El sociólogo y analista político Artemio López sostiene en esta nota que insistir en la implementación de recetas ortodoxas como la meta de déficit cero, implica un camino directo hacia el fracaso del Frente de Todos, porque su contrato electoral supone mejorar las condiciones de vida de la población en general, y porque sería un error conceptual inmenso frente a las próximas elecciones.
Por Artemio López*
(para La Tecl@ Eñe)
La tasa de desempleo se ubicó en el 11%, al cierre del último trimestre de 2020 y en el conurbano bonaerense se acerca al 15%.
La tasa de desempleo nacional respecto del cuarto trimestre de 2019, se incrementó en 2,1 puntos porcentuales.
Por otra parte, se conocieron datos oficiales de valorización de canasta de pobreza e indigencia alcanzando para un hogar tipo metropolitano de cuatro miembros, los $60 mil y $25 mil mensuales respectivamente.
En este sentido, los números preocupan puesto que el salario medio de la economía no alcanza los $60 mil mensuales, el salario que más se repite es de $45 mil mensuales, todos por debajo de lo que requiere un hogar tipo para no ser pobre.
Peor aún el salario mínimo vital y móvil, así como las jubilaciones y pensiones mínimas, rondan los $20 mil mensuales y se ubican por debajo de los ingresos necesarios para que un hogar de cuatro miembros supere la línea de indigencia.
Llegamos al extremo de carencia en que en un hogar tipo en que se perciben dos salarios mínimos y dos AUH, tampoco logra superar la línea de pobreza. Una calamidad por donde se lo mire.
La inflación no se detiene. Traccionada por el aumento de alimentos y bebidas, la canasta de pobreza aumentó un 47% interanual en febrero de 2020 versus febrero de 2021, mientras el IPC general lo hizo en un 41%.
El panorama social resulta entonces muy complejo, con un piso de 40% de pobreza cuando a fines de marzo el Indec suministre el dato oficial.
Los datos de distribución del ingreso son también de terror. El 80% más pobre de la población se queda con el 50% del ingreso total, mientras el 20% más rico con el 50% restante y el 10% de la cúspide de la pirámide se apropia del 33% del ingreso total.
Son niveles de desigualdad escandalosos, sólo superados por los observados en la crisis de salida del experimento convertible en el año 2002.
Todo este rodeo inicial largo pero necesario, es imprescindible para justificar una pregunta: ¿Puede un país estragado socialmente, como lo es la Argentina después de Macri, tener como bandera conseguir el “equilibrio fiscal”? ¿Son metas prioritarias alcanzar los superávits gemelos? ¿Puede insistirse en ese camino después de tantos fracasos históricos de los modelos “Déficit cero”?
Seguramente no. La economía argentina necesita salarios, ingresos familiares crecientes y superar la lógica del ajuste perpetuo a que fue sometida ya durante un lustro, más aún tras la experiencia exitosa de “desajuste” desplegada por el peronismo kirchnerista durante casi trece años de gestión.
¿Por qué volver a las viejas recetas diseñadas por la ortodoxia económica y avaladas por el Fondo Monetario Internacional, que nos condujeron una y otra vez a ser una sociedad más desigual y más pobre?
El rediseño de política económica debe tener como eje recuperar ingresos familiares, y eso supone satisfacer tres demandas muy específicas.
Salarios, jubilaciones y planes de transferencia de ingresos actualizados por sobre la inflación realmente existente para los sectores populares, que es la que señala la canasta de pobreza e insistimos alcanza al 47% anual.
Todas las paritarias conocidas están por debajo de este nivel de inflación y oscilan en la franja que va del 29% al 35%, lo que las ubica muy debajo de los niveles de actualización requeridos.
Lo mismo sucede con jubilaciones y pensiones mínimas (las que más alto se ajustaron), que sólo se actualizaron un 35,5% perdiendo 11,5 puntos respecto al valor de incremento de la canasta ampliada de pobreza.
Insistir con este ajuste es la mejor receta para fracasar y lo es doblemente en el caso del oficialismo. Porque su contrato electoral supone mejorar las condiciones de vida de la población en general, los ingresos familiares al alza y una mejor distribución del ingreso, y porque sería un error conceptual inmenso frente a las próximas elecciones.
En efecto, el 60% de los hogares que constituyen el electorado del FdT son pobres o vulnerables por ingresos (superan la línea de pobreza por menos del 50% de su valor), hogares pobres o de clase media baja.
Así las cosas, persistir en el camino del ajuste pondrá severas restricciones para insistir con el voto oficialista, al menos para una porción significativa del electorado vulnerable, allá donde las fronteras ideológicas son líquidas y la orientación del voto la define la evaluación de la gestión.
Se configuraría entonces una coyuntura electoral que de consumarse, y dada la coalición conservadora que enfrenta al FdT – francamente pre civilizatoria -, sería de un gran costo económico, social e institucional, ya no sólo para los sectores vulnerables, sino para la sociedad en su conjunto.
Esperemos se corrija el rumbo, aún es posible, pero se sabe, el tiempo pasa.
Buenos Aires, 29 de marzo de 2021
*Director de Consultora Equis.