A partir de la carta de intelectuales y artistas afines al macrismo, el psicoanalista Sebastián Plut analiza la radicalización del discurso del odio y el negacionismo que ese espacio político, social y cultural expresa.
Por Sebastián Plut*
(para La Tecl@ Eñe)
Comencemos por reconocerle un precario mérito a la carta escrita por un grupo de intelectuales macristas: ¡qué esfuerzo, más que evidente, por disfrazar el odio que, sin embargo, impulsan sus palabras y no resiste a su encubrimiento!
Y de inmediato recordamos las palabras de Freud: “con la desfiguración de un texto pasa algo parecido a lo que ocurre con un asesinato: la dificultad no reside en perpetrar el hecho, sino en eliminar sus huellas”.
En efecto, hasta en las comas de la misiva resaltan las huellas de la historia que representan; en sus propias negaciones no hacen sino afirmar la genealogía que heredan y, cual compulsión a la repetición, pretenden imponer cada vez con menos velos.
Si de negaciones se trata, por caso, aludí a un grupo de intelectuales macristas aunque, seguramente, muchos de sus firmantes se apresurarán a decir “yo no soy macrista”. Hay allí una de las marcas de su retórica, la negación identitaria que ostentan y que, sabemos, pretenden imponer.
Ya que estamos insistimos con Freud, cuando advierte que en una doctrina debemos apreciar no solo lo que afirma, pues igual importancia tiene lo que desestima o niega.
¿Inexistentes peligros?
“Un grave peligro se cierne sobre la democracia argentina”, advierten. Y luego agregan: “No el peligro de un golpe militar”. Párrafo seguido nos explican que “antes, los autoritarios se levantaban en armas y gobernaban con los fusiles. Eso ya no existe”.
“Eso ya no existe”, afirman, descripción que, no obstante, no les impide vociferar que “Nicolás Maduro tortura, asesina impunemente”.
Lo que sobresale, aquí y allá, como otro de los rasgos que los caracterizan, es el discurso paradojal, la exposición de afirmaciones que se contradicen pero que, sin solución de continuidad, pueden exponer simultáneamente.
A la mañana pueden afirmar que el gobierno esconde la verdadera cantidad de casos de Covid, y basta que pase el almuerzo para que denuncien que el gobierno infla los números.
Pero volvamos a los peligros que, dicen ellos, no existen.
En continuidad con el tono de alerta y apocalipsis que silencian cuando son gobierno, dicen que los populistas “nos mantienen en guardia contra peligros inexistentes —las dictaduras militares, los poderes concentrados, los holdouts, el campo, la prensa hegemónica”.
Las mentiras que los desbordan no ocultan sus confesiones. La falsedad, desmentida por la realidad mundial, es que esos peligros sí existen; mientras que la confesión no se hace esperar: para ellos, esos poderes no son un peligro. He ahí el motivo por el que insisten con los “peligros inexistentes”, no porque tales facciones sean irreales, sino porque intentan disfrazar su peligrosidad.
Metástasis
Los herederos de quienes suscribieron “Viva el cáncer”, retoman ahora su pasión oncológica para homologar a uno de los sectores políticos más representativos de la política nacional con una enfermedad.
Toda la carta, pues, podría tomarse como ejemplo ilustrativo del conocido concepto de proyección, si no fuera por la puerilidad de la versión con que despliegan este mecanismo psíquico. ¿O no opera este mecanismo cuando hablan de “apropiarse de la prensa y colonizar la justicia”?
Sin embargo, lo más grave es la apelación a la retórica orgánica para describir a una comunidad, para “explicar” los modos de transmisión de un conjunto de ideas y las lógicas de intercambio de un sector de la población. La historia nos enseña la maldición que entraña aquella retórica, máxima expresión de la aversión a lo diferente. Quien no lo recuerde puede acercarse al libro Mi lucha.
Tal vez, haya otra confesión de su parte, cuando indican, según su parecer, que “altruismo y solidaridad” son solo una “máscara retórica”.
Contradicciones
Ya mencionamos las contradicciones que guían el discurso opositor, contradicciones que no son fallos discursivos, sino estrategias de desquicio mental.
De otro modo, no podrían anunciar que solo tardíamente “los abusos se vuelven evidentes” y, poco después, afirmar que “el plan avanza a la vista de todos”. Esto es, comienzan anticipando lo que sucederá y no se ve, para luego decirnos que eso ya sucede a la vista de cualquiera.
Parece más que claro que estos “intelectuales” no saben qué hacer con los “peligros inexistentes”. ¿Serán como el “crecimiento invisible” que padecimos entre 2015 y 2019?
Otra joya paradojal la exhiben al destacar que, en el marco del totalitarismo que vivimos en Argentina, “las próximas elecciones tienen una importancia trascendental”.
Tal vez aspiren a ser la envidia de Pedro Saborido, pues, de lo contrario, no se comprende que próximamente haya elecciones cuando nos gobiernan los monstruos.
Puede entenderse que “si el kirchnerismo suma nuevas bancas”, como ellos dicen, no sea un desenlace que los satisfaga, pero al menos deberían notar que si ello ocurre, si el kirchnerismo consigue más diputados o senadores, es por una sencilla razón: es un grupo político que se presenta a elecciones democráticas y sería votado por un número significativo de argentinos.
Lo que Juan dice de Pedro
Cada sintagma de la carta no es más que una autodelación.
Haga el lector un ejercicio: relea la carta, tome nota de cómo describe a los políticos que hoy están en el gobierno y, finalmente, repare en el cierre de la misma cuando sus autores interpelan a la oposición (o, sea, al macrismo): “La oposición debe deponer las mezquindades y los personalismos estériles”. Codicia e individualismo, así los describen.
Y si con eso no le basta, advierta que, una vez más, describen una política sanitaria (que la oposición atacó y desafió desde el inicio de la pandemia) como “restricciones de las libertades fundamentales”.
Pareciera que estos “intelectuales” solo ven libertad en la metástasis.
Para terminar: No saben que es oposición
En su erudición de café con leche, sostienen que los gobiernos populistas “claman por una unidad que aniquila el pluralismo, la disidencia y la diversidad”.
No cesan de asombrar. En cualquier ocasión (léase: en los programas de sus amigos de la TV) ponen cara de Gandhi para reclamarle al gobierno que busque la “unidad” de los argentinos. Pero ¡qué cosa! En la carta la “unidad” ya es mala.
Hagamos lo siguiente: obsequiémosles a los autores un diccionario de sinónimos y antónimos, así se enteran que unidad no se opone ni a pluralismo, ni a disidencia ni a diversidad. Unidad se opone a dispersión, a individualismo, a desunión.
Y hablando de desunión: ¿no es, acaso, lo que se vio en la reciente reunión de la mesa nacional de Juntos por el Cambio?
Buenos Aires. 29 de junio de 2021.
*Doctor en Psicología. Psicoanalista.
1 Comment
Muy buen análisis de la Carta de los «intelectuales» macristas.
Creo que es importante difundir el artículo, en el intento de hacer caer las máscaras que esconde la hipocresía de los firmantes de la carta.