El núcleo ideológico de esta nota reside en que procura desmentir un diagnóstico, a saber, que en la etiología de las crisis argentinas se halla el «déficit fiscal». Eso es falso. Pues aun concediendo que el equilibrio en las cuentas sea garantía de crecimiento y prosperidad, si seguimos vendiendo sólo commodities, pronto volveríamos a ser deficitarios porque no estaríamos vendiendo valor agregado. Sólo la industria agrega valor.
Por Juan Chaneton*
(para La Tecl@ Eñe)
Todo lo que se podía decir de este gobierno en lo que se refiere a los constantes brotes, aparentemente vinculados a desórdenes psíquicos, en que incurre el «primer mandatario», ya se ha dicho. Huelgan, por ende, no sólo las palabras sino, sobre todo, los escandalizados epítetos con que se ha venido motejando a un personaje ciertamente heteróclito (o que finge serlo) como este funcionario, pues tales apóstrofes de nada sirven cuando llega la hora de las alternativas programáticas para interpelar a la sociedad, explicando cómo y con qué políticas se piensa gobernar la Argentina en caso de que se precipitara tal responsabilidad en cabeza de la oposición a partir de 2027.
Axel Kicillof lo acaba de decir: nuestro programa -esbozó poco más o menos- es la producción y el trabajo. El gobernador ya ha incluido, en expresiones anteriores, otros insumos además de la producción de riqueza en pos de asegurar calidad de vida para todos, verbigracia, retomar el legado espiritual de los fundadores de la nacionalidad para hacer de la soberanía punto nunca pasible de ser bastardeado con alineamientos serviles tras Estados terroristas o con países que no quieren relaciones mutuamente beneficiosas sino hacer de su estatura estratégica herramienta para el sometimiento de los demás a su nunca depuesta pretensión de hegemonía global.
Kicillof tiene enemigos que lo honran; son los que han tratado de calumniarlo con los procederes de la mafia. Un hombre de cualidades módicas como Manolo (Joseph) Adorni chapoteó en el detritus de que están hechos los especialistas en hacer de la propaganda una forma de la mentira, o viceversa: editó un video (es decir, fabricó una noticia falsa) que hizo circular en redes y que el habitual atolondrado del tuit reprodujo con aplauso. La turrada de comité que exhibió aquel hijo sietemesino de la política de baja estofa, consistió en yuxtaponer la respuesta del gobernador a una pregunta cuando esa respuesta correspondía a otra pregunta. Es decir, una manipulación rastrera, o ruindad en acto, según se prefiera. La mediocre «vocería presidencial», así, es mero síntoma del colapso moral que aqueja a este gobierno.
El 7 de septiembe está cada vez más cerca y allí se parte el queso. Si a Fuerza Patria le va muy bien, Kicillof habrá tenido razón en adelantar las elecciones. Si le va mal, no la habrá tenido. Pues así como el sofista Trasímaco dictaminó que «justicia es lo que el más fuerte dice que es justicia», el «gran florentino» aseguró para los siglos que la verdad, en política, es lo que quien gana dice que es verdad. Y para que la simetría sea perfecta, Sartre vino luego a decir, en un texto eterno de 1951 (El Diablo y Dios): «seguramente fue el agresor, ya que ha sido el vencido». Es lo que le espera a Kicillof si el peronismo pierde mal el 7/9. Hasta hoy, el sepulturero ha clavado el último clavo en el ataúd del PRO, no en el del kirchnerismo como ha sido su loco afán. Hasta hoy, mantiene expectativas porque «no roba y, con paciencia, nos va a sacar adelante». Tal, la configuración fantasmática que vive como núcleo en la ideología incluso de las víctimas de estas políticas. De quienes se reclaman oposición dependerá, hacia el futuro, disolver esa obnubilación de los sentidos anclada no sólo en una «falsa conciencia» sino también en quebrantos propios cometidos en el pasado.
En todo caso, el mejor candidato para encabezar en la tercera resultó ser un Taiana que lucía mejor para la Capital Federal que para La Matanza: de intachables credenciales peronistas, estaba en ese distrito, también, en capacidad de recabar el apoyo de un medio pelo no peronista y reluctante a la alpargata como metáfora de lo popular. Santoro, que una vez reprendió a Alberto Fernández porque no lo designaba en el gabinete, perdió con Adorni en CABA.
Lo cierto es que la candidatura provincial del ex canciller de CFK precipitó el curioso fenómeno de que Taiana no es reclamado como propio ni por cristinistas ni por axelistas. A estas horas, luce como la calle Corrientes en la pluma de Gagliardi: es de todos y de nadie. Sea. Es lo que hubo. El dato bueno, en todo caso, es que Grabois encontró el atajo para no derrapar feo incurriendo en una evidente funcionalidad para con el enemigo, en caso de hubiera hecho lo que ayer le criticaba a CFK y Kicillof, cuyas reyertas –decía Grabois- ponían en peligro la imprescindible unidad.
Lo que ocurra el 7/9 en Provincia se proyectará, inevitablemente, sobre las nacionales de octubre e incluso, más allá, sobre las presidenciales de 2027, para lo cual asoma, desde ya, Kicillof …
O Massa, con el perdón de la palabra.
El hombre de Tigre siempre requiere un capítulo aparte. En el caso, si de lo que se tratara fuera de ganar una elección nacional, el que equilibra mejor las opiniones sobre imagen e intención de voto es el ex ministro. La «gente» percibe que Massa es como Pichetto: lleva décadas del lado de adentro y sabe cómo funciona el negocio, lo cual es un activo a la hora de gobernar. Además, supo avisar, y los que no le hicieron caso en el conurbano ahora se quieren cortar los atributos: una cosa -dijo Massa una vez- es «boleto Massa» y otra «boleto Milei». El viaje en tren ida y vuelta a Burzaco, hoy, cuesta dos mil pesos, más otro tanto si hay que combinar opciones, esto es, sesenta o ciento veinte mil por mes, sólo en viajar. Y en 2027 las imágenes del naufragio hablarán por sí, de modo que sólo el gobernador de Buenos Aires podría desplazar al ex intendente de Tigre del podio al que se suben los eminentes al final de la carrera. Por ahora, Massa puede argumentar que representa mejor a todos y no a una parte, como es el caso de alguno de sus impugnadores que, felizmente, han depuesto la vanidad y el orgullo, faltas graves contra la ley de Dios de las que nos conducen, sin apelación, al embudo invertido que diseñó Alighieri y no al celeste Empíreo che solo amore e luce ha per confine.
Lo más importante, empero, no es ganar la próxima elección, sino que pierda la plaga oficialista –y un “empate técnico” sería una derrota para el gobierno- pues ello constituiría evidencia fuerte de la inviabilidad estratégica del neoliberalismo en Latinoamérica.
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También hizo ruido la deposición de ambiciones por parte de Máximo Kirchner. Renunció a incluir su nombre en una elección que se puede perder con consecuencias trascendentes. En sus cercanías ya se ha dicho y se continúa diciendo que el adelantamiento para el 7/9 fue un error y que, si se pierde, el responsable de la derrota será el gobernador. Eso no sería sostenible si el diputado nacional hubiera participado activamente en esta elección, pues una performance deslucida, caso improbable, también lo golpearía a él.
En cuanto a las «batallas culturales» que presuntamente reclama este país, no las reclama desde ayer sino desde hace por lo menos un siglo, que es la época en que una clase de propietarios latifundistas echó las bases del empobrecedor programa agroexportador que ningún gobierno posterior atinó a superar. Y, al cabo, se trata de saber qué tipo de modelo económico es más eficaz para generar prosperidad y calidad de vida para todos aquellos que quieran habitar el suelo argentino y no irse al exterior en busca de mejor destino.
Un eventual gobierno progresista en la Argentina tendría que hacerse cargo de estos temas, junto a la seguridad; la sostenibilidad del sistema previsional; la incorporación local de valor a los recursos que naturalmente posee el país; la así llamada «ecuación energética»; la política exterior y su corolario más denso en términos conceptuales, a saber, que lo internacional siempre es reflejo y consecuencia de la política interior.
Por añadidura, si se anunciara un programa de gobierno, ello permitiría mirar más allá de los desencantados de Milei y aspirar a que las grandes mayorías populares vean con nitidez a la actual oposición como una alternativa.
Aunque no se trata sólo de lo que se dice sino, en primer lugar, de lo que se hace. Esto valdría para un eventual vidrioso futuro. Pues si se supo decir «vamos por todo» y luego se le obsequió a la sociedad la ley de góndolas en vez de la ley de medios, una de dos: o no se tenía la fuerza necesaria para hacer lo que se prometía -en cuyo caso se incurre en insanable irresponsabilidad-; o se la tenía pero igual nadie se animó a pisarle la cola al tigre, en cuyo caso huelgan los adjetivos.
Los «mercados» han puesto a ensayar la política a un reacio a toda otra actividad anterior de las que sirven para ganarse la vida, y lo han hecho con un encargo: abocarse al trabajo sucio que consideran indispensable para reanudar un ciclo de reproducción del capital en términos de reducir costos para aumentar beneficios, esto es, entre otras «medidas de gobierno», despedir gratis reforma laboral mediante. Pero el personaje se les escapó de una lámpara que, en vez de un pescador atribulado, frotó Eurnekián y un par de magnates de medios. No apareció por el pico ningún genio sino una excrecencia que luce cual fatigado taumaturgo: no sólo habla con animales muertos sino que también concede audiencias a un tipo que no existe. En cualquier momento podría hacer desaparecer el obelisco, como David Copperfield, que hizo lo propio con la estatua de la libertad.
Nada extraño, entonces, en que semejante personaje haya reclutado el grueso de su base social entre el lumpen joven más atrasado y basto de los conurbanos pobres de la ciudades y que sus «legisladores» escriban «cluaca» en vez de cloaca, cual gallina clueca.
De otra parte y según Diana Mondino, Milei 1), es corrupto; 2), no es inteligente; 3), no sabe no contesta. Son las tres opciones que barajó la ex canciller en una entrevista que le realizó el periodista de Al Jazeera English, Mehdi Hasan. https://www.lanacion.com.ar/politica/diana-mondino-hablo-sobre-milei-y-la-maniobra-libra-o-no-es-muy-inteligente-o-es-una-suerte-de-nid07082025/.
Sin embargo, mejor que celebrar a Mondino como hacen algunos perezosos, es reparar en que también dijo otras cosas más de fondo y que implican tomas de posición que, con toda evidencia, forman parte de aquella batalla cultural que se hallaría pendiente en la Argentina. Por caso: «Creo firmemente que la única manera en que Argentina puede salir del estancamiento en el que estamos es no gastando más de lo que tiene, vendiendo más cosas a todo el mundo, incluido el resto del mundo» (cita, ídem anterior).
Más pobreza conceptual, no se consigue.
Todo eso es, de entrada, falso por simplista. El issue es más complicado. Por lo demás, «vender más cosas a todo el mundo» no sirve para nada o sirve de mucho, según lo que se venda. Si no vendemos valor agregado podemos vender de todo a todo el mundo y seguir siendo pobres. Hay muchos bancos y pocas empresas productivas en la Argentina. Mondino es parte del problema, no de la solución. Los bancos manejan efectivo y viven de eso. Pero el efectivo que manejan no lo producen los bancos, sino las empresas fabriles. No se sabe que el banco Roela haya hecho punta, alguna vez, como banca de crédito y no de inversión. El Nación ayudó a capitalizar a muchas más empresas productivas de la Argentina que el banco de la señora Mondino, dedicado, más bien, a operar con «derivados». Los bancos no producen; viven de los que producen.
También afirma la excanciller:
«Definitivamente, hay mucha corrupción en Argentina. Argentina ha cobrado en impuestos sólo al sector agrícola, el equivalente a dos Planes Marshall. ¿Dónde está ese dinero? ¿Dónde están las rutas? ¿Dónde están las escuelas? ¿Dónde están los hospitales?“.
Preguntas retóricas de la señora Mondino, cuya súbita preocupación por los hospitales y las escuelas, no deja de ser una grata sorpresa.
Pero debería molestarse, eso sí, en consignar la fuente de sus dichos: «dos planes Marshall» equivalen a 280 mil millones de dólares de hoy, y a mí se me hace cuento que a los dueños de los campos argentinos se les cobró esa suma en concepto de impuestos. Mondino, al voleo, tiró una cifra, y tampoco dijo durante cuánto tiempo semejante presión impositiva agobió a los estancieros.
Y también le faltó hacerse una cuarta pregunta. ¿Qué hacía la Sociedad Rural Argentina detrás de todas las dictaduras militares, sino lobby a favor del modelo pastoril y oponerse, incluso financiando golpes de Estado, (recuérdese a uno de sus presidentes, Faustino Fano, 1966), contra todo atisbo de industrialización? Además, se podría convenir en que «ese dinero» por el que se pregunta Mondino se lo han hurtado los sucesivos gobiernos dictatoriales y democráticos que hubo en la Argentina en las últimas décadas. Pero, otra vez, no se puede afirmar que si nadie hubiera robado hoy seríamos como Canadá o Australia. Y el caso es que esa vulgata está implícita en los razonamientos de Mondino, como alguna vez lo estuvo en los de Macri. Canadá y Australia son potencias de segundo orden, pero son potencias industriales además de agrícolas y no porque sus dirigentes se bañan en agua bendita sino porque a su producción primaria la industrializan o los excedentes los reinvierten en industria pesada, astilleros, armas, etc. Esa es la verdad, no las superficialidades interesadas que desgrana la ex ministra.
En otro orden de cosas pero en el mismo sentido, deberíamos advertir que entre morir como secuela de una guerra o desaparecer como Estado fallido por efecto de la globalización, hay menos diferencias que lo que parece.
Así, a nadie que no sea un estólido incorregible o un sesgado sin retorno le puede parecer sensato que la manera de poner en pie a una Berlín en ruinas de 1940, era dejar que cada cual ejerciera su «libertad» para desatar de ese modo las «fuerzas del mercado» generando prosperidad para todos. Antes, bien, lo que había que hacer y se hizo allí, fue reducir la libertad de todos a un mínimo compatible con el objetivo existencial: seguir viviendo. A lo cual se agregó inmediatamente, una activa intervención del Estado inyectando dinero y planificando y haciendo tabla rasa con las pretensiones egoístas de cada quién, que nunca faltan, incluso en contextos de catástrofe. A los reconstructores de Europa los inspiraba Keynes, no Rothbard o Hayek. Éstos no decían ni pío, pues no se animaban a hacer el ridículo proponiendo las librescas dogmatizaciones que su absoluta falta de imaginación les impedía suplir con sentido común ante cada nueva situación de las que constantemente se plantean en la vida económica y social de pueblos y naciones. No es vano repetir que guerra y Estado fallido se parecen.
Por lo demás, estos «libertarios» son, en realidad, más rudimentarios que libertarios. Lo nodal de su propuesta es una tautología: que la libertad absoluta para hacer negocios genera negocios y, con ello, riqueza que luego «se derrama» hacia el resto de la sociedad. En eso consiste su originalidad: en la teoría del derrame.
Una perla citada por Axel Kicillof en su tesis doctoral recientemente editada por Siglo XXI con el título de «Volver a Keynes»: cuenta el economista argentino egresado suma cum laude de la UBA, que cuando le preguntaron al célebre profesor de Cambridge por qué no se afiliaba al Partido Laborista, contestó: «Es un partido de clase y esa clase no es la mía… la guerra de clases me encontrará (siempre) del lado de la bourgeoisie educada» (p. 29).
Flema british de la que sólo un lord dispone. Milei dice que Keynes era comunista … como Guillermo Moreno dice que Kicillof es «soviético». «¿Tú también Bruto, hijo mío, entre los conjurados …?», exclamó César cuando ya «era tarde para detener los puñales que fijaron para siempre aquella escena …».
Sepa el pueblo votar y la judicatura juzgar, aun cuando este triunvirato que ha quedado, más que una corte suprema es una suprema de pollo con fritas … En todo caso, el núcleo ideológico de esta nota reside en que procura desmentir un diagnóstico, a saber, que en la etiología de las crisis argentinas se halla el «déficit fiscal». Eso (que es el argumento central de la derecha que padecemos) es falso. Pues aun concediendo que el equilibrio en las cuentas sea garantía de crecimiento y prosperidad, si seguimos vendiendo lo único que produce el modelo agrícola ganadero junto a los recursos del subsuelo, pronto volveríamos a ser deficitarios porque no estaríamos vendiendo valor agregado. La causa de las crisis recurrentes es el patrón productivo, que no permite la acumulación de divisa fuerte. Sólo la industria agrega valor a las commodities. Y la solución a este problema, que es un problema de naturaleza económica, es política. Hay que optar por financiar el despegue nacional con el único inversor en capacidad y disposición de hacerlo que exhibe hoy el escenario global. El seguidismo lacayuno a Estados Unidos e Israel, sólo le sirve a Estados Unidos e Israel, no a la Argentina. Elegir con quién nos asociamos para hacer de la Argentina una potencia emergente, es una decisión de la política, no de la economía.
Por fin, y desde un fondo de mucho dolor, vaya el homenaje al compañero periodista de Al Jazeera Anas al–Sharif, y a sus otros cuatro colegas, asesinados en la Palestina ocupada por el designio criminal de un terrorista israelí llamado Benjamín Netanyahu, cuyas señas particulares y prontuario están grabados a fuego en la memoria de los pueblos. «No en mi nombre», debería ser la consigna cada vez que Milei se arrastre a los pies de estos criminales de lesa humanidad. No en nombre de los argentinos.
Porque parece de sentido común no admitir que un resentido cuya capacidad de odiar pudo encontrar una resonancia desenfrenada en buena parte de la sociedad argentina, haya de ser mensajero de un pueblo no por absorto, victimizado y confundido, menos orgulloso de la virtud de haber sembrado para la humanidad las semillas de mostaza que sus hombres de ciencia y de letras y sus líderes obreros en lucha, abonaron como simiente para orgullo de todos nosotros, argentinos.
Miércoles 20 de agosto de 2025.
*Abogado, periodista y escritor.
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