Al borde del 24 de marzo cuando, una vez más, evocaremos los días trágicos del momento más oscuro de nuestra historia, bueno es traer a la memoria de los lectores un costado muy complejo de la biografía incómoda «LA CARRIÓ – Retrato de una Oportunista». Este capítulo 25, titulado «Tenienta Coronela de la República» y el próximo, que se titula «Generala del Sistema Republicano» detallan las estrechas relaciones de Lilita y su familia y los pingües beneficios que esta cercanía les trajo. Una historia que se inicia antes del nacimiento de la ex diputada chaqueña y que se proyecta… Bueno, el lector !ya verá!
Por Carlos Caramello*
(para La Tecl@ Eñe)
“Yo apoyé mucho al proceso porque
nos estaban liberando de algo
que yo consideraba fatal
para nuestro modo de pensar y de vivir”.
Mirtha Legrand
Probablemente, su paso por la Justicia del Chaco en tiempos del Proceso de Reconstrucción Nacional, sea el momento más negro y difícil de explicar de toda la historia (oscura en sí misma) de Elisa María Avelina Carrió. Sobre todo la de aquellos tiempos en los que posaba de progre. La de hoy… quién sabe.
La íntima relación que su mamá, “Lela” Rodríguez de Carrió, mantenía con el general Antonio Facundo Serrano, gobernador militar del Chaco entre 1976 y 1981, habría sido, según las malas lenguas, el motivo principal (o, tal vez, el único) de su designación. Porque, de acuerdo a un facsímil publicado en el libro “El Lado Oscuro de Carrió” de Toribio Coria, Lilita tuvo su primer nombramiento el 7 de febrero de 1978 cuando, con firma del propio Serrano, fue designada “Abogada Asesora de la Fiscalía de Estado”.
Una cuestión no menor la fecha ya que, en todas las fuentes -incluida su propia página web- Carrió fija el año 1978 como fecha de finalización de su carrera de abogada. Eso quiere decir que, para registrar como abogada el 7 de febrero, debería haber rendido su último examen durante el mes de enero de ese año, o los días 1, 2 y 3 de febrero (que fueron miércoles, jueves y viernes) y, aún así, tendría que contar con la voluntad de alguien muy pero muy importante para que le hayan entregado el título en días (cosa que hoy, contando con medios informáticos, tarda mas de un año)… Pero, ya se sabe que los datos y las fechas son parte del eterno juego mentira-verdad que ha tejido a lo largo de toda su historia.
El asunto, sin embargo, venía de lejos. Se podría decir que hasta de antes de que Lilita naciera. De la vieja relación entre la familia Carrió y los militares que, vale recordar, habían dominado -a través de sus métodos probados-, el territorio que hoy ocupan las provincias de Chaco y Formosa.
Desde la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, en 1870, cuando se lanzó la mal llamada Conquista del Chaco -con la intención declarada de limpiar el territorio- hasta la de Hipólito Yrigoyen el Ejército Argentino fue legalmente el brazo armado de la élite, conformada por esa pequeña burguesía local que acrecentaba bienes al amparo de las grandes empresas extranjeras que explotaban la región.
En 1938, Roberto Ortiz, el presidente electo a través del fraude -como se acostumbraba en la Década Infame- y conspicuo miembro de la Unión Cívica Radical Antipersonalista (contrarios a Yrigoyen), crea la Gendarmería Nacional que puso bajo las órdenes del entonces Ministerio de Guerra. Aunque la misión era cuidar las fronteras, esta fuerza continuó siendo una suerte de policía rural militarizada al servicio de los poderes locales de las algodoneras, los ingenios azucareros, y particularmente, de La Forestal, que extendió su poder esclavista en la región hasta 1963 cuando cerró la última planta luego de haber talado el 90% del bosque de quebracho.
Juan Perón provincializó la región en 1951 con la decisión de reservar aquellas tierras para unidades productivas de hasta 2.500 hectáreas operadas por pequeños y medianos productores, cooperativistas y aborígenes, según establecía su Constitución de 1949. Pero a partir de la Revolución Fusiladora los terratenientes recomenzarían su conquista del Chaco para entregar cientos de miles de hectáreas a empresas privadas extranjeras y locales. Eso sí, vendiéndoles de a 2500 hectáreas… contiguas, como para disimular.
Fue en ese momento de la historia del Chaco que ésta se liga con la de los Carrió: María Avelina Sustaita Agote de Carrió, «la abuela analfabeta, que era la más bicha « -así la define Lilita cada vez que habla de ella- comienzó a comprar tierra fiscales y, claro, a incrementar el patrimonio familiar. Lo no dicho nunca por la nieta de este personaje es que esa abuelita era esposa de Francisco José Carrió, comisionado (intendente) de Resistencia en 1945, que a la sazón también era ganadero y agricultor de los fuertes de esa zona.
La saga continúa con Rolando Alfredo «Coco» Carrió, -heredero de la abuela terrateniente y del abuelo mandamás de Resistencia-, quien al desposar a María Elisa “Lela” Rodríguez Pérez, se consigue una cuñada de oro, María Avelina Rodríguez, y un concuñado de bronce: Héctor Ormaechea, oficial del Ejército que, por contactos y carácter, prometía hacer carrera. Sin dudas, una fusión que se llevaba por entonces: poder económico y militar que redundaría en grandes beneficios para los Carrió.
Cuando Elisa no había cumplido aún 12 años, el tío Ormaechea, que ya era Teniente Coronel, es nombrado interventor de Resistencia por el gobierno de facto del general Juan Carlos Onganía (apodado “Courrèges” porque era “cortito y con botas”). Y aunque luego fue reemplazado en 1969, el gobierno de Marcelo Levingston lo vuelve a nombrar interventor de la capital chaqueña en 1971. Y el militar, familiero y bien dispuesto, proyecta a su cuñada a la dirección de la Escuela de Perfeccionamiento Docente.
Pero… o tempora, o mores: vuelve el maldito peronismo y “Lela” tiene que recular a su Jefatura de Inspecciones Escolares. Aunque ahora, obnubilada por el brillo de los botones de la sastrería militar y las charreteras, habría comprendido que las formas castrenses le gustaban mucho más que los modos un tanto estrafalarios de la política partidista.
El golpe militar de 1976 podría ser considerado un golpe de suerte para la familia Carrió: al menos para el sector femenino que, encabezado por la propia María Elisa Rodríguez Pérez, colabora con el armado cívico-militar de la provincia. La Junta (Videla, Massera y Agosti) nombra interventor interino del Chaco a un buen amigo de la mamá de Lilita: el coronel Oscar Zucconi quien, de inmediato, designa a la señora “Lela”, Jefa del Nivel Medio y Secundario. Cuentan algunas compañeras de entonces que no había pasado un día en su cargo y mamá Carrió ya trabajaba en un plan para eliminar el Estatuto del Docente, porque, según afirmaba, las licencias ordinarias y extraordinarias -es decir, los derechos laborales- perjudicaban al sistema educativo.
Un mes más tarde, el Ministro del Interior Albano Harguindeguy, -vinculado a los Carrió por su amistad con Raúl Alfonsín, de los tiempos del Liceo Militar-, designa al General Antonio Facundo Serrano como interventor del Chaco. El coronel Oscar Zucconi, por su parte, asume como Ministro de Gobierno, de Educación y Justicia y pone en el cargo de Subsecretario de Educación y Justicia a otro amigo íntimo de «Lela»: el profesor, investigador y docente Ernesto Joaquín Maeder, quien se había desempeñado como Decano de la Facultad de Humanidades durante la dictadura de Onganía, y luego como Rector de la Universidad Nacional del Nordeste hasta 1970, cuando pasó a dirigir el Instituto de Historia.
Fue precisamente Maeder -quien muchos años más tarde se convertiría en el segundo marido de “Lela” Rodríguez-, quien que definió con un lenguaje cuasi castrense, los objetivos de su acción.
«Fuimos concibiendo la idea de llegar a tener un instituto que de algún modo se independizara de la Facultad –explicaría el profesor endocumental realizado por el Conicet en el año 2014- ¿Por qué? Porque estábamos cansados de la politización universitaria. La politización universitaria fue como un… eh… muchos la postulan como un hecho que vincula la Universidad con la realidad social y política y etcétera, pero perturba enormemente las actividades específicamente académicas. Y nosotros teníamos puesta la mira en el trabajo académico. Es decir, una cátedra ordenada, correcta, al día, bien llevada, abierta a todas las ideas pero… al mismo tiempo, centrada en la actividad académica.» A confesión de parte, relevo de pruebas.
Así, en aquel horrendo marzo de 1976, antesala de los peores crímenes que vivió la Argentina, María Elisa Rodríguez de Carrió (apodada entonces «La Nicolaida» por sus pares, en referencia al oscuro jefe del Comando de la VII brigada de Infantería, General Cristino Nicolaides) habría inaugurado su cargo de Jefa de Nivel Medio y Secundario armando listas de docentes y estudiantes secundarios que serían perseguidos durante la dictadura, de acuerdo con lo denunciado las propias víctimas. Al parecer el profesor Maeder, por sus vinculaciones con la Universidad del Nordeste, se dedicaba a hacer lo mismo en el nivel superior.
Los memoriosos de esos días recuerdan que en los corrillos se comentaba que Oscar Zucconi, ministro de gobierno, junto a Serrano, interventor de la provincia y amigo íntimo de «Lela» Rodríguez, ordenaban la acción a seguir. Y Héctor Ormaechea, Jefe de Regimiento del Chaco, cuñado de la mamá de Lilita, ejecutaba. Imaginate lo que deben haber sido las mesas de familiares y amigos en casa de los Carrió. Y en medio de todos ellos, la cabeza dorada de Elisa María Avelina Carrió, casada, separada, madre de un niño pequeño y casi abogada, emergía coronada por el futuro venturoso que le prometía el hecho de ser la sangre nueva de esa familia que era parte activa de la alianza cívico-militar que digitó los años del plomo de nuestra Patria y por los que, hasta ahora, sólo han sido juzgados los militares.
Buenos Aires, 20 de marzo de 2023.
*Licenciado en Letras, escritor, periodista y analista político.