En este texto Rocco Carbone sostiene que el poder mafioso tiene la capacidad de transformar las solicitudes que recibe en decisiones y acciones, sobre todo en un mundo sometido al ansia clic de la inmediatez. Desde Chile, en 2019, el experimento teratológico de gobierno convocó las fuerzas del mal para preparar el “Pacto de Acassuso”.
Por Rocco Carbone*
(para La Tecl@ Eñe)
Emboscada y complot
La especialización del mafioso típico-ideal reside en la capacidad de ejercer la violencia. Esa competencia tiende a ser estereotipada en las películas de mafia, en las que el boss suele aparecer rodeado de guardaespaldas macizos y crueles con inclinación a la metralleta y al homicidio. Ese estereotipo refleja una veta destacable, que concierne al modelo de la violencia mafiosa. Este se explicita menos a través del duelo -una modalidad clasista señorial de violencia- que de la emboscada, deudora de la sorpresa y el ocultamiento. La emboscada hace al corazón del poder mafioso, que es el secreto. Éste está en el núcleo más íntimo de ese poder. La emboscada hace también a la cobardía de los mafiosos. Estos tienden a eludir los “problemas que no se sienten capaces de resolver. Podemos detectar su cobardía tanto en su forma de enfrentarse a la vida como en los crímenes que cometen. Ellos se esconden en la oscuridad y en lugares aislados; toman a sus víctimas por sorpresa y desenfundan sus armas antes de que estas puedan defenderse. […] El crimen es una cobarde imitación del heroísmo. Luchan por un objetivo ficticio de superioridad personal y les gusta creerse héroes, pero es una visión distorsionada de la vida, una falta de sentido cívico. Sabemos que son cobardes, y si ellos supieran que lo sabemos, sufrirían un duro golpe” (A. Adler, Cosa la vita dovrebbe significare per voi, 1976).
La emboscada es secreta por naturaleza e implica el despliegue de un doble poder por la paciencia y la impaciencia que supone: “Uno se esconde o se camufla en el ambiente que está alrededor, permanece inmóvil para no ser descubierto. La criatura emboscada desaparece por completo, se envuelve en el secreto como una nueva piel y permanece en su refugio durante mucho tiempo. En tales circunstancias, revela una singular mezcla de paciencia e impaciencia: cuanto más dura la emboscada, más se intensifica la esperanza de un logro relámpago; pero para que finalmente se consiga algo, la paciencia debe crecer ilimitadamente. Si la paciencia cesara un instante antes la emboscada sería en vano y, decepcionada, habría que volver a empezar” (E. Canetti, Massa e potere,1981).
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En las elecciones generales del 22 de octubre, La Libertad Avanza sacó casi treinta puntos porcentuales y Unión por la Patria, casi treintaisiete. En la segunda vuelta del 19 de noviembre, la fórmula Javier Milei y Victoria Villarruel compitió contra la boleta oficialista integrada por Sergio Massa y Agustín Rossi. El resultado respectivo fue de 55.65 % contra 44.35 %. Este resultado se logró porque Patricia Bullrich -actual ministro de Seguridad del gobierno libertariano- en las elecciones generales sacó 23.81% y quedó fuera de la carrera hacia la presidencia. En función de este resultado Javier Milei y Mauricio Macri entramaron el “Pacto de Acassuso”: “Fue durante una cena secreta, más parecida a una emboscada para algunos dirigentes del macrismo puro. Allí estuvieron Milei, Cristian Ritondo -jefe de la bancada del PRO en Diputados- y Patricia Bullrich, a la que Macri anunció así: ‘Acá llegó la montonera’. Javier, en un intento de ser gracioso, agregó: ‘La tirabombas’. Bullrich no se rio de ninguna de las dos bromas” (V. De Masi, Karina, 2024). Hipótesis: Acassuso fue el momento de síntesis de un teatro de operaciones, escenificación pactada entre Macri y Milei desde al menos 2019 para empalmar el 29.99% del “libertario” con el 23.81% de la “montonera”. Quienes se presentaron públicamente como adversarios no lo eran realmente. Armaron una emboscada, con el propósito de secuestrar a la sociedad con el experimento teratológico que actualmente gobierna la Argentina. Esta conjetura se sostiene sobre una fibra argumental que integra la tradición de la gran filosofía política revolucionaria: que un complot o una emboscada triunfante encuentran siempre modos de legalizarse.
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El mafioso es (homólogo de) una fiera. En su vertiente arqueológica (rural), uno de los delitos clásicos de las organizaciones mafiosas italianas era el robo de ganado. Éste constituía “la industria criminal tradicional en los feudos y latifundios, y siempre se ha mostrado tetrágona de los esfuerzos de prevención y represión” (G. Alongi, La mafia. Fattori, manifestazioni, rimedi, 1904). Para desplegar la violencia las esferas operativas del poder mafioso precisan conocimientos específicos. La economía es una dimensión del comportamiento social de la cual las mafias no pueden prescindir. La estatalidad, otra. Los clanes italianos se extendieron inicialmente desarrollando un comportamiento predatorio sobre los latifundios del sur de Italia. Se modernizaron luego a través de modos empresariales vinculados sobre todo con la obra pública, actividad que mantuvieron en paralelo con otras modalidades económicas ilegales. En cuanto a la etapa modernizadora, es válida tanto para Italia como para los países y los Estados de destino de los flujos migratorios italianos, integrados molecularmente por estructuras mafiosas. Finalmente, con las nuevas oportunidades habilitadas por los mercados globales las famiglie tendieron a transformarse en grandes colectoras de riquezas especulativas, de tipo ilegal-legal. En este paradigma entra cómodamente la criptoestafa de $Libra.
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El viernes 14 de febrero el presidente Milei, cúspide del poder público, promovió una actividad privada desde el corazón de la estatalidad. Desde su twitter promovió una criptomoneda, la Libra. Se ubicó en el centro de una estafa piramidal porque recomendó invertir en una shitcoin que en un puñado de horas se valorizó, luego se desplomó, bajó su liquidez y se esfumó. En un arco de tiempo acotado esta operación configuró un panorama brutal: “el 86% de los operadores que compraron en LIBRA perdieron dinero, con perjuicios totales que alcanzaron los 251 millones de dólares, según la empresa de análisis de blockchain Nansen. Unos pocos afortunados se embolsaron 180 millones de dólares” (N. Bambysheva, “Argentina’s $4.6 Billion Crypto Scandal; Largest-Ever Crypto Theft”, www.forbes.com/sites/digital-assets/2025/02/24/argentinas-46-billion-crypto-scandal-largest-ever-crypto-theft/, 24/2/2025). O sea, fuga de capitales. En esa estafa vibra la racionalidad mafiosa, organizada alrededor de dos dimensiones: los actos corruptivos y colusivos. La corrupción es un abuso de poder de parte de un funcionario público que transgrede las reglas de la transparencia. Como práctica de la máquina política, la corrupción implica violar los códigos morales. Se activa cuando las normas son inadecuadas y cuando los comportamientos legítimos resultan ineficaces. La función central de la corrupción es reafirmar vínculos entre los sujetos diseminados que se ubican alrededor de la figura de poder. Su propósito implica racionalizar (ordenar, orientar) las relaciones entre intereses públicos y privados. Cuando decimos “corrupción” nombramos el mal uso que un funcionario hace de su autoridad y se alude al beneficio personal contrario a la ley y a los principios morales. La colusión, en cambio, es el entendimiento secreto entre dos o más sujetos para conseguir una finalidad ilícita o acordar una línea de acción común en contra de terceros. En la criptoestafa vibran ambas componentes: el presidente abusó de su autoridad, promovió un negocio privado que implicó una gran fuga de capitales y parece haber participado de un acuerdo secreto con un puñado de actores para acordar una línea de acción en contra de terceros: 44000 afectados. Funcionamiento calcado del poder mafioso.
El blanqueo económico -un modo de proteger la identidad de la famiglia y la procedencia de sus capitales- necesita un buffet jurídico que abra una cuenta bancaria bajo mandato. Éste firma los documentos de apertura de la cuenta a su nombre, indicando al banco que actúa en representación de un cliente que aparece con el nombre de fantasía de una sociedad anónima. La sociedad pondrá a un administrador de fortunas, que deposita en la cuenta el capital a ser blanqueado, proveniente de miles de vidas violentadas. Esas operaciones suelen desplegarse en países que cuentan con el beneficio del secreto bancario, o en cuevas fiscales con apariencia de países respetables con soberanía nacional garantizada o de países dirigidos por gobiernos reaccionarios que habilitan aparatos legales del tipo “apto blanqueo”. En la Argentina este procedimiento se llama Régimen de regularización de activos, cuyo propósito es regularizar bienes y activos no declarados a través del pago de una módica colaboración al Estado nacional llamada eufemísticamente “impuesto especial de regularización”.
Acassuso
La experiencia actual de gobierno tuvo un momento de preparación de un poder con lógica mafiosa que sembró y cultivó el terreno para la expansión del poder del fascismo sigiloso. Por esto mismo, Leonardo Sciascia sugería que “el fascismo ya es mafia”. Esto es: una fuerza contiene a la otra, ambas se empalman y son reversibles, puesto que se trata de expresiones del impulso de quienes quieren permanecer a toda costa en el poder. Sobre el cimiento conceptual del poder mafioso, Javier Milei formuló sus apreciaciones desde Chile -en el programa de televisión Vía Pública- el 18 de diciembre de 2019: “Si yo tuviera que elegir entre el Estado y la mafia, me quedo con la mafia, porque la mafia tiene códigos, la mafia cumple, la mafia no miente y, sobre todas las cosas, la mafia compite”[1]. Ese pasaje, que podría interpretarse como folclórico, en verdad implicó una interpelación, un llamado y una solicitud que el poder mafioso leyó como tal y a partir del cual actuó. Este poder tiene la capacidad de transformar las solicitudes en decisiones y acciones, cuyos efectos recaen en el ambiente político, social y económico y sobre la base de esas decisiones renueva su propia legitimidad. El gobierno de La Libertad Avanza ha relegitimado el poder macrista. En este sentido es posible conjeturar que el “Pacto de Acassuso” se remonta menos a 2023 que a 2019. Se ponen en relación con el poder mafioso tres dimensiones: política, económica y social. En cada una de ellas operan actores para quienes la colaboración (la connivencia) con el poder mafioso permite adquirir una posición privilegiada dentro de su ámbito de desempeño; pero más generalmente, cuya “visión del mundo” coincide con la de la mafiosidad. Imaginemos: en un pequeño pueblo, una anciana tiene una dificultad irresoluble con una vecina cuya mascota hace sus necesidades en su puerta. Ni el poder político ni el represivo pueden/quieren intervenir. La anciana solicita entonces la intervención del capobastone del lugar, que sin dilación toma una decisión y lleva a cabo una acción: interviene en el asunto y resuelve. Su poder, entonces, se relegitima y la anciana, sin ser mafiosa -o sí-, adquiere una posición privilegiada ante lxs vecinxs porque su “visión del mundo” se solapa con la del boss. Estamos gobernados por poderes sucedáneos. Peculiaridad identificada con pertinencia por “La hora de los jueces”, carta abierta de Alberto Binder y Julián Alfie: “En los últimos meses, hemos asistido a una sucesión de hechos que muestran una ya muy peligrosa tendencia de las autoridades públicas a sobrepasar límites elementales de la vida institucional que son definitorios de la vida republicana y el Estado de Derecho. Es como si se hubiera decidido que el país debe ser gobernado desde las relaciones de facto, que suelen esconder un Infra-Estado mafioso, que se gobierna desde relaciones ocultas y opacas”. (https://inecip.org/prensa/comunicados/la-hora-de-los-jueces/)
Buenos Aires, 6 de marzo de 2025.
*Filósofo y analista político. CONICET.