¿Cómo hacer notar a un pez lo que es el agua? Siendo el filósofo igualmente un pez sumergido en las mismas aguas ideológicas, solo podría exponérselo a los demás saliendo del medio y mostrando el ahogo que en efecto se produce. No hay salida completa de la caverna, como fantaseaba Platón, porque la apnea no se soporta demasiado tiempo; el asunto es entender dónde nos encontramos y la calidad del medio que nos circunda. Todos los impulsos autodestructivos y conspiranoicos están ligados a esa falta de entendimiento, a la idealización fantasmática de los espacios que es su correlato.
Por Roque Farrán*
(para La Tecl@ Eñe)
I.
Todavía guardo un viejo casete, grabado en el 87, donde se escuchan las voces de mis hermanos pequeños contando anécdotas, chistes, cargadas y yo, el mayor, leyendo aquella grave declaración del jefe indio Seattle que anticipa toda la debacle ecológica que vendría, legible ya en los modos del hombre blanco. “Aquí termina la vida y comienza el sobrevivir”, concluía la declaración. Era una preocupación clave en las militancias de la posdictadura, cuyas consignas y contradicciones mi infancia absorbía como esponja: el problema medioambiental que hoy nos incinera el rostro. Pero más acá de los negocios y voracidades que siempre han existido, de las responsabilidades y omisiones estatales que las han acompañado, el viejo jefe indio ya había dado en la tecla: el problema mayor era –y sigue siendo– el modo de ser del hombre blanco. Lo que con el tiempo y el estudio entendí, gracias a varixs, se trataba de un problema material de subjetivación que nos atraviesa a todxs: no importa la ideología, la formación, el color o el género. Lo más grave es que en la distracción permanente, ante el terror a la angustia y la estupidez mediatizada, aun no pensamos, aun no nos subjetivizamos; esa es la marca indeleble del hombre blanco.
II.
Durante estos días circularon muchas fotos del desastre ecológico, fotos dantescas de la tragedia que estamos viviendo, y pensaba en el problema de que hasta fuesen terriblemente bellas esas imágenes: un goce estético que se alimentaba como los mismos incendios imparables. La naturaleza política y económica de los incendios es inocultable, donde se quema un bosque nativo luego nace un country, el problema es cómo seguimos echando nafta al fuego con nuestras idealizaciones típicas: la naturaleza no es el idílico lugar donde cantan los pajaritos, corren arroyos y los árboles dibujan hermosos paisajes, la naturaleza es la base material concreta de nuestra subsistencia, donde sea que vivamos necesitamos del agua y el aire como insumos básicos; las inundaciones y contaminaciones que van a venir con mayor intensidad nos van a terminar extinguiendo; luego, como hemos visto, la naturaleza renace desde las cenizas, poco importa lo que hagamos nosotros. En fin, nos dañamos a nosotros mismos, eso es lo terrible de la estupidez humana. Y si bien hemos visto diez mil veces la misma película, hay algo irreductible que insiste, pese a todo, imposible de relatar: cómo iba a ser la temporalidad múltiple, difusa y abrupta a la vez, de eso que llamábamos fin del mundo. Ahora lo estamos viviendo: nuestras subjetividades se acomodan, como pueden, a sostener las rutinas diarias y el mediano plazo, mientras el futuro se abisma cada vez más en los terribles acontecimientos del presente. Pero quién sabe: quizás aun quede algún margen que no vendrá, seguro, de contarnos historias, al menos no de esas películas que vimos miles de veces. “No contarnos historias”, como decía el viejo Althusser, nos dispone a pensar materialmente los acontecimientos en cualquier lugar donde ocurran.
III.
El psicoanálisis como la crítica ideológica o la filosofía práctica inquietan, no porque sustituyan las cómodas explicaciones o racionalizaciones de la conciencia burguesa por contenidos ilustrados inconfesables: alienación, explotación, servidumbre o goce incestuoso; sino porque señalan algo mucho peor: la causa está irremediablemente perdida, es la torsión misma del espacio simbólico donde se halla –y se pierde– el sujeto, tan próxima que da pavor, tan vacía de contenidos que no hay goce que la colme (el psicoanálisis no propone una nueva perversión ni la crítica ideológica una sociedad sin clases). Pero el movimiento de pasar por ahí y no sucumbir, pese a todo, nos da una alegría bárbara, expresable, transmisible como un virus: ideas mucho más consistentes que las estupideces que se cuentan los neuróticos –junto a los canallas– para gozar de sus pobres terrores –o de los otros. No es que la intervención filosófica crítica sea exagerada por puro gusto o placer, es un problema ideológico de base: ¿Cómo hacer notar a un pez lo que es el agua? Siendo el filósofo igualmente un pez sumergido en las mismas aguas ideológicas, solo podría exponérselo a los demás saliendo del medio y mostrando el ahogo que en efecto se produce. No hay salida completa de la caverna, como fantaseaba Platón, porque la apnea no se soporta demasiado tiempo; el asunto es entender dónde nos encontramos y la calidad del medio que nos circunda. Todos los impulsos autodestructivos y conspiranoicos están ligados a esa falta de entendimiento, a la idealización fantasmática de los espacios que es su correlato.
IV.
Bifo dice que el Estado es impotente ante el capitalismo, que no tiene ningún poder; sin embargo, desde múltiples lugares se repite una y otra vez: “El Estado es responsable”. Nos está costando mucho pensar en términos de relaciones, el poder y el Estado; entender que cada Estado es singular y las fuerzas que se anudan en él son múltiples: hay pujas, tensiones y orientaciones diversas al interior del Estado. El pensamiento se ha empobrecido al extremo, solo circulan notas con títulos altisonantes en diarios o papers que comentan “estados de la cuestión” de los comentarios de obras que ya nadie lee. Tendríamos que hablar con más fuerza de la responsabilidad empresaria, de la responsabilidad académica, de la responsabilidad del Mercado: no puede ser que nos gobierne Clarín, por ejemplo. Foucault pensó el poder en términos relacionales, no sustanciales. Y así mismo tenemos que pensar caso por caso, lugar por lugar, situación por situación. Si hoy el modo de poder dominante actúa bajo el paradigma del control, eso no quiere decir que los otros modos de poder no existan. Como bien sabía Foucault: la soberanía, la disciplina, la biopolítica operan en un nudo sobredeterminado, intensificado ahora en la especificidad de estos nuevos dispositivos tecnológicos. En este momento, acá en Argentina, el presidente quiere congelar soberanamente las tarifas de telefonía, internet y cable, mientras el grupo mediático más poderoso, la verdadera oposición, no está de acuerdo y planea un golpe de Estado climático y subjetivo. Quizás no hagan falta las viejas historias de interrupciones institucionales que nos cuentan anacrónicos personajes (dizque psicotizados), porque las lógicas de gobierno las exceden ampliamente, lo vemos a diario: las quemas de bosques y pastizales propiciadas por el agronegocio, junto a las quemas de cabeza propiciadas por periodistas mercenarios. Hay que poder leer los nudos del poder en su materialidad concreta, porque la libertad no surge de la mera ignorancia.
V.
Pero maticemos un poco la gravedad de la hora. Surgen disputas por doquier a raíz de cualquier tema, es la lógica tuiter que lo ha tomado todo, entonces se hacen juicios sumarios por declaraciones irresponsables en cualquier instancia. A nivel cultural, por ejemplo, ¿cualquiera puede decir cualquier cosa? Y si es así, ¿cuál es el problema? Ya no hay marcos simbólicos que regulen, solo feedbacks y algoritmos que replican: querellas sobre cualquier cosa y discusiones pavotas. Mientras, en lo real: incendios, enfermedades, muertes, tragedias por doquier. Lo sabemos. Entonces, mejor: silencio e indiferencia sobre lo primero, atención y preparación sobre lo segundo. La ética y la política, como nunca antes, pasan por saber con quiénes, cómo, dónde y cuándo componer; mientras haya ganas, deseo, vida. Como canta Miss Bolivia: “A la gilada ni cabida”.
VI.
Por último, el movimiento político que encarna históricamente este saber hacer allí es, sin dudas, el peronismo. Siguiendo con el tono cultural adoptado, en el día del nacimiento de Borges, Emmanuel Rodríguez planteó la siguiente pregunta: “¿Qué hubiese escrito Borges de haber sido peronista?” Encontré una posible respuesta. “Una antigua enciclopedia china, donde está escrito: ‘los peronistas se dividen en a] pertenecientes al Justicialismo, b] kirchneristas, c] anarcokirchneristas, d] anarcotroskokirchneristas, e] comunistas, f] fabulosos, g] perros sueltos, h] incluidos en esta clasificación y no incluidos, i] que se agitan como locos y meten las patas en las fuentes, j] innumerables, k] dibujados con un pincel finísimo de Santoro, l] etcétera, m] que acaban de romper el jarrón, n] que de lejos parecen multitudes y de cerca lo son’.” La célebre paradoja de los conjuntos que atormentó a lógicos y matemáticos durante el siglo pasado: “El conjunto de todos los conjuntos que no se contienen a sí mismos”, encuentra su respuesta en el peronismo; claramente para confusión de los otros conjuntos.
Córdoba, 31 de agosto de 2020.
*Filósofo
1 Comment
Un articulo hermoso. Gracias compañero, nos alienta que haya quienes sigan pensando y tratando de producir actualidad, esa tarea tan difícil.