Carlos Caramello sostiene en esta nota que dentro del ministerio ampliado del denominado por el presidente Alberto Fernández “gobierno de Científicos”, hay ministros que han logrado unir sus saberes con la praxis política y resolución de las problemáticas de sus áreas respectivas; pero otros aún no dan la talla en aquello de administrar y de gobernar.
Por Carlos Caramello*
(para La Tecl@ Eñe)
“Una síntesis vale por
diez análisis”.
Eugeni d’Ors
«Perón lo explicó bien: adelante hay que poner a los que hablan, en el medio a los que resisten y en las gradas a los que pegan, por las dudas… Pero nosotros hicimos todo mal, pusimos adelante a los que pegan y así nos fue”. La anécdota, palabras más, palabras menos y sin beneficio de moraleja, la escuché decenas de veces de boca de otros tantos dirigentes peronistas, casi siempre como introducción a alguna crítica hacia adentro del Movimiento. Uno de ellos, sin ir más lejos, Julio Bárbaro, que alguna vez dijo: “para Menem, lagartija, es caza mayor”, y mirá cómo él mismo terminó cazando lombrices.
En el peronismo (me ciño al Movimiento para que los politólogos de tubo de ensayo no me pasen a degüello), se reconocen, en principio, tres sujetos de la construcción política: los que “piensan” (los teóricos); los que “administran” (los técnicos) y los que conducen (que a la postre son los que gobiernan). Y han sido escasos los cuadros que han reunido las tres condiciones: Perón, uno de los grandes pensadores argentinos del siglo XX (aunque la academia gorila no pueda admitirlo) y de una capacidad de administración y gestión inigualables; Carrillo, que no sólo planeó y ejecutó la política sanitaria más exitosa de la Argentina sino que hasta diseñó los hospitales y los mandó a construir (algunos de ellos, ampliados y reestructurados, todavía siguen en pie), y más acá, Cristina Fernández de Kirchner, un cuadro teórico descomunal con un liderazgo envidiable y una ajustada tarea administrativa; Aníbal Fernández, admirado por los militantes por sus cualidades para la construcción teórica y el debate pero, además (y esto lo saben quienes han trabajado con él), un meticuloso administrador y un cuadro de gestión de excelencia; Axel Kicillof, a quien cuando era Ministro de Economía ninguneaban llamándolo técnico o cargándole el despectivo mote de burócrata marxista y luego, tanto en campaña como en estos meses al frente de la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires, se ha demostrado un cuadro político eficaz en todos los órdenes, además de peronista… No muchos más. Algunos, como Néstor, con un exquisito olfato para la construcción territorial a la vez que podía enmendarle la plana a su ministro de Economía (y si no, pregúntenle a Lavagna por qué renunció) pero sin énfasis en lo teórico. Y no mucho más.
Un Gobierno de Científicos
El de Alberto Fernández ha sido definido por él mismo como “un gobierno de Científicos”. La lectura apurada de esta enunciación habla a las claras de un gabinete integrado básicamente por “los que piensan”. La gran pregunta es: ¿son capaces, además, de administrar y de gobernar?
Algunos ministros del Gabinete Nacional han logrado sus saberes con la praxis política y resolución de las problemáticas de sus áreas respectivas: “El Pasante” Guzmán dejó a toda la orga de analistas económicos pataleando en el aire con los resultados que obtuvo en la negociación de la Deuda: teoría, práctica y resolución; síntesis perfecta. También Ginés y su equipo, con Carla Vizzotti a la cabeza, han mostrado toda su capacidad como sanitaristas y políticos. Y hay más, claro. Pero otros integrantes del gabinete ampliado todavía no dan la talla. Algunos actúan como comentaristas de la realidad, cuando sus áreas atraviesan verdaderos tembladerales. A otros se les queman los papeles y algunos parecen más abocados a la investigación de las macanas de Cambiemos que a la resolución de los conflictos actuales y hasta hay quien -por jugar a la politiquería (Perón dixit)- abandona sus obligaciones llevando al presidente a cometer alguna gafe casi imperdonable, por ejemplo la de su discurso del día de la Industria, cuando afirmó que por culpa de la oposición no se había aprobado una ley cuando, en realidad, esa ley sí se había aprobado…
El presidente Fernández, sin embargo, no parece sentirse incómodo por estas cuestiones. Al menos no lo demuestra en público y tampoco se ha filtrado en los medios ningún “berrinche” por las defecciones de Ministros y Secretarios de Estado. Como un profesor que muestra una filmina con datos erróneos, Alberto se disculpa y sigue adelante con su modelo de gobierno en pandemia que, todavía, tiene un excelente grado de adhesión según la última encuesta de la CELAG (Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica) que le otorga 68,6% de imagen positiva y un 65,5% de apoyo a la política implementada ante la disyuntiva Salud vs. Economía.
No obstante, frente a algunos yerros fundamentales en áreas sensibles (casi todas en manos de “científicos”), bueno es recordar que la teoría política sólo tiene sentido si es instrumento para la acción. Para la construcción de poder y, luego, su ejercicio. Para la producción de soluciones. Para transformar la realidad. Si no, es apenas alquimia, naderías, adorno intelectual.
La jactancia de los eunucos del Harén, que saben todo… pero no pueden.
Buenos Aires, 19 de septiembre de 2020.
*Licenciado en Letras, escritor y autor junto a Aníbal Fernández de los libros “Zonceras argentinas al sol” y “Zonceras argentinas y otras yerbas”, y “Los profetas del odio”. Su último libro editado es “Zonceras del Cambio, o delicias del medio pelo argentino”.