Nuestros jóvenes están padeciendo un fuerte sufrimiento psíquico y material; el futuro los desconcierta y los exilia en un presente que los expulsa. El tiempo como posibilitador de esperanza ha desaparecido y viven un presente que escamotea el pasado y satura la imaginación del porvenir banalizando el dolor y proponiendo la indiferencia.
Por Monika Arredondo*
(para La Tecl@ Eñe)
“Las sociedades antiguas suavizaban la angustia de los jóvenes, dándoles a conocer el límite de la prueba plasmada en los ritos de iniciación. Esta iniciación se empleaba para romper su aislamiento”.
F. Dolto
Semanas atrás se volvió visible el tema de la adolescencia en una serie que provoco múltiples debates en relación a esta etapa de la vida, tales como la virtualidad hegemónica como forma privilegiada de comunicación entre los jóvenes, la aparición y el crecimiento de la ludopatía o juego clandestino en redes y la ausencia de adultos en tanto trasmisores de valores y articuladores sociales. Pero, la pregunta es desde qué lugar pensar a nuestros jóvenes. Existen respuestas que abarquen esta condición que todos atravesamos en nuestras vidas y que para algunos significó su encuentro con una máquina trituradora de sueños. No hace mucho tiempo atrás lo que caracterizaba la mirada de los jóvenes es que se dirigía a un proyecto imaginado en un tiempo y espacio diferente al que había experimentado hasta ese momento.
Esta vivencia hecha metáfora en fuga, fuga no necesariamente delictiva si sus padres no la transformaban en transgresora de prohibiciones a partir de su propia angustia. En la actualidad esa mirada dejó de existir como así también esa fuga hacia adelante. La virtualidad instala otra forma de vivir el tiempo y habitar el espacio, y fundamentalmente de relacionarse con otro.
Lo virtual, lo efímero, genera otra representación del mundo; una o un influencier por ejemplo se convierte para nuestros chicos en referente y les propone formas para habitar el mundo y ser reconocidos.
Para Françoise Dolto, en la medida que la estructura familiar no les propone ritos de paso y sus mayores se descalifican completamente en la investigación del mundo con propuestas de identificación confiable, los jóvenes se reagrupan, aprietan sus codos, inventan su propio lenguaje y modalidades de intercambio.
Por otra parte, la comunicación virtual supone una constante o pura presencia que genera soledad y aislamiento. Se reproducen y desarrollan representaciones cada vez más breves, efectivas y sofisticadas del entorno social.
Los foros en las redes funcionan como un sustituto de las esquinas y las plazas que en otra época constituían la socialización entre pares. La propuesta es sumergirse hacia un submundo barroco, estrafalario y anónimo que otorga una popularidad desmedida y la aparición de nuevas formas de presentarse en la sociedad virtual, “los haters”, que aparecen primero en forma solapada y luego como los “trolls” que se establecen en forma directa y permanente.
En general cuentan con el apoyo financiero y logístico de sectores conservadores que utilizan esta metodología para erosionar expresiones políticas y culturales que denuncian el efecto devastador de las políticas neoliberales. Se produce un clima de caos y de coexistencia de realidades paralelas que confunden la precepción de la realidad.
El continuo temporal de la red lo favorece, no hay tiempo para la espera y la reflexión; las contradicciones, los fallidos, las desmentidas, son frecuentes y naturalizadas.
La vía de escape que ofrece este protagonismo anónimo y excitante representa descontentos, resentimientos y odios cultivados por años.
Es necesario e imprescindible, a esta altura del texto, contextualizar con datos la realidad concreta que viven en la Argentina nuestros jóvenes y que visibilizan el presente y el futuro de las niñeces.
Un 70% de los niños y adolescentes viven en situación de pobreza y esto incluye un 34% en la indigencia. Esta pobreza es multidimensional ya que se afecta su salud, educación, alimentación y vivienda. Se instala el hambre.
En la franja etaria que va desde los dos a los diecisiete años, seis de cada diez niños son pobres sin posibilidades de un futuro digno.
Un 42% de jóvenes no termina el secundario, en este porcentaje el 18% pertenece al sector más vulnerado. En el conurbano, un 31% de los chicos de 17 años no asiste a la escuela y el 13% la abandona antes de los 15 años.
Las transferencias de dinero del gobierno nacional para la educación han tenido una caída del 70% interanual.
Estos son solo algunos datos; la red se convierte en su única oportunidad de trascender o existir. En el último año, ocho de cada diez jóvenes hacen apuestas on-line. La adicción al juego se ha vuelto problemática para menores de 16 años, utilizando plataformas de juego ilegal para intentar mejorar su condición económica.
Nuestros jóvenes están padeciendo sufrimiento psíquico; el futuro los desconcierta y los exilia en un presente que los expulsa. El desamparo colectivo y la incertidumbre los encierra.
Existe un ataque al deseo, una convicción de que no hay lugar para el deseo y solo se sobrevive con shocks: alcohol, droga, violencia, etc. El tiempo como posibilitador de esperanza ha desaparecido. Viven un eterno presente en una sociedad mortificada; un presente que escamotea el pasado y satura la imaginación del porvenir banalizando el dolor y proponiendo la indiferencia.
Nuestros chicos nos están interpelando, nos están convocando, su crueldad es nuestro espejo.
Es un grito, un pedido de auxilio. ¿Vamos a escucharlos o persistiremos en nuestra sordera.?
Buenos Aires, 6 de mayo de 2025.
*Psicoanalista.
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Excelente!!!