Rubén Dri reflexiona en este artículo sobre el aborto desde un perspectiva filosófico-teológica desde la cual se diferencia el mero vivir de la vida desarrollada en plenitud, que implica la vida en sociedad que es vida política.
Por Rubén Dri*
(para La Tecl@ Eñe)
Nos proponemos avanzar en algunas reflexiones filosófico-teológicas, o tal vez mejor, filosófico-bíblicas sobre el espinoso tema del aborto. La mirada teológica y bíblica no busca nuevos descubrimientos fácticos, sino que realiza una exploración de sentido de hechos, de acontecimientos, que son desbrozados por las ciencias.
Estas reflexiones se centran en la figura de Jesús de Nazaret, en su proyecto liberador, presentado como la realización del “Reino de Dios” consistente en una sociedad igualitaria, antijerárquica, antimonárquica, antitributaria, solidaria, promotora y defensora de la vida.
Se trata de una visión “monista”, de la realidad, según la cual los dos momentos de la misma que en una visión dualista se presentan como dos partes, cuerpo y alma, diferentes y en lucha permanente entre sí, conforman una totalidad. Lo que en la visión dualista se presenta como alma, adquiere aquí el significado de “sentido”.
Además de monista, la visión que subtiende nuestras reflexiones es “histórica” en el sentido de que va cambiando continuamente, en un derrotero dialéctico en el cual los sentidos de los acontecimientos nunca se pueden dogmatizar.
¿Qué significa, por ejemplo, una sociedad “igualitaria” y “solidaria”? Hay un sentido general de estos conceptos, pero ese sentido adquiere connotaciones diferentes en los diversos estadios de la historia.
La vida humana
Aristóteles en su Política establece una diferenciación entre la vida como dsoé y bíos, significando la primera, el “simple hecho de vivir, común a todos los seres vivos” y el segundo, a “la forma o manera de vivir de un individuo o un grupo” (como dice Agamben)
Dsoé o zoé es el mero vivir, lo meramente biológico, como respirar, comer, beber, dormir. Desde la ameba al ser humano se extiende el espacio vital. Participan de dicha vida, tanto la ameba, el piojo, el mosquito, la cucaracha, como la gallina, el avestruz, el cuervo, como los millones de mujeres y hombres que cubren hoy el planeta tierra.
La vida de la que todos los nombrados participan no es, claro está, la vida humana, sino la “mera vida”, la pura vida, el mero vivir. Pero no se nos puede ocultar que muchos seres humanos, hombres y mujeres, sólo pueden participar del mero vivir, sin tener acceso al vivir humano, porque nunca lo lograron o porque ya lo perdieron.
Esa es la situación de los que conocemos como personas “en situación de calle” sometidas a todos los vaivenes de la naturaleza, frío, calor, humedad, lluvia, viento.
En los seres humanos la separación entre mera vida, o “nuda vida” como la llama Agamben, no es matemática. No hay un límite específico que separe netamente una vida de la otra. Se trata de espacios en los cuales siempre determinados acercamientos y alejamientos de una vida se dan con relación a la otra.
Pero en el caso de los campos de exterminio nazi o de la desaparición de personas de la dictadura cívico-militar, la reducción de la vida humana del secuestrado llega a niveles pavorosos de acercamiento a la “nuda vida” y ello es así porque esa reducción responde a un proyecto específico, la reducción del sujeto a un objeto completamente manipulable.
Bíos es otra cosa, o es lo mismo pero diferente, lo mismo pero superado, lo mismo pero con cualidades que transforman a la mera vida en una vida superior, o tal vez, mejor, en una plena vida, una vida humana. Es la que, según Aristóteles, corresponde a la vida en un grupo y especialmente, a la vida política.
La vida humana se realiza en un espacio en el cual se distingue lo justo de lo injusto, donde hay determinados derechos, donde el ser humano como sujeto puede realizarse entablando la lucha por el reconocimiento.
La vida humana requiere para su realización un espacio en el que pueda expandirse en lo afectivo, en lo erótico, en lo intelectual, con el acceso a la universidad y, en general, a los centros culturales, a institutos de formación.
La vida humana necesita expandirse en el amplio espacio de lo estético que abarca literatura, pintura, música, la posibilidad de asistir a los eventos culturales y sobre todo, la de tener acceso a centros en los que pueda formarse como creador de obras de arte.
Pero el ámbito fundamental en el que se desarrolla la vida humana es el ámbito político, es decir, el ámbito en el que formulan y realizan los proyectos de sociedad en la que se quiere vivir. Como lo definiera Aristóteles, “animal político”.
Como animal político crea sus propias condiciones de vida. En realidad las co-crea. Las crea con los otros ciudadanos y ciudadanas que conforman el espacio político en el que está integrado.
Jesús de Nazaret
En siglo primero de nuestra era, en el espacio geográfico denominado “Palestina”, el pueblo hebreo sufría la opresión del imperio romano, siendo sobre todo los campesinos los que la sufren en mayor Medida. En respuesta surgen en su seno movimientos de liberación, entre los cuales se distinguen con perfiles nítidos el de Juan el Bautista y el de Jesús de Nazaret.
El evangelista Marcos narra una discusión de los militantes del movimiento de Bautista con los de Jesús. Los primeros les reprochan a los segundos el no hacer una vida austera, con ayunos y mortificaciones, o sea, el no llevar una vida muy semejante a la “mera vida”, el puro vivir, a lo que Jesús responde que el novio esté presente, los amigos del novio no ayunarán, pero “llegará el momento en que el novio les será arrebatado, entonces ayunarán” (Mc, 2, 20).
La presencia del novio significa la realidad presente de la militancia por la realización del Reino de Dios, la sociedad igualitaria, de hermanos. La militancia se realiza en la alegría, es como tomar un vino generoso. Militar de esa manera es enriquecer la vida como vida humana.
El vino generoso debe ser el acompañamiento ideal del pan. Es por ello que, en el anuncio del pan compartido Jesús le ordena a los apóstoles, es decir, a los militantes de su movimiento, que hagan sentar a la gente en “simposios” de cincuenta y de cien, es decir en grupos dispuestos a “banquetear”. Es el banquete popular, de pan y vino, es el compartir, el “celebrar” juntos el proyecto popular.
Es el proyecto de vida que se pone en movimiento. Las curaciones, las del paralítico, la del manco, del ciego, la del leproso, son todos mensajes de vida. El proyecto comunitario significa nuevas relaciones de reconocimiento que transforman los espacios de muerte en espacios de vida. El que no sabía que tenía fuerzas para levantarse del lecho de enfermo, ahora siente que puede hacerlo, se levanta y se pone en camino.
Mandamiento nuevo, “ámense los unos a los otros”, es decir, cambien las relaciones de muerte, relaciones de odio, de resignación, en relaciones de vida.
“El ladrón no viene sino a robar, matar, destruir”, dice Jesús, “Yo vine para que tengan vida y la tengan en abundancia”. Se trata de la vida plena, con el desarrollo del sujeto en todas sus dimensiones.
La discusión
La discusión en torno al problema del aborto plantea el siguiente dilema:
La decisión
Si pretendemos defender la vida humana sin rodeos, la decisión deberá sostener la despenalización y legalización del aborto cuando se presente alguna de las siguientes condiciones:
Buenos Aires, 23 de abril de 2018
*Filósofo y teólogo. Autor del libro “Las dos Iglesias”
4 Comments
Muy buena y necesaria recordar la diferencia entre zoé y bios.
[…] Introducción Rubén Dri reflexiona en este artículo sobre el aborto desde un perspectiva filosófico-teológica desde la cual se diferencia el mero vivir de la vida desarrollada en plenitud, que implica la vida en sociedad que es vida política. Por Rubén Dri* (para La Tecl@ Eñe) Nos proponemos avanzar en algunas reflexiones filosófico-teológicas, o tal vez mejor, filosófico-bíblicas sobre el espinoso tema del aborto. La mirada teológica y bíblica no busca nuevos descubrimientos fácticos, sino que realiza una exploración de sentido de hechos, de acontecimientos, que son desbrozados por las ciencias. Estas reflexiones se centran en la figura de Jesús de Nazaret, en su proyecto liberador, presentado como la realización del “Reino de Dios” consistente en una sociedad igualitaria, antijerárquica, antimonárquica, antitributaria, solidaria, promotora y defensora de la vida.> Fuente: La Tecla Eñe http://lateclaenerevista.com/2018/04/23/la-vida-humana-centro-del-debate-aborto-ruben-dri/ […]
Que pasa a las 14 semanas que ya no se podria realizar el aborto?
El alma entra al cuerpo?
El artículo es por demás de elocuente en evidenciar cómo, hasta las personas más lúcidas y bienintencionadas (como Rubén Dri), ven empantanar su razonamiento al intentar justificar lo que, a todas luces, resulta el «punto ciego» de la cuestión: cómo explicar que «interrumpir voluntariamente un embarazo» no es interrumpir (el advenimiento de) una vida.
Esto queda de manifiesto en la arbitrariedad de las mentadas «14 semanas».
Nada de esto supone desconocer las condiciones de extrema precariedad en las que puede verse obligada a incurrir la mujer que no puede pagar lo suficiente para reducir los riesgos de la clandestinidad de su intervención.
Pero resulta llamativo cómo las voces (pretendidamente) progresistas no pueden sortear este dilema.