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Un debate en el aula – Por Martín Kohan

A partir de la polémica que se produjo en el Colegio Nacional de Buenos Aires con dos veteranos de Malvinas, Martín Kohan reflexiona en este artículo sobre la relación entre la dictadura militar y la guerra de Malvinas.

Por Martín Kohan*

(para La Tecl@ Eñe)

 

El elitismo displicente atribuido al Colegio Nacional de Buenos Aires parece verificarse más en quienes, desde afuera, lo señalan y lo impugnan, que en quienes, desde adentro, se supone que lo practican. Y en todo caso, según yo creo, ciertos gestos altaneros de egresados o cursantes no se adoptan sin un aire de ironía, de autoironía: algo así como aquel nombre de la revista estudiantil del colegio, “Aristócratas del Saber”, cuyo sesgo autoparódico me parece por demás evidente. El mito de la superioridad intelectual, entonces, se fortalece tanto más desde los complejos de inferioridad de quienes protestan con resentimiento exógeno, que desde las eventuales jactancias, finalmente banales, de quienes pertenecen o pertenecieron al “Colegio de la Patria” (esta sola formulación, por caso, incluso para quienes quieran proferirla en serio, sólo puede hoy por hoy sonar sarcástica). Se agrega a eso otro aspecto, por demás desconcertante: el prejuicio, no del todo infrecuente, de que se trata de un colegio de clase alta; acaso por confundir ciertas marcas de exigencia académica con lo que en cambio sería propio de una estricta jerarquización socioeconómica (por lo visto es cada vez más difícil pensar en criterios de valor que no pasen sólo por el dinero, lo que lleva en este caso a pasar por alto esa virtud tan propia de la educación pública: la de ser un espacio de cruce para estudiantes de extracciones sociales diferentes).

Hay dos cosas que pueden decirse en favor del Colegio Nacional de Buenos Aires: una, es que el nivel de los estudios es en general bueno o muy bueno, y a menudo incluso excelente; la otra, es que está fuertemente politizado y fuertemente ideologizado. Un aspecto decisivo en tiempos en que hasta la política parece a veces despolitizarse, o en que de tal o cual cosa se pretende, como si fuese un mérito, o como si fuese posible, que carece de ideología. Así, por lo pronto, la postura adoptada por Luis Cervera, ex oficial de la Fuerza Aérea Argentina y ex combatiente de Malvinas, quien junto a su par Héctor Sánchez brindó una charla sobre la guerra en el Colegio Nacional de Buenos Aires, y se quejó (La Nación, miércoles 17 de julio, página 27) de que el tema se viera “ideologizado”, de que “en el país siempre se politiza e ideologiza todo”.

Decir “todo” se torna un tanto amplio. Ateniéndonos al caso concreto de la guerra de Malvinas, no queda claro cómo podría tocarse el tema sin politizar y sin ideologizar. Lo que, según se informa, les fue planteado a los expositores en ocasión de su charla en el CNBA, parece por demás pertinente: por un lado, la dimensión ética del acto de matar, así sea en circunstancias bélicas (en la línea, podría decirse, de lo que Juan Bautista Alberdi, alumno del Colegio de Ciencias Morales por cierto, planteó en su célebre El crimen de la guerra); por otro lado, la condición de los conscriptos en el frente de lucha; por fin, la inscripción de la guerra de Malvinas en el contexto de la dictadura militar, cuestión que estaba siendo llamativamente pasada por alto.

Conozco algunos enfoques orientados a discutir la plena subsunción o la homologación sin más de la guerra de Malvinas y la dictadura militar. Por ejemplo,  Rosana Guber, en ¿Por qué Malvinas?, lo hace en procura de preservar los valores de la identidad nacional; en tanto que Federico Lorenz, en Las guerras por Malvinas, lo hace para recuperar las vivencias específicas de los conscriptos que allí lucharon. Me persuade, en lo personal, más lo segundo que lo primero; no obstante, en cualquier caso, es distinto no subsumir o no homologar, que no relacionar. No relacionar, o negarse a relacionar, ya que es eso lo que pasó, la guerra de Malvinas con la dictadura militar, no implica sino una omisión flagrante, un escamoteo artero, una desconexión tan intencional como oscura, que no cabe sino poner en discusión. Poner en discusión: fue lo que se hizo, el otro día, durante la mencionada charla en el Colegio Nacional de Buenos Aires.

Mientras se libraba todavía la guerra, León Rozitchner elaboró una admirable intervención, tan lúcida como pronta, luego editada en Las Malvinas: de la guerra “sucia” a la guerra “limpia”: Rozitchner estableció entonces una articulación fundamental entre esa guerra “limpia”, la de Malvinas, y su antecedente, la guerra “sucia”, a partir de la constatación, simple pero crucial, de que las libraba un mismo ejército. Era el ejército de los torturadores y los desaparecedores, el de los secuestradores y los asesinos, por más que no todos sus integrantes lo fueran, el que llevaba adelante la “gesta”.

Rozitchner abrió esa discusión decisiva en la época de los acontecimientos. Bueno es saber que sigue abierta. Porque la abrupta interrupción del debate en el CNBA, para pasar con presteza al rito del chocolate con churros, fue eso: una interrupción. No un cierre ni una clausura, mucho menos una conclusión.

 

Buenos Aires, 19 de julio de 2019

*Escritor.  Licenciado y doctor en Letras por la Universidad Nacional de Buenos Aires

2 Comments

  1. Rafael Spregelburd dice:

    Como siempre, Kohan lúcido, generoso y necesario. Lo comparto.

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