En virtud de una catarata interminable de expresiones falaces que circulan respecto del sistema tributario argentino, Claudio Véliz se encargó de investigar la estructura impositiva de nuestro país a partir de datos estadísticos brindados por todos los organismos internacionales que se ocupan de recoger y publicar índices comparativos. Los resultados de su investigación son tan rigurosos como contundentes.
Por Claudio Véliz**
(para La Tecl@ Eñe)
Cuántas veces hemos escuchado frases como las siguientes: “¡Basta de tantos impuestos!”; “Nuestro país posee la carga impositiva más alta del mundo”; “Los impuestos tan elevados de la Argentina ahuyentan las inversiones”; “Con nuestros impuestos, el populismo financia a los vagos”; etc., etc. Estos eslóganes, tan repetidos y amplificados han logrado constituir un “sentido común” respecto de la problemática impositiva en nuestro país que no resiste el mínimo cotejo con los datos arrojados por la totalidad de los organismos nacionales y extranjeros abocados a dicha tarea.
¿Por qué pagamos impuestos?
Una de las tareas centrales del Estado es recaudar recursos impositivos con el objeto de realizar obras, construir viviendas, escuelas y hospitales, financiar la educación y la salud, urbanizar, pagar jubilaciones, asignaciones sociales y salarios a docentes y empleados públicos, brindar servicios a la comunidad, otorgar subsidios a quienes más los necesitan o bien a determinados sectores productivos. Para ilustrar el funcionamiento de dicho mecanismo, les propongo que imaginemos una situación como la siguiente: en una ciudad cualquiera de la provincia de Buenos Aires con “aceptables” niveles de urbanización y servicios públicos: una vecina que acababa de obtener su vivienda gracias a un crédito hipotecario a tasa muy reducida otorgado por la banca pública, se despierta temprano, prende la luz, se ducha, enciende la hornalla de la cocina para calentar la pava, escucha un rato la radio, toma unos mates, revisa por la ventana que el camión recolector haya pasado a retirar los residuos que sacó la noche anterior, y luego atraviesa la puerta de su casa de la mano de su pequeña niña. Caminan por las veredas de la cuadra, cruzan la calle, se detienen ante el semáforo de la esquina y, cuando se enciende la luz roja, vuelven a cruzar para dirigirse hacia la escuela. Poco más tarde, esta buena señora utiliza el transporte público para llegar hasta el hospital donde desarrolla sus tareas de enfermería, tras haber recibido su título profesional otorgado por la Universidad Nacional de Avellaneda. Es muy probable que esta abnegada profesional haya dedicado muchísimo tiempo y esfuerzo para poder satisfacer sus necesidades mínimas (educación, cuidados sanitarios, alimentación, insumos varios, distracción, descanso, entretenimiento, etc.). Seguramente, ha debido trabajar muchísimo y resignar actividades placenteras para tener un digno pasar sin lujos ni mayores privaciones. Sin embargo, nos basta este brevísimo “cuadro de situación cotidiana” para asegurar que ninguna de aquellas acciones/prácticas hubiese sido posible sin la decisiva intervención del Estado: la red eléctrica, el agua potable, el acceso al gas natural, el sistema cloacal, las veredas, las calles asfaltadas, las señales viales, la escuela (no importa si pública o privada porque en el segundo caso, recibe un subsidio del Estado), el transporte público, el hospital provincial, la universidad pública y los saberes comunes compartidos en dicho ámbito irreemplazable, etc. A pesar de los evidentes talentos, méritos y esfuerzos individuales de esta licenciada en enfermería, es preciso reafirmar que sus logros profesionales también dependen de una suma de decisiones/políticas públicas adoptadas por ciertos gobiernos. Absolutamente nadie (sabio, genio o virtuoso) consigue acceder a bienes materiales y simbólicos si no están dadas determinadas condiciones que los promueven, favorecen y facilitan. De hecho, cuando el Estado se desentiende de dichas tareas y se niega a propiciar tales contextos situacionales, aun los más hábiles y destacados ciudadanos quedan condenados a la desprotección, la errancia y/o la marginalidad. No resulta ocioso recordar aquí que todos nuestros “nobeles” investigadores premiados por la academia sueca han egresado de la universidad pública (con todo lo que ello implica en “materia impositiva”).
Así, para que las destrezas, las voluntades, los empeños y los talentos logren conjugarse, resulta imprescindible que el Estado recaude los recursos necesarios para afrontar situaciones tan cotidianas como la que acabamos de imaginar en nuestro breve relato; más aun si tenemos en cuenta que en Argentina, el 90 % de los recursos fiscales proviene de la recaudación tributaria. Esto que acabamos de decir podría parecer una “verdad de Perogrullo”, algo tan obvio que no haría falta perder tiempo en explicarlo y que hasta aquella pequeña niña de nuestra historia podría comprender perfectamente. Sin embargo, abundan en nuestro país los que creen que basta con el esfuerzo individual para alcanzar ciertas metas, los que agitan la rebelión fiscal, los que alzan su voz para denunciar al sistema impositivo como una confiscación o quienes abogan por un Estado mínimo incapaz de brindar los bienes y servicios necesarios para una vida saludable (aunque máximo a la hora de eliminar controles y regulaciones o de consentir la fuga y la evasión).
Si, por el contrario, coincidimos en que la salud, la educación, la vivienda, la urbanización, el sistema vial y cloacal, la red de gas, el sistema eléctrico, el acceso al agua potable, el cobro de asignaciones sociales y jubilaciones, y muchísimos otros etcéteras constituyen derechos humanos elementales-vitales, lo único que queda por definir es cómo se recauda, es decir, qué sectores debieran realizar el mayor aporte. Una estructura tributaria resulta “progresiva” cuando el peso de la presión fiscal recae en los sectores de ingresos más elevados (es decir, cuando se recauda fundamentalmente a partir de impuestos “directos”); a la inversa, dicho esquema es “regresivo” cuando los sectores de menores ingresos son los que realizan el mayor esfuerzo fiscal (es decir, cuando el sistema se nutre, especialmente, de los impuestos “indirectos”).
Los Estados pueden obrar en dos direcciones opuestas. En un caso, procurando corregir/morigerar las inequidades que irremediablemente genera la “liberación” de los flujos mercantiles. Para ello, podrían decidir arancelar ciertas importaciones para proteger la producción nacional, y/o cobrar retenciones a determinadas exportaciones para abaratar los precios internos, y/o eliminar el IVA para algunos alimentos y bienes considerados esenciales al mismo tiempo que gravan la renta financiera y los bienes suntuarios. De este modo, las decisiones impositivas del gobierno responsable de dicho Estado contribuirían al equilibrio social y a una mayor equidad distributiva. Cuando ocurre el caso inverso, las autoridades estatales tienden a incrementar la brecha entre ricos y pobres; por ejemplo, bajando los aranceles a la importación de productos que se fabrican en el país o las retenciones a las exportaciones de materias primas, reduciendo las alícuotas del impuesto a los Bienes Personales o las cargas patronales, etc. Estas medidas regresivas provocarían el aumento de los precios internos, el desfinanciamiento del Estado y del sistema previsional, y el quiebre de la industria nacional (es exactamente lo que ha ocurrido durante los años 90 y también en el período 2016-2019). En definitiva, en esto último están pensando quienes reclaman una menor presión impositiva o, directamente, dejar de pagar impuestos.
El debate relativo a la recaudación fiscal y el gasto público suele orientarse hacia el “exceso” del segundo pero jamás hacia la necesidad de incrementar la primera. Los sectores dominantes (grandes evasores por excelencia) han repetido insistentemente el eslogan de que “no podemos vivir por encima de nuestras posibilidades” y, por lo tanto, califican como despilfarro las políticas de los gobiernos que deciden incrementar el gasto social (en salarios, asignaciones, jubilaciones, obra pública, educación, salud, ciencia y tecnología, etc.). Así, cuando el foco se centra en una sola de las dos patas del sistema fiscal (el gasto), se silencian las exigencias del desarrollo sanitario, educativo, social y urbano de la población, es decir, la necesidad de una mayor recaudación impositiva.
El cambista y su mujer, de Quentin Massys.
¿Quiénes pagan más impuestos en Argentina?
En el mes de febrero de 2019, el Ministerio de Producción del gobierno de Mauricio Macri encabezado por Dante Sica, lanzó un documento interno titulado: “Leyes para la transformación productiva” (1). En la séptima filmina, dicho artefacto de gestión intentaba graficar la realidad tributaria de la Argentina con el objeto de alentar reformas laborales e impositivas. A tal efecto, recurrió a una ilustración que desnuda el posicionamiento ideológico y la sensibilidad clasista, machista y racista de los Ceos. Se trata de un dibujo muy sugerente según el cual una minoría de personas rubias (muy especialmente, varones vestidos de traje y corbata), “sostienen” (bancan, financian, soportan) a una mayoría de personas ociosas (preferentemente mujeres de tez morena y pelo negro). Podríamos resumir dicha imagen del siguiente modo: un 20 % de trabajadores blancos cargan sobre sus hombros, con enorme esfuerzo, a un 80 % de negras vagas. El documento procura demostrar que un segmento equivalente al 20 % de los argentinos aporta el 99,4 % de la recaudación y, de este modo, mantiene al resto de la población a partir del pago del impuesto a las Ganancias y de los aportes al sistema previsional. Este dato es tan burdo y erróneo que “olvida” tres circunstancias insoslayables: 1) que ambas cargas tributarias afectan también a lxs trabajadorxs formales de los sectores público y privado, y no solo a lxs empresarixs (con lo cual, el porcentaje de aportantes ascendería al 70 y no al 20 %); 2) que la mayor parte de la recaudación tributaria corresponde al IVA, un impuesto absolutamente regresivo que “misteriosamente” fue excluido del informe; 3) que la informalidad no es en absoluto el resultado de la voluntad de las víctimas sino el corolario de muchos años de políticas neoliberales que incrementaron dicho índice hasta el 55 % en el año 2003, mientras se reducían las cargas patronales y los impuestos directos.
En el mismo sentido procuran operar los sectores ultraortodoxos de la economía. Cuando se exhibe, con un interesado efecto sugestivo en la población, la mera sumatoria de los impuestos y tasas que pagan los contribuyentes argentinos (algo con lo que suelen machacar instituciones como el Instituto Argentino de Análisis Fiscal) solo se procura generar confusión y promover la desobediencia fiscal. Así, en un informe del Iaraf (2) se publica un listado engañoso de 165 impuestos sin establecer distinciones entre aportantes, ni acotar su universo contributivo (ya que no todos pagan, por ejemplo, impuestos a los cigarrillos, a las bebidas alcohólicas, a los productos suntuarios o a las apuestas), ni ponderar exenciones, facilidades y/o evasiones, ni medir afectaciones diversas respecto de los ingresos, ni subrayar que el peso tributario de la mayoría de los impuestos es ínfimo ya que el 90 % de la recaudación proviene de 10 impuestos: IVA, Ganancias, Ingresos Brutos, Seguridad Social (aportes y contribuciones), Derechos de exportación, Débitos, Créditos, Combustibles, Tasas de Higiene y Seguridad. Todos son impuestos nacionales, a excepción de los Ingresos Brutos (provincial) y las Tasas de Higiene y Seguridad (municipal). Por todas estas razones, resultaría muy sencillo advertir que este listado absurdo por donde se lo mire tiene por único objetivo el reclamo persistente de los sectores que menos aportan (y los que más ganan, en proporción) de “reducir la presión tributaria” (algo que adquiriría cierta coherencia si fuera cierto que son tantos los impuestos y las tasas que pagamos) para deslegitimar y horadar la capacidad redistributiva del Estado argentino (3).
Datos vs. ficciones
La presente investigación se ha basado en datos oficiales y extraoficiales brindados por reconocidos organismos y consultoras privadas nacionales y extranjeras. Hemos ponderado las cifras publicadas por el Banco Mundial, la CEPAL, el INDEC, la AFIP, la OCDE, el BID, el CIAT, la Universidad Nacional de Avellaneda, el IPYPP, la Consultora Capgemini, etc., etc. Una vez obtenida la información requerida, nos ocupamos de comparar, cotejar y cruzar datos con el fin de brindar una información rigurosa que, incluso, nos permitió realizar estimaciones respecto de maniobras ocultas/secretas. Gracias a dichos “cruces” pudimos arribar a las conclusiones que enumeramos a continuación y que desmienten la fraseología falaz y berreta que ha ido constituyendo cierto “sentido común” en virtud de la sistemática repetición:
Referencias bibliográficas:
(2) Vademecum tributario argentino. Informe económico, Instituto argentino de análisis fiscal, 10 de mayo 2020. https://drive.google.com/file/d/15xu3r0gi6EjJBsLHv9clhSVnkh43po2l/view
(3) Ver Rodríguez, M. (2020): “La importancia de los impuestos”, Suplemento Cash de Página/12, 20 de diciembre de 2020, pág. 4.
(4) https://oxfamilibrary.openrepository.com/bitstream/handle/10546/621033/bp-quien-paga-la-cuenta-covid-19-270720-es.pdf
(5) http://impuestosalariqueza.org/wp-content/uploads/2020/12/Informe-Impuestos-a-la-Riqueza.pdf
(6)https://taxjustice.net/wp-content/uploads/2020/11/The_State_of_Tax_Justice_2020_SPANISH.pdf
(8) https://ipypp.org.ar/2020/04/20/hacia-el-impuesto-a-los-ricos/
(9) https://www1.compareyourcountry.org/tax-revenues-global/en/0/all/default
(10) R. Alzueta, E. (2021): “Tráfico ilegal de granos y narcotráfico”, El Cohete a la luna, febrero 2021. https://www.elcohetealaluna.com/trafico-ilegal-de-granos-y-narcotrafico/
Buenos Aires, 10 de mayo de 2021.
* Este texto es un extracto de un trabajo más extenso y de mayor alcance sobre el sistema tributario argentino aún inédito.
** Sociólogo, docente / [email protected]
10 Comments
Tremendo. Necesitamos que este artículo llegue a la mayor cantidad de gente posible. Gracias Tecla Eñe por semejante calidad de autores
Gracias Adrián! Saludos!
Imprescindible y de urgente difusión, lo que ya mismo hago dentro de mis posibilidades.
Gracias Alberto!
Excelente trabajo. Muchas gracias
Héctor Gurvit
Muy bueno artículo profe!! con su permiso voy a difundir a lo máximo posible!!
Brillante!
Maestro, muy buen análisis, muy bien documentado. Sobre «la queja impositiva» es notable como se extendió en las últimas cuatro décadas, de la mano del sinsentido que tiene para los ricos el Estado, salvo para facilitar más aún sus negocios.
Muy buen artículo!! muchísimas gracias, voy a hacer mi parte para poder difundirlo.
Saludos
Excelente investigación, derriba muchos mitos. Todo un tema la evasión fiscal de multinacionales y grandes fortunas.