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Macri y Bolsonaro en la línea de la Casa Blanca – Por Rodolfo Yanzón

Foto: AP

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Bolsonaro y Macri no están comprometidos con los derechos humanos. El seguidismo a Trump es una de las tantas circunstancias que lo confirman. Ambos presidentes citan el informe de la ONU sobre Venezuela y los DDHH al solo fin de estar en línea con las presiones de la Casa Blanca. En ese contexto el FMI anunció el envío de cinco mil millones de dólares con los que el macrismo hará campaña electoral.

Por Rodolfo Yanzón*

(para La Tecl@ Eñe)

 

El FMI anunció el envío de cinco mil millones de dólares con los que el macrismo hará campaña electoral. La noticia es anunciada de manera positiva por los medios oficialistas, los mismos que mantienen silencio ante la fuga de dólares por parte de una élite y de la consiguiente deuda que quedará para el pueblo. Una situación similar a la sucedida durante la última dictadura y que por décadas pagarán los trabajadores.

Entre esas noticias positivas pensando en la campaña electoral, el macrismo anunció con bombos y panderetas el acuerdo con la Unión Europea. Dicho acuerdo recibió críticas domésticas porque afectaría a la industria y a las economías regionales. Pero también las recibió de países europeos como Irlanda, Francia, Bélgica y Polonia, por el riesgo que implicaría para los sectores agrario y ganadero, pero además por cuestiones ambientales, como la posible deforestación de la Amazonia. Esta última crítica apunta directamente al Presidente brasileño, Jair Bolsonaro, quien se había despachado contra el Acuerdo de Paris en el marco del Convenio de Naciones Unidas sobre Cambio Climático. Según el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales, organismo brasileño que investiga el espacio ambiental, durante el mes de junio de este año la deforestación en la Amazonia aumentó un 60% con relación a 2018, por presión de la agricultura, la ganadería y la explotación de madera. Macri, por su parte y apoyando similares intereses, defendió el uso de agrotóxicos en Entre Ríos mientras la sociedad civil exigía que no se fumigaran los terrenos lindantes a escuelas.

A eso se suman las presiones de la dirigencia empresaria -macrismo incluido- que ve en el acuerdo con Bruselas una nueva posibilidad para arremeter contra los derechos de los trabajadores, tal como informa el 6 de julio Nicolás Balinotti desde las páginas del diario La Nación; aunque, según dirigentes sindicales europeos, el tratado contendría cláusulas de protección ambiental y laboral. Balinotti reconoce que, a diferencia de lo que ocurre en los países del Mercosur (donde los empresarios están bien representados por los gobiernos), en Europa los sindicatos son tenidos en cuenta.

En el último año, Bolsonaro tampoco se privó de reivindicar la tortura y la dictadura, cargar contra las políticas de género y las minorías, e insultar cuantas veces pudo a las mujeres que ponían al descubierto su ignorancia retrógrada. Macri ve en él a un socio con el que comparte la visión sobre el movimiento obrero y la genuflexión que prodigan a Donald Trump. La diferencia más grande que existe entre ellos es que en la Argentina Macri no puede decir las barbaridades que su par brasileño reproduce en su país, lo que, desde luego, no es una incapacidad del hijo de Franco, sino una virtud de la sociedad civil. Sin embargo, el ataque a sindicatos y movimientos sociales es un arma compartida por todo el espectro macrista, que los acusa de mafiosos, kirchneristas, vagos y antisociales.

Ese discurso ramplón, parte del marketing macrista que recurre al timbreo (lo colectivo es mala palabra) y a la categoría de “vecino” (no la de “ciudadano”, que conlleva reconocerle sus derechos políticos), es heredero de las ideas autoritarias incorporadas al acervo represivo desde la década del 50 con la aplicación del plan Conintes (1958-1961) y su vástago brutal, el plan criminal de la última dictadura. Tales ideas sostenían y sostienen como principio esencial, que la política, la organización y lo colectivo eran y son mala palabra. Se trata de desprestigiar la política, impedir que a través de la política los pueblos transformen su realidad. De encapsular a la persona y apelar al individualismo se llega a la pretensión macrista de derribar el modelo sindical existente para generar acuerdos por rama, siempre que no se pueda evitarlos. Cuanto mas atomizado el movimiento obrero, mejores expectativas para los negocios de la élite.

No bastó con desjerarquizar al Ministerio de Trabajo convirtiéndolo en secretaría. El macrismo busca reducir los aportes patronales para sumar esa cocarda al logro, ya cumplido, de la reducción de los salarios (en 2015 el salario en la Argentina era el mayor de la región, mientras que hoy está en el décimo lugar), y obedecer, de ese modo, las exigencias del FMI.

A tono con la genuflexión que profesan Bolsonaro y Macri, ambos se acuerdan que existen pactos internacionales de DDHH ante la crisis de Venezuela. A tal punto de haber tirado por tierra con el principio de autodeterminación de los pueblos, como en su momento amenazaron Trump y su títere Juan Guaidó, a quien los gobiernos del Brasil y la Argentina tratan de Presidente (e). Del informe de la alta comisionada de la ONU sobre Derechos Humanos, Michelle Bachelet, se desprende la existencia de un grave deterioro del Estado de Derecho en Venezuela, incluida la imposición de torturas contra opositores políticos. La situación impone que la comunidad internacional exija el fin de esa situación y la existencia de una investigación imparcial de los hechos y el juzgamiento de los responsables. Pero no es siguiendo a Trump que ello se logra.   

Bolsonaro y Macri no están comprometidos con los derechos humanos. El seguidismo a Trump es una de las tantas circunstancias que lo confirman, no sólo por la alta responsabilidad que EEUU ha tenido en las violaciones a los DDHH durante los últimos años -especialmente con los centros ilegales de detención como los de Guantánamo y Abu Ghraib y las torturas sistemáticas a los allí cautivos-, sino también con su política de amedrentamiento y persecución contra hombres como Julián Assange y Edward Snowden, que dieron a conocer al mundo las violaciones a DDHH cometidas por EEUU y sus sistemas de vigilancia masiva. En ese contexto, se debe resaltar el silencio de Macri y Bolsonaro en torno a las amenazas proferidas por Trump a través de la hegemonía militar de su país, sin dudar en la utilización de mentiras -fake news, como sucedió con las proferidas sobre Irak y Libia- para conseguir sus objetivos. Días atrás el mundo asistió atónito -debió haberse horrorizado- a las bravuconadas de Trump respecto de lo sucedido con dos barcos petroleros en el estrecho de Ormuz y el derribo de un dron norteamericano por parte de Irán por violación de su espacio aéreo. La respuesta de Trump fue tomar la decisión de bombardear tres objetivos iraníes. Esa iniciativa fue sugerida por su asesor en “seguridad”, John Bolton -uno de los responsables de la agresión contra Irak y persistente fustigador de la Corte Internacional de Justicia en relación con los crímenes contra el pueblo palestino- y por el Secretario de Estado Mike Pompeo -que llegará a la Argentina el próximo 19 de julio para hablar sobre terrorismo, tema con el que están claramente identificados con Israel, Brasil y la Argentina-. Si bien la operación fue cancelada con los aviones atacantes en pleno vuelo y la bravuconada no pasó a mayores -mientras que Japón, China, Europa y Rusia pedían moderación-, todo indica que, en carrera electoral con miras a su reelección, Trump no mide las consecuencias de sus actos y, por lo tanto, el mundo está en peligro.

A Bolsonaro y Macri no les importa los derechos humanos. Hoy citan el informe de la ONU sobre Venezuela al solo fin de estar en línea con las presiones de la Casa Blanca. Recordemos, siempre, que, siendo candidato a Presidente, Macri reivindicó al comisario Carlos Sablich en el programa de Mirtha Legrand, que en esos días había sido condenado a 16 años por torturas, en base a la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso “Bayarri, Juan Carlos c/ Estado Argentino”, en la que se destacó que Bayarri, uno de los acusados del secuestro de Macri en 1992, había sido torturado por la banda de los comisarios que integraba Sablich, que terminó siendo hombre de confianza del hoy Presidente. En ese entonces, Macri fustigó públicamente a la víctima de torturas y reivindicó al comisario condenado, menospreciando no sólo el pronunciamiento de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, sino también el del tribunal argentino que condenó a Sablich.

En ese contexto, no sorprende que Macri haya elegido como compañero de fórmula a Miguel Angel Pichetto, un peronista que hizo del discurso xenófobo/ aporofóbico y del alineamiento con los EEUU unas de sus armas predilectas. Mientras el macrismo apela sistemáticamente a la mentira, ayudado por medios de comunicación afines y a parte del sistema judicial; el odio a la política, a los pobres y a los trabajadores y a toda posibilidad de contar con un país que pueda tomar sus propias decisiones, serán el eje de su campaña.

 

Buenos Aires, 9 de julio de 2019

*Abogado, DDHH

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