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Thelma y Calu – Por Osvaldo Fernández Santos

(Julieta Ferrario)

El vital instituyente movimiento de mujeres, cuestionando la cultura patriarcal, desnudando las legalidades implícitas que violan las pautas culturales en las cuales se basan explícitamente las culturas, en tanto interdicciones a la apropiación de los cuerpos y subjetividades de mujeres y niñxs, posibilitó que Thelma hablara, fuese escuchada y creída.

Por Osvaldo Fernández Santos*

(para La Tecl@ Eñe)

 

Eva no intenta vestir de tul,

Eva no cree en un príncipe azul.

Eva no inventa falso papel

Silvio Rodríguez, Eva.

                                     

Ayer nomás, “un monstruo” violaba a una mujer en una estación de subte o a una adolescente en un descampado. La sociedad indignada pedía que lo atrapen, lo linchen, lo maten, incluso que haya justicia. Nadie dudaba que una “bestia” así no podía formar parte de la civilizada ciudadanía. Más allá que en paralelo, el mismo colectivo social, medía el largo de las polleras y descreía de las denuncias de lxs niñxs victimizados sexualmente por seres significativos o por personalidades con poder.

El problema es que los monstruos no existen, ni existían ayer nomás. Por eso Primo Levi nos alertó que debemos cuidarnos de los hombres comunes, que existen y son numerosos. 

Los descampados y las estaciones de subte sí existen, pero la inmensa mayoría de las violaciones que padecen las mujeres acontecen en ámbitos de intimidad familiar, laboral, educativa, religiosa, …  Más del 90 % de los abusos sexuales contra niños, niñas y adolescentes son perpetrados por adultos, generalmente hombres cercanos a las víctimas. Padres, tíos, padrastros, abuelos, profesores, sacerdotes, amigos de la familia, adultos a cargo de lxs niñxs.

Ayer nomás no se le creyó a Calu, a muchas Calus. Ayer nomás se reivindicaba a violadores y/o abusadores famosos con condena firme.

A finales del mes de noviembre próximo pasado, una abogada asidua defensora de imputados de cometer abuso sexual contra niñxs, preguntó en un juicio oral, en forma general, prescindiendo del caso singular en el cual se investigaba la violación de una niña y el abuso sexual de otras dos, “si los niñxs mentían y si en los movimientos feministas no podían existir injurias”.

Toda violación es subjetivamente devastadora y tiene consecuencias psíquicas, máxime si la víctima es una niña, un niño, o un/a adolescente. El abuso sexual es un ejercicio de poder, donde el perpetrador cosifica a la víctima para su goce sexual. En los casos de abuso sexual contra niñxs y adolescentes, la asimetría de poderes y saberes es irreductible y deja inerme a las víctimas. El sentimiento de vulnerabilidad y la vivencia de encerrona trágica adquieren en lxs niñxs dimensiones inconmensurables, cuando como en general ocurre, el victimario se trata de un ser significativo que se encuentra a su cargo u ocupa un lugar socialmente investido de importancia. El aturdimiento psíquico, el estado de shock, los mecanismos de defensa contra lo siniestro (cuando lo familiar se torna repentinamente en terrorífico), junto a los intentos de tramitación psíquica de un exceso que no logra ser metabolizado, llevan a un silenciamiento subjetivo sin la necesidad de la existencia de amenazas para guardar silencio.

Los modos con los cuales se manifiestan los síntomas, las defensas, los sentimientos, los ideales, las posibilidades de tramitación psíquica, se hallan relacionados con los tiempos históricos, las condiciones de producción de subjetividad concomitantes, y las formas que la cultura en cada época posibilita.

El vital instituyente movimiento de mujeres, cuestionando la cultura patriarcal, desnudando las legalidades implícitas que violan las pautas culturales en las cuales se basan explícitamente las culturas, en tanto interdicciones a la apropiación de los cuerpos y subjetividades de mujeres y niñxs, posibilitó que Thelma hablara, fuese escuchada y creída.

En principio, en lo inmediato, la denuncia de Thelma Fardín parece haberse constituido en un analizador social, en tanto bipartición de las representaciones sociales en torno de los abusos sexuales, en un antes y un después.

Tal vez se estén gestando modalidades culturales que permitan un marco más propicio para el cuidado y asistencia a las víctimas.

 

Buenos Aires, 16 de diciembre de 2018

*Psicólogo-Psicoanalista. Perito Psicólogo del Poder Judicial de la Provincia de Buenos Aires

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