La periodista Paula Halperín sostiene en esta nota que el feminismo es un movimiento heterogéneo que lucha por entender y visibilizar que los padecimientos diarios que sufren las mujeres en el trabajo, en el transporte público, en la familia, etcétera, están relacionados con el patriarcado y que el patriarcado es un sistema que reactualiza un orden establecido que siempre es incómodo y violento. Y afirma que para actuar primero hay que comprender.
Por Paula Halperín*
(para La Tecl@ Eñe)
La palabra feminismo causa mucho escozor todavía en el siglo XXI. Pero no solamente entre los hombres sino también entre las mujeres. Incluso, hasta entre quienes están a favor, que a veces prefieren no nombrarlo para no causar rechazo (dejo un ratito de lado que este movimiento político crece cada vez con mayor fuerza, especialmente entre las jóvenes).
Quiero hablar más que nada de lo que siente la mayoría y de por qué es tan importante desmitificar la palabra o quitarle su contenido negativo.
Tal vez sirva contar mi experiencia personal, ya que a mi me ayudó mucho, entre otras cosas, a comprender un aspecto de mi vida sentimental que me hacía muy infeliz y que aún con varios años de terapia nunca había terminado de cerrar. Por otra parte, me hizo darme cuenta de que no dependía sólo de mis acciones ni de que fuera culpa mía.
Podría decir que la primera venda que me quitó de los ojos el feminismo fue comprender que mi problema, como el de tantas otras mujeres, está relacionado con el patriarcado y de que el patriarcado es un sistema. Haga lo que una haga es muy difícil de cambiar. Pero esto no significa que la lucha está perdida.
Entonces, ¿qué es un sistema? El diccionario lo describe así: “Conjunto ordenado de normas y procedimientos que regulan el funcionamiento de un grupo o colectividad”. Es decir, que cada una de las partes está en el lugar justo como para que, aunque todo se mueva, siempre termine funcionando de la misma manera. Si no, pensemos en su hermano, el sistema capitalista… Cualquier intento por darlo vuelta suena como luchar contra los molinos de viento. Y ahora más que nunca entiendo a Don Quijote de la Mancha.
De todas maneras, es muy importante, al menos en mi caso resultó así, comprender por qué suceden las cosas. Tal vez así logremos que de a poco comiencen a evolucionar.
Algo muy lejano…
Es muy común escuchar a muchas mujeres decir que a ellas no les afecta el machismo. Se piensa como algo que les pasó a nuestras abuelas o que sucede en los pueblos y países atrasados que están muy lejos de una. Por ejemplo, en Arabia.
Pero esto es un error. Me atrevo a afirmar que aquí y ahora, en este mundo, no hubo ni hay hasta la actualidad, una mujer que de alguna manera u otra no haya sufrido el patriarcado. Por supuesto que a algunas les afectará más que a otras. Pero ninguna zafa. Y si no lo creen, observen sólo una parte de los problemas más habituales y piensen qué parte les ha tocado.
Paso a enumerar algunos:
-Abusos en la vía pública: piropos, guarangadas, incomodidad por la ropa que llevamos o por las formas de nuestro cuerpo. Miedo a caminar solas de noche o por algún lugar desolado. Además, manoseos, miradas fuera de lugar, etcétera. ¿Nunca les sucedió? Ahora piensen a cuántos hombres conocen que hayan sufrido alguno de estos pormenores.
-Trabajo de cuidados y carga mental: si bien este tema cobró cierto protagonismo en este último tiempo (hablo del reconocimiento de aportes que hizo la ANSES por tareas de cuidado), la realidad es que todavía somos nosotras las que nos encargamos de los trabajos del hogar y del cuidado, tanto de los hijos como de las personas mayores. Y de forma absolutamente gratuita. Esto no sólo nos quita la posibilidad de desarrollarnos personal y profesionalmente sino también de aprovechar mejor nuestro tiempo libre o de ocio. Asimismo, no debemos olvidar el estrés que todo esto nos genera.
El trabajo gratuito que hacemos las mujeres para que los hombres puedan ir a sus empleos bien alimentados y con la ropa limpia, favorece tanto a ellos como a los empleadores y al Estado. Eso les hace ganar millones y millones de pesos.
-La injusticia laboral: no es una novedad que el salario de las mujeres es más bajo que el de los hombres en cualquier empleo. Pero además, como dije en el ítem anterior, las posibilidades de crecer se obstruyen cuando tenemos que ocuparnos de otros. Los jefes siempre van a inclinarse por la persona más disponible, que suelen ser hombres.
-El verso del amor romántico: desde antes de nacer, a nosotras nos enseñan que tenemos que enamorarnos. Encontrar al príncipe azul para que nos cuide y formar una familia de la que luego tendremos que ocuparnos. Por eso, una ‘buena chica’ que quiere enamorar debe ser dulce, comprensiva, callada, y por sobre todas las cosas, tenerle mucha paciencia a su hombre. Esto nos vuelve mucho más vulnerables ante cualquier injusticia.
-El trabajo de la belleza: y si queremos enamorarlos también debemos ser lindas y flacas. Desde hace cientos de años se nos exige la perfección estética, mucho más que a cualquiera de ellos. Y esto, en ocasiones hasta puede llegar a ser mortal. Podríamos decir que en los casos más tristes algunas pueden morir de anorexia o realizarse una riesgosa cirugía plástica que a veces termina mal. Incluso, para convencernos se habla de ‘medicina’ estética. ¿Qué tiene de medicina?
Algunas mujeres llegan a tomar anfetaminas para adelgazar, sabiendo que están prohibidas.
Sin ir tan lejos, gastamos miles y miles de pesos en cremas, gimnasios, cirugías, peluquería, ropa, depilación, productos para la menstruación, etcétera, para encajar en el prototipo estético. Pero nada es porque sí, en el mundo de la belleza las féminas despilfarramos millones y millones para lograr un objetivo que nunca alcanzamos. Ahí está el negocio y esto el sistema lo sabe.
-Violencia de las parejas: hace poco tuve un intercambio de ideas con mi madre acerca de un femicidio. Ella me decía que eso les pasaba a las mujeres que están enfermas: “una persona sana se busca una pareja sana”, me decía ella. Yo sé que eso transmite cierta tranquilidad y la sensación de que entonces muchas estamos a salvo de sufrir violencia de género. Pero este planteo no es del todo correcto.
Pensemos en el caso contrario. Comparemos los femicidios con cuántas mujeres asesinan a sus parejas por una cuestión de posesión o de celos. Las cifras son incomparables. Por eso, la violencia de género es siempre de hombres hacia mujeres y no al revés ¿Esto quiere decir que no hay mujeres locas o asesinas? No. Quiere decir que no se trata simplemente de personas enfermas. Vuelvo a traer la palabra ‘sistema’ para que se comprenda que los varones están formateados de una manera y las mujeres de otra. Por supuesto, de acuerdo al nivel de violencia de cada uno y al nivel de tolerancia de cada una, el problema puede llegar a ser más o menos grave. Lo mismo ocurre con las mujeres golpeadas.
Lo cierto es que este mundo crea hombres violentos que tratan a sus parejas como cosas y crea mujeres a las que convence de que tienen que tener paciencia o ser pasivas. Pero no vayamos a estas instancias tan extremas, que dan para hablar en otra nota.
Cotidianamente, muchas de nosotras sufrimos pequeños maltratos psicológicos, destratos, somos abandonadas con más frecuencia y a veces con la prole incluida.
Es muy común que aún sabiendo que en una relación no la estamos pasando nada bien intentemos sostenerla a cualquier precio. Estamos convencidas, a través de las familias, la sociedad, las instituciones, de que tenemos que tener al lado a un hombre. De lo contrario, el costo sería mucho mayor: soledad, pobreza, desamor…
¿Feminismo es machismo al revés?
La gran confusión entre la mayoría de los que no saben mucho sobre el tema es que creen que feminismo es el contrario de machismo. Digamos que a nadie, ni al peor de todos, le gusta asumirse como machista. Por ende tampoco parecería bueno asumirnos como feministas.
El feminismo no busca empoderar a las mujeres para hacer lo mismo que el patriarcado pero con los hombres. Lo que busca este movimiento es la igualdad, el equilibrio, que las leyes nos protejan a todos de la misma manera. Y no porque seamos iguales sino porque como seres humanas nos corresponde tener los mismos derechos. La manera de llegar a ellos es otro tema.
Como en cualquier movimiento hay personas más extremistas, otras más diplomáticas y así como hay millones de mujeres diferentes cada una los buscará o expresará a su modo, que nunca será violento como nos quieren convencer (puede haber excepciones que nada tienen que ver con las mayorías). Una feminazi no existe, es otra estrategia del patriarcado para desacreditar el movimiento.
Pero más que de lo técnico me interesa demostrar lo práctico. ¿Para qué nos serviría ser feministas? Muchas dirán: ‘A mí no me interesa, yo estoy bien así’. Y en cierta manera tienen razón. ¡Qué incómodo es luchar contra un sistema que tiene muchos años de establecido!
Incluso a mí me pasa que por momentos me siento perdida y quiero volver a lo viejo conocido.
Hasta que no comprendamos del todo que se trata de un sistema vamos a seguir atribuyendo nuestras complicadas vivencias a la casualidad o a la mala suerte.
De lo contrario, una vez que logramos entenderlo se nos abre un mundo nuevo. Y es tan fuerte que nos da ganas de saber más y más sobre el tema, no sin chocarnos contra la pared una y mil veces. Pero cuando empezamos a ver la realidad y entendemos las cosas que nos suceden día a día en el trabajo, en el transporte público, en la familia, cuando criamos a nuestros hijos o analizamos cómo nos criaron nuestros padres, es muy revelador y hasta emocionante.
Luchar contra un orden establecido siempre es incómodo. De golpe nos baja mucha información sin filtrar y a veces no sabemos qué hacer con ella. Y nos llenamos de contradicciones. Pero para actuar primero hay que comprender. Creo que ahí está la clave que puede mover el mundo.
Buenos Aires, 20 de noviembre de 2021.
*Periodista.