En el nombre de… Cristina (1), capítulo diecisiete del folletín “LA CARRIÓ – Retrato de una Oportunista” – Por Carlos Caramello

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En el nombre de… Cristina (1), capítulo diecisiete del folletín “LA CARRIÓ – Retrato de una Oportunista” – Por Carlos Caramello

Seguimos con la biografía incómoda «LA CARRIÓ – Retrato de una oportunista» y su capítulo 17 «En el nombre de… Cristina. Y nos viene bárbaro porque Lilita ha vuelto a los medios para hablar mal, una vez más, de nuestra vicepresidenta. Una inquina, una tirria que viene de lejos. De los tiempos de la Constituyente… y que se ha proyectado y profundizado hasta nuestros días.

Por Carlos Caramello*

(para La Tecl@ Eñe)

“La envidia va tan flaca y amarilla

porque muerde y no come”.

Francisco de Quevedo

Esta semana, más precisamente el lunes, (un día antes de que se leyera la sentencia que condena a Cristina Kirchner a 6 años de prisión y la inhabilita de por vida para ejercer cargos públicos) una Elisa Carrió desbordada por la posibilidad de recuperar algo del brillo que desde 2019 había perdido, dijo que la Argentina es “una sociedad, abusada, golpeada. Acá no hay una madre que proteger, hay una madre golpeadora”, en clara referencia a la Vicepresidenta.

Cri-Cri. Silenzio Stampa. No coments. La sororidad, en esta nación convulsionada, con una dirigencia de pet-shop, también es selectiva. Como la Justicia, las dádivas y el reparto de la riqueza.

No es nuevo (lo de Lilita, digo). La inquina con Cristina, viene de lejos. Decía hace ya tiempo:

«Ella está enferma, hay que dejarla. No puedo golpear a alguien que está enfermo. No me da la caridad. Ella no está bien, no entiende la posibilidad de transferir el poder, y el silencio es caridad. Aparte tiene que estar preocupada por Máximo, porque han convertido en delincuentes a sus hijos».

Terminaba 2014 y los estudios de TN le ponían el marco opositor adecuado a estas declaraciones de Elisa Carrió que sólo Elisa Carrió podía hacer por esa chapa de inimputable que sacó a lo largo de una vida de irse al pasto o, por lo menos, tocar el pianito.

Y siete años más tarde, el 25 de mayo de 2021, como si un hilo invisible pero perpetuo trajese atada la idea (o mejor, la ofensa) masculla: “yo conozco a mucha gente del kirchnerismo con la que se puede hablar. Lo que pasa es que en el recinto de la cámara de Diputados, si a alguno lo veían hablando conmigo, ella lo defenestraba. Yo la conozco mucho a ella. Y la entiendo mucho más porque creo que tiene un dolor de la infancia y de juventud terrible, insanable. Se lo digo así (…) sé que en ella tiene muchos pensamientos negativos. Yo siempre le pido a Dios que la calme. Que entienda que en algún momento tiene que haber unidad. Ella fue compañera mía de banca. No puede exponer su propio rencor y trasladárselo a su hijo y a todos los demás de La Cámpora, porque esto es un campo minado. De violencia”.

Muerde las palabras cuando habla de Cristina. La acostumbrada beatitud con la que aborda cada nota, cada reportaje, tratando de hacer ver que ella está más allá del bien y del mal se hace añicos y la desborda una furia sorda, íntima, milenaria que le quema las entrañas como una dispepsia.

Viene de lejos. Ya en 1994, en Santa Fe, durante la Constituyente, se percibía esa electricidad maligna en el aire cada vez que se cruzaban en las heladas galerías del Paraninfo. Las pertenencias ideológicas, las asimetrías vitales y políticas de estas dos mujeres necesariamente las colocan en las antípodas.

Carrió lo sabe. Y lo expresa. Con su lógica mezquina lo expresa. Con su análisis teñido de ideologías lo expresa.«La gran diferencia con Cristina Fernández de Kirchner (o Keerner, como lo pronuncia Lila) es que nosotros no somos resentidos, ellos son resentidos con los chacareros y no quieren prosperidad. Quieren ser ricos a costa del robo y el resto de la Argentina pobre, y nosotros queremos reconciliar a una Nación y constituir un nuevo orden» decía en febrero de 2009, enancada en el conflicto del gobierno con la oligarquía agrícola – ganadera que militaba un golpe de Estado encubriéndolo de protesta del Campo.

En pleno conflicto, el 11 de mayo de 2008, se despachaba: “No es sólo Gobierno-Campo, hay olor a dignidad nacional. Este proceso es distinto al 2001, es una crisis por exceso de poder, que está en los manuales de todos los pequeños tiranos. Como en la figura del parto, va a haber dolor y alegría –decía Carrió llamándole “dignidad” al olor a bosta de vaca y, siempre en referencia a la entonces presidenta, aseguraba-. Está en su punto de mayor debilidad, por su pérdida de credibilidad. Su estafa es impulsar a Néstor Kirchner como candidato a senador por la provincia, aunque no reúne los requisitos legales. ¡Que pongan a Kirchner! ¡Ni con la familia entera les va a servir!”.

Claramente en campaña, la chaqueña sostenía que la Coalición Cívica “hoy representa al campo, que no sólo son los empresarios, sino también los peones rurales (…) No distingo entre productores pequeños, medianos y grandes. Que no nos corran por izquierda los indigenistas urbanos” y cerraba: “Estoy acá por un complejo de Edipo, y seguramente por eso voy a ser presidenta», en obvia referencia a su padre, que alguna vez había sido patrón de estancia.

No fue. El íntimo deseo de Lilita y del Campo (que parecía ser derrocar a Cristina, por las urnas o por un golpe blando) no ocurrió. Vino la Ley de Medios a consolidar su gobierno y, luego, la muerte de Néstor, a conmover al país y al mundo. Bahh, a casi todo el mundo, salvo a Mirtha Legrand y a Carrió a quien, según una nota del diario El Día de La Plata, la noticia del fallecimiento de Kirchner la encontró haciendo los preparativos para asistir al casamiento de su hijo en México por lo que ordenó no hablar del tema. Cero comentario. Si te he visto, no me acuerdo.

Claro que ella no iba a andar respetando el dolor de Cristina. «No hizo el duelo que tiene sus tiempos y su proceso normal. Eso se paga» pontificó de arranque. Y luego, en noviembre, apenas un mes después de la pérdida irreparable, volvió a la carga: “Yo la quiero mucho, pero no se abusa del luto ni del llanto. No lo hizo hasta ahora, pero a partir de ahora, si lo hace es abuso”. Preparaba el terreno para avanzar. “El uso del luto es cada vez más evidente, no hay que dejarse extorsionar. Nosotros no vamos a dar quórum y a votar un presupuesto escandaloso para que Cristina Kirchner pueda disponer de 60 mil millones de pesos libres. No vamos a dar quórum para que sea traicionada la gente. Respetamos el luto, pero nuestra defensa de los principios que siempre sostuvimos, es irrenunciable”. Siempre mezclando aserrín con pan rallado: el luto y el presupuesto. El dolor y la economía. La realidad y los malos augurios.

En diciembre de 2008, en un evento organizado por el Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas (IAEF) y con el verso de que ella a Cristina “la quiere” (los dioses del Olimpo nos protejan del cariño de Lilita), se había pasado de rosca. “Lo mejor que le puede pasar es un buen divorcio. También podría quedar viuda, sería divino, pero para que no muera nadie, lo mejor es un divorcio”, patentizando así su rencor por el santacruceño. Porque tanto ella, como Bullrich, como otras y otros, habían intentado, en el primer momento del gobierno de Néstor, colar bajo su ala. Pero habían sido desairadas. Y aquello, en Elisa, había trocado el amor en odio. Eso se manifestaba en un deseo de muerte. Poco tiempo después de la muerte de Kirchner -contó en una nota del diario Perfil- que durante la campaña del 2007 había tenido un sueño en que “la vi a Cristina, sola, muy triste y vestida toda de negro. Se iba en un avión, sin Kirchner, sólo acompañada por sus dos hijos».

Nunca cejó. En su infinita tirria creyó haber encontrado ese lugar donde dolía. Y probablemente haya sido así. Sólo que no contaba con el amor y el respeto que el Pueblo sentía por Néstor y Cristina. Bien pensado, ella nunca cuenta con el Pueblo.

Por eso durante la campaña de 2011 continuó con su discurso de golpe bajo. Y cuando supo que la presidenta iba a presentarse para su reelección, disparó: “Yo dije que era una mujer que siente, que se conmueve, que no es igual a Néstor Kirchner; no miente, no esconde (…) Pero la verdad … es una gran mentirosa. Ayer declaró que desde octubre sabía que iba a ser candidata; ya no a nosotros, le mintió a su pueblo, que es el que la vota. Es idéntica a Néstor Kirchner, le mintió al pueblo que la quiere”.

«Cristina demostró ser aún más autoritaria y perversa que él, que Néstor Kirchner (…) una mujer incapaz de llorar (…) Hay que dejar el luto proselitista» declaraba por junio de 2011, cuando todavía creía tener alguna posibilidad de ser electa.

A riesgo de parecer reiterativos, creemos imprescindible recordar que en esas elecciones Cristina Kirchner superó el 54% de los votos y Elisa Carrió apenas si obtuvo 1, 8%.

Buenos Aires, 10 de diciembre de 2022.

*Licenciado en Letras, escritor, periodista y analista político.

1 Comment

  1. Sergio Dario Farias dice:

    Sigo atentamente estos capítulos, sin desperdicio. Felicitaciones

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