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MILITANTES, ¡OCÚPENSE DE SÍ MISMOS! -POR ROQUE FARRÁN

El filósofo Roque Farrán sostiene que hay una falta de registro elemental de los movimientos políticos efectivos y una alarmante ausencia de incidencia por parte de las elaboraciones teóricas y diagnósticos del presente que sucesos como las recientes elecciones presidenciales muestran claramente.

Por Roque Farrán*

(para La Tecl@ Eñe)

Algo que me preocupa mucho de nuestra actualidad es el desfasaje que existe entre el pensamiento teórico crítico y lo que sucede realmente; hay una falta de registro elemental de los movimientos políticos efectivos y una alarmante ausencia de incidencia por parte de las elaboraciones teóricas y diagnósticos del presente que sucesos como las recientes elecciones presidenciales muestran a las claras. El problema no es solo el resurgimiento y fortalecimiento de figuras totalitarias, o la pulverización de la escena pública por todos los medios, sino la liquidación del pensamiento crítico en tanto no puede dar cuenta mínimamente de lo que sucede. Y no es solo de un límite académico, propio de las lógicas de reproducción de artículos estandarizados, también incluye los exiguos márgenes donde a veces se pronuncia una nota disonante.

En este contexto, considero que es necesario no solo modificar nuestras categorías, conceptos y marcos categoriales, sino el modo mismo en que practicamos la teoría. Insisto a menudo que no puede haber crítica sin cuidado, es decir, sin la elaboración de procedimientos de subjetivación y proposición de ejercicios concretos de pensamiento. Quizá sea algo fácil de localizar en el movimiento que realiza el último Foucault, pero también lo podemos encontrar si leemos desde otro lugar las elaboraciones filosóficas prácticas de nuestros militantes revolucionarios. El ethos estoico, por ejemplo, no es simplemente una cuestión de autocontrol moral y disciplina marcial, fácilmente reconocible en algunos espíritus militantes; hay toda una serie de consideraciones estilísticas que hacen a la forma de vida y escapan al sentido común.

Puede que en la actualidad esté de moda el estoicismo, pero como toda moda ello refleja algo real del tiempo presente que se disimula entre banalidades. La literatura circulante sobre los estoicos está muy lejos de reinstaurar las prácticas ascéticas rigurosas de transformación de sí que ellos proponían, más bien parecen recetas conducidas a aceptar un orden económico incuestionable y en decadencia que requiere la adaptación pasiva del sujeto. Por supuesto, no tiene sentido a esta altura discutir los usos y apropiaciones populares de la filosofía desde un lugar puramente académico o de técnico especialista. Considero que la batalla tiene que darse en el mismo terreno del adversario, desplazando sus términos y condiciones, modificando el marco de inteligibilidad de las prácticas. Por eso propongo una filosofía práctica que actualice las antiguas meditaciones y elabore nuevos ejercicios de imaginación materialista en función del nudo irreductible entre lo ontológico, lo ideológico y lo ético.

En términos más amplios, la filosofía práctica que propongo se articula en torno a tres dimensiones heterogéneas pero entrelazadas: (i) la cuestión ontológica, (ii) la cuestión crítica, (iii) la cuestión ética. Recupero diversas tradiciones asociadas a ellas y las actualizo a la luz de los problemas del presente.

1.En torno a la primera dimensión, discuto con los nuevos giros ontológicos y realismos filosóficos, su incidencia crítica y la necesidad de implicación subjetiva.

2.En torno a la segunda dimensión, discuto con las perspectivas marxistas críticas la consideración de la naturaleza en su conjunto, nuestra participación en ella sin ningún privilegio pero con una máxima responsabilidad.

3.En torno a la tercera cuestión, indago en distintas tradiciones las prácticas de sí que pueden ayudar a transformarnos realmente y muestro incansablemente que las actuales prácticas de autoayuda no lo hacen porque no producen saberes ni se posicionan críticamente.

En relación a todas las dimensiones señaladas cuestiono que los saberes teóricos, incluso adelgazados al extremo, no puedan hacer cuerpo material, no impliquen ejercicios de transformación efectiva. Es algo que vengo trabajando en múltiples escritos, artículos y libros en torno a lo que llamo un “giro práctico” en el pensamiento contemporáneo.

Gramsci de 1933.

No obstante, no deja de sorprenderme cuando encuentro pensadores que no suelen ser ubicados en su real complejidad porque una dimensión de la praxis ha opacado a las demás. Es el caso de los militantes y teóricos revolucionarios. Por eso me parece clave la contextualización que nos ofrece Lidia Ferrari sobre la clásica frase de Gramsci elevada a consigna militante: “Optimismo de la voluntad, pesimismo de la inteligencia”.[1] Desconocía que la había formulado no sólo en los Cuadernos de la cárcel sino en una carta a su “quejoso” (sic) hermano y que comprendía una referencia al estoicismo como forma de vida. Resulta fundamental, para que las frases no queden en consignas vacías, no solo entender el contexto en que han sido pronunciadas, sino, como en este caso, el ejercicio filosófico práctico que entrañan. Por eso escribí un pequeño libro con el provocador título Militantes, ¡ocúpense de sí mismos! (como hacía Gramsci, podría agregar ahora). Repongo cómo introdujo Lidia Ferrari la célebre cita:

“En diciembre de 1929 Antonio le escribe a su hermano Carlo contándole sus esfuerzos y el calvario que, desde los 14 años cuando dejó Ghilarza para irse a estudiar, le procuró su humilde realidad. Entiende que de allí se desprende toda la fuerza que posee para enfrentar las adversidades, fuerza que quiere estimular en su quejoso hermano. Dice: “Me parece que en tales condiciones, prolongadas durante años, con tales experiencias psicológicas, el hombre debería haber alcanzado el máximo grado de serenidad estoica, y haber adquirido una convicción tan profunda de que el hombre tiene en sí mismo la fuente de sus propias fuerzas morales, que todo depende de él, de su energía, de su voluntad, de la férrea coherencia de los objetivos que se propone y de los medios que utiliza para alcanzarlos: no volver a desesperarse y no caer más en esos estados mentales vulgares y banales que son el llamado pesimismo y optimismo. Mi estado de ánimo sintetiza estos dos sentimientos y los supera: soy pesimista con inteligencia, pero optimista con voluntad. Pienso, en cualquier circunstancia, en el peor de los casos, movilizar todas las reservas de voluntad y poder superar el obstáculo. Nunca me he hecho ilusiones y nunca me he desilusionado. Sobre todo, siempre me he armado de una paciencia ilimitada, no pasiva, inerte, sino animada por la perseverancia.” (Facebook, 19 de octubre de 2023)

El hecho de que la frase haya sido recortada del ejercicio estoico que implicaba, que apunta justamente a reducir la fluctuatio animi y la estulticia propia de la queja, incluido el soporte clásico de la escritura de sí: cuadernos de notas y cartas, resulta esclarecedor de lo que se extraña en las militancias actuales. Y por eso sigue siendo más vigente que nunca la máxima socrática: ¡Ocúpense de sí mismos! Lo cual, bien entendido, nunca es en desmedro del otro, de la naturaleza y del conjunto de saberes, sino todo lo contrario.

A la luz del triunfo de las últimas elecciones y de este breve tiempo disponible para evitar lo peor, resulta crucial que el pensamiento crítico y la filosofía ayuden a atenuar los vaivenes anímicos y enseñen a actuar siguiendo la causa adecuada. Hay que evitar por sobre todo el juicio moral y el consuelo en el goce de lo peor.

Córdoba, 25 de octubre de 2023.

*Filósofo. Investigador Independiente (CONICET)


[1] La cita completa: “Todo colapso lleva consigo desorden intelectual y moral. Hay que crear gente sobria, paciente, que no desespere ni ante los peores horrores y que no se exalte ante cada bobería. Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad.”

1 Comment

  1. Silvia dice:

    Altamente práctica y posible la propuesta.
    Praxis de la intuitiva voluntad y puesta a soñar las «ilusiones» engañosas…

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