María Moreno propone una experiencia de lectura y escritura siempre arriesgada que nos ofrece la posibilidad de explorar la mejor manera de narrar un hecho, de alcanzar esa altura literaria que detectó Ricardo Piglia y que vuelve realidad aquella reflexión de Rodolfo Walsh sobre las posibilidades artísticas del documento o el testimonio.
Por Conrado Yasenza*
(para La Tecl@ Eñe)
María Moreno: “El mejor escritor argentino”
María Moreno viene de una época y de un contexto histórico: la bohemia existencialista de los años ´70. Sus vínculos con el mundo del periodismo y la escritura son los de una amistad forjada en los bares y en las redacciones. Hay hitos periodísticos de los cuales es protagonista: colaboró en el diario Sur y en las revistas Babel y Fin de Siglo (una idea genial del poeta y periodista Vicente Zito Lema), donde creó el suplemento La Cautiva. Fue secretaria de redacción del diario Tiempo Argentino, el de la transición democrática, y creadora de su suplemento Mujer.
María Moreno es casi un lirio plebeyo que se inscribe en la virtuosa contaminación de géneros que el periodismo y la literatura han cultivado en nuestra historia.
Aun así, fue difícil descifrarla para el universo literario hasta que Ricardo Piglia dijo que “es uno de los mejores narradores argentinos actuales. Tal vez el mejor.”, así, desafiando las clasificaciones de género. Y la hizo visible, ofreció claves para leerla y volverla accesible para el mercado editorial.
La novela documental o el testiminio ficcionalizado encuentran a María Moreno en una extensa búsqueda personal que implica un tipo de escritura donde la crónica no es una simple mezcla de ficción y realidad sino una propuesta que intenta esquivar el novedoso auge del periodismo narrativo, que tiene su origen en aquellos textos fuertemente políticos que fueron escritos antes y al calor del surgimiento de nuestro Estado Nación. Quizás en esa novedad se inscriba la discusión académica entre el yo de la ficción y el autobiográfico, entre el yo de la experiencia y el de la escritura.
Black Out, por ejemplo, no es un libro sobre el yo enunciador de María Moreno; es su yo de autor atravesado por el yo que narra y en esa narración crea un periodismo engarzado a la escritura y a operaciones narrativas que hacen que la sangre, el alcohol, los bares o la suciedad no sean una imagen literal de quien las cuenta como si escribiera literatura del yo; se trata de otra cosa que evita la literalidad, o por lo menos propone un pacto con el lector, aunque a veces éste dialogue con la periodista escritora en una suerte de lógica de la empatía que contesta como si hablara con el yo del libro; quizás el contrapunto con ese autor que el lector siente tan cercano.
Y sin embargo Black Out es, según lo ha expresado su autora, el libro más trabajado desde los procedimientos literarios que lo alejan del tono confesional. Es decir, un libro en el cual mediante procedimientos metafóricos de escritura temas como el alcohol o la suciedad se transforman en micro-ensayos sociales.
Bares y patriarcado
Pero en un principio fueron los amigos. Todos hombres, escritores periodistas, representantes del poder sin ser los periodistas oficiales del poder; por el contrario, esos hombres periodistas representan un modo de intervención intelectual extinta o en extinción – como los bares y todo lo que desde allí se podía observar y aprehender de la vida misma -, críticos del poder y de los medios de comunicación desde esos medios. Periodistas escritores que encarnaban una estructura patriarcal, sí, pero a su vez, un modelo de intervención estética y pública de vanguardia, con un proyecto no de acomodamiento a lo establecido sino de irrupción, disruptivo y de intervención crítica. Los amigos muertos de María Moreno: Claudio Uriarte, Jorge Di Paola, Miguel Briante, Norberto Soares y Charlie Feiling.
Desde este modo de inserción de Moreno en esa estructura patriarcal, que incluye el beber, y beber fuerte, en Black Out no se relata una experiencia personal, sino que lo que realiza Moreno es describir esa política de coaliciones masculinas que no se modifica por su presencia – ella tampoco lo intenta-; es una descripción narrativa de la amistad que surge al interior de esa coalición, de esa estructura patriarcal. Un procedimiento escritural que tiene su arraigo en el feminismo existencialista de los años 70 del siglo pasado. El distanciamiento como una manera de narrar a través del micro-ensayo; una escritura periodística muy alejada del espacio noticioso y cercana a la exploración, a la crónica como laboratorio de invención literaria.
La periodista escritora
María Moreno ha dicho que “está formateada para escribir en diarios o revistas”, es decir, el talón de Aquiles de lo recordable por efímero. La escritura en la prensa ha definido su formato nota con título y cantidad de caracteres, el régimen de lo noticiable y de su periodicidad. Es lo que ella describe como trabajar por encargo; esto es para Moreno y para su forma de trabajo una relación entre la escritura, el espacio y el tiempo real: 24 horas y por una paga.
Además, no trabaja estrictamente en términos informativos o noticiosos, y no acude al territorio. María investiga mucho, entrevista y escucha; y luego escribe. Y esto nada tiene que ver con la invención de un hecho sino con su estilo para contar. Hay un ejemplo notable, su libro sobre el asesino serial de niños Cayetano Santos Godino, el petiso orejudo. Moreno ha definido ese trabajo como una novela documental para la cual realizó una rigurosa investigación que luego ficcionalizó mediante la creación de dos voces narrativas: la de un “cronista de policiales moderno” y la de “un novelista macabro de la más exquisita y tropical imaginación”.
Cobra mayor sentido, entonces, lo de la crónica como laboratorio escritural y de expresión.
La escritura periodística y su fugacidad, por aquello de que con el diario del día anterior se envuelven las verduras, le permitió aprender a hacer, dentro de esa relación, lo que desea en términos de escritura. En sus libros Moreno trabaja sin red, es decir, sin la red del encargo, experimentando con la escritura, con sus fraseos barrocos, con la utilización de lecturas que de alguna manera se comparten con el lector, y utilizando el propio archivo, que es vasto.
La importancia del archivo
La importancia del archivo es central en Moreno ya que sus investigaciones suelen ser abundantes en datos. Allí entra en juego una de las ideas atractivas de Moreno: El autoplagio, que en realidad es un recurso de su picaresca intelectual para expresar que ese archivo es el maná de muchas de sus notas y libros; datos o hechos que reutilizados en otro contexto cobran otra significación, nuevos sentidos.
Esto se observa nítidamente en su libro Oración: Carta a Vicki y otras elegías políticas, donde, y partiendo de las dos cartas necrológicas y políticas (como las define ella) escritas por Rodolfo Walsh, la carta a Vicki y la carta a los amigos, Moreno registra los testimonios de Patricia Walsh, de familiares de detenidos desparecidos – todas mujeres – de sobrevivientes de la última dictadura, de performers como Mariana Eva Pérez, La princesa Montonera, hija de desaparecidos durante la dictadura cívico militar, quien concibió un diario a través de un blog para narrar su experiencia del dolor desde un lenguaje irónico; o cineastas como Albertina Carri y su película Los Rubios.
Metáforas del black out
Black Out es un libro atravesado por la metáfora de la sangre y el alcohol; la metáfora literaria es la del alambique: una persona que ingiere alcohol y tiene hemorragias, es decir, la transmutación en el cuerpo del alcohol en sangre; una operación literaria alejada del tono confesional. Moreno sufrió de endometriosis desde 1976 a 1983; allí otra metáfora que percibió el escritor Alan Pauls: la sangre derramada del cuerpo social durante la última dictadura militar y la sangre derramada del cuerpo individual. Síntoma y símbolo.
La metáfora de la sangre puede ser visualizada como una inversión del mandato materno que en el libro está narrado en la escena de la madre bioquímica que mezcla en una pipeta con alcohol el contenido transparente de dos tubos de ensayo, que se transforman en otro líquido color borravino. Quizás, el recorrido metafórico de la transmutación corpórea del alcohol en sangre.
La metáfora de la sangre y el alcohol puede entenderse también como un recurso de escritura que intenta contraponer al cuerpo siempre erotizado de la posmodernidad, un cuerpo real deteriorado, abyecto.
Así volvemos al inicio: estas operaciones narrativas intentan evitar esa lectura literal que el lector pueda hacer del libro.
Final
María Moreno, la periodista que ingresó al mundo del libro desde la literatura, propone una experiencia de lectura y escritura siempre arriesgada, compleja, sutil, barroca, que nos ofrece la posibilidad de explorar la mejor manera de narrar un hecho, de alcanzar esa altura literaria que detectó Ricardo Piglia y que vuelve realidad aquella reflexión de Rodolfo Walsh sobre las posibilidades artísticas que el documento o el testimonio abrirían en un futuro bajo las formas de la novela testimonial o el periodismo narrativo de investigación.
Avellaneda, 9 de mayo de 2024.
*Periodista. Docente en UNDAV.