La transición entre el 28 de octubre y el 10 de diciembre constituye un tiempo larguísimo en relación al traspaso del mando y la emergencia económica y social. El gobierno de Macri no es un pato rengo sino que parece un pato muerto, debido a que no da señales de vida política ni para gobernar, ni para enfrentar una campaña electoral.
Por Ricardo Rouvier*
(para La Tecl@ Eñe)
A partir del resultado electoral de las PASO, e investigando la motivación del sufragio, se puede inferir el vínculo de los ciudadanos con lo público y la jerarquización de las demandas, según adscripción.
El Frente de Todos obtuvo un 50% de los votos afirmativos, mientras que cerca del 35% fue para Juntos por el Cambio. Esta distancia se extendió como expectativa hacia octubre, adelantando el cronograma político-electoral, ya que se consagró por diferencia la candidatura de Alberto Fernández como definitiva y la derrota del presidente Macri como irremontable. Esto hace que la hipótesis de polarización continuara vigente, achicando el caudal de Lavagna, Espert y Gómez Centurión. Los votantes de estos dos últimos se desplazan mayoritariamente hacia Macri y, en menor medida algunos votos de Lavagna. Pero también hay votos del ex Ministro de Economía que están siendo seducidos por el Frente, que emprenderían el viaje llevando a Fernández un total que puede ubicarse entre el 53% y el 55% y que darían por terminada la elección. Algunos imaginan que la desilusión de los votantes de Macri con el líder de la alianza oficialista es tal que estarían dispuestos a romper su fidelidad; si eso ocurriera llevarían el voto opositor a un nivel record.
En este punto la sensación de victoria del Frente y de derrota en el gobierno de Macri se extiende como una inundación que desborda las orillas de las convicciones. Hay dos transiciones por delante; una hasta el 27 de octubre dominado por las finanzas, el goteo de las reservas, la consideración del FMI en efectuar el desembolso y los poderes mundiales que toman el resultado próximo como inevitable; la segunda transición es entre el 28 de octubre y el 10 de diciembre, un tiempo larguísimo en relación al traspaso y la emergencia económica y social. El gobierno de Macri no es un pato rengo (lame duck), sino que parece un pato muerto, debido a que no da señales de vida política ni para gobernar, ni para enfrentar una campaña electoral.
Buena parte de la proporción de votos para el Frente tiene su referencia en Cristina Fernández de Kirchner; para ser más preciso, el 60% de los votos corresponden al liderazgo de la ex Presidenta y el resto está constituido por el peronismo no K, en particular seguidores de Sergio Massa y la incidencia de los gobernadores e intendentes en lo territorial. Hubo un tercer componente que es el voto castigo al Gobierno por la situación socioeconómica y por las promesas incumplidas de Macri. Es decir, que en las PASO, estos tres elementos constituyeron el voto opositor principal agrupado en el Frente.
Nicolás Maquiavelo (1469–1527) caracterizó a la virtud como la capacidad individual de dominar los acontecimientos y de realizar, incluso recurriendo a cualquier medio, el objetivo deseado. Y entiende por fortuna, el curso de los acontecimientos que no dependen de la voluntad humana y que son favorables o desfavorables para el fin del hombre. Sin embargo, conseguir lo deseado es la presencia de uno y otro factor en igual proporción.
Hubo virtud en la decisión estratégica de CFK y fortuna en el camino de Alberto Fernández; bajo condiciones favorables, luego se transformó en virtud en el notable esfuerzo y paciencia del actual candidato en unir al panperonismo.
El voto es un instrumento superior de soberanía popular pero es también una forma sintética de expresar diversas cuestiones, unas con predominio sobre otras. Las demandas que surgen detrás de la afirmación del sufragio tienen que ver, primero, con aspectos ideológicos adversarios del neoliberalismo (esto se concentra en el voto kirchnerista), luego, con una oposición a las políticas públicas del macrismo, y finalmente un grupo expresa la desilusión por el resultado del ciclo que termina.
Las demandas de la oposición sobre el nuevo gobierno, combinarán lo urgente con lo importante. Es indudable que será necesario administrar la demora, considerando que los intereses sectoriales deberán postergarse y jerarquizar las demandas. La emergencia alimentaria y sanitaria tiene prioridad y no podrá esperar, tampoco una actualización de los haberes jubilatorios. Pero bueno, eso ya es el plan de gobierno y su relación con los factores de poder.
El consenso de Macri sigue siendo un poco más de un tercio, en la sumatoria de una alianza que es un trípode en el que la pata radical pierde consistencia. Es un voto tradicionalmente antiperonista y definidamente antikirchnerista, y que constituye una porción de la sociedad nacional que va a posicionarse como opositor a un gobierno del binomio Fernández/Fernández. Sobre esa fracción, otros dirigentes de segunda línea tratarán de reconstruir un polo adversativo. La disgregación ya ha llegado a la campaña, y los dirigentes locales desarrollan su estrategia ocultando el rostro del Presidente. Y luego del 27 habrá muchas facturas a cobrar dentro de la ex alianza Cambiemos.
El tiempo que va a llevar la crisis del macrismo le dará un espacio al gobierno que asume un país en emergencia financiera, económica y social. La cuestión es con qué instrumentos estratégicos contará la nueva administración, considerando que el pacto social es uno de los imprescindibles y habrá que pensar en una alianza política que integre y supere a la coalición electoral.
El final de ciclo del período neoconservador de Mauricio Macri y el comienzo de un nuevo ciclo reformista supone una reconfiguración de las fuerzas políticas y sociales, frente a la disputa en el seno de la hegemonía unipolar mundial, sus contradicciones y el avance de la derecha en la región; pero ese es otro tema.
Buenos Aires, 23 de septiembre de 2019
*Lic. en Sociología. Dr. en Psicología Social. Profesor Universitario. Titular de R.Rouvier & Asociados.