El cine de Leonardo Favio es un clásico que sigue interpelándonos, que aporta al análisis de las tragedias argentinas y amplía su mirada sobre la humanidad actual.
Por Magali Besson*
(para La Tecl@ Eñe)
A 50 años del estreno de «Nazareno Cruz y el lobo», de Leonardo Favio.
En épocas de nuevos genocidios que intentan instalar la idea de que hay vidas que merecen ser vividas mientras otras están condenadas a su eliminación, me asiste cotidianamente la pregunta por el valor que los seres humanos estamos dispuestos a darle a nuestra existencia en momentos de clara puesta en crisis de la noción misma de futuro.
Frente a un pueblo que resiste como el palestino, me pregunto consternada por el odio que despierta el repudio a ser reducido a la condición de oprimido. Parece ser insoportable para los poderes destructivos, asistir a la acción de humanos que aún hoy se disponen a dar la vida por otra vida; una que valga más que el solo gesto resignado de conservarla.
¿Puede ser la domesticación un proyecto de vida?
«Nazareno Cruz y el lobo» es la cuarta película de Leonardo Favio. Su personaje principal, tal como lo sabemos por la leyenda guaraní del Lobizón, está marcado por la maldición que lo condena a transformarse en lobo en las noches de luna llena. Pero este destino trágico no se da por mera evolución, sino que se inaugura cuando la condición maldita deja de ser potencial para volverse acto. ¿Como? A través del amor.
Nazareno podía transcurrir una vida sin amor y así seguir viviendo tranquilo o, al contrario, enamorarse y quedar expuesto a volverse feroz y finalmente correr el riesgo de ser asesinado. Como la maldición, el amor no parece ser algo elegible para nuestro hombre. Simplemente ocurren y no hay intención alguna de rectificar ninguno de ambos asuntos.
Nazareno cumple los 21 años y se enamora. Su vivencia de amor intensa y genuina parece dejarnos claro el mensaje de que la autoconservación de la vida biológica no alcanza para que la vida tenga sentido. Como el viento que sopla huracanado en los campos que lo vieron crecer desde niño, crece su amor por una mujer a la que se entrega recordándonos que no somos nada si no hay otro que nos saque del puro amor a nosotros mismos. Es así como se enamora primero de Griselda y después de la idea de tener un proyecto de vida con ella. Desde ese momento las cosas se alteran. El diablo vigilante desde siempre aparece para tentar a Nazareno, que podría abandonar su condición de lobo si acepta renunciar a Griselda. Pero Nazareno, lejos de verse seducido por la supuesta calma y el oro ofrecido por mandinga redobla y le pregunta:
“¿Cómo es tener un hijo?” – El diablo le responde que no sabe porque no es padre y tampoco es hijo.
Un diablo no tan maligno. Un pobre diablo.
El diablo es un diablo “humano” que somete a su pesar. Sobre el final de la historia nos enteramos que no le hace bien cumplir con la tarea para la cual fue creado. Le dice a Nazareno que ya está cansado. Quiere cambiar y necesita para esto de un mensajero que tenga acceso al Supremo.
Cumpliendo con su tarea, el diablo busca tentar a Nazareno, pero a la vez necesita a este hombre que puede amar para que, una vez muerto, lo represente ante dios. La tragedia parece no quedarse solo del lado del buen Nazareno, sino del mismo diablo no tan maligno.
Nazareno no duda. No hay contradicción en él. Muere por eso. El diablo sigue en pie, pero hace lo que ya no quiere. Entonces ¿Quién está más atrapado?
¿Nazareno niega un destino o lo asume?
¿Podemos vivir solo evitando el peligro que portan los sentimientos y las contradicciones, solo porque algún día estos podrían traernos conflictos? ¿Cuánto de estas preguntas tienen lugar en la situación de automatismo alienado que define al productivismo como forma de reproducción de la vida?
La obstinación del amor.
Nazareno no se deja someter. Solo quiere amar sin que le interese ni la riqueza material ni el poder ofrecido por un diablo con facha de estanciero.
¿Qué más actual que este planteo en el marco de una sociedad pornográficamente consumista que nos dice que hay que tener cosas para mostrar/ser y así evitar quedarnos afuera, desterrados y olvidados? ¿Qué más tentador que la obtención de un poder de dominio en una cultura donde la voluntad de adueñarse de todo dejó de ser una ambición criticable y, por el contrario, se valora como sinónimo de inteligencia, capacidad y éxito?
Rita Segato dice que hay un momento de la vida en el que nos vemos forzados a elegir entre las cosas o los afectos. No hay espacio para ambos proyectos como prioritarios. Uno va en desmedro del otro.
Rita también dice que con Gaza muere un modo de humanidad. Hay que parir una nueva. ¿Sería una nueva humanidad ya no de Nazareth sino de Gaza o de los pueblos originarios americanos, histórica y actualmente despojados? Una humanidad en la que ya no asistamos como espectadores al horror impuesto por los peores diablos, los diablos (in)humanos.
Sobre el bien y el mal. La vida en los ’70.
Como toda obra maestra devenida clásico, es mucho lo que podemos seguir estudiando y revelando de ella. De los infinitos elementos que componen su alquimia elijo dejar para una próxima el examen del poder simbólico de su estética para comentar una hipótesis sobre el contexto de su filmación.
En 1975 la Argentina estaba atravesada por una violencia que comenzaba a contar con nuevos métodos. La Triple A venía haciendo su tarea sistemática de exterminio, y es en aquel mismo contexto que Favio manifiesta lo que parecería ser el anhelo de un maligno que no lo sea tanto ya que, después de todo, el diablo de su película es un hombre (¿alienado?) que puede advertir que no le hace bien hacer daño.
Muchos compañeros y compañeras hoy desaparecidos o sobrevivientes no admitían la opción de irse. Pero no necesariamente por querer quedarse heroicamente a dar la vida, sino porque no llegaron a calcular la capacidad de mal del Mal. La Tripe A y el gobierno militar no fueron el diablo malo/bueno de Alcón. Fueron pura maldad sin posibilidad de aquella dialéctica entre el bien y el mal, posiblemente anhelada por Favio.
Como Nazareno, muchas y muchos de aquellos compañeros sintieron que tenían un destino. Era una generación hija del peronismo del ’45 y del ’50. Había un destino construido en un clima de época en el que los niños fueron privilegiados (aun Favio en su condición de niño pobre lo fue al ser bien tratado en una institución), y por ello amaban como lo hicieron.
¿Qué nos dice Nazareno de nosotros en nuestro presente?
Posiblemente nos diga que no debemos rendirnos ante el destino de vivir en un planeta al que destruyen mientras la humanidad misma está en disputa. Que tenemos la posibilidad de no ser domesticados, acostumbrando nuestra sensibilidad a los más terribles horrores cometidos contra nuestros semejantes más vulnerables.
La vida sin vocación de futuro no vale nada, y a veces el riesgo de salir de uno mismo y entregarse a algo descontrolado (aunque en Nazareno sea al extremo) puede que sea parte del mensaje vital de Nazareno. Tener a quien transmitir y animarse a encontrarse con su indomesticación; tener alumnos, tener hijos, pacientes, niños y jóvenes en espacios de militancia son algunos de los modos de abismarse a ese territorio desconocido y descontrolado, más aún en tiempos de individualismo extremo y mandatos que pretenden reducir la invención de otras vidas posibles a la supervivencia biológica y a la existencia mercantilizada en el presente.
Referencias
Rita Segato. https://share.google/JYtmx5cWT0F2ezWjS
https://share.google/VW3BwKSNslPShURFT
https://share.google/7HPpFphEr5neItyNU
Silvia Bleichmar. https://seminario-rs.gc-rosario.com.ar/conf-silvia-bleichmar-30-07-2003?page=0,3
Favio por Favio. Entrevista de Roberto Quirno a Leonardo Favio. Canal 7.
Viernes, 3 de octubre de 2025.
*Psicoanalista. Docente y supervisora clínica de la Risam Comunitaria de Rosario.
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