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Carlos Gardel también violó la cuarentena – Por Jorge Boccanera

El poeta y periodista Jorge Boccanera rememora un hecho que abre preguntas en tiempos de pandemia, protocolos, fotos y pedidos de disculpas: El día en que Carlos Gardel rompió una cuarentena, originada por un brote de fiebre amarilla en Brasil.

Por Jorge Boccanera*

(para La Tecl@ Eñe)

 

Éramos pocos y parió la abuela. También el ídolo, el diez del tango, el que cada día canta mejor, Carlitos Gardel, violó la cuarentena.

Atravesamos tiempos con más incertidumbre que certezas, protocolos, primeras, segundas y terceras olas, vacunas que sí, vacunas que no, aplausos a trabajadores de la salud, repudio a trabajadores de la salud, calles vacías y calles pobladas, cuidado con barbijos y quema de barbijos, máscaras, vida en zoom, clases presenciales y clases virtuales, cuarentenas restrictas e irrestrictas, flexibilización, descontroles y mutaciones del virus. Años atiborrados de crónicas y ensayos sobre el tema pandemia. Van del estudio sesudo al texto de circunstancia, todo regado por un periodismo cada vez más trivial.

De modo profuso, el chiquitaje social informativo abarrota los medios de prensa quitándole espesor a los temas centrales de una tragedia que ha causado hasta hoy más de cuatro millones de muertos, y que va de la mano de la crisis social y económica, en paralelo a los resultados catastróficos en términos de medioambiente. Vale decir, todo aquello que nos desnuda tanto en nuestra fragilidad como en nuestra insensatez.

Justo ahora que el presidente Alberto Fernández sale a lamentarse por algo que “no debió haberse hecho” (la reunión sin protocolo en julio de 2020 en la Quinta de Olivos por el cumpleaños de Fabiola Yañez), y que se ventilan deslices varios de Mauricio Macri (habría violado la cuarentena al viajar a Miami a pesar de haber sido contacto estrecho de un legislador que dio positivo, y de nuevo en días recientes al romper el aislamiento en su domicilio), asoma Gardel entre el amplio anecdotario que va de un Horacio Rodríguez Larreta viajando a playas de Brasil a “desenchufarse” en medio de las labores de la vacunación, al  santiagueño “Don Ávila”, uno de los símbolos de la desaprensión nacional, contagiador serial que con síntomas del covid realizó una gira por numerosos asados en su provincia.  

 

Gardel, ¿una avivada?

Lo de Carlos Gardel se inscribe en el marco de sus salidas fuera del país debido a su progresiva carrera. El Zorzal Criollo realizó cinco viajes a España entre 1923 y 1932, alternando visitas a Francia para reencontrarse con su familia, cantando tanto en Madrid como en otras ciudades como Zaragoza, Valencia y Vitoria en el País Vasco, aunque su mayor anclaje lo tendría en Barcelona, urbe con gran tradición tanguera desde siempre. Viajes que pueden leerse en consonancia con sus logros en el lapso citado que se traducen en un gran número de presentaciones (las primeras junto a José Razzano), la popularidad que iban cobrando algunas piezas en su voz como “Mano a mano” y “Esta noche me emborracho”, y las decenas de temas grabados para el sello Odeón.

Gardel se abrió paso con su voz y su interpretación inigualables y Barcelona lo adoptó. No sólo ya era amigo de españoles ilustres –el poeta Rafael Alberti, la actriz Imperio Argentina, el torero Ignacio Sánchez Mejías, el futbolista José Samitier, otro “Mago” que figura aún hoy como el tercer goleador del Barça por detrás de Alcántara y Messi- sino que incorporó además a su repertorio tangos de autores españoles con los que se iba relacionando. En suma, ya cumplido su tercer viaje a Barcelona en 1927, Gardel está en un momento alto de su carrera.

Volvió a viajar a España en abril de 1929 cuando ya en Barcelona un semanario informaba: “Carlitos Gardel ha sido y continúa siendo, la primera figura de la canción popular americana… Nadie como él tan solicitado, tan escuchado y tan venerado por las multitudes de ambos continentes”. (1) De pronto lo impensado, en una actuación en un teatro de Madrid el 16 de mayo entonando “Esta noche me emborracho”, se quedó sin voz. Y si bien se trató de una afonía pasajera, la afección dejaría en el cantor el sabor agridulce de la duda sobre su futuro en los escenarios -se dice que hacia fines de ese año le practicaron en Buenos Aires “una misteriosa operación quirúrgica de la nariz” (2) por lo que suspendió temporalmente sus actuaciones.

Fue justamente durante ese viaje de regreso de España a bordo del transatlántico Conte Verde, que el cantor violó una cuarentena. Fue debido a un brote de fiebre amarilla en Brasil, que los barcos que llegaban de Europa debían permanecer una semana en Montevideo a modo de cuarentena, para luego dirigirse al puerto de Buenos Aires. Los historiadores señalan la gravedad de esta pandemia en el país vecino durante 1928 y 1929, subrayando un marcado retroceso en materia sanitaria, ya que atacó a Río de Janeiro por vez primera en veinte años dejando un saldo de más de cuatrocientos muertos.

Enterado el “Mago”, empezó a intranquilizarse (¿alguien podría imaginarse, en perspectiva futura, la imagen de un Gardel actual con tapabocas?), y al parecer en tono entre risueño y de advertencia trágica, habría deslizado a su entorno que antes que cumplir la norma prefería echarse al agua. 

Debido a su popularidad y un carácter afable que le proporcionaban cantidad de amigos, se chamuyó a “un conocido” sobre la posibilidad de una salida; un “arranyamento” (del napolitano “arranyar”: arreglo). A partir de allí “cooperaron” algunos integrantes de la tripulación; miraron para otro lado mientras otros realizaron ejercicios de distracción sobre quienes controlaban las puertas y escaleras de la embarcación. Faltaba resolver el último tramo, convencer a los marineros de la barcaza estacionada junto a cada barco en cuarentena, prevista para resolver urgencias. Cuando el “contacto” de Gardel les expuso el tema esos marineros respondieron: “¡Es Gardel…Por Carlitos, ¡Cualquier cosa!” (3). Así, un Zorzal-Houdini se deslizó en forma subrepticia al remolcador que lo transportó al puerto de Montevideo, donde un aliscafo lo depositaría luego en nuestro país.

En palabras del popular periodista uruguayo Diego Lucero (seudónimo del uruguayo Luis Sciutto), se cumplió así esa “faena de contrabando humano organizada para que El Morocho del Abasto pudiera llegar cuanto antes a su Buenos Aires querido, a pararse junto al buzón que entonces había en Corrientes y Esmeralda, con su gacho gris, con su pinta entradora, con su mirada de engrupe, estampa viva del hombre que allí ‘está solo y espera’”. (4) 

El hecho protagonizado por Gardel puede dar pie a varias lecturas: ¿una avivada del cantor?, ¿la aventura de un grupo de marineros anónimos que rescatan a su ídolo en un barco varado y lo devuelven al lugar que lo representa?, ¿Gardel había obrado de modo irresponsable? Seguramente el “Zorzal”, que mantuvo el secreto de cómo se había saltado la cuarentena para no poner al descubierto a quienes lo habían socorrido, estaba al tanto de la gravedad su falta. La fiebre amarilla había marcado a fuego la memoria de Buenos Aires en dos ocasiones: 1854 y 1871, con una estela trágica de 14 mil víctimas fatales, entre ellos numerosos trabajadores de la salud como el destacado doctor Adolfo Argerich y el médico y naturalista Francisco Javier Muñiz. Ese año fatídico también dejó imágenes imborrables: ese verdadero depósito de cadáveres que fue “el tren de la muerte” (que incluso transportó el cuerpo sin vida de uno de sus conductores) y la apertura en la ciudad de un nuevo cementerio.

 

CODA

Este texto podría leerse como una nota de color, una curiosidad más –y extemporánea- sobre el tema que nos concita. También podría dar lugar a preguntas, como la de inquirir sobre qué clase disculpa habría ensayado ese Gardel cultor de la amistad y hombre solidario, si en su momento se hubiera descubierto la trapisonda y le hubieran pedido que rindiese cuentas por un acto a todas luces irresponsable, que además del salvarse solo, distrajo por unas horas un remolcador que estaba junto al barco para socorrer a los pasajeros en casos de urgencia.  

Ese hombre que está solo y espera, como escribió Diego Lucero parafraseando al libro de Raúl Scalabrini Ortiz en su mitificación del porteño, es hoy toda una población de millones de argentinos y argentinas esperando, vale decir: perseverando, para minimizar los efectos de la pandemia. Con entender que esa espera implica una conducta, la de respetarnos y cuidarnos los unos a los otros, no solamente estaríamos dando varios pasos delante para contrarrestar los efectos del virus y sus mutaciones, sino avanzando en términos de comunidad. Lo que no es poco.

 

Referencias:

1-Barsky, Julián y Osvaldo, Gardel, la biografía, Taurus, Buenos Aires, 2004.

2-Ibid.

3-Lucero, Diego, revista La Maga, Buenos Aires, edición del 1/9/1975.

4-Ibid.

 

Llavallol, 16 de agosto de 2021.

*Poeta, escritor y periodista. En el 2020 se publicó su obra reunida Tráfico Estiba, por HD Ediciones.

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