La autora de la nota sostiene que este 24 de marzo debemos reivindicar la democracia, la justicia y una política igualitaria en acto; porque hay sufrimientos inevitables en toda existencia, pero sin lugar a dudas hay sufrimientos evitables y para eso la democracia debe reinventarse, renovarse, y no olvidar nunca lo que nos pasó.
Por Angelina Uzín Olleros*
Especial para La Tecl@ Eñe.
La diferencia entre el pasado y el devenir radica en que el primero aparentemente ya fue y el segundo está siendo. A medida que el tiempo transcurre se pierde la percepción de lo que aconteció, se modifican los entornos, los miedos, las esperanzas; pero a su vez, algo queda, se repite, son continuidades en las rupturas. De la dictadura del ‘76 al ‘83 podemos decir que hay voces que aún reclaman cuerpos desaparecidos y denuncian apropiaciones; lo que pasó está pasando con otros discursos, con otras imágenes, con otras violencias, renovadas y actualizadas en un año de campañas electorales.
Han quedado y van quedando asignaturas pendientes, las violencias económicas que dieron lugar al Golpe de Estado aquel 24 de marzo, los negocios que se hicieron en ese período, los empresarios que vivieron impunes y murieron sin rendir cuentas ni ser juzgados; otras que tuvieron lugar sobre las mujeres detenidas desaparecidas y detenidas sobrevivientes en los centros clandestinos de detención: violencias sexuales, violaciones, vejámenes.
El filósofo norteamericano Richard Rorty publicó en 1993 en The Yale Review, un extenso artículo sobre “Derechos humanos, racionalidad y sentimentalismo” en el que reflexiona sobre los crímenes de guerra y la violencia sexual ejercida en los conflictos bélicos, cita textualmente fragmentos de un artículo publicado en 1992 por David Rieff para New Yorker, bajo el título “Carta sobre Bosnia” en el que afirma que “Para los serbios, los musulmanes ya no son seres humanos. Había varias hileras de prisioneros musulmanes tendidos en el suelo esperando para ser interrogados, y un guardia serbio los pasaba por encima con una camioneta.”
Otros pasajes del artículo de Rieff son mucho más cruentos, dice: “En Bosnia Petrovac, un musulmán fue obligado a cortarle el pene con los dientes a otro musulmán… Si uno afirma que un hombre no es humano, pero el hombre es igual a uno y la única manera de identificar a ese demonio es hacer que se baje los pantalones -los musulmanes están circuncidados, los serbios no- entonces es probable que psicológicamente se esté a un paso de cortarle el pene… Jamás hubo una campaña de limpieza étnica de la que el sadismo sexual haya estado ausente.”
Según Rorty los relatos de Rieff apuntan a que los serbios no consideran que se están comportando de un modo inhumano sino que están diferenciando a los que son humanos de los que no lo son; establecen el mismo tipo de distinción que se realizaron entre los Cruzados y los perros infieles o que los musulmanes negros hacen a los blancos de ojos azules. El texto de Rorty intenta demostrar en primera instancia cuáles son los criterios para otorgar la condición plena de humanidad a algunos y a otros no; se refiere a los negros esclavizados que no eran considerados por Thomas Jefferson totalmente humanos cuando afirmaba que “todos los hombres nacen libres”, por ejemplo. En ese juicio universal quedaban muchos particulares afuera.
Pero más adelante Richard Rorty hace referencia a las mujeres: “Cuando se trata de las mujeres, hay maneras más simples de excluirlas de la verdadera humanidad: por ejemplo, usar la palabra hombre como sinónimo de ser humano. Como los feministas y las feministas han señalado, estos usos refuerzan la gratitud del varón por no haber nacido mujer, como también su miedo a la degradación última: la feminización. El sadismo sexual que Rieff describe da cuenta del alcance y la profundidad de este último temor. Su afirmación de que ese sadismo nunca está ausente de los intentos de purificar la especie o limpiar el territorio confirma la opinión de Catherine MacKinnon de que para la mayoría de los hombres ser mujer no es una manera de ser humano.” Ser un no-macho es uno de los modos de ser no-humano concluye Rorty.
Retomo estos textos porque en un punto la lógica dictatorial en Argentina no deja de ser análoga a la de una pureza étnica, salvar al mundo occidental y cristiano de Videla del mundo no humano que acechaba contra la verdadera humanidad. Uno de los tantos capítulos que no han sido suficientemente juzgados y dados a conocer es el de los crímenes sexuales durante la dictadura que comenzó en el ’76; Miriam Lewin y Olga Wornat en su libro Putas y Guerrilleras (2020 Planeta) hablan de los crímenes sexuales en los centros clandestinos de detención, en esas historias silenciadas como reza el subtítulo, una guerra sin fin…
Precisamente Wornat en el libro relata las atrocidades padecidas por las mujeres en Bosnia y Herzegovina, también en Ruanda durante la guerra civil de 1990; “…fueron tomadas por la Corte Penal Internacional, a través de la resolución 1325, para tipificar los abusos sexuales como ‘crímenes de lesa humanidad’. Sin embargo, a 24 años de la finalización de la guerra en la ex Yugoeslavia, muchas sobrevivientes continúan sumergidas en el silencio, destruidas física y emocionalmente. La mayoría, cuando regresó a sus hogares, fue abandonada por su familia y repudiada por amigos y vecinos.” La autora toma una multiplicidad de ejemplos de guerras y dictaduras, recogidos en sus trabajos como periodista, que dan cuenta de las violencias físicas, violaciones y abusos perpetrados sobre los cuerpos de esas mujeres.
En el Prólogo Miriam Lewin afirma: “Fuera del campo, los sobrevivientes fueron sometidos a cuestionarios y cuestionamientos. Pero las mujeres sufrimos un estigma doble. Si estábamos vivas, era porque habíamos delatado y además nos habíamos acostado con los represores. Había existido en eso una alta cuota de voluntad propia, porque podríamos haber elegido no hacerlo. Habíamos ido contra nuestro mandato como mujeres, el de la sociedad toda y el de la organización donde militábamos. Éramos putas y además traidoras.” Más adelante en el libro comenta: “En un ancho pasillo de Tribunales, se mezclan una mañana en la misma fila por primera vez las víctimas y las mujeres de los torturadores, frente a la secretaría del Tribunal Oral que va a juzgar a los represores de la ESMA. Allí están la hermana de Alfredo Astiz, que no falta nunca, la esposa de Raúl Scheller, la militante derechista Cecilia Pando. Se escuchan las conversaciones, es inevitable.” (Pp. 161)
Al igual que ese pasillo y a 40 años del advenimiento de la democracia, se encuentran muchas mujeres que hoy recuerdan los padecimientos que tuvieron que sufrir en la dictadura, las mujeres que justifican lo que pasó, las que niegan todavía que esas violaciones a los derechos humanos sucedieron, las que militan en sectores de la política que reivindican la dictadura; en este pasillo en el que transitamos la actual democracia lo que el pasado se llevó importa por lo que ha dejado, por lo que conserva, por lo que repite. El negacionismo, el desprecio por la vida de los que no se consideran humanos o humanas, el llamado a portar armas, a combatir la delincuencia y un estado reducido a estado gendarme, porque esos sectores de la política ya han firmado el acta de defunción del estado de derecho.
Lo que el pasado se llevó puede en algún remolino de ese viento de la historia traerlo nuevamente; es por eso y por mucho más que eso, que este 24 de marzo debemos reivindicar la democracia, la justicia, una política igualitaria en acto; porque hay sufrimientos inevitables en toda existencia, pero sí, sin lugar a dudas hay sufrimientos evitables y para eso la democracia debe reinventarse, renovarse y no olvidar, nunca olvidar lo que nos pasó.
Paraná, 22 de marzo de 2023.
*La autora es Dra. Ciencias Sociales y Coordinadora Académica Maestría en Género y Derechos/UNGS/UADER.