Exceso de Cinismo
Las violencias se reproducen geométricamente. Las políticas públicas son escasas. La voluntad de quienes tienen poder de decisión sigue ausente. ¿Puede la sociedad asombrase ante los hechos de abuso sexual y violencia física y psíquica en jóvenes y niños?
Por Jorge Garaventa*
(para La Tecl@ Eñe)
Y de pronto estalló el escándalo. Los medios masivos descubren que las escuelas de fútbol, lejos de ser semilleros de deportistas saludables, son surtidores de la trata de personas, nombre elegante con el que se encuadran distintos delitos, entre ellos el de corromper adolescentes ilusionados para ponerlos en situación de prostitución.
En paralelo, un video filmado por una niñera muestra a una madre golpeando salvajemente a su hijo pequeño mientras lo insulta sin filtro alguno.
En el primer caso la noticia se hace tapa, centro de los noticieros y comidilla de los programas de chismes pero los niños y adolescentes abusados vuelven a las tinieblas que transitaban hasta ese momento porque ahora lo importante es saber quiénes son los personajes de la farándula que los consumían como objetos, por estas cuestiones del chisme perverso, y lejos de la Justicia.
El video del maltrato a la niña se viralizó y tuvo el destino esperado. Despertó el horror social y el repudio, y escondió el placer que esa imagen dispara también al que mira.
Los medios masivos insisten en mostrar monstruos que abusan y golpean a niños, niñas y adolescentes.
Seguimos fabricando la bestia porque tranquiliza y desculpabiliza. Es la mejor forma de que la sociedad no se haga cargo de que sigue produciendo este tipo de subjetividades perversas.
El cinismo social ha erradicado de las confesiones impúdicas el paradigma de que la letra con sangre entra pero ello no ha redundado en el cese de la vigencia de la “educación golpeadora”, sino que se lo ha trasladado puertas adentro. No es novedad para nadie que niños y niñas son criados a los golpes en muchos hogares, y que ese aprendizaje y esa educación, previa a la formal, está muy relacionado con la violencia social que tanto nos escandaliza y acerca de la cual reclamamos mano dura u otras intervenciones que, lejos de ser la solución, son precisamente las causas de los males que nos aquejan a diario.
Hasta aquí sobre los padeceres de esa niña que, bien sabemos, retratan una cotidianeidad contigua.
Lo primero que salta a la vista cuando asoma la develación acerca de lo ocurrido en el Club Atlético Independiente de Avellaneda, es algo que venimos denunciando hace demasiado tiempo, que detrás de los abusos sexuales múltiples contra niñas. Niños y adolescentes, operan redes de pedofilia, pornografía infantil y trata.
Jueces y Fiscales suelen hacer esfuerzos muy importantes para obviar detalles que los niños y niñas incluyen en sus desvalorizadas exposiciones testimoniales, detalles estos que no pasarían desapercibidos si fuera que de otro tipo de delito se estuviera hablando.
Las personas que sufrieron abusos sexuales son siempre sospechosos de fantasear, de haber generado el hecho que padecieron, o en el mejor de los casos, incurrir en conductas de riesgo.
El ex Juez Carlos Rozanski en un ya clásico trabajo sobre abuso sexual a la niñez reflexiona sobre usos y costumbres en la recepción de denuncias criminales. Cuando se denuncia un robo, a nadie se le ocurriría plantearle a la víctima, en el caso de una billetera, por ejemplo, si la ostentaba impúdicamente o si dejaba ver los billetes que ella contenía. Se da por sentado que un bien privado es un bien privado, y que más allá de la conducta del damnificado, nadie tiene derecho a avanzar sobre el mismo.
Tampoco se pericia a quien denuncia un robo o un asesinato. Sencillamente se le da un status de veracidad a comprobar, o no, en una investigación que a partir de ese momento se encara.
Cuando un niño o una niña develan abuso sexual por parte de un adulto, lejos de cesar la pesadilla comienza un tránsito por sede tribunalicia donde su palabra es puesta en duda todo el tiempo. La Justicia, ese brazo de la sociedad tan íntimo, a veces, de la impunidad posa su mirada en otros relatos.
No podemos extrañarnos de este mirar para otro lado del grueso social porque de lo contrario también nosotros estaríamos encarnando aquel cinismo que nos proponemos denunciar.
Porque lo que haya que revisar es nuestro mito de que la sociedad efectivamente mira para otro lado. ¿Por qué no pensar que algo de lo que se ve, despierta el goce y que ese goce es precisamente un componente de la perversión colectiva? Estaríamos hablando de un más allá de lo que plantea Freud en el sentido del alivio que genera no ser la víctima, sino que se trata de una doble implicancia. Se porta también el placer de identificación con el victimario.
Este mecanismo tiene un parentesco identitario con el de la reacción social ante los excluidos en situación de calle que tienen quienes ilusoriamente son apenas más bendecidos por la situación económica. Sin advertir que están en el mismo plano inclinado que lleva a todos por la misma pendiente del desclase, lejos de solidarizarse, portan el discurso del amo privilegiado. No es la inequidad del reparto de la riqueza sino la holgazanería lo que genera tamañas marginaciones
Quienes descansan en la meseta de la bonanza, aquellos de situación socio económica privilegiada, necesitan para su subsistencia que los deslizados del sistema sean cada vez más y de conciencia escasa.
Mientras tanto es el patético espectáculo de habitantes de la pobreza disfrutando la riqueza de los otros a través de la generosidad gráfica de la revista Caras, o el enlace amoroso y mediático de algún príncipe inglés, que llega al hogar de todos, (los que lo tienen), apenas con un clic.
Por eso es apenas un dato más que el mundo del fútbol sea en paralelo el más popular de los deportes y a su vez uno de los bolsones más inquietantes de corrupción y matonismo y vemos ahora, también uno de los vínculos privilegiados de las redes de trata.
La operación con niños y adolescentes que quedo a la vista en el club Independiente no fue azarosa ni única. Tampoco la población que se eligió para corromper.
El fútbol profesional, sobre todo los clubes grandes son un grupo de referencia, el paraíso soñado por muchos jóvenes del interior del país, con habilidades para la gambeta y que ven en esa proyección la única posibilidad de protagonizar algo de su vida y tal vez el único recurso de promoción social para los menos favorecidos económicamente.
Entrenadores ávidos de encontrar otros Messi o Maradona recorren el país y van reclutando un semillero que, recursivamente, una vez instalados en la villa que los alberga quedan a merced de lo que sus pies logren y los dirigentes vean y decidan.
Ese camino los convierte rápidamente en altamente vulnerables ante los tratantes que se mueven en las redes de pedofilia y pornografía y que suelen enquistarse en los ámbitos deportivos y en cualquier otro en el que se congreguen jóvenes e ilusiones.
El abuso de que hablamos despertó además un doble discurso, el políticamente correcto, y el vergonzante, aquel que se despliega puertas adentro.
Los niños y jóvenes fueron abusados y no pocos de ellos corrompidos, asumiendo como propia las conductas de los perpetradores. No se trata de detalles innecesarios sino que permite entender los posicionamientos sociales ante su victimización.
Se pone en duda la calidad de víctimas de estos niños abusados entendiendo que si tuvieron una posición activa no hay tal delito. Como si la corrupción no hiciera estragos!!!
El discurso responde a un estereotipo social que pone el acento en la glorificación de la virilidad.
No vamos a decir ninguna novedad. La madre de la niña golpeada puede ser privada de los derechos sobre su hija y del ejercicio de su función. Los responsables de la trata en la red con epicentro en Independiente pueden ser castigados.
Aunque difícilmente a muchos preocupe el destino próximo tanto de la niña como de los niños y jóvenes, probablemente se ha logrado frenar dos casos de violencia y abuso. No es poco si uno se detiene en el padecimiento. Pero estas violencias se reproducen geométricamente. Las políticas públicas son escasas. La voluntad de quienes tienen poder de decisión sigue ausente. La educación sexual con perspectiva de género desde las primeras instancias institucionales parece tan lejana como utópica.
Podríamos preguntarnos ¿hasta cuándo? Y tratar de no amedrentarnos ante el lamento desanimado y cómplice: Siempre pasó. Seguirá pasando.
Mientras tanto nos lamentamos por tanta violencia social, por el crecimiento de la delincuencia y la inseguridad, la violencia en las escuelas, los femicidios… como si nada tuviera que ver con nada.
Buenos Aires, 30 de mayo de 2018
*Psicólogo