Las Cajas del Wash & Wear – Capítulo veintinueve del folletín “LA CARRIÓ – Retrato de una Oportunista” – Por Carlos Caramello

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Las Cajas del Wash & Wear – Capítulo veintinueve del folletín “LA CARRIÓ – Retrato de una Oportunista” – Por Carlos Caramello

Despuntaba el siglo y Lilita se encontraba (de casualidad o por aviso de la Embajada) con el puntapié de su fama de denunciadora. Un caso de corrupción traído de los pelos en la provincia de Mendoza, un asesor non sancto y un viaje al corazón de la Democracia (léase EEUU) bastaron para que volviese con una denuncia rimbombante que obligó al Congreso a crear una Comisión Especial Investigadora del Lavado. A partir de allí, el dislate. Un espía parecido a Chuck Norris, una investigación fabulada y como resultado de esto, una candidatura sostenida en la traición a sus compañeros. Esto y mucho más en el capítulo 29 de «La Carrió – Retrato de una Oportunista», más oportunista que nunca. Pero pasen… pasen a conocer qué había en «Las Cajas del Wash & Wear».

Por Carlos Caramello*

(para La Tecl@ Eñe)

“Las personas con nada que ocultar

no sienten la necesidad de decirlo”

Danai Gurira

Si algo ha sabido hacer Elisa Carrió en su vida, es transformarse y resurgir. El momento iniciático de su carrera, el puntapié que la lanzó al estrellato fue la investigación sobre el lavado de dinero.

Como la cajita feliz, a principios de 2001, las famosas “cajas del lavado” llegaron desde el norte y, con ellas, su oportunidad. Nacía su trípode romántico con los medios, el poder judicial y los servicios de inteligencia.

En 1998 el diputado mendocino Gustavo Gutiérrez, del Partido Demócrata (un “ganso” -así se los llama- muy conocido… en su casa a la hora de comer), había presentado una denuncia penal por el vaciamiento del Banco de Mendoza contra el banquero Raúl Moneta y el presidente del Banco Central Pedro Pou. La acusación, realizada apenas dos meses después del aparente ilícito, tenía características estrictamente locales, hasta que se sumó a la investigación el contador Luis Balaguer (un tipo oscuro, con origen PJ y que había sabido trabajar en la primera Jefatura de Gabinete de Ministros con Eduardo Bauzá) quien, aparentemente por su condición de ex inspector de la DGI (hoy AFIP), encontró los hilos conducentes de la corrupción en el desguace del Estado Nacional.

Estaban involucrados los bancos pero también  empresas estatales, consultoras y Calificadoras de Riesgo. Balaguer -se suponía por entonces- había detectado maniobras de lavado de dinero además de un sistema de pago de coimas a través de triangulaciones bancarias off shore, que dejaba pegados a parte del gobierno de Carlos Menem, al poder judicial y al financiero. El escándalo, que había empezado como un tema doméstico, se volvió nacional porque salpicaba a ex funcionarios de todos los gobiernos anteriores. Y Lilita, rápidamente, puso sus dotes histriónicas y sus fueros a disposición para mover el avispero. ¿Fue por intuición o fue una orden? Nunca lo sabremos.

El trío Carrió – Gutiérrez – Balaguer viajó a Estados Unidos para entrevistarse con un asesor del senador demócrata Carl Levin quien presidía la Subcomisión de Investigaciones del Senado donde se estaba sondeando al Citigroup por las maniobras de triangulación con la banca off shore para el lavado de dinero.

De regreso, la diputada acudió a los medios, as usual y, en conferencia de prensa, anunció un acuerdo para realizar una presunta investigación conjunta y que ella traería a la Argentina numerosas cajas con pruebas para encarcelar “a todos los corruptos del país”. Fuegos de artificio.

En enero de 2001, en el Senado de los Estados Unidos, la senadora republicana Susan Collins y su par demócrata Carl Levin, sentaron ante el Comité a los implicados en la investigación: todos directores de segunda línea del Citibank Argentina. Y como la investigación que llevaban allí no era sobre lavado, sino sobre triangulaciones con banca offshore, no pasó nada. Absolutamente nada. Pero Ab-so-lu-ta-men-te NADA.

Allí presentes había varios argentinos, entre ellos, Elisa Carrió, que en los intervalos, conversaba amenamente con el abogado de Aldo Ducler que no era otro que su primo Alejandro Carrió, hoy letrado del Grupo Clarín. Ella había denunciado a Ducler (en los medios, claro) por maniobras de lavado de dinero para… ¡el Cártel de Juárez!.

Ante el escándalo, que se había vuelto internacional, Lilita lanzaba declaraciones cada vez más explosivas, casi misilísticas. Por eso, en marzo de 2001, el Congreso de la Nación decidió impulsar una Comisión Especial Investigadora del lavado. 

Es en ese preciso momento que todo se volvió vertiginoso y apasionante para Carrió. En un periquete, logró la atención de la mayoría los medios del país (sobre todo de los que a ella más le interesaban) al ser nombrada presidenta de la Comisión, lo que le permitía tener micrófono y ríos de tinta a su servicio.

Abrías un diario, aparecía Lilita. Prendías una radio, escuchabas a Lilita. Encendías la tele, estaba Lilita. Nacían bebés con las facciones de Lilita porque había hombres y mujeres con sus aparatos reproductivos llenos de Lilita.

A partir de ese momento, cada intervención suya en los medios, semejó la palabra de un profeta en Tierra Santa. Ella, a quien los diarios y la televisión promocionaban como líder anticorrupción, se apropió de la presidencia de la Comisión como un pastor de su rebaño: llevaba papeles a su casa, y decidía -desde su departamento-, qué cosas debían investigarse y cuáles no.

Un día anunció a sus colegas que había recibido en su departamento a un “oficial de inteligencia de la ONU”   llamado Daniel José Díaz Droulhon  que -siempre según sus dichos- le había ofrecido pruebas sobre la corrupción y el lavado en Argentina. El resto de los integrantes, entre los que se encontraban Cristina Fernández de Kirchner, Margarita Stolbizer y Daniel Scioli, seguramente sospecharon, porque en la ONU no existe un cuerpo de inteligencia… al menos formal. Pero ella se mostraba tan fascinada que, además, le contaba a todo el mundo el increíble parecido de este “agente” y el actor estadounidense Chuck Norris, famoso especialista en artes marciales.

Aunque el resto de los miembros de la comisión parlamentaria no estaban convencidos de darle crédito a lo presentado por este sujeto, la diputada chaqueña se mostraba plenamente convencida por la oferta del espía extranjero y lo defendía a capa y espada. A punto tal de llegar a exponer públicamente en tono acusatorio a las personas que el “actor/agente” (o viceversa) le señalaba a través de los famosos escritos.

La operación “Chuck Norris” iba viento en popa. Los cargos a ex funcionarios, mafiosos de toda laya y banqueros generaban atención en el pueblo ávido de justicia. Domingo Cavallo, que acababa de regresar al Ministerio de Economía y con súper poderes cual villano de historieta, querelló a Carrió por sus falsas denuncias contra él y demostró en apenas unos meses, que el sosías de “Chuck Norris” era un estafador profesional que estaba prófugo de la justicia desde 1995; tan falso como los documentos que había presentado este personaje, estaban fechados y firmados en Uruguay. 

Tampoco es que el “Mingo” haya sido Sherlock Holmes: los papeles aportados por el “agente de la ONU” habían sido bajados de páginas de internet de dudosa procedencia, e incluso, estaban mal impresos.

Por primera vez (al menos off the record) Lilita reconocía haber recibido a un delincuente en su departamento. No sería la última.

La Diputada por el Chaco -cuentan los que fueron parte de la Comisión-, aparecía en las reuniones con informes elaborados en su domicilio, en los que no había investigación alguna sino un análisis histórico de la corrupción en Argentina. Declaraciones políticas que poco tenían que ver con lo denunciado. Sin embargo, ante la prensa, hacía imputaciones temerarias y daba cierta información que hacía presuponer que estaba por descubrir la piedra filosofal de las trapisondas  mientras lanzaba acusaciones contra notorios personajes del Poder.

En la primera semana de Agosto de 2001 la Comisión presidida por ella, estalló en pedazos. Todos le recriminaron haberlos usado para lanzar su nuevo espacio político en una acalorada (en pleno invierno) reunión donde no faltaron gritos, portazos y llantos con los que Elisa negaba todo.

Victimizándose, los invitó a su departamento al día siguiente, y allí los recibió en camisón, comiendo bombones en la cama, y les exigió que firmaran el dictamen que ella había elaborado.

Si hasta ahí la convivencia entre Carrió y Cristina Fernández de Kirchner había sido difícil por las tensiones y el chicaneo que se desataban a cada momento, luego de esa noche, fue imposible. Cristina se negó a firmar un mamotreto de casi mil páginas sin haberlo leído y se retiró del lugar con una copia.

Luego de que se cerrara la puerta, Carrió absolutamente despechada, le dijo a quien quisiera escucharla, que Cristina no podía leer mil páginas en una noche porque tardaba demasiado en maquillarse y, desde ese día, la llamaría “la hermanastra de Cenicienta”.

Al día siguiente, 10 de agosto, ya en su lugar habitual,  la comisión discutía a los gritos sobre el dictamen que nadie había leído y analizado aún. Carrió se desgañitaba explicando que tenía que ser firmado ese mismo día ¡para que nada se filtrara a la prensa!. ¡¡Justo ella, que venía haciendo declaraciones desde hacía meses y que cuando acusaba a alguien -obviamente sin pruebas- se amparaba en sus fueros!!“ ¡Tiene que ser hoy!” vociferaba.

Stolbizer, al igual que la mayoría de los diputados, estaba pugnando para que le dieran unos días más para terminar de leerlo y analizarlo, cuando entró una de sus asesoras para decirle que en el Salón de los Pasos Perdidos se estaban juntando periodistas.

Margarita perdiendo su palidez habitual, se tornó roja y gritó, señalando a Carrió: “¡Nos utilizaste para lanzar tu candidatura!”.

En el Congreso de la Nación, en el Salón de los Pasos Perdidos, no sólo había gente de prensa. Estaban las Madres de Plaza de Mayo; el Padre Farinello; familiares de Víctimas de la AMIA pertenecientes a la agrupación «Memoria Activa» representados por Laura Ginzberg; y manifestantes que cantaban a los gritos consignas a favor de Elisa Carrió tales como «Si la tiran a Carrió al bombo, va a haber quilombo, va a haber quilombo…» y otras menos delicadas.

Lilita, esa tarde, hizo su show rodeada de diputados y figuras que luego, tal como predijeron sus colegas,   estarían en la lista como candidatos del ARI. Dijo ante cámaras y micrófonos que renunciaba a la Comisión Investigadora. Pero al día siguiente, en un estudio de televisión, se desdijo, como no podía ser de otra manera. La Comisión Investigadora, conformada por diez miembros, terminó presentando cuatro dictámenes diferentes unos días más tarde.

Carrió había montado durante meses un stand up electoral al mismo tiempo que hacía naufragar cualquier intento de investigación seria sobre el saqueo de la Argentina.

Es bastante probable que si la investigación se hubiese hecho correctamente, el sistema judicial, político y mediático vernáculo habría recibido un sacudón importante. Pero Lilita no estaba ni está (ni estará) para eso. La verdad y la Justicia le son decididamente ajenas.

Es importante recordar, a esta altura, que en pleno apogeo de apariciones mediáticas de Elisa Carrió (en febrero, un mes antes de conformarse la Comisión), uno de los responsables de lavado de dinero vinculado al tráfico de armas, Mariano Perel, fue asesinado junto a su esposa en una cabaña de Cariló. Carrió declaraba ante cada micrófono que le ofrecían que no creía que el financista estuviera involucrado y mencionó que en enero, habían intentado entrar dos veces en su casa de Punta del Este y también en la casa de Gutiérrez, por lo que había solicitado custodia para ambos porque estaba asustada.

Adoptando la pose de mártir que tan bien representa, dijo que tomaba ese crimen como un mensaje mafioso. Sin embargo, un mes más tarde, estaba viajando a Israel, sin custodia ni cuidado alguno,  en compañía de su amiga “vidente natural” Adriana Parente.

Cuando volvió, durante varios meses mandaba a comprar test de embarazos, y les dijo a sus colaboradores que era porque, en Jerusalén, Dios le había anunciado que ella pariría al Mesías. Se ve que Dios no tenía nada mejor que hacer, y decidió tomarle el pelo un tiempo.

Algunos dicen que Lilita lo hizo para espantar de su lado a quienes tenían alguna neurona viva. Otros, que estaba loca…  Lo que es probable que sí haya traído fueron “encargos embarazosos”: la tarea estaba cumplida.

Desde entonces, los viajes de Elisa Carrió a Israel y a EEUU se volvieron muy frecuentes. Seguramente, todavía está buscando a Dios.

Buenos Aires, 19 de abril de 2023.

*Licenciado en Letras, escritor, periodista y analista político.

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