De tanto ir el cántaro a la fuente… bueno, ese viejo refrán le viene de perillas a este vigésimo octavo capítulo de la biografía no autorizada «LA CARRIÓ – Retrato de una Oportunista», porque una denuncia de 2016 caprichosamente sostenida hoy en el Juicio Político a la Corte parece volverse contra la Reina de Quitilipi, ya que ha provocado un verdadero cisma entre los cortesanos y ha logrado que los ojos de Juntos por el Cambio se vuelvan hacia ella. Sólo que, esta vez, no para adularla sino para preguntarle si sus «Denuncias que son dagas de doble filo».
Por Carlos Caramello*
(para La Tecl@ Eñe)
“La peor forma de injusticia
es la justicia simulada.”
Platón
Las denuncias son “su modo de vida”. El elegido por Carrió, al parecer, para insertarse en la política y ser
útil al sector que requiere de estos servicios. Y también para ir contra aquellos a los que elige como “enemigos personales”. Sin embargo, desparramar acusaciones a diestra y, sobre todo, a siniestra, opera como el artificio de las dagas de doble filo: en principio semejan instrumentos útiles para mantener la atención del público pero, a la vuelta de la tortilla, terminan lastimando al jugador… o jugadora en este caso.
Una denuncia de ese calibre parecería ser la que a principios de 2016 realizó Lilita contra Ricardo Lorenzetti (hoy juez de la Corte Suprema pero, en esos tiempos, su presidente) involucrando, además, a Héctor Daniel Marchi, administrador del Tribunal. El motivo: un supuesto “enriquecimiento ilícito”.
La presentación se basaba en aparentes omisiones en las declaraciones juradas patrimoniales de ambos funcionarios judiciales pero, en realidad, abrevaba en la idea de que ella, la inventora de la Coalición Cívica, estaba fortalecida por su nuevo rol de madama de esa suerte de cabaret político que era Cambiemos.
Por supuesto, la chaqueña se apalancaba en viejas tensiones que habían existido entre el Supremo y Macri y que, en aquel instante, empezaban a aflojarse gracias a cierto acuerdo al que habían arribado en torno al Consejo de la Magistratura.
Carrió creyó que con su denuncia mataba dos pájaros de un tiro: por un lado dinamitaba cualquier puente que se estuviese tendiendo entre el Presidente y el Cortesano y, por el otro, abría una hendija para colar uno de sus sueños más íntimo y húmedo: convertirse en miembro del Supremo Tribunal.
Pivoteando sobre una investigación realizada por la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) en 2013 -en la que aparecía cierto plazo fijo descubierto en una filial estadounidense del banco suizo Credit Suisse, cuya existencia no habría sido consignada por el juez hasta que se acogió al régimen de blanqueo de capitales-, la diputada de la Coalición requirió que el «sospechoso ocultamiento de activos financieros en el exterior del país por parte del señor presidente de la Corte Suprema» fuese investigado.
A Marchi (que además de administrar la Corte era una de las manos derechas de Lorenzetti) lo acusaba de “omisiones” en sus declaraciones juradas tributarias -entre las que se encontraría un inmueble rural- y de no haber presentado las declaraciones juradas del impuesto a las ganancias entre 2005 y 2011.
Pero Macri y Lorenzetti jugaban en otro tablero. Se necesitaban y se usaban. El Presidente, que había intentado meter por la ventana y a través de un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) a Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz -con la beatífica intención de desarmar la mayoría automática de la que gozaba el hasta entonces presidente de la Corte-, reculó en chancletas y llevó los nombres al Congreso. El “Zar de Rafaela”, por su parte, negoció el nombre de Miguel Piedecasas (abogado cercano de Cambiemos) como presidente del Consejo de la Magistratura asegurándole a Mauricio, de esta manera, que “el voto desempate siempre se inclinaría para el lado más favorable a sus intereses”.
Y, de paso, ambos convinieron tomarle juramento al macrista Pablo Tonelli, al que pusieron a través de una espuria maniobra para quitarle un lugar a la oposición. El Frente para la Victoria había denunciado judicialmente el tema y un fallo le dio la razón pero, al llegar la cuestión a la Corte, Lorenzetti primero se abstuvo y luego firmó una acordada para que fuese el propio Consejo de la Magistratura el que decidiese, o sea: bingo.
Finalmente, la sangre no llegó a Plaza Lavalle. Se abrió una prudente tregua entre los presidentes de dos de los poderes de la República (tregua que se rompió cuando Rosenkrantz, ex abogado de Clarín, desplazó a Lorenzetti) y la causa terminó siendo desestimada por inexistencia de delito.
Lilita quedó con la sangre en el ojo por esta movida y, quienes la conocen a fondo, sostienen que ella cree que no accede a un sillón supremo por culpa del juez rafaelino, que llegara de la mano de Néstor Kirchner allá por 2003. Y por eso se dedicó a denunciarlo cada vez que podía.
En los medios de comunicación (esos que se han vuelto su segundo hogar) y cada tanto en la Justicia, como en 2018 cuando presentó una causa por los presuntos delitos de “falso testimonio, cohecho, encubrimiento e incumplimiento de los deberes de funcionarios público” en la que involucraba a Lorenzetti y a funcionarios del Cuerpo Médico Forense. La legisladora cuestionaba el accionar de ese Cuerpo en peritajes, como la muerte del fiscal Alberto Nisman y la fiesta electrónica Time Warp. También ha acusado al juez de tener “una SIDE paralela”. Es decir, lo tiene en la mira.
Pero recientemente, con el Juicio Político a la Corte Suprema -que se está desarrollando desde mediados de enero de este 2023, cuando los diputados del Frente de Todos presentaron una decena de hechos que consideraron causales de mal desempeño- parece haber sonado la hora de la venganza para la evidentemente rencorosa Doctora Carrió.
Contradiciendo al resto de los aliados de Juntos por el Cambio y, probablemente, también a sus padrinos (léase terminales políticas y periodísticas), la hija dilecta de Quitilipi envió a sus correligionarios de la Coalición Cívica (CC) a acompañar el pedido de Juicio Político. Claro, tanto Juan Manuel López como Paula Oliveto se las vieron negras para dejar en claro que acordaban en el caso de Lorenzetti, pero “nunca” respecto del resto de los integrantes del máximo tribunal.
Para ratificar esta postura, y no converger con el dictamen general, los diputados “Lilitos” tuvieron que presentar otra propuesta en la cual hicieron hincapié en la necesidad de avanzar con el juicio político a Lorenzetti en función del artículo 53 de la Constitución Nacional, y en referencia a un pedido de enjuiciamiento realizado por Carrió en 2016 que ya explicamos.
El propio Alejandro Zamorano, titular de la Coalición Cívica Ari Matanza, fue el encargado de explicar la jugada. Dijo: “Hace seis años, la Coalición Cívica denunció a Lorenzetti quien en ese momento era el presidente de la Corte Suprema de Justicia, porque por una investigación que se hizo en ese momento llegamos a la conclusión que era poco claro como administraba los fondos del Poder Judicial y de la Corte, como era su relación con el Consejo de la Magistratura, y también era difícil explicar la fortuna que tenía”.
Para rematarlo, en declaraciones a los medios, Paula Oliveto, epígona fundamental de la Mamá de la Republiquita, sentenció: “El patrimonio del Dr. Lorenzetti es opaco”, tema escabroso si los hay, porque si de patrimonios se trata, está claro que la dirigencia política en su conjunto (con excepciones, como siempre, para confirmar la regla) está flojita de papeles. Además, la regla recomienda empezar siempre por casa.
Y aquí es donde la acusación de la chaqueña parece convertirse en un boomerang político. Porque dado que uno de los motivos justifica el pedido de juicio político, son los “Incumplimientos y desmanejos en la Obra Social del Poder Judicial de la Nación” -tema por el cual se ha producido un verdadero sisma entre los cortesanos- el hecho por el que Carrió cayó en la volteada a partir de una contra-denuncia que le realizara Héctor Daniel Marchi, cuyo litigio contra la chaqueña está durmiendo en la Corte.
Marchi (muy muy cercano a Lorenzetti, como explicamos en otro tramo del capítulo) en un pase de magia que reíte de René Lavand, metió en la misma bolsa a Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Juan Carlos Maqueda y los recusó alegando que la “férrea defensa” que Carrió hace de los tres ministros “contamina el proceso y lo tiñe de sospechas exactamente en el mismo grado que la promoción de la denuncia”. El hombre se refiere a su propio litigio pero, dicho así, en este momento, las miradas se vuelven hacia la siempre blonda denunciadora.
Y es que la Corte no puede creerlo: uno de los suyos, un funcionario judicial del riñón de los Cortesanos (se me ocurren otras vísceras pero son capaces de hacerme juicio), un consejero destacado y no cualquier bufón, levanta el dedo objetor y los señala poniendo, así, en jaque todo un andamiaje de omertá y falsa transparencia sostenido por los medios de comunicación afines.
Es que Marchi, en su recusación, afirma que, mientras su causa está en la Corte: “Vuestras Excelencias están sometidos a la tramitación de un juicio político por las mentiras de Elisa Carrió. Si fallan en mi favor, se interpretará como un acto de defensa propia y corporativa, pues darle la razón a Carrió en estos estrados implica, materialmente, robustecer su posición en su pedido de juicio político. Si fallan en mi contra, en cambio, se interpretará como un gesto desesperado por lograr que las esquirlas de la denuncia de la Comisión de Juicio Político no los alcancen. Todos los resultados posibles conducen a la lesión de la legitimidad de la decisión y es por eso que la recusación se vuelve imperativa”.
“Lesión de Legitimidad”, aduce el administrador general de la Corte Suprema y uno de sus funcionarios más poderosos, ya que por sus manos pasa el manejo total de los fondos de la Justicia. Pero, pero… como su denuncia sumada a la de desmanejos en la Obra Social de los Judiciales ha devenido en una suerte de todos contra todos (eso que los medios llaman interna), la Comisión de Juicio Político pidió informes y el mismísimo presidente, Dr. Carlos Rosatti ha respondido, lo que no sólo agrega nafta al fuego de la pelea cortesana sino que, además, legitima a la Comisión a la que, durante meses, los operadores han tratado de negarle entidad jurídica y política.
¡Aleluya! ¡Aleluya!: Lilita, finalmente, lo hizo. La “denunciadora serial” (como alguna vez la llamó Cristina Fernández de Kirchner sólo para no nombrarla) está cada vez más complicada. Los ojos de toda la entente de Derecha se han vuelto hacia Carrió. Tanto que Mauricio Macri -que según ella misma, alguna vez le dijo “vos dedicate a denunciar que es para lo que servís”-, ahora estaría pensando que “sólo sirve para hacer cagadas”. Toda esta ropa sucia lavada lejos de casa y a cielo abierto es el peor condimento para este guiso de las elecciones 2023, cuando todo se cuece a fuego lento… Y muchos piensan que lo que hace Lilita es destapar la olla para que cualquier estrategia se pase de punto.
Buenos Aires, 10 de abril de 2023.
*Licenciado en Letras, escritor, periodista y analista político.