Acerca de «Fuegos Mentales. La trágica novela de un poeta en el hospicio«, novela póstuma de Vicente Zito Lema sobre el poeta Jacobo Fijman.
Maurice Blanchot, tras la muerte de George Bataille en 1962, advierte que no se habla sobre el amigo, sino que se sigue hablando con él. Que no se escribe acerca de su ausencia, sino que se prolonga la conversación. Eso hace Vicente Zito Lema en su novela póstuma Fuegos Mentales.
Por Marcelo Percia*
(para La Tecl@ Eñe)
Vicente Zito Lema deja inconclusa Fuegos Mentales. La trágica novela de un poeta en el hospicio.
En la inconclusión reside uno de los secretos de las despedidas.
VZL escribe Fuegos mentales en sus últimos años en simultaneidad con otros libros que quedan terminados y sin terminar.
La fórmula “terminado sin terminar” dice una paradoja de la escritura. Un texto permanece terminado, pero sin terminar hasta su publicación. Antes de eso se lo nombra como borrador, como proyecto, como deseo, como inédito, como manuscrito.
La inconclusión, a veces, aplaza la muerte.
VZL sabía la muerte, pero más sabía la inconclusión.
Tal vez no se conozca algo más triste que una vida concluida antes que llegue su fin.
VZL hubiera señalado esta inconclusión con el nombre de tarea para evocarla con una palabra de su amigo Enrique Pichon-Rivière.
Tarea como conjuro ante la depresión, la inmovilidad, la entronización de lo perdido. Tarea como movimiento que impulsa. No como meta fatalmente insatisfecha, sino como deseo que encuentra en su inconclusión una íntima potencia.
En 1947, un año antes de su muerte, tras casi una década de encierros en asilos y manicomios, Antonin Artaud -con Van Gogh, el suicidado por la sociedad– inaugura el género de artistas que testimonian desdichas negadas por la civilización.
A veces, la escritura se ofrece como oportunidad de una amistad que se hubiera querido tener o continuación de una amistad que se tuvo y no se quiere perder.
Artaud teje una estrechez con Van Gogh sin haberlo conocido, respetándolo y amándolo en su dolor. Estremecido hasta las lágrimas con sus pinturas.
VZL, que conoció, aprendió y cuidó de Fijman, da fe, en esa hermandad, de la soledad de la poesía, de la soledad de la locura, de la soledad del amor, y -por momentos- de la soledad de la revolución.
Literaturas que narran historias de una amistad se sumergen en un entre dos en el que no se sabe qué pertenece a una vida o a otra, o qué pertenece a ese entre dos que se enciende y apaga en cada evocación.
Como en el libro de Artaud con Van Gogh, en Fuegos mentales hay cosas que sabemos o suponemos de Fijman, cosas que sabemos o suponemos de Vicente y cosas que no sabemos ni suponemos de quién entre esas dos existencias poéticas.
Aldo Pellegrini (1969) escribe, pensando en Fijman, que cuando una vida sensible “sufre la mordedura de la sociedad surge la poesía como estupor ante el mundo”.
Toda la obra de VZL está desgarrada por las mordeduras del tiempo que le tocó vivir. Toda su obra sobrelleva estados de estupor.
Instantes de pasmo que oscilan entre la inmovilidad y la reacción. Arrebatos de la reacción que oscilan entre el consentimiento y el NO. Momentos del NO que oscilan entre un rechazo ensimismado y el abrazo con otras soledades disidentes. Vértigo de las soledades disidentes que oscilan entre juntadas fanáticas y cercanías que dan pelea sin olvidar que han nacido del estupor.
Tal vez en un común estupor se encuentre el camino de regreso al encantamiento del mundo.
La idea de que toda tragedia personal expresa también desdichas de la vida en común, está presente en la escritura de VZL. Una sensibilidad de acciones políticas y poéticas estremecidas.
Esta novela presenta devaneos de un poeta en un hospicio, cada tanto, interrumpidos por un joven con el pelo revuelto, también poeta, que lo visita con una libreta negra en la que anota pensamientos.
Religiones, filosofías, literaturas, apelan a las figuras del maestro y el discípulo para narrar contentos y descontentos de una transmisión.
En la novela de VZL la relación entre quienes quieren saber la vida, se sostiene en el amor a la cercanía, en el amor a la palabra, en el amor a la conversación, en el amor al misterio, en el amor a la imaginación, en el amor a la risa que apacigua el dolor.
En Fuegos mentales el hombre joven que visita al poeta en el hospicio no se piensa como discípulo, sino como aprendiz de una amistad.
El nombre de Jacobo Fijman no aparece ni una sola vez en este libro, y, sin embargo, no se puede dejar de evocar al poeta torturado por la policía, preso en una cárcel, confinado veintiocho años en un hospital de locos.
Esa omisión se puede pensar como astucia narrativa, pero, también, como delicadeza. En la intimidad de una amistad quienes se quieren no se nombran.
La trama se compone como una conversación interminable entre soledades en un desierto.
VZL cuenta la historia de Fijman contada por Fijman con referencias que le escuchó y que supo. También con la fantasía, los sueños, la exageración, las leyendas, las profecías.
Asimismo asistimos a relatos de la vida del autor contados por el poeta que vive en el hospicio: “El hombre joven me habla de su nuevo libro, de su amor por los poetas surrealistas y de sus sueños de escribir teatro…”.
O se lee en otro momento:
“-Hábleme de su vida, quiero saber lo que hace, digo.
-Escribo… Ya publiqué un libro de poemas… Trabajo de periodista… Estudié leyes, hice toda la carrera, me recibí joven, no me llevo bien con la justicia; dice, a los apurones, como quien rinde cuentas, tímido.
-¿Y ahora?
-Publiqué unas notas sobre la vida en los hospicios, el dolor en los hospicios, hablé de usted…”.
El poeta en el hospicio pregunta al hombre joven qué sabe de la poesía, a lo que este responde: “(…) Sinceramente, para mí, la poesía es un abismo que me causa miedo… Siempre la he visto cerca de la locura”.
Entonces, continua el poeta encerrado: “Ah… la poesía… esa búsqueda desesperada de la verdad en los escondrijos de la belleza… Para ello uno tendrá́ que renacer, porque sólo el que pasó por la muerte puede estar vivo en la poesía”.
El hombre joven declara que quiere escribir sobre el poeta en el hospicio. El poeta confinado acepta, aunque piensa: “Sus palabras nunca serán las mías y él ya lo sabe; cada uno es dueño de su respiración y sus palabras…”.
La respiración y las palabras de una escritura se entrelazan en una voz. En esta novela la voz de VZL resuena tierna y enojada, amable e iracunda, dolorida y fantasiosa, paciente y sabia. Siempre sincera. Como alguna vez dijo JF: “El arte tiene que volver a ser un acto de sinceridad”.
Sinceridad: la tierra prometida de todos los fingimientos.
Dice el hombre joven:
“-Conozco su poesía, leí sus tres libros, todavía estoy asombrado, sé poco de su vida, todo es un misterio…, dice y pasa de una mano a otra un cuaderno de tapa dura que cuida como si fuera la llave de una puerta secreta”.
Tras sufrir su primera internación, Jacobo Fijman publica, en 1926, Molino Rojo. El primer texto comienza con estas líneas: “Demencia: / el camino más alto y más desierto”.
Tres años después edita Hecho de estampas escrito durante su estadía en París. Se lee en el Poema I: “…imito el mundo en mi sueño ajeno a la claridad”.
Y, en 1931, su tercer libro Estrella de la mañana. Escribe en el Poema XXXI: “En mi gemido / conté mi soledad envejecida; conté la noche de mis días. / Mis huesos cantan el misterio del mundo”.
A lo largo de esta novela, VZL disemina saberes que ayudan a pensar desdichas de la vida en común en tiempos políticos desgraciados: “Ahora sé que todas las enfermedades están dormidas en el cuerpo y se despiertan con la pena, o la maldad”.
Sin olvidar que también se activan con el miedo, o con ese meollo de afectos, que se constriñe para vaciarse sin lograrlo, que llamamos angustia.
Se lee en esta novela que se “debe cultivar la belleza, aunque la tierra que nos toque sea un montículo de piedras”.
Proposición que puede leerse como manifiesto poético y político de una escritura y una vida:
VZL trató, cada día, de cumplir con ese compromiso.
Se lee en esta novela: “No sólo escribí libros de poesía, hice conducta de poesía”.
Tener una vida poética: en eso consiste la desmesura rebelde de la amistad entre el poeta en el hospicio y el joven que lo visita.
Casi se ha olvidado que las demasías sensibles, en muchas culturas, se consideraban voces iluminadas, visionarias, sagradas.
Se lee en Fedro de Platón que quienes no aman practican la mesura y viven en una templada cordura, libres de pasiones y arrebatos; mientras que quienes aman entran en un estado de demencia. Entonces, Sócrates defiende la locura con estas palabras:
“Porque si fuera algo tan simple afirmar que la demencia es un mal, tal afirmación estaría bien. Pero resulta que, a través de esa demencia, que por cierto es un don que los dioses otorgan, nos llegan grandes bienes”.
Desquicias de la razón portan mensajes no escuchados o difíciles de escuchar.
VZL vio en los manicomios campos que concentran crueldades y, a la vez, conservan emociones amordazadas por una civilización cada día más robotizada.
VZL publica El pensamiento de Jacobo Fijman o el viaje hacia otra realidad en 1970, allí se lee este diálogo: “¿Se considera un santo? No sólo me considero, lo soy. Pero mejor no decirlo, porque no lo entenderían. Para los médicos eso es enfermedad. Y ellos no saben lo que es un santo. Sólo tratan a los demás como enfermos. Se guían por los síntomas. Y otras obligaciones no tienen… En esta sociedad está prohibido ser santo. Aún por la Iglesia”.
JF nace en Rusia a fines del siglo diecinueve en una familia de campesinos judíos, inmigrados a la Argentina.
Dos años después de los episodios de la Semana Trágica (en días de enero de 1919, en los que además de reprimir trabajadores, hubo ensañamiento con la inmigración judía considerada rusa y roja, JF se imagina víctima de un complot orquestado en su contra. Entonces, detenido por la policía, maltratado, golpeado, aterrorizado, termina en el Hospicio de las Mercedes.
Se lee en el apéndice de este libro: “…Y entonces el vigilante me dio un golpe con esa vara que llevan. En la sien izquierda; y otra en la sien derecha. Luego me llevaron al interior de la comisaría, me estiraron en el suelo, y me golpearon con las varas. Me golpearon en las rodillas, en las manos, en la cabeza. Es completamente milagroso el estado mío, de que aun esté vivo. Después me desnudaron, me pusieron en un calabozo. Por la mañana, deben haber avisado a mis padres, que todavía vivían. Y me sacaron de la comisaria. Eso fue todo. Eso, y que les dije que era el Cristo Rojo. Lo sentía como una cosa cierta. Acaso no enseña San Pablo, ‘ser como otro Cristo’. Y mi intención era presentarme como un Cristo revolucionario. Por eso lo de Rojo. Mi grito ‘Yo soy el Cristo Rojo’ fue mi única respuesta a los golpes”.
Así nace la leyenda del Cristo Rojo, del Mesías, del Santo, del Loco ilustre.
En el final de uno de sus cuentos (Dos días) en el que relata esa crisis que motivó que lo internaran, publicado en el diario Crítica en 1927, Fijman escribe:
“El auto se detiene. Me bajan teniéndome de las dos manos.
Dice un policía:
-Aquí traemos a un individuo que dice ser el Cristo Rojo y que padece del mal de la anarquía”.
En la tradición cristiana ortodoxa rusa se conoce, desde el siglo quince, la figura del Yurodivy que se puede traducir como loco de dios. Un personaje poético que abandona todas sus posesiones para aproximarse a la divinidad. Una figura, por momentos, provocativa y amenazante, que permanece al margen de las instituciones religiosas.
El santo loco asume una vida ascética, acepta el desprecio, el oprobio, que se lo trate como loco, para sentirse cerca de Cristo, quien también sufrió la burla y la humillación.
Se podría pensar que la desquicia de JF, se compone también, de la iluminación poética de un santo loco presente tanto en la literatura de Dostoyevski como en el cine de Tarkovski.
Se lee: “¡Muchos mantenemos la virtud celeste con acción de sacrificio!”.
¿En qué consiste eso que las psiquiatrías llaman delirio místico? ¿Cómo sucede esa convicción santa y fanática? ¿Qué cuerpos pueden soportar la tiranía de la pureza?
O se lee: “Tengo por mérito acunar a Dios en el abismo de la sinrazón”.
O se lee: “Aquí sigo, Dios mío, rodeado por aquellos que te niegan…”.
O se lee: “Oh Dios, permíteme una duda: ¿Será por avaricia que nuestro amor declina…?”.
O se lee: “Si estuviera frente a un espejo, aquí no hay espejos, me preguntaría: ¿qué has hecho con tu vida frente a la ofensa y la maldad? Puedo decir: busqué refugio en la soledad y cumplo la ley de Dios…”.
O se lee: “Por estar en santidad, por ser santo, puedo tomar pecados de otros, sus enfermedades del espíritu, la maldad que ensanchan con sus actos…”.
Fuegos mentales puede leerse como una novela sobre la pobreza de un poeta que rueda cuerpo a cuerpo luchando contra la riqueza: primero y último mal del mundo.
Nadie sabe lo que una demasía sensible puede para tratar de redimir crueldades e injusticias de la historia.
Escribe Fijman, en el comienzo del relato mencionado, cosas que pueden leerse como fragmentos del diario de su internación:
“Hospicio de las Mercedes. Dicen que me han traído aquí porque estoy loco. Esto es imposible. Pensar que yo he perdido la razón, siendo una cosa de orden metafísico, trascendental. No puede ser. Además, he padecido hambre, sed, dormía mal, estudiaba mucho, quería mejorar a los hombres, tenía sentido del sacrificio, me redimía, amaba. No sé por qué, en una comisaría de la ciudad, me apalearon”.
JF planea como una leyenda en la literatura argentina.
Leopoldo Marechal (1948) lo incorpora como personaje de Adán Buenosayres, con el nombre de Samuel Tesler. Inolvidable ese momento en que sale a la ventana y mostrando los techos, las terrazas de color ladrillo, las chimeneas y un lejano campanario, exclama:
“– ¡Ahí está Buenos Aires! –dijo–. La perra que se come a sus cachorros para crecer”.
Marechal explicó: “Quise incorporarlo a la mitología de nuestra ciudad, junto a Xul Solar, señalando su categoría de héroes metafísicos, es decir, en un nivel superior del mito”.
Abelardo Castillo (1985), en su novela de El que tiene sed, piensa a JF en el personaje de Jacobo Fiksler (“el viejo poeta, el hombre en pedazos, el casi mitológico demente”).
JF retratado como personaje de novelas, ¿sufrió el olvido como poeta, como artista que dibujaba y pintaba, como filósofo de la pureza?
Escribe en Cena, un poema del libro Molino Rojo: “Fui un desaparecido, el más ausente: / el juntador de formas”.
VZL lo vuelve a traer como pensamiento vivo en estado conversacional.
VZL, impulsor de tantas revistas político culturales, explora todos los géneros: la poesía, la entrevista, el teatro, la narrativa, el ensayo, el manifiesto.
Antes de este libro sólo una vez había empleado la palabra novela para orientar, desde el título, la lectura de una obra.
En 2009, publica Luz en la selva. La novela familiar de Enrique Pichon-Rivière.
VZL, ¿escribe biografías noveladas?
Tal vez procura otra cosa: una narrativa de la amistad que desafía pronombres personales y correspondencias gramaticales.
Una narrativa que se podría enunciar así: Yo, la amistad, habla.
No concordancia verbal que repone la extrañeza de una intimidad indisciplinada: lo que comienza como primera persona se transforma en tercera.
Vehemencias y quiebres, entusiasmos y lamentaciones, que no pertenecen, del todo, a ninguna de las voluntades que hablan.
Quizás con este libo VZL termina de inventar una narrativa del habla de la amistad.
El poeta en el hospicio escribe: “Señor Juez, Señor Director del Hospicio, me dirijo a ustedes para que de inmediato me devuelvan el derecho al delirio. Lo tienen secuestrado hace treinta años…
Post Scriptum: ¿Saben que Dios manda salir del surco para bailar entre las nubes…?”.
En esta novela VZL se despide de la vida pensándose como JF.
Se lee: “Que sea lo que sea… Que mi recuerdo se pierda entre las lluvias de noviembre… Allí nací… Tan solo me queda un ruego, que en mi boca es silencio… Tengo el vicio de escribir… Mi dicha será simple, tener las fuerzas para una despedida… Que se deslice tenue, sin escándalo… Que mi cuerpo sea ceniza de una sola vez… No profanado, entero… Que haya memoria… Más de una vez, en tiempos de delicias… Durmió en mi cama la poesía…”.
JF nace un 25 de enero, VZL un 14 de noviembre. Pero, como diría Borges, en la eternidad todas las vidas habrán nacido en un solo y único día.
Un verso de JF en Molino rojo alcanza para contar los encierros, dice: “Es muy larga la noche del corazón”.
Se encuentran en esta novela momentos de eróticas crueles, machistas, tristes, desoladas, de los manicomios.
Se lee: “La noche sirve de guarida para el demonio… y el hospicio es eso… una gigantesca noche…”.
La escritura de VZL tiene muchos matices, pero una condición de su literatura reside en la convivencia de las suavidades de la belleza con la lengua espasmódica de los ultrajes, la que muchas veces llamó la lengua sucia.
Relata el poeta del hospicio: “No cesan en sus delirios hasta formar un círculo de hombres en cuatro patas y el culo al aire, y después de dar siete vueltas uno a uno se van turnando, y salen del círculo y meten sus vergas en todos los culos, y vuelven al círculo para ser culeados, que es ley primera en estas ceremonias del diablo; poner y recibir en justa semejanza”.
VZL presenta en esta novela diálogos conmovedores de desahogo y consuelo entre un hijo encerrado y su madre muerta. Una mujer que llega y se va en una nube.
Se lee: “-Yo necesito quemar el hospicio, madre; me estoy muriendo vivo”.
O se lee: “-Hablé del amor y me cocieron la boca con alambre, madre. Miré con amor y mis ojos fueron vaciados con una pala de punta, madre. Toqué unas manos con amor y tajearon mis manos con una cuchilla, madre”.
En un pasaje de la novela, el poeta del hospicio llora al escuchar la sonata La locura de Corelli, entonces deduce que está vivo, piensa: “Está bien que llore, me dije. Los muertos no lloran, ni gustan de las flores que la gente empecinada lleva hasta sus tumbas”.
Algo tan sencillo como eso: sentir emoción para sabernos con vida. Tener con quién la emoción para saber la amistad. Relatar esa dicha como legado.
Edificar un castillo, una catedral de tejas en un bosque personal a metros del mar del sur, ese sueño recorre la novela.
Y, sin embargo, el poeta en el hospicio, al final, encuentra su morada en una conversación.
La poesía mora en la amistad.
En Fuegos mentales se leen visiones fantásticas que se ofrecen como reservas poéticas de una imaginación inagotable.
Se lee: “¿Sabe que los niños guaraníes duermen la siesta dentro de los yacarés para que no los moleste el sol…?, así, al menos, lo vi en una pesadilla mientras temblaba de miedo”.
Como otras veces, VZL pone en escena una de sus mayores convicciones: sin consentimiento de la fantasía no hay amistad. Sin relato de historias inverosímiles no hay amistad. Sin invenciones desmesuradas no hay amistad.
La amistad está en el mundo para atesorar fantasías, historias inverosímiles, invenciones desmesuradas. En esa común imaginación acontece la vida.
JF también en Molino Rojo supo dar la imagen de un momento sin sostenes, sin apoyos, sin soportes. Escribió: “el suelo se ha caído de mis manos”.
VZL pone a la vista en este libro lo que una vez supo el joven poeta y no olvidó más: no se trata de que nos sostengan, sino de que nos ayuden a sostener el suelo sobre el que nos apoyamos. Sostener lo que sostiene cuando dos manos solas no alcanzan.
“El delirio es un instante, puede durar toda la vida”.
Una de las preguntas sin respuestas de la existencia se dice en este enunciado. Tal vez con los pies amarrados a la tierra transcurrimos a la espera de un instante de delirio. Pero ese momento, a veces, no llega o llega con mucho dolor.
Se lee: “El director del hospicio me recibe con su boca de comadreja que emite a la vez carcajadas con pus y amenazas con sangre.
-¡Me llegaron noticias del juez! ¡Así que el puto de su amigo se anduvo quejando! ¡Voy a hacer que paguen por su denuncia los dos, carajo! ¡Van a recorrer el hospicio con el culo al aire! ¡Se olvidan en qué tiempo estamos! ¡Este gobierno trajo al país el orden en todas partes, también aquí, más que nada aquí, este hospital es un símbolo, un ejemplo! ¡Un espejo que agranda y desnuda la realidad de nuestra sociedad! ¡Basta de quejas y denuncias! ¡Ayer recibió una buena medicina! ¡No habrá segundo aviso!”.
En el calor de la amistad burbujean voces sofocadas. VZL advierte que las lenguas del ultraje desprecian lo que temen. La expresión “el puto de su amigo” delata algo que el poder intuye sin llegar a entender: una revuelta poética deviene revuelta política y una revuelta política, al cabo, transporta otras formas alegres de amistad y erotismo.
Muchas veces y de diferentes modos VZL dialogó con JF.
En el primer número de la revista Talismán en 1969 que lleva en la portada una foto de Fijman con este título: Jacobo Fijman, poeta en hospicio.
En su libro El pensamiento de Jacobo Fijman o el viaje hacia otra realidad editado en 1970 en el que, tras un ensayo introductorio, recrea y despliega pensamientos de JF tomados en una grabación y transcribe un extenso diálogo en forma de entrevista.
En un poema dedicado a la memoria de JF que se llama Tristeza por la muerte de un poeta.
En una obra de teatro que titula Delirium Vida (escenas de la búsqueda y el encuentro del poeta Jacobo Fijman), publicada a fines de los años noventa.
En otra pieza, El Cristo Rojo, estrenada en 2008 en la que Vicente protagoniza el papel de Fijman.
Sin contar artículos, entrevistas, clases, ensayos desparramados por todos lados.
Maurice Blanchot, tras la muerte de George Bataille en 1962, advierte que no se habla sobre el amigo, sino que se sigue hablando con él. Que no se escribe acerca de su ausencia, sino que se prolonga la conversación. Que se busca seguir escuchándolo, permanecer junto a él, continuar queriéndolo.
Eso hace VZL en esta novela: reanudar una conversación sin fin con JF.
En tiempos en los que la desazón inmoviliza la imaginación, una hermosa imagen en este libro se anima a decir lo venidero aunque no se lo sepa: “…poner los pies en las huellas del mañana”.
Jacobo Fijman y Vicente Zito Lema se llegaron a querer mucho.
Vicente prometió a Fijman que lo sacaría de la morgue del hospicio para que no le abran la cabeza como hacían en el manicomio. No quería presentarse en el cielo todavía chorreando sangre.
Fijman prometió a Vicente esperarlo al final del camino. Para recitar juntos un único verso: “Es muy larga la noche del corazón”.
Buenos Aires, 27 de diciembre de 2024.
*El autor es psicoanalista, ensayista y Profesor de Psicología de la UBA. Autor de Deliberar las psicosis ( 2004); Alejandra Pizarnik, maestra de (2008): Inconformidad (2010). Su último trabajo publicado es «Sesiones en el naufragio, una clínica de las debilidades». Ediciones La Cebra.