Un escenario electoral que aún no es tal porque los candidatos no están del todo definidos y una identidad política potente que no termina de fraguar en organización política.
Por Conrado Yasenza*
(para La Tecl@ Eñe)
Se acercan tiempos liminares, raras magnitudes físicas, psíquicas y políticas susceptibles de profundizaciones, derivas y desvíos; mediciones de lo que puede persistir y lo que no luego de la experiencia de doce años de construcción de una identidad política. Este orden de acciones políticas deja establecido un pasado colmado de realidades y decisiones que cambiaron el país, lo transformaron en una comunidad estable, aún con sus conflictos, enfrentamientos y no menores manuales de operaciones desestabilizadoras; inclusiva, con recuperaciones simbólicas que consolidaron esa transformación y amalgamaron un concepto de comunidad organizada en torno a la inclusión de los más desprotegidos y vulnerados. Para ello fue necesario recuperar el rol del Estado y la importancia de las políticas públicas; poner el Estado por delante de las crueles profundidades en que la economía financiera y los mercados enterraron la luz que las sociedades necesitan para poder pasar del proceso de construcción de identidad política al de elaboración de un sujeto colectivo. Eso es lo que, en una frase potente, sintetizó la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner: La Patria es el otro.
Ese tiempo de construcción de identidad y sujetos colectivos no fue lineal, tampoco sencillo. Se desarrolló al compás de ritmos variables, sincopados armoniosos y cismáticos. No fue magia, claro, aunque lo impredecible haya metido la cola en más de una oportunidad dando origen a medidas, proyectos y leyes impensadas.
Esa identidad política es lo que denominamos Kirchnerismo. Y es esta identidad, con sus sujetos colectivos adentro, la que no termina de fraguar en organización política. El kirchnerismo es una suerte de sistema de ideas que abreva en tradiciones e historias políticas de corte nacional y popular, forjado a altas temperaturas y sometido a los vaivenes de la disputa por el poder y desde el poder. Esas disputas tampoco han sido unidimensionales. En tiempos de alusiones a lo que es puro e impuro, podríamos decir que en ese proceso de formación de identidad el kirchnerismo incorporó, también, aquel carbón que añade “impurezas” al modelo identitario. Pero es que de esas impurezas está también hecha la política. ¿Sólo la política? No. El hombre y la humanidad no siempre han sido el relato épico de los cien gigantes armados dispuestos a derrotar la tiranía de Cronos. Esta afirmación no se aviene a las argumentaciones expuestas por periodistas y panelistas que sostienen que la política es esclava del lenguaje. En ese sentido, el barro, las impurezas, formarían parte de una campaña de desprestigio de la política. Quizás se deba a que quienes trabajamos en medios, o hacemos periodismo en la contingencia, en la coyuntura, quedamos inmersos en esa micro-esfera que crea el ejercicio de un oficio sobre el cual, por otro lado, deberíamos ahondar el debate. No siempre las expectativas y demandas de las personas responden a esa tematización que el periodismo realiza sobre la realidad. Y en demasiadas oportunidades, esas periodizaciones están bien lejos de lo que sucede en el “barro” de la vida cotidiana.
La pureza/impureza no es sólo una condición de una derecha voraz que ha encontrado y organizado un partido, sino un temperamento natural de las construcciones políticas, salvo para aquellos puros que han transformado la teoría política revolucionaria en un dogma de perfección imposible. La impureza es el reino del impío.
Entonces, el problema es la orfandad de organización política del kirchnerismo. ¿Una identidad?, sí. ¿Una estructura política organizada? No.
El paraguas de distintas y diversas organizaciones es tan amplio que no cubre de la garúa a nadie, y para peor, no contempla en su dimensión de potencia y acción política a los movimientos sociales. Las variadas organizaciones que responden a diversos referentes y que expresan un grado de tensión en la idea de ampliación, es parte del asunto y el debate. Está claro que la conducción del kirchnerismo tiene un liderazgo: Cristina Fernández de Kirchner.
Por otra parte, esa organización que daría sustento a la identidad política generada durante el kirchnerismo, debe focalizarse en el poder popular, y ese poder debe transformarse en movimiento que encause la acción política del gobierno por venir, más allá de quien ejerza la presidencia en 2024. Allí residirán las posibilidades de potenciar a quien mejor encarne los ejes de acción expandidos durante el período 2003-2015, o de reorientar a quien muestre flaquezas y debilidades, y quizás, también intenciones aún no reveladas. El retroceso implicaría una experiencia dolorosa para la Nación.
Desde aquel pasado referido anteriormente, es que nos situamos ahora en el presente, en lo que ocurre en estos días de intriga en cuanto al cierre de listas para disputar las PASO de agosto– si se realizan – y luego las presidenciales de Octubre. Este presente pone de manifiesto las limitantes políticas de no haber podido consolidar una estructura más allá del corto y mediano plazo. No es una tarea fácil. Pero las hamacas y los péndulos de un kirchnerismo/peronismo por momentos centrado en el pejotismo, en otros, alejado de él, deviene en este presente de cuello de botella y salida de emergencia. Qué podría ser Massa o Scioli sino esa metáfora del “vuelo fantasmal del kirchnerismo”, como lo expresó Horacio González. Estamos pensando en posibles candidatos en un escenario electoral que aún no es tal ya que no existe ese escenario al no estar definidos los candidatos.
Un planeo que derivó en esa identidad a la que aludíamos pero a los ponchazos con relación a la construcción de su organicidad. De hecho Daniel Scioli fue la carta fuerte que, en 2007, Néstor Kirchner decidió jugar en la provincia de Buenos Aires para impedir que Macri incursionara en la provincia y ganara en ella, lo cual, en palabras de Néstor, significaría el fin del proyecto.
El futuro es incierto. Los desafíos son aún muchos. La teoría de los cercos es también un imponderable de efectos no comprobables y que responde a la fuerte sospecha de que algunos de los nombres que pueden ponerse el traje de precandidatos, podrían ser muy permeables a los intereses de las corporaciones nacionales y extranjeras, vía embajadas y Poder Judicial. Las lecturas de analistas políticos ponen en juego la idea de puentes que se tienden para descomprimir los condicionamientos de una democracia que ha generado insatisfacción en amplias capas sociales. Aún así, los embates podrían ser de una fiereza homologable a la densidad de las transformaciones que se propongan.
Este es el presente al que llegamos luego de cuatro años de reinserción del neoliberalismo en el gobierno nacional – la experiencia Macri -, y lo que va del gobierno fallido de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner; sobre este período habría que discutir con seriedad el papel que jugaron internas que ni siquiera pueden considerarse fraticidas pero que horadaron no sólo una relación en el poder sino el desarrollo del gobierno, que además se vio afectado por una Pandemia, una guerra en curso y la peor sequía en 60 años, y del que además de evaluar su impotencia a la hora de tomar medidas políticas y económicas audaces, habría que poner en valor algunas de sus acciones que según lo expresó la vicepresidenta en la Plaza del 25 de Mayo, lo transforman en un gobierno mucho mejor comparado con el anterior.
Una encrucijada, para aquellos que deseamos que el rumbo del país se despliegue por el sendero de los desafíos que faltan resolver y de la conservación y ampliación de los derechos conquistados, que corren peligro de extinción. Un dilema que apunta a, de consolidarse las mediciones de las diferentes encuestadoras, tener que dirimir las elecciones presidenciales de Octubre entre expresiones de derecha y ultraderecha, y un peronismo que para entrar al balotaje tendría que ampliarse todo lo que pueda y deba aunque esto suponga un viraje a la centro-derecha. Otra vez acudo a Horacio González, citándolo libremente: Tiempos de metáforas mercantilistas, de volantazos y juegos de diferencias inhallables, de sapos y vuelos fantasmas sin más densidad histórica que la breve biografía del «estar ahí».
Pero la política siempre da sorpresas y confirmaciones.
Ese vuelo fantasmal del kirchnerismo quizás pueda ser conjurado por la intensidad en el deseo que implica no volver a cargar sobre la espalda de la Nación y su pueblo, la bóveda de un cielo castigado por la tiranía de un cronos político que castre el tiempo de los logros y las conquistas.
Avellaneda, 1° de junio de 2023.
*Periodista. Docente en UNDAV.