El 19 de agosto pasado, en la persona de uno de los operadores más violentos de Javier Milei, Daniel Parisini, conocido en la red X como “GordoDan”, se premió el discurso de odio y violencia establecido por el gobierno como política oficial de Estado.
Por Carlos Rozanski*
(para La Tecl@ Eñe)
El 19 de agosto, uno de los operadores más violentos de Milei, Daniel Parisini, conocido como “Gordo Dan”, publicó en X “CERRA EL CONGRESO JAVO ES AHORA” (SIC). Por la noche, al ingresar al acto de entrega de los “Martin Fierro Digital”, se manifestó orgulloso de generar “mucho odio” (SIC) en sus posteos. Un rato después, APTRA le otorgó la estatuilla en la categoría “El más influyente de X”.
Al recibirla, Parisini, con el lenguaje de burla precaria que lo caracteriza, dedicó el premio a Alberto Fernández, a los “Kukas” y a FOPEA. Minutos después, la canciller Diana Mondino lo felicitó en su red calificándolo como “paladín y ejemplo”. Es útil recordar que El Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) lo había denunciado públicamente a comienzos de agosto a Parisini por su violencia y los ataques a esa entidad a través de noticias falsas.
Ese 19 de agosto, en la persona de “GordoDan” se premió el odio, la crueldad, la agresión, la violencia y el racismo. Y ese incalificable reconocimiento pudo ser posible gracias a la masacre cultural que se está produciendo en nuestro país.
Freud sostenía que la cultura es la suma de las producciones e instituciones que distancian nuestra vida de la de nuestros antecesores animales y que sirven a dos fines: proteger al hombre contra la Naturaleza y regular las relaciones de los hombres entre sí” (1). De acuerdo a ello, si bien a través de descubrimientos arqueológicos, se considera que el ser humano elaboró las primeras herramientas hace cerca de tres millones de años, es recién hace alrededor de cinco mil años que el hombre pudo elaborar normas que regulen la convivencia. Esas normas intentan poner freno a las tendencias de los hombres a agredirse mutuamente y evitar de esa manera que la violencia impida la concreción de vivir en comunidad, presupuesto indispensable para una existencia digna. La hipótesis contraria, es decir, la falta de contención adecuada, terminaría destruyendo la vida humana en nuestro planeta.
En ese tránsito evolutivo se fueron creando a lo largo de los siglos, sistemas judiciales encargados de arbitrar los conflictos con la finalidad de reducir a un mínimo posible la violencia que siempre estuvo latente en la humanidad. Sin embargo, esa evolución tuvo avances y retrocesos. Así, en el siglo pasado, los regímenes nazis y fascistas de Europa pusieron en riesgo a una parte de la humanidad a partir de la segunda guerra mundial. Esa tragedia inconmensurable se vio facilitada por la evolución de las comunicaciones comenzada en el último cuarto del siglo XIX y que logró su mayor avance en las primeras décadas del siglo siguiente, llegando a ser decisiva para el régimen de Adolfo Hitler en Alemania y Benito Mussolini en Italia. Se trató de una nueva forma de llegar a las masas y difundir, amplificados en sonido y alcance, los mensajes de odio que sus perversas mentes elucubraban.
Hay que resaltar que ninguno de los exterminadores nombrados hizo desaparecer el Estado. Lo que consumaron es el reemplazo del Estado democrático por uno totalitario acomodado a sus desquiciadas apetencias.
Por su parte, en nuestro país, hace no mucho tiempo, Javier Milei sostuvo sobre el tema que “el Estado es el enemigo, es una asociación criminal”. “Es la asociación criminal más grande del mundo” (SIC 11/2/2024). Más recientemente aún, afirmó que sólo busca destruir al Estado y agregó “Amo ser el topo que destruye el Estado desde adentro” (SIC 6/6/2024).
En esas brutales definiciones, hay una falacia descomunal.
Una de las razones del falso rechazo que expone Milei, es precisamente que no admite un Estado que regule las relaciones humanas para disminuir la violencia. Ello por cuanto el propio Milei destila violencia.
Hay que tener claro que el presidente Milei no desea la “desaparición” del Estado. Lo que anhela y está intentando es el reemplazo del Estado facilitador de las relaciones sociales y atenuador de las desigualdades, por uno despiadado, odiador y literalmente “precultural”. Ese es el verdadero sentido de su pregonado “anarcocapitalismo”. No es otra cosa que una nueva y digital versión de los citados regímenes de exterminio que con singular crueldad las mentes criminales elucubran en distintos períodos de la historia.
Es oportuno recordar igualmente que uno de los rostros de perro grabados en la empuñadura del bastón presidencial, es en honor a su admirado personaje Murray Rothbard. Ese trastornado autor, afirmaba en un libro: “En una sociedad libre ningún ser humano tiene la obligación legal de hacer nada por otro, ya que esto violaría sus derechos. Un padre no debería tener ninguna obligación legal de alimentar, vestir, ni educar a sus hijos, ya que esta le quitaría al padre sus derechos […] Los padres deberían tener el derecho legal de no alimentar a sus hijos, es decir, dejarlos morir […]” (SIC) (2).
Difícil encontrar un texto de mayor dimensión de odio hacia los niños y niñas que el del ídolo de Javier Milei. Se trata de enunciaciones de execrables personajes que han desparramado su crueldad a lo largo de la historia.
Señala Aroskind: “El discurso del odio proviene de un lado del espectro político, no de todos lados. No es un fenómeno que brota espontáneo de los poros de la sociedad, sino que es sistemáticamente trabajado, sembrado, plantado y regado en la cabeza de millones de personas, que terminan desarrollando una adicción al consumo de veneno mediático, políticamente orientado” (3).
El acto de ayer, es una cruel evidencia de ese “sembrado” de veneno al que alude el brillante investigador en su nota de hace pocos días.
Argentina está atravesando un período de absoluta excepción en cuanto a las comunicaciones de las últimas décadas. El odio como política oficial de Estado, nunca antes había sido planteado de manera explícita en nuestro país. Se trata de un retroceso casi hacia los orígenes de los pactos sociales en los que se decidió reemplazar la violencia cuerpo a cuerpo por el arbitraje y la intervención del Estado. Un Estado protector, que direcciona su cuidado a los sectores más vulnerables de la sociedad. Aquel del que Milei y su runfla están tratando de privarnos con el brutal estímulo de sus bajas apetencias y de los mandatos de quienes mueven los hilos del poder real.
Sin embargo, finalmente como sucedió en los últimos cuarenta años, el pueblo argentino hará valer sus derechos y los responsables de los atropellos deberán rendir cuentas ante una justicia renovada y verdaderamente democrática.
Referencias:
(1) Freud, Sigmund. “El malestar en la cultura”
(2) Rothbard, Murray. “La ética de la libertad”, 1982.
(3) Aronskind, Ricardo. “Acontecer del odio cultivado”, LA TECL@ EÑE 12/8/2024
Buenos Aires, 21 de agosto de 2024.
*Ex Juez de Cámara Federal y Ex Presidente del Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 1 de La Plata.
1 Comment
Excelente reflexión sobre el odio instalado en la sociedad y no rechazado por la mayoría.