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Baby Etchecopar, un síntoma del periodismo – Por Héctor O. Becerra

En esta nota Héctor Becerra afirma que el síntoma Etchecopar parece poner en evidencia que la comunicación y el periodismo no pueden seguir siendo un privilegio de los empresarios-periodistas y que los ciudadanos, aunque no sean periodistas profesionales deben participar del ejercicio de informar. Lo que el procedimiento de la fiscal Verónica Guagnino pone en evidencia es que si no se cumplen los deberes del periodista siempre quedará el recurso de apelar a la Justicia.

 Por Héctor O. Becerra*

(para La Tecl@ Eñe)

                               

Esto no es un éxito de las feministas. Es una especie de censura de prensa” –despotricó Baby Etchecopar al iniciar su programa de radio El Ángel del Mediodía, que va de lunes a viernes por Radio 10.

Con esas palabras el actor mediocre devenido periodista-empresario iniciaba su programa del miércoles 05 de junio para referirse al primero de los micros feministas que una fiscal le había sugerido realizar como condición para suspender las actuaciones en su contra. Verónica Guagnino, la jurista  de marras, le había iniciado una causa por discriminación y violencia de género por lo cual le había propuesto realizar una probation que consistía en tener como invitadas en su programa de radio a un grupo de especialistas de género cosa que Etchecopar aceptó.

Sin embargo, en el momento de llevar adelante el primero de los micros, teniendo como invitada a Diana Maffía, directora del Observatorio de Género para la Justicia de la Ciudad de Buenos Aires, el periodista objetó que se lo estaba sometiendo a una censura.

La información es un conjunto de datos que se transmiten como mensajes por medios escritos, radiofónicos, televisivos y ahora también a través de internet. Esa información busca  satisfacer los intereses comerciales y económicos de las empresas informativas y además intenta darle al público un bienestar social ya que toda información es un conocimiento que luego se podrá utilizar para ampliar el saber o eventualmente conseguir algún logro.

En septiembre de 2018 Etchecopar se había referido a las mujeres que se manifestaban como “mugrientas”, “atorrantas”, “roñosas sinvergüenzas”, “infradotadas”, etc. y en el momento de tener que empezar su programa cumpliendo con la probation declamaba haber sido censurado.

Dado el desparpajo, la arbitrariedad y la ignorancia de Etchecopar acerca de la instrumentación de la comunicación nos encontramos con la necesidad y la importancia de revisar la regulación del ejercicio del periodismo. El periodismo se desarrolla dentro de un marco legal donde se realizan todas las actividades. La Declaración Universal de los Derechos Humanos sostiene que todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; pero darle a la gente lo que se supone que demanda implica satisfacer el interés del público que se puede testear mediante los índices de audiencia.

De esa forma se auto justifica un discurso que consagra los criterios del mercado como los únicos válidos para la actividad periodística. Se trata en definitiva de la aplicación de la teoría neoliberal al entorno del periodismo, convirtiendo a los medios en un negocio más y sus contenidos en una mercancía como otra cualquiera.

Bajo el concepto de autorregulación periodística se agrupan toda una serie de mecanismos e instrumentos relacionados con la actividad de los medios que comparten el objetivo de tratar de garantizar que su actuación se ajuste a los valores y normas de esta actividad. Lo singular y distintivo de la autorregulación es que tanto su puesta en marcha, como su funcionamiento y su efectividad dependen de la libre iniciativa y el compromiso voluntario de los tres sujetos de la comunicación: los propietarios y directivos de las empresas de comunicación (tanto públicas como privadas), los periodistas que trabajan en esos medios y el público que los recibe.

La autorregulación supone así un importante desplazamiento del ajuste normativo del funcionamiento de los medios desde el Estado y/o el mercado hacia la sociedad civil en su conjunto y a la regulación ética que dicha sociedad podría llegar a producir al criticar determinados contenidos de los medios y a la posibilidad de darlos a conocer a través de su publicación.

Precisamente, por tratarse de una iniciativa de la sociedad civil, la autorregulación suele carecer de toda otra capacidad que no sea la de formar o educar la opinión pública. Esto para nuestra ciudadanía, tan acostumbrada a los autoritarismos de turno, algunas veces termina resultando poco efectivo. Si para muestra basta un botón reparemos en el caso que estamos desarrollando, donde su protagonista no da  una prueba de madurez, ni resulta capaz de asumir libremente responsabilidades y compromisos, más allá de sus intereses particulares.

La insuficiencia de la autorregulación periodística motoriza la intervención de oficio de Verónica Guagnino, fiscal de Cámara. La letrada percibe que el actor devenido periodista amparándose en la libertad de expresión y en la libertad de prensa avasalla el honor y la imagen de esas mujeres aludidas y así como la libertad de prensa aparece protegida por el art. 14 de la Constitución Nacional, la seguridad y la integridad de las personas están amparadas por el art. 1° de la Declaración Americana de los Deberes y Derechos del Hombre. Llegados a este punto debemos concluir con aquella frase remanida aunque no siempre entendida de que los derechos de uno terminan donde empiezan los del otro.

La idea de la fiscal de la causa es que los oyentes de Baby Etchecopar pudieran escuchar otras voces y otras explicaciones distintas de las que están acostumbrados, contribuyendo no sólo al interés del conductor; sino y fundamentalmente al bien social. La idea de cederles un espacio de diez minutos por programa es para que las especialistas en temas de género aborden los contenidos inherentes a la violencia y discriminación de las mujeres, profundizando y amplificando los canales de comunicación.

La queja que Baby Etchecopar emite al aire acerca de que lo están censurando resulta verdaderamente desopilante y da cuenta de ser un advenedizo en el terreno del periodismo ya que llega a él no por haberse capacitado; sino por ser el productor de sus propios programas. En su caso puntual  no puede hablarse de censura cuando él negoció las condiciones y prestó conformidad a la probation.

El síntoma Etchecopar parece poner en evidencia que la comunicación y el periodismo no pueden seguir siendo un privilegio de los empresarios-periodistas. Los ciudadanos, aunque no sean periodistas profesionales deben participar del ejercicio de informar. Lo que el procedimiento de la fiscal pone en evidencia es que si no se cumplen los deberes del periodista siempre quedará el recurso de apelar a la Justicia.

 

Buenos Aires, 8 de junio de 2019

*Psicoanalista y escritor. Su último libro publicado es La maravilla de estar comunicado.

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