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REFLEXIONES PSICOSOCIALES ACERCA DE LAS PASO 2023 – POR FERNANDO FABRIS

El mapa de Argentina de las PASO da cuenta de un voto bronca, de desencanto lo cual no implica un voto de derecha si se tiene en cuenta que no es un voto ideológico sino “semi ideológico”, esto es, más subjetivo y afectivo que subjetivo/conceptual.

Por Fernando A. Fabris*

(para La Tecl@ Eñe)

-tras los pasos de una subjetividad perdida-

El mapa de Argentina da cuenta de un voto bronca, de desencanto y recién en tercer lugar, de un significativo desconocimiento o ignorancia política. Pero no es un voto de derecha, si se tiene en cuenta la desbordante magnitud (¡en todo el país!) del voto a Milei y por otro lado el relativamente bajo voto a Patricia y a Larreta. No es en primer lugar, un voto ideológico sino “semi ideológico”, esto es, más subjetivo y afectivo que subjetivo/conceptual.

Paso a explicar. En la década del setenta se inició el neoliberalismo, variante del capitalismo mundial cuyo sentido fue concentrar el capital y el poder en pocas manos (D. Harvey). Cambió el “espíritu de la época” que se volvió posmoderno, mientras se expandían diversas teorías de la “muerte del sujeto”. Los humanismos liberales, cristianos, existenciales y marxistas eran tirados a los tachos de basura por medio de críticas superficiales y a veces malintencionadas. 

Según G. Lipovetsky, aquel nuevo orden mundial, neoliberal y posmoderno, lograba seducir a la humanidad a través de la promesa de un modo de gestionar los comportamientos con un “mínimo de coacciones y el máximo de elecciones privadas posible”

En los años recientes el orden mundial cambió el mensaje de seducción por el de amenaza. Al derrumbe de la Unión Soviética de los años noventa -que facilitó el discurso posmoderno-, se corresponde, en los tiempos actuales, el cambio de la hegemonía en el tablero geopolítico, en este caso, a favor de China y en desmedro del imperialismo estadounidense. 

En muchos lugares de Latinoamérica, movimientos nacionales populares, progresistas, democráticos y de izquierda desoyeron las nuevas teorías y propuestas y crearon líneas de confrontación; en los años noventa aisladamente y de modo masivo y desde el mismo gobierno, en los primeros quince años del siglo que vivimos.

En la Argentina la fragmentación subjetiva -y el vacío- de los noventa tocaron a su fin con el estallido de 2001. A partir de allí se dio una lenta pero sostenida reconstitución de la subjetividad colectiva en la dirección de una integración creciente que era efecto y a la vez causa de la virtuosa primera década y media del nuevo siglo.

Hacia 2012 -lawfare mediante- se inició un tiempo de ambigüedad -en la dimensión psicológica de la vida social-; primero leve y luego consolidada como “ambigüedad manipulada”, esto último en el tiempo del pico de popularidad del gobierno de Macri (en 2016 y 2017).  

Una percepción crítica -aunque fantasmagórica al mismo tiempo- logró identificar el gran simulacro posmoderno -liviano y cínico, como todo lo que de allí proviene-. La ruptura con ese orden político-cultural pasó por momentos de perplejidad -que es un modo de la conciencia-, los cuales permitieron desmontar la ambigüedad manipulada del gobierno macrista y neoliberal. La perplejidad fue sucedida por una conciencia crítica de los daños ocasionados: las elecciones de 2019 abrieron una expectativa y una esperanza.

Las difíciles circunstancias que sobrevinieron, entre ellas la pandemia y pero también el incumplimiento de las promesas del nuevo gobierno -esto es empezar por los de abajo, desarmar los sótanos de la democracias-, no horadaron los logros de la subjetividad colectiva hasta allí conquistada. Salimos de la pandemia y la cuarentena con temores, pero también con la expectativa de un posible nuevo humanismo que, entre medio de tanto neoliberalismo, reinvente algo distinto y digno de ser vivido.   

La escasez de resolución de los problemas de fondo, la falta de soberanía política, la desigual distribución de la riqueza, así como la pasividad ante las agresiones hacia la líder más importante del campo popular, fueron algunos de los factores que debilitaron el sistema de creencias básicas.

Cabe agregar que existe una regla simple que tiene raíces en los más antiguos sistemas de pensamiento: una verdad que no logra ser asumida genera todo tipo de alteraciones y simulacros en las conductas cotidianas.

En diciembre de 2015, Cristina señaló, como lo hubiera hecho Perón, que la persecución no estaba dirigida a ella: “Vienen por ustedes, no vienen por mí”.  Y esta verdad parece no ser asumida por la época, cuestión que plantea un déficit evidente en la “conciencia máxima posible”.

El intento de asesinato de la líder máxima fue un punto límite -y de inflexión- en el cual lo más inquietante de todo fue la escasez de respuesta. El “sistema” o “la casta” selló acuerdo de no sacar los pies del plato. La pasividad ante la amenaza concretada como intento de asesinato -largamente anunciado, por otro lado-, es un misterio sociológico por ahora no aclarado. 

En este contexto que cobra sentido el insólito hecho de que la derecha realice, como dijo Axel, “amenazas electorales” en vez de promesas. La decisión de deshumanizar a otros -su no derecho a la existencia-, es proclamado a boca de jarro.

El campo popular, no se sabe por qué, eligió la delicadeza y la gracia en sus modos de ser, como forma de intentar controlar lo que está descontrolado. Pero esto no lleva a una solución sino a lo contrario, a una creciente desconexión entre las estrategias y las necesidades más desesperantes. 

Lo más curioso es que el estilo de “sutilezas evitativas” o “parodias elegantes” remite al modelo cultural del macrismo, que se continuó en los modos “políticamente correctos” de Alberto Fernández, y el frecuente “recule en chancletas”. Pero se continua y reconoce también en los modos de la subjetividad de una parte de la población del campo progresista y/o nacional popular. Pareciera que el lawfare, implementado desde 2012, como lógica de la tergiversación y el disimulo, fue internalizado y se hizo propio. 

La designación del candidato prínceps del campo nacional popular y progresista representa una contradicción que podría explicarse ante una situación en la cual un sujeto individual o colectivo tuviera un revólver en la cabeza y no existiera otra posibilidad que aceptar esa situación. Si esta fuera la realidad real en la que estamos metidos, cabría explicitarlo.   

Las afirmaciones acerca de la subjetividad colectiva -que desde una psicología social venimos exponiendo-, no están por fuera de lo que en el campo de la política fue señalado por Grabois en los tiempos recientes, lo que señalaron algunos sectores de la izquierda nacional y latinoamericanista y lo que expresó en el propio campo nacional y popular, Cristina Fernández de Kirchner.

En la subjetividad actual no hay ceguera o negación de lo que ocurre, no hay fragmentación subjetiva y vacío -como en los noventa-, sino dolor y desesperación. No hay giro a la derecha, en el sentido conceptual. Pero hay desorientación y hastío y se percibe que por este lado no va, pero “aun así…”. Este mecanismo de desestima implica un reconocimiento, pero también una inmediata y simultánea negación de este reconocimiento (lo sé, pero aun así).  

Las pulsiones dependientes hacia la líder salvadora están frustradas, al correrse ella de la posición mesiánica y sacrificial que la hubiera llevado a una inmolación gloriosa pero pedagógica y políticamente inútil.

Desde el otro lado, la falta de crítica de la ignominia implicada en el intento de cancelación de la principal dirigente del campo popular, crea una debilidad propia, que se deriva de esa regla de que toda verdad social esencial que es desoída genera perturbaciones.

La conducta autodestructiva no es producto de una supuesta pulsión de muerte -como expresión de una naturaleza humana esencial- sino de la internalización de vínculos malos -destructivos-, cuando los vínculos buenos, intensamente necesitados, no se encontraban disponibles. 

Es curioso que esta desatención a la figura principal ocurra en un tiempo de conquistas de derechos individuales de diverso tipo, que son evidentemente vulnerados en el caso de la persona de la vicepresidenta.  

Los años de deterioro de la vida social y subjetiva se vienen acumulando desde diciembre de 2015, comenzado poco antes, desde 2012, el sufrimiento que se deriva de la sostenida acción del lawfare, no contestado aún.  

El hartazgo, hastío y decepción actuales no se corresponden con una desestructuración psicológica que implique un riesgo de colapso -como a finales de los noventa-, o una dispersión o ruptura de los lazos sociales. Tampoco hay una captura en la “ambigüedad manipulada” de los años iniciales del macrismo.  No subyace hoy una subjetividad fragmentada o colapsada y alcanzaría con la crítica de los mecanismos elegantemente evitativos y ficcionales, propia de fulleros, que se ponen en juego.[1]

Hay una posibilidad de resolución positiva de la relación entre la candidez evitativa y elegante y la cruda presencia de los monos/as, los raros, feos, sucios y malos, que quieren ser expulsados del sistema por los Milei o los Bullrich. Y esa resolución debería pasar, ineludiblemente, por la puesta en conexión de los evitadores -de buenos modales- y el mundo de los extraños. Quien se acerca, aunque sea ingenuamente a lxs otrxs distintxs, disfruta de la integración a una humanidad que podría haber quedado repudiada.

El simulacro elegante -ejercido desde el campo popular, como estrategia defensiva ante la amenaza directa de los factores de poder-, no parece ser la mejor. El momento de angustia del país, que podría llegar al límite del pánico -ya que hay confusión y debilitación de los referentes y una situación económica cuasi insostenible-, no implica una pérdida de la inteligencia colectiva (más allá de la que se deriva de la época de decadencia en que vivimos), ni implica tampoco dificultad alguna en la capacidad de simbolización de lo vivido. Incluso lo que parece pura locura no es ausencia de conexión con la realidad: el loco delira, pero siempre lo hace sobre un núcleo aún indescifrado de verdad.

En los tiempos vibrantes de nuestra actualidad, no deja de estar presente el humor y la ironía, y no pocas capacidades latentes que podrían vencer el desencanto. Inclusive en la desgracia compartida no deja de observarse cierto estupor, pero también una esperanza tenue, que podría lograr proyectarnos más allá del desencanto. 


[1] Fullería. De fullero. 1. f. Trampa y engaño que se comete en el juego.2. f. Astucia, cautela y arte con que se pretende engañar. (Real Academia Española)

Buenos Aires, 18 de agosto de 2023.

Lic. y Dr. en psicología. Psicólogo social. Coautor de Subjetividad colectiva y realidad social. Una metodología de análisis. Ed. El Zócalo. Bs. As. 

4 Comments

  1. Enrique dice:

    Interesante análisis. Pero falta autocrítica, ya común a la dirigencia política.. pero una afirmación sin reflexión autocrítica de la llamada dirigente principal del campo popular. Que al no ir a fondo en los cambios que pudieron ser en casi 20 años de poder, facilitaron el retorno de quienes hoy quieren ser apóstoles de la juventud. Por otra parte seguir simplificando derecha/izquierda debería ser revisado lejos de la revolución francesa que le dio origen. Un solo ejemplo. Hablar de Malvinas y haber perdido en 20 años la oportunidad de anular los pactos de Madrid y Lisboa del paraguas de soberanía que Menen otorgó a los ingleses son parte de la distancia entre una retórica liberadora y la realidad. Y el alineamiento con la hoy China imperialista nos traerá más dependencia y menos de la soberanía declarada.
    En la esperanza que los planes devastadores de Milei no pasen nuestro pueblo sabrá seguir buscando un verdadero camino liberador!!!

    • Fernando Fabris dice:

      Enrique, voy por partes.

      No hice una consideracion sobre la «falta de autocrítica» de Cristina, porque estoy mirando otro movimiento, que es el diálogo implícito de la lider y el sector mayoritario del campo popular, que cifra sus expectativas en ella. Y ahí hay un corrimiento: la lider no se sacrifica, innecesariamente. Entiendo que no lo hace no por falta de generosidad, sino porque lo ve inutil. Pero…. no es fácil opinar de eso.

      Estoy de acuerdo con todo lo que no se avanzaó y como se facilita el posible regreso de la derecha (en cualquiera de sus formas). Creo que esa defección es evidente y lo sabemos todxs. Intento escribir desde un plano psicosocial que incluye lo político-económico-cultural pero no se centra en ello, sino en aspectos menos visibles. De todas manera tus comentarios políticos los entiendo muy pertinentes. Gracias y saludos

  2. Ricardo dice:

    Apología del culto a la personalidad.

    • Fernando Fabris dice:

      Los líderes son figuras muy significativas, que no solo lideran sino que son, a la vez, portavoces de unos u otros sectores y clases sociales – o de varios sectores y clases-. No sé cual sería la apología o el culto a la personalidad. Creo que hay un diálogo entre Cristinta y un amplio sector del campo popular. Obviamente, en última instancia -y considerando largos perídos-, predomina el estado de ánimo del pueblo, el espiritu de la época, entre muchos factores. Espero tu comentario y te agradezco el que ya hiciste.