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El “Riesgo País” y otras incertidumbres – Por Adolfo Adorno

Asistimos en estos días a un esfuerzo inusitado del aparato de difusión macrista por el que se pretende convencer a la sociedad de que si las dificultades económicas iniciales eran culpa de Cristina Fernández de Kirchner, las actuales, tres años después, reflejan el terror del mundo inversor y civilizado a que ella vuelva.

 Por Adoldo Adorno*

(para La Tecl@ Eñe)

 

En el idioma común el riesgo es la contingencia de sufrir un daño por estar expuestos a un peligro de ocurrencia probable, aunque no segura.

Así, quien habita una zona sísmica corre más riesgo de que que su casa se desmorone que quien no.

Las catástrofes naturales exceden la voluntad humana, y sólo nos queda una huida digna y metódicamente planificada.

Los riesgos más curiosos, sin embargo, son aquellos en los que el ser humano incurre voluntariamente, como los deportes extremos, el casino e incluso el voto democrático.

Parece que la etimología de la palabra nos lleva al idioma árabe y a una expresión que se refiere a “lo que indique la Providencia”, lo que implica convivir con la incertidumbre, pues la inmensa mayoría de los mortales no somos avisados de sus designios con anterioridad suficiente para al menos tomar medidas precautorias.

Hay riesgos que apenas pueden advertirse. Otros son medibles con cierta precisión, dentro de lo que es el orden convencional, que es falible como toda creación humana.

Cuando alguien presta dinero incurre en el riesgo de que no se lo devuelvan.

Cuando el sujeto de crédito es un estado soberano, a ese riesgo se lo denomina simplemente “Riesgo País”, y se mide en términos de la diferencia de tasa que el mercado inversor pretende, para prestarle dinero a ese país, por encima de la “tasa libre de riesgo”, que por definición es la que pagan los EEUU.

Que el Riesgo País de Argentina se ubique hoy alrededor de los 800 puntos significa que si al Tesoro de los EEUU el mercado le presta al 3% al Estado Argentino no le va a prestar a menos del 11%. Esto no quiere decir que efectivamente alguien le otorgue nuevos préstamos a la Argentina, sino que los bonos de deuda nacional emitidos con anterioridad – y que circulan en todos los mercados – ajustan su precio para reflejar esa diferencia.

En efecto, hoy no hay nuevos créditos para nuestro país, como dramáticamente confirmó el gobierno al apelar al salvataje del FMI a mitad de 2018. Y el bendito riesgo país de Argentina es uno de los más altos del mundo.

Con una característica, además, muy original, a saber: que el discurso oficial atribuye las causas de la descalificación crediticia argentina a las consecuencias nefastas de la gestión económica del gobierno “populista” anterior por un lado, o bien a la posibilidad de que – elecciones de 2019 mediante – acceda nuevamente al manejo del estado una propuesta política, económica y social   como la que fue derrotada en las urnas en 2015.

Curioso fenómeno el de nuestro riesgo país, que daría lugar a una teoría novedosa sobre la responsabilidad en sentido amplio. Trataré de explicarme:

El Riesgo País sintetiza una percepción del mercado global.

Esta percepción motiva a los operadores financieros a comprar bonos de cualquier país cuando sus perspectivas son positivas, o a desprenderse de ellos rápidamente cuando se viene la noche, o, simplemente, cuando algunos administradores de cartera deciden que tal o cual bono de deuda soberana ya rindió lo suficiente y es hora de tomar ganancias. En estos últimos casos, las variables macroeconómicas  de un país no han cambiado, pero la lógica especulativa hace que el indicador de riesgo de ese país varíe, reflejando ahora las nuevas preferencias de los grandes inversores.

Tales decisiones de compra o venta se materializan en segundos y durante las 24 horas, porque los mercados financieros atraviesan los husos horarios alrededor del planeta. Así, el riesgo argentino oscila, mientras nuestro país duerme, en las plazas financieras del lejano Oriente como Auckland, Tokyo o Singapur.

Detrás del acecho inversor a las oportunidades inmediatas, sin embargo, están siempre unos análisis más o menos tradicionales de variables económicas y sus tendencias recientes, con el propósito de establecer una mínima expectativa racional.

Así, se estudia la evolución reciente del PBI y sus componentes, datos de inversión, consumo, inflación, creación o destrucción de empleo, uso de la capacidad instalada industrial, niveles de pobreza de la población, etc.

Finalmente, hace ya décadas que a este cuerpo de datos económicos se lo corona con un diagnóstico de estabilidad política del país en cuestión.

Las grandes agencias calificadoras de crédito revisan su “Rating” cada tres meses: si la revisión produce resultados sorpresivos (peores o mejores) esa “novedad” impacta de inmediato en el precio de los bonos del país, y por lo tanto en su Riesgo Soberano. (Digresión: no olvidemos que las calificadoras son jugadores clave en el mercado financiero mundial, y que por lo tanto sus veredictos están condicionados por los intereses de sus clientes, que además son frecuentemente también sus accionistas. No      existe un concepto parecido a “ética profesional” en el mundo financiero de hoy.)

Hecha esta breve descripción de “cómo se llega al número”, notemos que hay un “componente estructural” derivado del estado de la economía y las instituciones del país, y otros accidentales que responden a preferencias ocasionales de los especuladores financieros internacionales, a su vez influidas por sucesos globales como, por ejemplo, una suba en la tasa de la FED, que por ser de referencia mundial afecta de inmediato al resto de los países.

El componente estructural es ámbito de acción de los gobiernos y sus respectivas políticas económicas por lo que, implícitamente, el riesgo país es una percepción acerca del gobierno de ese país… salvo -según el discurso oficial- el caso argentino.

Todas las técnicas de manipulación informativa son insuficientes para disimular que la economía argentina está mucho peor que hace tres años cualquiera sea el indicador que se tome.

 Lo dicen especialistas de cualquier signo, incluyendo oficialistas que prefieren no mentir mientras abren el paraguas.

Lo dicen, además, nuestros bolsillos, y el espectáculo macabro de la pobreza creciente, visible e ignominiosa.

Pero asistimos en estos días a un esfuerzo inusitado del aparato de difusión macrista por el que se pretende convencer a la sociedad de que si las dificultades económicas iniciales -que justificaban el ajuste salvaje pero salvador – eran culpa de Cristina, las actuales, tres años después, reflejan el terror del mundo inversor y civilizado a que ella vuelva.

Se habría producido entonces desde diciembre de 2015 una especie de vacío temporo-espacial durante el cual el gobierno de Macri no pudo ejercer su responsabilidad de jefe de estado y “penetrar” la historia con sus decisiones: todo lo que sucedió en la Argentina desde entonces se explica porque Cristina estuvo antes y/o porque Cristina puede llegar a volver.

Macri no habría decidido, pues, beneficiar impositivamente a las grandes empresas extractivas ni a los exportadores primarios mientras alumbraba tarifazos históricos en los servicios públicos, no favoreció la fuga de capitales de los grandes agentes del mercado financiero y de algunos amigos mientras habilitaba el blanqueo de dinero externo de sus familiares, no habría desarticulado todas las restricciones al ingreso y salida de fondos especulativos generando la protección a la “bicicleta” mientras desprotegía a la industria nacional que hoy agoniza.

Macri no está generando pobreza ni desempleo. No está destruyendo el aparato productivo nacional.

No es él. Es Cristina.

Imaginemos un vacío semejante en el ámbito de la responsabilidad penal: se abre un período – digamos, cuatro años – durante el cual un ciudadano puede cometer todos los crímenes que se le ocurra y permanecer impune, porque sus delitos invariablemente se le adjudicarán a otro ciudadano, probablemente de tez morocha y domicilio en el conurbano.

Creo que es buen material para una peli distópica.

En última instancia, todo riesgo es el de equivocarse, el de tomar una decisión que nos traerá más daño que beneficios a nuestra vida, a la de nuestros seres queridos, a nuestra comunidad.

Los argentinos deberemos tomar decisiones graves durante este año 2019.

El peor riesgo que enfrentamos es el dejarnos engañar otra vez.

 

Buenos Aires, 16 de enero de 2019

*Abogado. Miembro del equipo de asesores de Emanuel Álvarez Agis (viceministro de Economía) durante 2014 y 2015. Ex docente de la Universidad de la Matanza. Coeditor del blog gatosporliebres.blogspot.com

3 Comments

  1. No, Adorno, yo no me equivoque ni me engañaron… Es más, en diciembre de 2015 nosotros (ver http://www.gervasioespinosanotas.blogspot.com.ar) ya caracterizamos a Mauricio Macri y su troupe como un virrey y su corte colonial instalados por el imperio capitalista en caída final, lenta, sí.
    Es tan elemental y torpe el equipo local que tu acertado señalamiento sobre su «mentirita» sobre que «el mundo tiene miedo» de que regrese Cristina Kirchner al gobierno de Argentina, me recuerda haber observado a un trabajador de unos treinta años, ya convencifo de «ser de clase media», advertir a su hijito en brazos, en un local de Terrazas de Mayo (Malvinas Argentinas): «¿Ves ese señor vigilador del shoping?… Bueno, si no te portás bien él te va a llevar…
    Ahí está el problema, Adorno, no enfocar el asunto Clase Media. Recomiendo el primero de los títulos publicados al respecto por Adamovsly, y mis artículos en el blog.

    Muy cordialmente, Gervasio Espinosa

  2. Fort Livio Elias dice:

    Bunisimo, intructivo y de facil lenguaje aportando elementos validos para entender y comprender.

  3. Osvaldo dice:

    El riego país es una mentira, creo, todos ya lo sabemos ; pero el país esta en riesgo y no solo por la mendacidad de los que gobiernan, sino también por las mezquindades políticas de una oposición que no logra unirse para evitarlo.

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