de este libro ya publicado.
¿Se conocieron el Che y Bermann?
En el apartado del libro titulado “Mis encuentros con el Che”, Bermann alude a tres entrevistas que pudo tener con el comandante.
Más allá de las fechas y lugares que propone dicho testimonio, deseo rescatar un encuentro donde El Che habla de Córdoba. Escribe Bermann: “Guevara se interesó particularmente por Córdoba, donde yo residía, y me preguntó por el Dr. Enrique Barros, que había sido un tiempo el médico que lo trató en su infancia por el asma, y a quien había escrito desde Sierra Maestra, sin obtener respuesta. Me dijo que desde los tres años residió en Córdoba, frecuentando entre otros a los hijos de González Aguilar; conoció a mis hijos. Se graduó de bachiller en el Deanfunovsky (se refería al Colegio Nacional Deán Funes). Había iniciado estudios de Ingeniería, que abandonó para ingresar a la Facultad de Medicina.
Guevara era el hombre menos ególatra que conocí, nunca hablaba de sí mismo, ninguna vanidad asomaba en sus palabras, rehuía las referencias a su persona, pasado y actividad”.
Este relato nos invita a reflexionar, como sucede en otras páginas del libro, sobre el genuino interés del Che por su ciudad de infancia y adolescencia: Córdoba, su gente, su honrada búsqueda por el amor al otro. Bermann relata como su madre en ocasiones se preguntaba “por qué y cómo aquel muchacho “cordobés” había llegado a ser el Che”.
El libro marca, como es el interés del autor, la presencia del Che. Resalta una línea que divide la historia, es un rescate a su memoria, pero, ante todo, los lectores asistimos a un Che lleno de vida, preocupado e interesado por su interlocutor. Las páginas siguientes nos transmiten una vasta correspondencia, dactiloescritos, notas manuscritas y breves testimonios.
Entre las cartas que escribió Bermann y que habitan el libro, elegí un fragmento de esta destinada a Haydée Santamaría:
“[…] Es verdad que morir por la patria es vivir, que los grandes revolucionarios no terminan con su muerte física.
En un homenaje que le hicimos en Córdoba dije que los argentinos no podíamos seguir siendo los mismos después del Che: algo está cambiando radicalmente dentro de nosotros: la conciencia de un deber incumplido.”
De los testimonios fuera de serie me impactan y hasta resultan un inmenso hallazgo, el que se rescata de Julio Cortázar, “Mensaje al hermano”. Transcribo un breve fragmento:
“Usa entonces mi mano, una vez más, hermano mío, de nada les habrá valido cortarte los dedos, de nada les habrá valido matarte y esconderte con sus torpes astucias. Tomá escribe: lo que me quedé por decir y por hacer lo diré y lo haré siempre contigo a mi lado, solo así tendrá sentido seguir viviendo”. Julio 10 de octubre de 1967
Otro testimonio impactante por su belleza y detalles humanistas del Che es el de Gustavo Roca, quien describe un Che romántico, para ser más preciso, un incurable romántico. Transcribo un subrayado del testimonio llamado “El hombre nuevo”. El Che argentino:
“Guevara era, así, un espíritu a la vez apasionado y tierno, nutrido por un gran sentimiento de amor, capaz de las emociones más simples y naturales del hombre; pero estaba armado al propio tiempo por una voluntad de acero que había pulido –les dice a sus padres– con “delectación de artista”. Era, sin duda, también –no podía dejar de serlo–, un incurable romántico, una suerte de moderno Quijote del siglo XX. ¡Claro que lo era! ¿Y por qué no habría de serlo? Todos los grandes revolucionarios en la historia fueron, en el buen sentido de la palabra, buenos; y, también en el buen sentido de la palabra, románticos; y desparramaron amor y ternura por el mundo. Y mucho más Guevara, que llega a la revolución –parejos estímulos– por el camino de la emoción y por el camino de la inteligencia; por un sentimiento de repulsa y rebelión frente a la injusticia y por un proceso de conocimiento y reflexión intelectuales que le arman ideológicamente para combatir esa
injusticia que su sensibilidad descubre y repele. Los sentimientos y la inteligencia se integran y conforman el revolucionario y el hombre.
(…) ¿Puede el hombre –se pregunta Gramsci– dominar su destino? ¿Hacerse, crearse una vida? Y se responde: “El hombre es un proceso y, precisamente, el proceso de sus actos”.
Los lectores podremos celebrar esta obra concluida, gracias a Gabriela Baglione y Marcelo Casarin, que hacen del archivo voces que en los documentos aún nos hablan.
Nota:
El libro puede descargarse de manera gratuita en el siguiente link https://rdu.unc.edu.ar/handle/11086/549410 y el archivo Bermann puede visitarse en el siguiente Link https://archivogregoriobermann.sociales.unc.edu.ar/archivo/
Córdoba, 14 de julio de 2024.
*Psicoanalista en la ciudad de Córdoba. Adherente al C.I.E.C, asociado al Campo Freudiano. Escribe y publica en revistas literarias y de cultura.
1 Comment
Gracias, querida Yael!
Todos aprendimos de él por su entrega y su nobleza. Todos queríamos encarnar al hombre nuevo!