Hugo Muleiro opina en esta nota que es necesario trabajar a fondo respecto de las condiciones que permiten que los discursos de odio se instalen en el cuerpo social. Sostiene que esta tarea es muy compleja y de largo aliento pero indispensable, y que es simultánea a las acciones que puedan proponerse respecto de quienes emiten estos discursos en los medios de comunicación opositores.
Por Hugo Muleiro*
(para La Tecl@ Eñe)
La sola enumeración de los desafíos que puso en evidencia el intento de asesinato de Cristina Fernández de Kirchner parece en sí misma una tarea titánica, ya que incluye interrogantes sobre el funcionamiento de los mecanismos de seguridad, las condiciones y contextos para la expresión libre de la ciudadanía, el andar de las instituciones y la circulación de la información y la opinión, con sus regulaciones, por nombrar a los más inmediatos.
El camino que debe ser transitado para diagnosticar sobre las condiciones políticas, sociales y culturales en cuyo contexto fue cometido el ataque requiere bastante más que un puñado de días en los que, como es esperable y comprensible, proliferan afirmaciones y proyecciones apoyadas en una mixtura de emociones que van de la indignación al miedo.
La carencia en Argentina de un sistema democrático de circulación de informaciones y opiniones, dada la formidable desproporción en las capacidades de emisión e incidencia a través de los instrumentos disponibles, reaparece en primer plano por el dramatismo de los hechos vividos, pero es difícil suponer que hay condiciones para evitar que la conciencia sobre ese desequilibrio tan profundo, tan condicionante de lo que concebimos como democracia, se adormezca otra vez, que se diluya sirviéndose de la incapacidad ya vista para modificarlo.
Que el ataque se sirve de un contexto social y político bastante nítido queda confirmado en el hecho de que un sector con responsabilidad directa, las empresas de comunicación más poderosas del país, asumieron la tarea coordinada de desmentirlo. Incontables voceros y escribientes de estas empresas condenaron a Alberto Fernández y al documento leído en el acto de la Plaza de Mayo por mencionar los discursos de odio que emanan de medios, oposición y sistema judicial.
Un clásico, tiran la piedra y esconden la mano. Pero su responsabilidad palpable no permite entregarse al reduccionismo mediocre según el cual este individuo estaba en su living viendo TV, se sintió estimulado por uno de las o los conductores y salió echando humo a la esquina de Juncal y Uruguay. Es más complejo que eso, y más difícil, sin por esto negar el clima de época cuya sola mención enfurece a columnistas lustrosos.
La pretendida maniobra de salida es clásica: se ubican en una inexistente equidistancia, pura, autoexculpatoria, para lo cual deben olvidar sus diagnósticos reiteradamente mortuorios. Como cuando pronostican que a “esa mujer” le espera la guillotina, o dicen que el presidente está como enfermo terminal que “apenas respira”.
Por supuesto cada redactor tiene derecho a recurrir a metáforas, pero no hay necedad suficiente para ignorar que el conjunto de las imágenes impresas y recitadas en radio y TV tiene el ADN que hace siete décadas se expresó en las paredes con las palabras “Viva el cáncer”.
Esconden la mano, cierto. Parten de una demonización de las plataformas digitales con el objetivo de circunscribir a esos ambientes la difusión de discursos de odio, estigmatizaciones, descalificaciones por la mera pertenencia a un sector político o a una condición social. Y hasta crean mecanismos de auto-encubrimiento, como la mayoría de sellos onegeistas o “emprendimientos” que hacen “chequeo de datos”, una fantochada de tal calaña que sus directivos y beneficiarios terminan firmando notas en las mismas páginas en las que pululan las falsedades que en teoría controlan.
Aunque está fuera de toda duda la existencia de estas usinas mediáticas de instalación del odio, es muy atendible el llamado de atención expresado en este mismo espacio, La Tecl@ Eñe, por el ensayista Jorge Alemán, cuando escribió que enfrentar este problema dramático comporta una tarea “de abajo hacia arriba” (https://lateclaenerevista.com/preguntas-y-movilizacion-popular-por-jorge-aleman/).
Porque quienes emiten e instalan el odio se sirven de condiciones políticas, sociales y culturales pre-existentes. No es solo restringiendo la potencia de quienes emiten, no solo sancionándolos incluso en el plano económico, con la legitimidad que esa sanción tenga, que se podrá dar por superado el enorme desafío que se le presenta a la vida democrática, por cierto no sólo en la Argentina.
Quien desee contribuir a la convivencia en libertad, hasta donde el sistema democrático la hace posible, necesita establecer las raíces, los factores fundantes que permiten que el discurso de odio transite por el cuerpo social y con el riesgo siempre latente de multiplicarse. Es un trabajo cuyo rédito no se verá en triunfos electorales, cuyos efectos a veces son más efímeros que los esfuerzos que demandan.
Tiene la Argentina ámbitos para generar debate y pensamiento, fuerzas para investigar de probada eficiencia. Parece, según los actos multitudinarios del viernes, que dispone también con energías para este trabajo que requiere compromisos no fechados en turnos de votación y que no podrá avanzar si no se supera la mezquindad del desdichado internismo, las lógicas de tribu, los mecanismos de acumulación de las “orgas” que tanto desmienten a quienes se declaran nacionales y populares.
¿Muy difícil? Sin dudas. Pero ineludible para el presente y para el futuro.
Buenos Aires, 5 de septiembre de 2022.
*Escritor y periodista.
1 Comment
No hubo consignas en la Plaza. No hay dirigencia, salvo Cristina, claro está, que le conteste y le de lucha a la derecha asesina en nuestro País. Por eso la bala. Tenemos un gobierno fallido en una democracia fallida, en un País que aún resiste. Por los «de a pie», a quienes nadie les interesa demasiado, o prioritariamente, digamos. Massa va a vender Argentina a USA, mientras premia a los instigadores del fallido magnicidio. El presidente no quiere ninguna medida contra los propaladores del odio. La Liga de gobernadores apoyan a Sergio querido, la Cámpora ,avala. Después del atentado a la Embajada de Israel, la AMIA. Como Carlos, Alberto habrá de ocultar y perdonar, a los futuros asesinos,…no faltaba mas.