Las dos opciones partidarias que se presentan auguran un final entre un peronismo cualunque, amorfo y menemista, o un peronismo que sabe que su mejor programa de gobierno serán los días más felices con Perón y Evita, con Néstor y Cristina.
Por Jorge Giles*
(para La Tecl@ Eñe)
Crece y conmueve la resistencia social contra las políticas de crueldad y entrega nacional del gobierno de Milei.
Conmueven los jubilados y su lucha resistente, conmueven los estudiantes con sus clases públicas y llevando sus danzas a la estación de trenes, conmueven las voces que claman, que lloran, que denuncian sus dolores frente al movilero en las filas del bondi, conmueve el intento de suicidio del trabajador de la AFIP ante la inminencia de su desempleo, conmueven las miradas de tristeza infinita de los compatriotas en situación de calle, conmueve el pequeño empresario que cierra las puertas ante tanto desamparo, conmueve la jubilada en la farmacia que ya no puede comprar su medicamento.
Todo nos conmueve en este tiempo de mierda.
Esta Argentina conmovida es la que nos reclama dar un paso al frente para ponerle fin a tanta angustia y desolación colectiva. No alcanza con quedarse en la tribuna de la subsistencia observando cómo se descompone todo, sea en el gobierno libertario, o lo que es peor, en la propia sociedad.
La historia enseña que el saqueo de las clases dominantes no reconoce fecha de vencimiento; podrá avanzar en el degüello social lo que la propia sociedad se lo permita. Está en su génesis antihumana y antinacional saquear a cuatro manos nuestros bienes naturales empezando por saquear nuestras propias vidas.
¿Y entonces qué hacemos?
Es la hora de organizar y planificar las batallas populares que se vienen. “Padre deja ya de llorar que nos han declarado la guerra”, cantaba un poeta, pero así como veníamos no era posible anhelar batallas victoriosas que sean permanentes. Todas corrían el serio riesgo de volverse espasmos en medio del naufragio.
La suma de factores objetivos de las crisis recurrentes, por durísimas que estas fueran, no mostrarán jamás la puerta de salida; y si las muestran, siempre serán la “puerta 12”, esa donde nos agolpamos en un estadio colmado como una manada ciega, a tientas y a locas, y nos destrozamos entre nosotros mismos.
Si el volcán social aún no estalló es porque la crisis de hegemonía que nos clavó Milei en las costillas fue encontrando su tope en la acción solidaria de las organizaciones libres del pueblo, en los hombres y mujeres que abren un comedero en el club del barrio y en la casa de la vecina que cedió su casa para cocinar y servir al menos un plato de comida al día.
Y en este cruel escenario, es que nuevamente apareció Cristina, la perseguida, la gatillada dos veces en la cabeza, la demonizada, la que sabe de lealtades y deslealtades, la que perdió a su marido, la que no reclamó nada después de haberlo dado todo por su pueblo, y apareció para ofrecer su corazón y su claridad ante tanto desamparo.
Ella sabía que teníamos que pararnos sobre tierra firme para construir la etapa del recambio entre la luz del pueblo y la oscuridad que nos trajo el gobierno libertario. Sin dudar, creyendo que podía ofrecerse sólo para unir y para construir la barca necesaria donde entremos todos y todas, se le ocurrió pensar que el lugar del timón era el timón peronista y así lo propuso ante el movimiento.
No todos la entendieron y algunos, en lugar de agradecerle y sumarse a la reconstrucción nacional y popular, la cuestionaron sin más, la negaron o la ningunearon que para el caso es lo mismo. Alguien dijo una vez que “la neutralidad es el peso muerto de la historia” y vaya que tenía razón.
Por eso Cristina vuelve y proclama a los cuatro vientos que, por primera vez, estamos a un paso de reconstruir al peronismo como un movimiento liberador, hacia afuera y hacia adentro de su ancho cauce.
Las dos opciones partidarias que se presentan auguran un final a todo o nada, entre un peronismo cualunque, amorfo y menemista, o un peronismo que sabe que su mejor programa de gobierno serán los días más felices con Perón y Evita, con Néstor y Cristina.
No hay punto intermedio ni hay excusa que valga para no sumarse a la patriada cuando está en juego el destino de la patria. Todos saben que es así, aunque lo quieran negar.
El reduccionismo acomodaticio de alguna dirigencia no podrá frenar este desenlace, con Cristina al frente.
Ojalá lo entiendan y se sumen, ojalá comprendan que el liderazgo de un pueblo es una construcción cultural que madura muchos años hasta demostrarse tal y hay que respetarla y valorarla, siempre.
Aprendimos con Perón que, si el Partido es una herramienta, el Movimiento es el todo. La novedad, esta vez, será que a través del modelo de Partido que elijamos, el Movimiento elegirá su rumbo para el tiempo que viene.
El velo que permitió que Milei llegara al gobierno, está desmoronándose aceleradamente. Vivir el día a día sin parar la olla dignamente nos abrió los ojos nuevamente y la mirada vuelve a ser la del peronismo, y entonces se empiezan a dar las condiciones para recrear una voluntad colectiva permanente que nos mejore la vida.
El 17 de noviembre, Día del Militante, es eso lo que se decide: o seguimos retrocediendo con lo viejo o todos unidos con Cristina, venceremos.
Buenos Aires, 26 de octubre de 2024.
*Periodista y escritor.
1 Comment
Gracias !! Hacía falta decirlo así como usted lo dice.