Diego Sztulwark sostiene en este artículo que el análisis electoral sin cifras es impracticable al tiempo que afirma que es necesario preguntarse sobre el tipo de vínculo que tenemos con las posiciones que adoptamos – el tránsito del número al problema – para no incurrir en la redundancia, como análisis político, de lo que antes pusieron a circular los operadores comunicacionales y políticos. El avance del fascismo y la legitimación del “terrorismo blanco”; la deuda y la idea de golpe, y el rol de la izquierda representada por el FIT, son los tópicos que Sztulwark desarrolla en esta nota.
Por Diego Sztulwark*
(para La Tecl@ Eñe)
00. Redundancia. El análisis electoral sin cifras y porcentajes es impracticable, aún si nos queda la sensación de que los diversos modos de leer los datos no alcanzan para abrir eso que la política llama «la escucha». Por sí misma, la interpretación cuantitativa suele repetir en el grupo amigo lo que antes pusieron a circular los operadores comunicacionales y políticos: la lectura política como redundancia. Por eso es tan interesante el tránsito del número al problema, del guarismo a la pregunta, de la estadística a la investigación sobre el tipo de vínculo que tenemos con las posiciones que adoptamos. No solo el voto, sino lo que lleva a él. No solo lo que afirmamos políticamente, sino el tipo de política que ponemos en juego en los modos de afirmar. Sin recoger esta compleja trama narrativa la cantidad ordena sin escucha.
01. Terrorismo blanco. La llamada ultra derecha no se reduce al 3% de los votos a que escala el voto a los llamados “libertarios”. Algo más reaccionario (profundo, arcaico y fascista) recorre el país haciendo asociaciones del tipo mapuche igual a terrorismo. La paranoia es tal que se llevan la mano al arma en cuestión de segundos. La obsesión tiñe el campo social. Para comprender lo que está en juego alcanza con sustituir el nombre “mapuche” por el de “palestino”: todo tratamiento reaccionario de poblaciones neofascistas comienza por ser hábito del lenguaje. ¿No es este otro nuevo momento adecuado, por tanto, para recordar que el terrorismo en la Argentina fue, es y será terrorismo de Estado? Podemos presentir, entonces, lo que este modo del verbo prepara. Santiago Maldonado y Rafael Nahuel son tragedia y alarma. Por el contrario, podemos asociar “mapuche” a “plurinacionalidad”, lo que nos ayudaría a revisar esa cosa roquista que bajo el nombre Estado Nación subordina la tierra de modo directo e infame al mercado global. ¿Se objeta que la lucha de ciertas comunidades mapuches es violenta? Pero ¿hasta dónde se pretende llegar con esa caricatural aprehensión pro-represiva? No es terrorista una nación en resistencia, que pelea por la tierra, y que peleando por ella crea una nueva perspectiva sobre esta tierra sobre la que nuestra vida se prolonga: no valor-capital, sino premisa material de la vida agobiada, acosada, agredida por un cierto modo civilizatorio. Una nación condenada a la traducción no hace terrorismo sino pluralidad. Una nación que renace a partir de prácticas de descolonización no crea violencia sino que la desactiva. Una nación que como la mapuche encabeza hoy en Chile un movimiento democrático que busca sacudirse los restos constitucionales del pinochetismo, no es terrorismo sino multiplicidad. Una nación que buscando su territorio choca con la economía concentrada, trasnacionalizada, es por naturaleza antiterrorista. Se prepara una acción represiva (terrorismo legal, blanco, propietario): es preciso desarmarla por todos los medios posibles.
02. Implicancias. En ocasiones votar puede ser un acto político. En otras, se vota como se pagan impuestos o se respetan los semáforos, es decir, como implícitos de la vida colectiva. ¿Será que un acto se vuelve político cuando se carga de implicancias y sentidos, y que deja de serlo apenas se vacía de ellas? Votar en las PASO de 2019 fue un acto político en la medida en que permitió constituir una acción defensiva eficaz de rechazo al programa del macrismo, pero no ocurrió lo mismo con las recientes PASO de 2021. Sin la pandemia no se explica, pero con la pandemia no alcanza para comprender tan veloz despolitización. Falta agregar esa dosis de trivialidad que contribuyó a disolver aquel mínimo político obtenido por votantes kirchneristas, peronistas y/o de la izquierda contra el programa del macrismo del 2019. Al calor de la crisis, el propio sistema político ha perdido en estos años parte de su eficacia conductora, porque no alcanza a procesar tanto malestar y empobrecimiento. Con lo cual se impone una pregunta que va más allá de las recientes elecciones (¿ir a votar?, ¿votar por quién?): ¿cómo recuperar ese mínimo político defensivo ante lo que se nos vino encima?
03. La deuda y el golpe. El entusiasmo que exibieron los principales dirigentes del Frente de Todos la nohe del 14 se explica de un modo no tan diferente al que experimentaron los líderes de Juntos por el Cambio al recibir los resultados de septiembre. Si a estos últimos les volvió el alma al cuerpo al enterare que podían recuperar en sólo dos años un cierto poder de veto sobre el Frente de Todos, el alivio de la militancia cristinista consiste en haber eludido el escenario catastrófico que se hubiera activado con toda probabilidad si no se hubiera manifestado una recuperación, sobre todo en ciertos distritios claves del conurbano (claves por densidad poblacional, pero también por la densidad de una extensa y precarizada clase trabajadora, y también porque anida allí una fuerza plebeya cuya reacción al descontento -como se hizo explicito hace dos décadas- es capaz de hacer volar por los aires la tarea de conservar el sistema político). Festejos y estados de ánimo, sin embargo, duran cada vez menos, sobre todo porque en ningún caso logran taducirse en lienas de avance concretas con relación al problema de la deuda, que es, en realidad, el problema de la soberanía. Cuando a fines del año 2017 el presidente Macri se mostró impotente para avanzar con su programa de reformas, se produjo una falta ostensible de apoyo de los dueños de los flujos de inversión de capital que terminó en el acuerdo con el Fondo que hoy es monotema. El problema del peronismo de Cristina, entonces, se plantea en los siguientes términos: ¿cómo se conserva el imaginario según el cual la figura de la jefa es garante de un cierto límite a la voracidad del capital en un contexto en el cual la movilización popular no se presenta como contrapoder eficaz a las exigencias del Fondo? Sin el 2001 -o al menos el 2019- atrás, el progresismo político podría llevar al extremo la rerpesentación de ese triste papel que León Rozitchner atribuía a aquellos que sueñan con hacer política sin fuerzas reales que los sostengan.
05. Izquierda sin sujeto. Y hablando de Rozitchner, hay izquierda. No sólo la que está dentro del kirchnerismo. La tercera fuerza electoral del país, el FIT, duplica a la ascendente ultraderecha. Como decíamos al inicio, lo que los números no muestran es el tipo de vinculo o de compromiso que el votante tiene con aquello que vota. De la impresionante elección en Jujuy al elevado caudal de votos en el conurbano, la izquierda de bandera roja es un sugerente síntoma de una tranformación en curso: allí donde el peronismo retrocede en su capacidad de presentarse como defensor de salarios e ingresos -barrios, gremios-, hay núcleos militantes dispuestos a construir una alternativa de organización popular. A la vista de lo que esa fuerza ha votado en el Congreso, da la impresión de que tarde o temprano esa izquierda deberá advertir que por mas que el peronismo sea su aguerrido competidor histórico, y por momentos su enemigo más inmediato, será preciso poner fecha y hora para el encuentro de una más amplia convergencia de las más amplias resistencias a los dispositivos mismos del orden bélico del llamado neoliberalismo.
06. Pandemia. Hubo una pandemia catastrófica. Quienes hechan culpas o desestiman lo sucedido incurren en negacionismo. Casi no hace falta decirlo, de tan presente que lo tenemos. Dolor, miedo, destrucción; imposible desestimar semejante conmoción. La pandemia alteró tiempos y velocidades. Aceleró la instalación de dinámicas telecapitalistas y elevó la cantidad de población que sobrevivie a la intemperie a niveles incompatibles con cualquier discurso democrático. Aumentó la opacidad, aturdió los sentidos y destruyó los ánimos. La Pandemia, como parte de la crisis, demanda, por tanto, disposiciones particulares. No hay ofensiva sensible en torno al mundo de la vida sin una nueva concepción de la economía y de la política. Y esa concepción no está en la agenda del poder.
Buenos Aires, 16 de noviembre de 2021.
*Investigador y escritor. Estudió Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires. Es docente y coordina grupos de estudio sobre filosofía y política.