Diego Sztulwark sostiene que este 24 de marzo nos convoca el repudio a las provocaciones de la ultraderecha en el poder, pero también, y aun más profundamente, la pregunta por nuestra propia radicalidad: ¿qué nos une hoy con las militancias revolucionarias contra las que se produjo el golpe del 76?
Por Diego Sztulwark*
(para La Tecl@ Eñe)
El ministro de defensa Luis Petri, dijo esta semana que hay un hilo de continuidad entre terrorismo de Estado y lucha contra bandas narcos de Rosario.
Aye por la mañana nos enteramos de un ataque brutal perpetrado contra una militante de HIJOS. Los agresores dejaron su firma: VLLC (Viva La Libertad Carajo). Por la noche circuló una entrevista a la Vicepresidenta, vocera de los veteranos agentes del terrorismo de Estado (más que de las actuales Fuerzas Armadas) corrigiendo al ministro e ignorando la gravedad de la denuncia de HIJOS. Victoria Villarruel explicó que no son las Fuerzas Armadas sino el Estado en su conjunto quien debe enfrentar a civiles terroristas. Como si en Rosario la violencia no tuviera un componente policial y judicial. A juicio, los militares de los setentas pagaron -ellos solos- por las acciones represivas de la dictadura. (Como de costumbre los periodistas que entrevistan a los dirigentes de la ultraderecha no aclaran que las Fuerza Armadas no lucharon contra el “terrorismo” sino contra una voluntad militante revolucionaria, aniquilada desde el Estado por medio de métodos ellos sí terroristas como la desaparición y la picana).
Esta mañana la ministra de seguridad -la misma Patricia Bullrich que participó de un modo particular tanto de la generación militante de aquellos años como del diseño de las políticas de impunidad a los genocidas aplicadas durante el menemismo (ese rostro reaccionario del peronismo que tanto progre-cínico revaloriza)- le plantea una discusión a Villarruel en los siguientes términos: “Lo que se está discutiendo respecto al pasado no es haber participado del combate al terrorismo, sino también los métodos que el Estado usó para combatirlo”.
Todo aquello que tanto y tan intensamente se discutió larga y profundamente durante décadas en la Argentina sobre lo ocurrido durante los años setentas, retorna ahora bajo la forma de una descomposición política y argumental.
Lo realmente curioso y decisivo en todo esto es, en todo caso, que la torpe y equívoca retórica de esta ultraderecha se tropiece consigo misma de cara a las marchas del próximo domingo 24. Lo involuntario del asunto es lo que vuelve aún más valioso este reconocimiento del peso de la verdad en la historia. Que no hace sino demostrar -una vez más- que no hay provocación que pueda torcer en diez minutos los resultados de aquello que los desesperados publicistas oficiales llaman “la batalla cultural”. Apenas termine de despejarse el vapor de la provocación fascistoide, se volverá a despejar la única y persistencia voz verdadera que ha producido la Argentina en torno a su historia reciente. Una voz dicha siempre desde abajo y en contra del poder de los vencedores del 76.
Algo cabe agregar al respecto. Como dijo ayer el historiador Javier Trímboli en una entrevista pública, este 24 de marzo toca reconsiderar qué relación nos planteamos hoy con aquellas militancias REVOLUCIONARIAS de izquierda y peronistas de los años setentas. Ese modo historiográfico de preguntar tiene la enorme virtud de proponer un balance de estos últimos veintitantos años que nos distancian de 2001 pero también de los cuarenta y pico de años que nos separan del 83. Se trata de una interpelación de lo más oportuna sobre si no habrá pasado ya el tiempo de la defensa inmediata del presente, y de las restricciones con que las militancias se han aferrado a una democracia incapaz de provocar transformaciones estratégica relativas a las crecientes injusticias nacionales. En otras palabras, si no es preciso volver a plantear COLECTIVAMENTE una voluntad de crear en un sentido plenamente radical otro tipo de sociedad.
Buenos Aires, 22 de marzo de 2024.
*Investigador y escritor. Estudió Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires. Es docente y coordina grupos de estudio sobre filosofía y política.
2 Comments
Siempre lucido el análisis de nuestra realidad.excelente.
Excelente su nota. Lamentablemente, la relación de nuestros políticos con aquellos militantes que daban la vida por la Patria, es similar a de cualquier tilingo del mundo con una remera del CHE. Cortar con la dulzura, aun con los máximos traidores, parece que les quita votos. No todos, pero los dulces, son malón.