Condiciones atmosféricas – Por Martín Kohan

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Condiciones atmosféricas – Por Martín Kohan

Martín Kohan reflexiona en este artículo sobre cómo se puede asistir a la escena de formación de una mentira, no a su imperio de patas largas o a su difusión impune, sino al modo en que una mentira se produce antes incluso de descargarse sobre nuestras cabezas.

Por Martín Kohan*

(para La Tecl@ Eñe)

 

El verano pasado vi, o creo que vi, un hecho para mí singular: la formación de una tormenta. El aire estaba quieto, la tarde apacible, el cielo igual a sí mismo, y yo todo lo contemplaba tranquilo en un balcón de la montaña que daba al valle. De pronto brotó un revuelo de viento que progresó hasta poner a girar remolinos; siguió un desarreglo de polvo en el aire, chocando consigo mismo, revolviéndose; luego un fuerte olor a lluvia, pero sin lluvia, que apareció quién sabe de dónde (probablemente, desde el futuro). Alcé los ojos y las vi: las nubes espesas, oscuras, cargadas. ¿De cuál de todos los horizontes habían venido? ¿Cómo fue que no las divisé a lo lejos? Pero es que no habían venido de ninguna parte, se habían formado ahí. Ahí mismo, en ese rato, habían fabricado, de la nada al parecer, su promesa de tormenta.

Tal vez sea comparable. Uno puede asistir también a la escena de formación de una mentira. No a su imperio de patas largas, tampoco a su difusión impune, sino al instante de su formación, al modo en que una mentira se produce antes incluso de ensombrecer el cielo o descargarse sobre nuestras cabezas. Un ejemplo, entre tantos otros posibles: dice alguien (un funcionario), acerca de un grupo de manifestantes, que no son “la” gente, que no son “el” pueblo, sino una parte de un conjunto diverso, que encuentra su lugar y su legitimidad en razón de esa misma diversidad. La frase no tarda en verse adulterada mediante el simple procedimiento de quitarle sus artículos; falseada, ahora dice esto otro: que los manifestantes “no son gente”, que “no son pueblo”. La inclusión en la diversidad vira fraudulentamente hacia la exclusión intolerante. La mentira ya está hecha. Sólo queda echarla a rodar.

El otro día, en una de esas sesiones de bullyng que ocurren con frecuencia en las redes, una integrante de la patotita virtual se quejaba con fastidio de lo que denominó “caracoleos”. La palabra fue empleada con sentido despectivo. ¿A qué se refería? A las argumentaciones. Esas vueltas le resultaban, no solamente incomprensibles, sino también innecesarias; irritantes complicaciones para una marcada inclinación al sencillo esquema binario de “sí” o “no”, de “X” y “antiX”, de “tache lo que no corresponda”. Las argumentaciones la incordiaban hasta la exasperación. Lo menciono porque las tormentas, aunque pueda parecerlo, no se forman de la nada. Dependen de ciertas condiciones atmosféricas, que son las que las hacen posibles.

 

Buenos Aires, 18 de octubre de 2020.

*Escritor.  Licenciado y doctor en Letras por la Universidad Nacional de Buenos Aires.

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