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LOS MOVIMIENTOS POPULARES ANTE EL NUEVO ORDEN MUNDIAL – POR MARCELO BRIGNONI

Marcelo Brignoni realiza en este trabajo un análisis de la crisis del Orden Unipolar a más de un año de declarado el conflicto en Ucrania. El debilitamiento de la OTAN y el G7 ante la consolidación de los BRICS, de los cuales Argentina será miembro a partir del año próximo, y experiencias como la OPEP+ y la Organización de Cooperación de Shanghái (OSC), demuestran que el futuro, de la mano del Nuevo Orden Multipolar, ya empezó y hay que esforzarse en comprenderlo.

Por Marcelo Brignoni*

(para La Tecl@ Eñe)

La medida de la inteligencia

es la capacidad de cambiar.

Albert Einstein

Lo que queda del Orden Unipolar

Acercándonos al final de 2023 y luego de más de un año de iniciados los acontecimientos en Ucrania que sacuden el viejo orden mundial unipolar, aparecen varias capas superpuestas que analizar ante este presente.

En primer lugar, la expansión irrefrenable de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (la alianza militar conducida por Estados Unidos a la que se plegaron mansamente el grueso de los estados europeos) parece detenerse.

Lo que sucede en Ucrania es lo que sucedió antes en Libia, en Irak, en Syria, en Yugoslavia -sobre todo en Yugoslavia- y en muchos otros países, también en nuestra región latinoamericana.

La diferencia es que esta vez la OTAN no pudo imponer su voluntad como en las Malvinas Argentinas y en tantos otros lugares. La otrora irrefrenable hegemonía unipolar mundial liderada por Estados Unidos y sus acompañantes del Grupo de los 7, parece estar llegando a su fin como tal.

Más allá de las críticas que pudiera merecer el accionar de la Federación de Rusia, la idea otanista de construir una base militar en Ucrania, pergeñada y concebida para desestabilizar y fragmentar a Rusia como en el pasado sucediera con la Unión Soviética primero y sobre todo con Yugoslavia, a todas luces naufragó.

Reflexionar sobre la crisis en Europa Oriental nos lleva a observar que el análisis de lo que pasa en el Donbass no puede ser revisado únicamente desde la mirada europea occidental, hoy actuando casi como una delegación del Departamento de Estado norteamericano. El tristísimo papel del Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión Europea Joseph Borrell, rememora en su actuación las viejas épocas de los delegados coloniales.

La vieja España Imperial, otrora potencia ocupante del grueso de América Latina, hoy es sólo la encargada de transmitir las posiciones decididas en Washington, ya no en Bruselas ni mucho menos en Madrid.

El auto percibido “progresismo europeo” es hoy sólo un significante vacío de lo que alguna vez fue la izquierda del continente.

Sin pretender extendernos sobre los acontecimientos en Ucrania, es válido hacer una pequeña mención a vuelo de pájaro de los orígenes y los hechos que después de poco más de 30 años derivaron en su situación actual y en el impacto que esto tiene para visibilizar de modo explícito el final del mundo unipolar y el surgimiento de un nuevo orden. Nuevo orden que necesitará, a su vez, de nuevas miradas de los movimientos populares y sobre todo de nuevas instituciones, ante el agotamiento inocultable de Naciones Unidas y de las instituciones surgidas al calor del final de la segunda guerra mundial.

El Acta de Declaración de Independencia de Ucrania fue adoptada por su parlamento el 24 de agosto de 1991. Fue una negociación compleja que tenía como telón de fondo la desaparición de la Unión Soviética de la que Gorbachov, su líder de entonces, se enteraría por teléfono.

En aquellas actas multinacionales se planteaba claramente el compromiso de la OTAN de no incorporar a esa alianza militar liderada por Estados Unidos y Reino Unido a los países que habían formado parte del Pacto de Varsovia.

La OTAN no cumplió lo que firmó, como hiciera también Estados Unidos en 1982 con Argentina. En aquel entonces la ignorancia de la Dictadura Militar que gobernaba Argentina suponía que el Gobierno de Ronald Reagan iba a activar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) ante la agresión de una potencia extracontinental -Reino Unido-. Triste destino el de aquellos que se creen aliados de Estados Unidos y merecedores de su ayuda. Zelensky, el humorista que preside Ucrania hoy, podría dar varios reportajes explicando el punto.

Desde 1991 la República Checa, Hungría y Polonia a finales de los noventa, y luego en la década siguiente Bulgaria, Estonia, Letonia, Rumanía, Eslovaquia y Albania, se incorporaron a la OTAN bajo la protesta de la Federación de Rusia. Los democráticos occidentales son así. Ellos deciden cómo es el “orden internacional basado en reglas”. Reglas que nadie les encargó redactar pero que ellos dicen creer que son representativas del conjunto de la humanidad.

Nunca estuvo previsto en el marco del respeto de las seguridades mutuas, que Rusia, Estados Unidos y la OTAN aceptaron en 1991, que hubiera fuerzas militares de ese organismo desplegadas por ejemplo en Polonia, o en los países bálticos, a pocos cientos de kilómetros de Moscú. Sin embargo, hoy es un dato del paisaje, sobre el que Occidente finge demencia.

En 2010 Víctor Yanukovich, el ex gobernador del  Donetsk -hoy República Popular del Donetsk- fue electo democráticamente Presidente de Ucrania. Occidente denuncio fraude, como cada vez que un candidato de su simpatía pierde una elección, y comenzó una conspiración violenta contra su gobierno. Yanukovich se atrevió a decir que Ucrania no debía entrar a la OTAN ni a la Unión Europea y que debía ingresar a la CEI, la Comunidad de Estados Independientes, en virtud de sus lazos económicos, culturales e históricos con Rusia.

Después de rechazar el Acuerdo de Asociación Europeo-Ucraniano, Yanukovich fue destituido de su cargo por un Golpe de Estado motorizado por el entonces vicepresidente de Estados Unidos Joe Biden. Su hijo Hunter Biden, como reconocimiento a “su lucha por la libertad”, se quedaría con Burisma, la más importante empresa ucraniana de gas.

Mientras tanto, un olvidado Oleksandr Turchynov, instalado por el Golpe de Estado en el Gobierno de Ucrania, sería reconocido como legítimo presidente a las pocas horas, por parte de los franquiciantes globales de la democracia y la libertad: Occidente.

La Región del Donbass no reconoció el gobierno golpista y proclamó su independencia. Allí comenzó el genocidio de su pueblo y dirigentes. Yanukovich debió exiliarse en Rusia, donde aún esta. Nunca pudo volver a Ucrania. El lawfare no existe sólo en América Latina.

Desde entonces Rusia reclamó el respeto a los DD.HH. en el Donbass y no reconoció su independencia para no profundizar el conflicto con Ucrania. Occidente nunca escuchó. Sus empresas de DD.HH. como Human Right Watch y otras franquicias, nada hicieron.

Esas 14 mil víctimas que no han sido televisadas ni transmitidas por ninguna de las cadenas televisivas empresariales radicadas en los países del Grupo de los 7, nunca fueron mostradas ni recordadas por los “enviados especiales” preocupados por las “situaciones de crisis en Ucrania 2023”.

Los mandatarios de Brasil, China y Sudáfrica.

El Nuevo Orden Multipolar

Por estos días se llevó a cabo la Cumbre de los BRICS. Fue la Cumbre número XV, desarrollada en Johannesburgo, Sudáfrica.

Esta edición, la primera presencial desde el inicio de la pandemia y tal vez la más importante de su historia, contó  con una importante serie de países invitados por fuera de los cinco miembros actuales: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, el anfitrión.

En Johannesburgo se anunció la admisión de seis nuevos miembros a partir del año próximo, entre ellos nuestro país, la Argentina, en momentos en que los BRICS ganan influencia global ante el declive del Grupo de los 7, la estrategia de aliados de estados Unidos para mantener una hegemonía unipolar que está en su ocaso.

Argentina, Egipto, Etiopía, Arabia Saudita, Irán y Emiratos Árabes Unidos ingresarán el 1 de enero de 2024.

“Los BRICS inician un nuevo capítulo”, dijo el Presidente sudafricano Ramaphosa.

Luiz Inácio Lula da Silva dio la bienvenida a los nuevos miembros y dedicó una especial mención a la República Argentina y a su presidente Alberto Fernández, quien defendió a Lula en su injusto cautiverio e incluso fue a visitarlo a su lugar de detención donde pasó 580 días preso producto del felizmente olvidado juez Sergio Moro. Lula se refirió muy elogiosamente a Alberto Fernández como “un gran amigo de Brasil y del mundo en desarrollo”.

“La presencia en este encuentro de los BRICS de decenas de líderes de otros países del Sur Global muestra que el mundo es más complejo que la mentalidad de la Guerra Fría que algunos quieren restaurar”, agrego el líder latinoamericano.

En tanto, el presidente chino Xi Jinping habló de una “ampliación histórica de BRICS que augura un futuro radiante para los países que lo integran”.

Ebrahim Raisi, Mohammad Jamshidi, en nombre de Irán señaló que la admisión de su país supone un “éxito estratégico para la política exterior de la República Islámica”.

Abiy Ahmed, el primer ministro etíope, declaró que la incorporación de su país al bloque representa un “momento histórico para el mundo africano”.

Emiratos Árabes Unidos se expresó a través de su presidente Mohamed bin Zayed, quien afirmó “nuestra satisfacción por la visión estratégica de los dirigentes de los BRICS”.

Unas 40 naciones habían solicitado la adhesión o mostraron su deseo de incorporarse al bloque iniciado en 2006 e institucionalizado en 2009, que representa casi un cuarto del PIB y un 42% de la población mundial.

India también apoyó la ampliación y su primer ministro Narendra Modi declaró que este nuevo formato “dará un nuevo impulso a nuestros esfuerzos comunes y reforzará la creencia de numerosos países en la necesidad de un nuevo orden mundial multipolar”.

Los BRICS reclaman un equilibrio mundial más inclusivo, especialmente en lo referido a la pretensión hegemónica excluyente de Estados Unidos y la Unión Europea.

“El papel y la importancia de los BRICS en el mundo continúa creciendo”, dijo el presidente ruso Vladimir Putin, quien señaló que “no puede haber sanciones unilaterales ni injerencia de los países de parte de organismos internacionales que no tienen consenso interno para hacerlo”.

Aquella asociación que por 2001 empezaba a coordinar los países emergentes de gran crecimiento económico, hoy reunirá un poco más del 30 % del PIB global y más del 40% de la población mundial.

Los BRICS desafían justamente el mundo unipolar, el que pensó Estados Unidos para siempre hace apenas 40 años, y desafían su correlato comercial y financiero: el dólar como moneda global.

La herramienta financiera de los BRICS es su Banco,  conocido como NBD que aspira a ir ocupando paulatinamente el lugar del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, por fuera del control de los Estados Unidos y llevando adelante una creciente política de desdolarización del comercio internacional.

La presidenta del NBD es la ex mandataria brasileña Dilma Rousseff, quien declaró recientemente: “Esperamos prestar entre 8.000 y 10.000 millones de dólares este año. Nuestro objetivo es lograr que alrededor del 30% de todos nuestros préstamos sean en monedas nacionales. Vamos a intentar hacer una permuta financiera (swap) de divisas emitiendo deuda, pero en nuestras monedas nacionales”, y finalmente consideró “las monedas nacionales no son alternativas al dólar. Son alternativas a un sistema hegemonizado por el dólar. Hasta ahora el sistema ha sido unipolar, pero ahora es casi un hecho que será sustituido por un sistema multipolar”.

El ascenso de los BRICS conlleva otro fenómeno, el  aumento de las clases medias en países menos desarrollados de Asia y África, las que por número y características,  si continúan con el ritmo actual, desplazarán el foco del consumo global desde Europa y Estados Unidos hacia la periferia, deteriorando aún más la ya escasa influencia de las políticas imperiales sobre todo sobre África y América Latina, continentes que han provisto en forma de expoliación y casi gratuitamente, los insumos necesarios para el desarrollo del Grupo de los 7.

En paralelo podemos observar también la consolidación de la OPEP+, que sin la participación de Estados Unidos nuclea al 47% de la producción mundial de petróleo y al 81% de las reservas mundiales de combustibles fósiles.

Por otro lado, también está la Organización de Cooperación de Shanghái (OSC), organización intergubernamental fundada el 15 de junio de 2001 por los líderes de la República Popular China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán. Desde su creación, la organización ha expandido su membresía a nueve estados; India y Pakistán se unieron en junio de 2017 e Irán lo hizo en septiembre de 2022. La OSC no sólo se ocupa de temas institucionales sino también de asuntos vinculados a defensa y seguridad estratégica, y es claramente el foco principal de preocupación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

El Presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva en la cumbre de los BRICS en Sudáfrica. (Foto: Agencia Brasil)

Lo que podría venir

Ante estos cambios estructurales gigantescos, algunos de los movimientos populares a ambos lados del océano parecen no percibirlo.

Si llamamos progreso a un visible mejoramiento del nivel de la mayoría poblacional de un país, vemos que los sectores “progresistas” de muchos países de Europa Occidental y de América Latina están fracasando de manera manifiesta en sus objetivos. Los países que progresan son aquellos en los cuales se verifica el crecimiento cuanti y cualitativo de las clases medias y la baja de la pobreza y la indigencia, con particular disminución de la desigualdad. Cuando ocurre lo contrario los países retroceden, y cuando eso se repite durante décadas, entran en decadencia. Todos esos datos pueden ser medibles objetivamente y aceptados por propios y terceros. No parece tan difícil entonces encontrar respuestas en lugar de excusas.

La ocurrencia del progreso o la decadencia es multicausal, no responde sin embargo estrictamente a patrones ideológicos definidos ni a las clásicas dicotomías del pasado como democracia versus autocracia, o modernismo versus tradicionalismo, sino y principalmente depende del principal factor influyente en el futuro: EL ANÁLISIS CORRECTO DE LA SITUACIÓN GEOPOLÍTICA DE LA ETAPA EN EL MUN DO.

El “progresismo” como corriente política bienintencionada que reivindica el progreso, se enreda sin embargo en la actualidad en una serie de dogmas de minorías que no pueden ser transformados en derechos sin el acompañamiento de las mayorías, para lo cual resulta imprescindible romper las ataduras como los alineamientos internacionales sometidos a la globalización financiera, que en los hechos impulsan el NO FUTURE al que parece condenarse a las clases populares sobre todo en Europa Occidental.

Mientras tanto, la “Agenda 2030” diseñada en Naciones Unidas para entretener las audiencias y reducir el complejo de culpa de los incluidos en la globalización financiera, no da cuenta del problema principal: BUSCAR EL PROGRESO COLECTIVO DEL CONJUNTO DE LA SOCIEDAD, y no solamente la reivindicación discursiva de minorías de toda índole.

A su vez, gran parte de las burocracias partidarias de lo que otrora fueran movimientos populares nacionales nos repiten, evocando a Frederic Jameson, que “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”.

Si con la democracia liberal capitalista actual el grueso de las mayorías populares son expulsadas a la marginalidad y la pobreza, es muy probable que suceda, como sucede, que ese formato político institucional pierda adhesión en Occidente de manera acelerada.

China, por ejemplo, con otro régimen político institucional ha conseguido incluir unos 900 millones de sus habitantes en lo que se conoce como clase media y ha rescatado de la pobreza extrema a unos 400 millones de habitantes.

Esto no significa que el formato chino sea replicable en otros países del mundo, pero sí expresa claramente que la “receta universal” de Estados Unidos y la Unión Europea resulta ya inadmisible por concepto, pero también por la merma incesante de poder real de esta alianza en el escenario mundial, sobre todo por parte de la Unión Europea convertida hoy en una apéndice de los Estados Unidos, con gobiernos que agreden con sus políticas públicas a sus propias poblaciones en beneficio de bancos y empresas estadounidenses.

A modo de propuesta

Por todo lo planteado resulta imprescindible para el futuro de los Movimientos Populares y de los pueblos de nuestros países de Latinoamérica y Europa, dar lugar a una mirada de matices multilaterales donde el respeto a la soberanía de los países impulse la consolidación de un nuevo orden internacional basado en el derecho y no en el sometimiento a normas y valores promovidos por el Grupo de los 7 con pretensión universal. Valores que ni siquiera expresan los intereses de las mayorías populares de los países cuyos gobiernos las proclaman.

El agotamiento de los tratados de “libre comercio”, entre los cuales está el penoso intento de la Unión Europea de someter al MERCOSUR a la condición de factoría, acompañan también este proceso.

Sin embargo, no todos los males deberían ser imputados a la globalización financiera. El progresismo que no produce progreso termina siendo en los hechos el plan B del neoliberalismo, y atrasa frente al pragmatismo de otras variantes de movimientos nacionales populares que combinan competitividad internacional de los sectores innovativos de su clase media, con la eficacia social de garantizar trabajo para todos y derechos crecientes, lo que permite cierta tranquilidad social y apoyo al sistema institucional que genera esta situación.

Cada país adopta modelos propios para llevar adelante el progreso de su Nación, dejando de lado modelos universalistas o fundamentalismos ideológicos. Los resultados prácticos son la única verdad. Sin modelo, ni análisis geopolítico, ni estrategia, es imposible que se logre progresar.

El futuro es tan complejo y ambiguo que el Estado moderno necesitará dirigentes capaces, plenos de doctrinas nacionales, flexibles para enfrentar un mundo donde habrá más computadoras que seres humanos y más robots que obreros industriales, pero también será un mundo mucho más peligroso porque una tecnocracia global muy sofisticada intentará dominar y controlar a la mayoría de la población mundial, y sobre todo a los sectores populares con mayores dificultades de acceso al escenario de la capacitación digital.

El futuro ya empezó, hay que esforzarse en comprenderlo.

Buenos Aires, 26 de agosto de 2023.

*Analista político.

2 Comments

  1. Elba DAloia dice:

    Una vez mas Conrado las notas de los diferentes autores elegido para publicar excelente!!! Nos esclarecen de manera constante algunas cuestiones de las cuales no tendriamos acceso a leer en otros medio, ni que hablar de la televisiva que se ha convertido junto algunos políticos en una farandula de personajes tipo yanquylandia que en un momento arman un sho, Fracias!!!!