Chano Moreno Charpentier o un policía a la derecha – Por Mónika Arredondo

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Chano Moreno Charpentier o un policía a la derecha – Por Mónika Arredondo

La escritora y psicoanalista Mónika Arredondo sostiene en este artículo que el poder matar y el poder morir hacen a la definición de la tarea policíaca. La represión y la tortura acompañan esta definición. No hay lugar posible para el acompañamiento y la empatía que requiere la tarea en salud mental de parte de la fuerza policial.

Por Mónika Arredondo*

(para La Tecl@ Eñe)

 

Dedicado a mi padre Roberto Martin Arredondo que me enseño  de qué lado están los enemigos.

 

Mi padre me contaba que de chico jugaba a policías y ladrones y que a él le gustaba hacer de ladrón. Socialista o equivocado el viejo, pienso hoy. Lo que sí me viene a cuento, o ahora que Usted dice (vieja expresión uruguaya), a mi padre no le gustaban los uniformes, su liturgia y todo lo que implicaba elegir la carrera policial.

Volviendo al título, recuerdo algunos nombres que sin haber jugado a ese juego pagaron con sus vidas un encuentro con las fuerzas de seguridad. Hagamos memoria: Walter Bulacio, Santiago Maldonado, Agustín Olivera, Oscar Anedes, Roberto Argañaráz, Francisco Valentin Cruz y tantos otros de los cuales no poseemos sus nombres pero fueron víctimas del “gatillo fácil”.

En la misma semana en que Chano era “contenido emocionalmente” con una pistola calibre nueve milímetros para poder ser trasladado a un Centro de internación; en Entre Ríos una mujer trans moría luego de que seis policías para “contenerla “se subieron a su espalda” aplastándola.

Qué significa para la fuerza de seguridad el encuentro con un civil que está atravesando un episodio emocional extremo. Qué herramientas les han sido dadas para manejarse frente a estos episodios. Qué sabemos de la “familia policial”, cuales son los valores que la justifican en tanto institución que garantiza el equilibrio y orden social. Qué mística la sostiene cuando reprimen a jubilados, docentes, mujeres, estudiantes secundarios y a tantos que según ellos lesionan el tejido social.

La policía tiene un vínculo con la muerte que está en el origen mismo de su formación, su propia muerte y el “permiso social” de producirla a terceros. León Rozitchner en su libro “La cosa o la cruz, Cristianismo y Capitalismo” escribe… “Así como los pecadores usan mal la ley, que es buena, así los justos usan bien la muerte, que es mala. Los buenos mueren bien, aunque la muerte sea mala…”

O sea, hay un uso de la buena muerte sostenida en valores de justicia y Ley. Las “fuerzas del orden” utilizan la muerte para fortalecer y consolidar el lazo con los individuos que la componen, resaltando a su vez su heroísmo ante “los otros” los “no policías “; reivindicando de esta manera el valor de su trabajo y el riesgo que implica llevarlo adelante.

La religión y un atributo heroico del sacrificio personal son ejes fundamentales para soportar y mistificar la muerte:

“… Se hace lo que se hace por la sociedad con Dios como protector, sin esperar otra compensación que la satisfacción por el deber cumplido. Dar seguridad a la sociedad toda…” Sitio Oficial de la Policía Federal Argentina.

En la mística religiosa de su trabajo, en su mecánica se disciplina la conciencia del colectivo y se unifica el pensamiento en común. En la Federal no se reivindica la muerte como modo existencial de vida pero… ésta puede tener sentido cuando se defiende al corpus social y a la propiedad privada. Para la fuerza, la muerte es una sola; la del policía; las otras se desdibujan, se ocultan y se invisibilizan. Son tan solo: vagos, delincuentes, terroristas, locos, narcotraficantes, okupas, etc., los derechos se interrumpen en esta clasificación y como consecuencia el valor de sus vidas.

Detrás del discurso acerca de la inseguridad, nos encontramos con los prejuicios que estigmatizan ciertas conductas sociales y legitiman determinada forma de responder; ya sea un Chocobar o un Facundo Amendolara o la represión a pacientes en el año 2013, cuando la Metropolitana ingresó al Hospital Borda con topadoras y gases lacrimógenos.

En defensa de la vida se empuja a otros hacia la muerte. La sociedad debe ser curada y eso solo se puede realizar identificando y expulsando al sujeto impuro que la cuestiona y contamina. Es ingenuo y negacionista suponer que la policía en tanto institución pueda contener crisis emocionales, violencia familiar o escenas en las cuales el sujeto se desborda. No está en su naturaleza ni en su formación ni en la razón de su existencia. Un poco de historia. La policía argentina tiene como antecedente en  su origen allá por el año 1813 a Los Alcaldes de la Santa Hermandad que eran un grupo de terratenientes que tenían por objetivo “limpiar la calle de vagos, malentretenidos y también cuatreros que afectaran los intereses ganaderos”. Reprimían, clasificaban y encarcelaban en Hospicios, Casa de Encierro e Instituciones para Pobres, lo que definía una internación era la aptitud para el trabajo.

 

Los bebés "vendidos a precio de apartamento" en Argentina que buscan su identidad real décadas después (y no son hijos de desaparecidos por el régimen militar) - BBC News Mundo

 AFP/Getty Images. Copyright: 2005 AFP

 

En el año 1906 ocurre una segunda fundación y reorganización de la fuerza a cargo del coronel Ramón L. Falcón que tuvo por tarea capacitar y ordenar a la fuerza en código militar.

Según Manuel M. Fernández “…La militarización es una herramienta básica de control de la policía y consiste en una impregnación de las estructuras policiales con los valores, disciplina, simbología, burocracia y demás elementos característicos del ejército… Esta construcción necesariamente implica la posibilidad segura de un enfrentamiento; luchar contra las fuerzas del mal y un estado de alerta y combate.”

El ideal de policía de Ramón Falcón consistía en un ordenamiento vertical y jerarquizado en base a la disciplina y el control. Su enemigo era el anarquismo y su prioridad crear dependencias policiales para la persecución y clasificación de anarquistas para ser encarcelados o fusilados. El organismo social debía ser defendido, el delincuente curado o disciplinado y el enemigo político aniquilado.

“… Para el joven policía en formación la “vocación de servicio” es uno de sus blasones. Esta vocación de servicio en defensa del Orden La Ley, La Patria, Dios y La Familia , les exige sacrificios y una permanente vigilia contra aquellos que se opongan contra La Ley. Deberán brindar un noble servicio para que los hombres vivan en el orden, la seguridad y la paz social”. Revista interna Mundo Policial.

No interesa la razón por la cual se ingresa a la institución, importa la narrativa que se va consolidando sobre los que la integran y que supone en algunos casos saltar por encima de La Ley que dicen defender, y esto ocurre especialmente con gobiernos democráticos que garantizan derechos.

Su relato posee una fuerte apoyatura cultural que en algunos momentos de nuestra historia se vuelven muy visibles (Patricia Bullrich pasando revista vestida de fajina; Policías en acción en la TV; películas ad hoc, la presencia de un discurso comunicacional acerca de la inseguridad social. Los desfiles, recordatorios de mártires, las conmemoraciones y toda una liturgia policial)

Fray Mocho en su libro Memorias de un vigilante (1897) así lo  describe…

De paria a ciudadano.

“Fui soldado y me hice hombre con el 64 de línea adonde me destinaron como infractor a la Ley de enrolamiento, recorrí la república entera y llevando en mi kepi el número famoso, sentí abrirse mi espíritu a las grandes aspiraciones de vida. Allí en la filas, aprendí a leer y escribir, supe lo que era orden y limpieza, me enseñaron a respetar y a exigir que me respetaran y bajo el ojo vigilante de los jefes y oficiales se operó la transformación del gaucho bravío y montaraz…”

Para Michel Foucault… “La policía no será otra cosa que el instrumento por el cual se impedirá la aparición de ciertos desórdenes. El crecimiento ordenado y todas las funciones positivas quedarán a cargo de una serie de instituciones, aparatos y mecanismos y la eliminación del desorden será responsabilidad de la policía. En consecuencia, la policía no es justicia, se origina en el poder real como la justicia pero permanece separada de ella, no es su prolongación. Ella es un golpe de estado permanente; es el golpe de estado que va a actuar, que va a darse en nombre y en función de sus principios de racionalidad sin tener que amoldarse o modelarse según reglas de justicia establecidas en otra institución…”

Concluyendo: El poder matar y el poder morir hacen a la definición de la tarea policíaca. La represión y la tortura acompañan esta definición. Matar o morir por un bien superior, dar la vida o quitarla en defensa de la sociedad, eso es lo que define su esencia. No hay lugar posible para el acompañamiento y la empatía que requiere la tarea en salud mental de parte de la fuerza policial.

 

Buenos Aires, 21 de agosto de 2021.

*Psicoanalista, escritora.

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