El presidente Alberto Fernández viajó a Lago Puelo para interiorizarse sobre la catástrofe sucedida con el fuego que arrasó miles de hectáreas, bosques y hogares. El presidente dijo, ante las preguntas de los periodistas, que el debate por la minería era un tema que sólo debían tratar los chubutenses. Rodolfo Yanzón sostiene que un debate tan candente como el de la mina en la Comarca Andina merecía otro tratamiento, porque que el estrago causado por el fuego va de la mano de las apetencias económicas de algunos, como los que propician la minería.
Por Rodolfo Yanzón*
(para La Tecl@ Eñe)
A partir de la operación montada por Clarín y La Nación sobre las expresiones nada inocentes de Beatriz Sarlo respecto de la vacuna contra el Covid, muchos simpatizantes del gobierno de Alberto Fernández recordaron aquel programa de Los Siete Locos en el que David Viñas vapuleó a todos los presentes, entre los que estaba Sarlo, que no aguantó y se fue del programa.
No es mi interés referirme a Sarlo o a la vacuna, sino recordar a uno de los intelectuales más lúcidos que dio la Argentina en el siglo XX, porque Viñas, además de haber dejado obras memorables y señeras tanto para la política como la literatura, fue un polemista de fuste, un orfebre de la palabra, un tipo que metía el dedo donde más molestaba para generar debate y promover el pensamiento crítico. Viñas no fue de nadie, sólo un hombre de izquierdas que jamás transó. Y lo cito porque en estos días muchos que apoyan al gobierno se solazan (quizás, incluso, por primera vez) con la arremetida que Viñas hizo contra los funcionarios presentes en ese programa en el que estaba Sarlo y donde Viñas, sobre todo, criticó sin miramientos a ese engendro de la Alianza entre radicales y freprasistas peronistas.
Hoy Viñas hubiera criticado al gobierno, no como La Nación o Clarín, desde luego, sino porque creía que la función principal de un intelectual era –y es- interpelar al poder, entre el que se halla el Estado. Viñas no daba concesiones y metía su lengua filosa en los lugares más apacibles. Por eso, creo que es un ejemplo a seguir. Debemos fomentar el pensamiento crítico y decir NO cuando es necesario, porque, como decía Viñas, todo pensamiento crítico comienza con un NO.
De Viñas paso a los incendios en la Patagonia. Alberto Fernández fue a Lago Puelo y se reunió con los intendentes de la Comarca Andina para interiorizarse de la catástrofe sucedida con el fuego que arrasó miles de hectáreas, bosques y hogares, dejando a un tendal de gente sin nada. El presidente sabía que iba a un lugar en el que hay un debate por demás acuciante, el de la minería, que, de aprobarse el proyecto del gobernador Arcioni –de quien no diré nada, salvo que es un aprendiz de pelafustán-, el agua de los ríos y los lagos tendrá poco futuro.
Aquí hago una pequeña digresión. A mi edad y habiendo trabajado de abogado en distintas áreas –sobre todo en los noventa en la Fiscalía de Investigaciones Administrativas-, puedo decir que ante cada proyecto de similar naturaleza el empresariado promete como intercambio los famosos espejitos de colores, trabajo para unos cientos durante unos pocos años, pero nadie cuenta el pasivo ambiental, el que queda después de la actividad económica dejando tierra yerma durante décadas. Recuerdo, entonces –y podríamos agregar tantos casos, como el de la Forestal y el quebracho colorado en la región chaqueña-, sólo algunos emprendimientos en áreas boscosas de la Patagonia para extraer madera que dejaron un páramo que padecerán generaciones a cambio de mendrugos, coimas mediante, inclusive.
Al ser preguntado por los periodistas en Lago Puelo, el presidente dijo que el debate por la minería era un tema que sólo debían tratar los chubutenses. ¿Realmente un tema de semejante importancia no es una cuestión que se deba debatir a nivel nacional? Por mi parte –y no sólo por mi parte- considero que hay, al menos, dos cuestiones que el gobierno nacional no puede estar prescindente, y son los derechos humanos y el ambiente. Dicho de otro modo, ante la posible violación de derechos esenciales en un territorio provincial, el gobierno debería intervenir. Pero Fernández fue a Chubut y, en medio de una fuerte pulseada -en la que los que se oponen a la mina piden agua para las huertas y los bosques, mientras que los que la apoyan pintan las montañas con un sí gigante y vergonzoso- se abstuvo de opinar, aunque dijo conocer en detalle cada una de las posiciones. No voy a meter en esta nota la agresión que sufrió la comitiva oficial, pero sí remarco que un debate tan candente como el de la mina en una zona tan rica como la Comarca Andina, cuyos habitantes tienen clara conciencia ambiental, merecía otro tratamiento. Porque a nadie se le puede escapar que el estrago causado por el fuego va de la mano de las apetencias económicas de algunos, como los que propician la minería.
Conozco profundamente la comarca andina. Allí tengo a parte de mi familia y a mi padre y otros seres queridos enterrados. El fuego causa daños permanentes, y una respuesta estatal inapropiada genera inevitablemente rechazos. El debate por la minería, al igual que el de la soja, es un debate que merecemos darnos. Es lógico que quienes gobiernan piensen en el dinero rápido de los commodities, pero también lo es –y con mucha más razón- que los pueblos piensen en su sobrevivencia, que va de la mano de un ambiente sano y no de la ganancia de los especuladores. Es un debate que poco a poco toma mayor empuje, pero que las fuerzas políticas en el manejo de tareas ejecutivas miran de soslayo.
Pensemos en Viñas, generemos pensamiento crítico, no seamos concesivos con el poder, sobre todo apoyando al gobierno de Alberto Fernández; exijámosle respetar el derecho de los pueblos, el respeto a los derechos humanos y a un ambiente sano. Eso, como punto de partida.
Buenos Aires. 16 de marzo de 2021.
*Abogado DD.HH