En esta segunda entrega, final, de la entrevista a Víctor Hugo Morales que el periodista José Luis Lanao realizó para La Tecl@ Eñe, la conversación inicia con la evocación de los aromas de la infancia en su Cardona natal que contiene un origen humilde pero no pobre, y se extiende hasta su relación con el dinero vinculado a la idea de libertad, las lecturas y los miedos antiguos y presentes. Una línea de pensamiento y acción donde la condición humana es vital.
La utopía de resistencia ante el capitalismo que universaliza la lógica del mercado, también está presente entre sus deseos o preocupaciones. Un tema final es el del compromiso real que Víctor Hugo siente que debe asumirse con relación a la unidad del Frente de Todos, aunque sostiene la centralidad política de Cristina Fernández de Kirchner.
Por José Luis Lanao*
(para La Tecl@ Eñe)
Aquel pequeño velero de papel que construiste de niño es tu único barco verdadero. A bordo navegan todos tus sueños, tus deseos, tus paraísos perdidos. Ese galeón de tu infancia te tendrá siempre en su memoria. No te olvidará nunca. Hace años que descansa varado en la orilla, convertido en un náufrago vencido que se posó calmo sobre los pliegues de la arena blanca. Hoy solo emite una emoción estética, exenta ya de su carga sagrada. Nunca la razón logrará controlar esa descarga emotiva que es fuente de todas las lágrimas.
Víctor Hugo recuerda ese velero. Durante algunos años mantuvo la fe de que el mundo podía cambiar a la medida de sus sueños. Un mundo distinto, minúsculo, solidario. Con el tiempo consiguió narrar todas las caras de su historia, fabricando tapices de palabras, para esquivar los silencios, las traiciones y para transformar un mundo hostil, lleno de márgenes y periferias, en un lugar habitable, cercano.
En cada raja de su rostro amanece una alegría, un deseo, una deserción, una victoria. Por debajo de su éxito absolutamente puro y legítimo le surgen, como si de un río subterráneo se tratase, las aguas de sus emociones profundas. Condenado a pensar y pensarse, le enseñó a sus ojos a escuchar, y con la mirada incrustada en el alma se fue a caminar por las copas de los árboles.
Su tiempo fluye, caudaloso. Un tiempo curvo, inquisitivo, de un mundo que se para y se vacía, como un cadáver vivo. No baja la guardia, transforma lo siniestro en poesía, se limpia las heridas y sigue adelante, logrando que su universo mágico penetre en todas las entretelas humanas.
-José Luis Lanao: ¿Recuerda algún aroma de su infancia? Esa memoria del olfato que se reconoce en la “magdalena de Proust” y que se transporta de inmediato a algunos recuerdos dormidos.
-Víctor Hugo Morales: Sí, uno muy profundo. El olor a boniato cocinándose a fuego lento en el horno de leña de mi abuela. Es un olor que llevo conmigo. Son esos olores de la niñez que sobreviven de forma inexplicable. Tal vez el olfato sea el sentido que más se relacione con la memoria, que se conserve más claro en la mente. Mis recuerdos se alimentan permanentemente de ese olor. Veo la cocina, veo a mi abuela, veo los boniatos aplastados sobre la mesa.
-JLL: ¿En esos olores de la infancia se colaba la pobreza?
-VHM: No, no. Soy de origen humilde, pero no pobre. Tironeado para abajo, con carencias y necesidades. No era el hijo del doctor del pueblo, evidentemente. Pero crecí con esa dignidad tan característica de la gente humilde de resistirse a pedir favores. No he tenido que pedirle nada a nadie. Aún así, sin haber vivido en la pobreza, pienso como pobre.
-JLL: Ese “pienso como pobre” manifiesta una cierta conciencia subjetiva de clase.
-VHM: Así es. No hay medicina que cure el origen de clase, ni siquiera el dinero que uno pueda tener, o el prestigio social que adquiera. Nunca se abandona. Uno sigue pensando que la ropa buena es para los domingos, para ir a misa, para el casamiento de tu hermano. No pasa por tener dinero. Tiene que ver con otra cosa. Tiene que ver con haber vivido tu infancia y tu juventud con los bolsillos vacíos, y recordar que ese pasado lo enfrentaste con dignidad. Eso marca. Esas cosas no se olvidan. Se sienten o no se sienten. Así, como ciertos olores de la infancia se anclan en la memoria, las carencias y las necesidades también. Te acompañan toda la vida. Quien lo haya vivido sabe de lo que hablo.
-JLL: Recuerdo una frase de Dickens, de “Grandes Esperanzas”, que decía: “No señor, nosotros no somos pobres, nosotros lo que no tenemos es dinero”.
-VHM: Claro. El dinero no resuelve la pobreza de espíritu. El conocimiento adquirido, la cultura que hayas absorbido, los libros que hayas leído, los afectos que hayas conservado, son la verdadera riqueza de tu vida. Mi relación con el dinero se acabó cuando conseguí que mi familia estuviera protegida en sus necesidades mínimas. En mis negociaciones con los empresarios me peleé mucho más por conseguir espacios de libertad y de dignidad que por la “guita. Alguien puede decir, no me vengas con cuentos: uno se pelea por la guita. No, no sólo. La “guita” viene luego, como reconocimiento al esfuerzo de tu trabajo. Primero están tus principios, y esa defensa por el origen de clase.
-JLL: ¿Suele parar a pensarse?
-VHM: Menos de lo que debería. La intensidad de la vida diaria te devora los tiempos. Pero cada vez que puedo me “voy”, me escapo. “Viajo” solo con bastante frecuencia. Estoy en Buenos Aires pero me encuentro en París. Sentado en un café, donde veo la mesa, la taza, la gente, el camarero. Visualizo el entorno, el espacio, el tiempo. Lo visualizo todo. Me dejo ir. Son “viajes” de una necesaria introspección que me permiten tener un mayor conocimiento de mí mismo. En esos vuelos imaginarios me estoy leyendo, me estoy pensando.
-JLL: ¿Se reconoce cuando se lee?
-VHM: Totalmente. La vida ha sido demasiado generosa conmigo. Esa aventura formidable que consiste en abrirte al mundo y darle un lugar a tu existencia tanto en lo familiar como en lo profesional, desde un estado de absoluta plenitud, es maravilloso. He tenido la posibilidad de crear mi mundo como lo quería crear, como un lugar sencillo, humano, con las puertas y las voluntades abiertas.
-JLL: “Si quieres contar algo y que no se entere nadie, escribe un libro”, rezaba un cartel en una librería de Barcelona. Malos tiempos para la lírica.
-VHM: Muy malos. Se ha dejado de leer para mirar, no para ver. Las pantallas han cancelado la lectura. El modelo dominante impone un consumo de la cultura basado en la inmediatez, en la banalización, sin espacio para la reflexión. Se banaliza todo: el cine, la literatura, la pintura.
-JLL: Sin embargo, algunos nichos de mercado resisten. Su obra de teatro “El reproche” ha tenido un enorme éxito.
-VHM: Son esas sorpresas que te regala la vida. La escribí durante la pandemia, encerrado. La acogida del público ha sido excelente. Estoy muy agradecido.
-JLL: Proust decía que sus verdaderos amigos estaban en la biblioteca. ¿Los suyos también?
-VHM: Los míos son de carne y hueso. Pero es cierto que uno termina por tener una relación de amistad, y también de intolerancia con su biblioteca. Amigos hay muchos: Carpentier, Malraux, Tolstói, Víctor Hugo, Graham Green, Dostoievski, García Márquez. José Donoso, tal vez no reconocido en su verdadera dimensión. Steinbeck con “Las uvas de la ira”. Gabriela Cabezón Cámara, César Aira, Selva Almada. Me gustan los escritores que llenan su narrativa de imágenes.
-JLL: ¿Cuénteme un miedo?
-VHM: Poquitos. En Cardona, mi pueblo, tenía que cruzar varias vías del ferrocarril y galpones abandonados para llegar a mi casa. En esa inmensa oscuridad de pueblo el regreso se hacía complicado. Las sombras tenían vida propia. Recuerdo que una vez llegué llorando a casa, asustado. Todavía me incomoda caminar por veredas estrechas a las tres de la mañana.
-JLL: ¿Y un miedo de hoy?
-VHM: Tal vez el miedo al deshonor, que siempre está al acecho. Este es un país donde se ejercita mucho el escarnio para debilitar el honor. Pero es un miedo más figurado que real.
-JLL: ¿Los miedos de la cárcel han desaparecido?
-VHM: Han quedado muy atrás. Era miedos maquillados por la incertidumbre de afrontar lo desconocido. Fue una experiencia desajustada a la normalidad. Pasé veintisiete días en prisión. Un incidente menor que fue dimensionado para prolongar mi detención. Sabía que la dictadura uruguaya me estaba siguiendo, que me estaba controlando los pasos. Lo pude confirmar con la llegada de la democracia. Investigué, y conseguí recuperar sesenta ítems sobre mi persona de los archivos del Servicio de Inteligencia del Ejército, que todavía conservo. Me sentía vulnerable, frágil, perseguido. La fragilidad tiene una calidad sinfónica luminosamente devastadora. Necesitaba irme, y apareció la suerte. Me visitaron en la cárcel Fernando Niembro y Adrián Paenza, y me preguntaron si estaba interesado en cruzar el charco. “Mañana mismo”, les dije. La vida siempre me ha regalado golpes de suerte. Me ha tratado muy bien.
-JLL: ¿Cuánto de bien?
-VHM: Mucho. Se acercó en los momentos donde todos los dolores del mundo duelen como propios. Cuando uno necesita aire para respirar, venga de donde venga. Cuando los ojos se nublan por un futuro casi ciego, ahí estuvo la suerte para ayudarme. No lo digo por falsa modestia. Mi carrera profesional fue una sucesión de golpes de fortuna. Te cuento. Tengo 18 años, y mi mejor amiga en la radio se pone de novia con Héctor Ricardo García, capo total del periodismo argentino. Un tipo bárbaro, muy querido por mí, que decide comprar Radio Colonia. A través de ella le pido que me haga una prueba. El tipo cede, y me manda con un grabadorcito a la cancha de Boca. No me olvido más: 11 de septiembre de 1966. Relato un poco el partido, se lo llevo, lo escucha, le encanta, y hasta hoy. Otra. En 2014, el establishment me castiga y me deja fuera del Mundial. Nueve radios cubren el certamen y la mía, que era la más escuchada, no. Mentían, no te querían vender los derechos. Estaba mal, deprimido, y de pronto aparece Diego y me rescata con un programa que hace historia: “De Zurda”. Una más. Esta es fuerte. García me dice que me quiere como un hijo, pero que voy a dejar de relatar. Me quedo sin trabajo. Al tiempo me llama y me comenta que un empresario está interesado en contratarme. Este hombre había comprado una radio chiquitita, radio Argentina, y los derechos del Mundial 86. Quiere que transmita el campeonato del mundo. Lo demás ya es conocido: aparece el mejor Diego de la historia, los goles a los ingleses, el “barrilete cósmico” y Argentina campeón. ¿Dime si la suerte no ha asomado un poco la “cabecita” en mi trayectoria profesional?
La historia real no se compone solo de ideología, sino de rebeldías anónimas, de proyectos fracasados, de placeres de sobremesa, de guerras más o menos ucranianas o palestinas. En la vida de cualquier hombre se condensa la totalidad del destino humano. Albert Camus concluye que hay que imaginarse a Sísifo feliz, ya que su lucha es su obra. Esa obra que Víctor Hugo contempla como una descripción ajustada del momento que vivimos, esa cinta transportadora en la que el tiempo se envasa día a día, suerte de alegoría de la esperanza de un nuevo ser humano capaz de iluminar el futuro. Una pena que se viene llorando igual desde el amanecer de la especie.
Solo una vida para los demás es una vida que merece ser vivida, te dice. Uno se queda con eso. Con ese aquelarre emocional que subyace como reflexión poética de la conciencia de lo humano
-JLL: Homero, más Kant, más Hegel, más la Ilustración, más neomarxismo, más Proust y una pizca de la dialéctica negativa de Adorno. ¿Se reconoce en esa línea de pensamiento?
-VHM: Observo algunas ausencias. Sin duda agregaría a Malraux y Tolstói. Malraux con “La Condición Humana” no puede faltar. Tolstói tampoco. En el Mundial de Rusia visité su casa. Era como si estuviera visitando la casa de mi abuelo. No obstante, el pensamiento ilustrado está acorralado. La realidad de hoy suscita la frustración de expectativas y el reconocimiento de una vulnerabilidad creciente. Las buenas ideas desaparecen detrás de la polarización, la “conspiranoia”, el negacionismo, la desafección, el relato reaccionario y totalitario.
-JLL: El capitalismo, en cualquiera de sus diversas y voraces mutaciones, se mantiene dispuesto a fagocitar, corromper y desintegrar la misma realidad que lo constituye. Se percibe en el mundo, hoy más que nunca, una falta de voluntad política por confrontar esa realidad y transformarla.
-VHM: Todavía es posible concebir una utopía del espíritu. El sistema perfectamente diseñado tiene su cara visible y su otredad. No estamos vencidos ante las intolerables desigualdades que provoca la violencia asociada al capitalismo, y el supuesto beneficio de la universalidad de la lógica del mercado. Es cierto que una gran parte de la política y de la sociedad ha normalizado esa lógica. Pero no toda. Existe una resistencia al abuso que sirve como una invitación permanente para humanizarse. Esa necesidad de politizarse bien, más allá de la rabia, que consiga perfilar un mundo más igualitario. El modelo neoliberal se mira al espejo como un dogma estático, imperturbable, monocolor, anclado en una irrealidad económica que lo desnuda en sus propias contradicciones. Esa es su debilidad: su soberbia cósmica.
-JLL: El último discurso de Cristina Fernández sonó como un crujido seco, expresado como un juicio reflexivo por haber apostado por el “ser”, entendiendo que ese no es el camino, porque el “ser” es una entelequia y la realidad un proceso colectivo. Invadió la “plaza pública” desde la filosofía de las emociones, como un Sócrates oxigenado, que baja al ruedo y le regala a la gente un camino luminoso de unidad y de esperanza ¿Lo percibió así?
-VHM: Desde luego. Su discurso fue un universo de “gestos” que diseñan un horizonte ético y moral donde refugiarse. Una épica renacentista de un pensamiento ilustrado. Cristina ratifica, en cada aparición, que sigue luchando por sus sueños, los de siempre, los de toda la vida. Esos sueños no te abandonan nunca. Son los sueños de la humanidad desprotegida, vulnerable, empobrecida. Regresó para afirmar que se anima a confrontar con los poderes reales, con los empresarios, con los medios hegemónicos. Ella se lo cree, pero se lo tienen que creer los demás.
-JLL: Interpretar la existencia política desde la alteridad conlleva consecuencias. Noexiste aquello de lo que no se habla. Cristina Fernández habló con firmeza de la necesidad de unidad. ¿El Frente asume esa unidad como un compromiso real o es más un deseo lleno de sonidos que llegan de todos lados y de ninguno?
-VHM: Debe ser un compromiso real. Alberto y Cristina se necesitan. No se puede cometer el grave error, frente a la propia historia, de ofrecerle un camino despejado a la derecha. Como en todo grupo heterogéneo existen diferencias y matices, pero el purismo ideológico está en Cristina. Cuando se refiere a los planes sociales hay que escucharla, prestarle atención. Los datos son lo que son. El kirchnerismo se encontró con dos millones de planes y los bajó a 240 mil. El Gobierno de Macri los triplicó hasta los 640 mil. Hoy, estamos hablando de un millón doscientos mil, con el escenario de una pandemia de por medio. El pasado siempre regresa cuando se lo ha ocultado deliberadamente.
Son innumerables los descendientes de Ulises que han navegado rumbo a una Ítaca que no existía. A nuestro tiempo sólo ha llegado una ínfima parte de la sabiduría y la belleza que el ser humano ha desarrollado a lo largo de la historia. Todo ese acervo de cultura perdida constituye un libro enorme cuyas páginas las pasa la brisa templada de la calima del tiempo. Hay que aprender a aspirar ese libro escrito en el aire.
Víctor Hugo lo sabe. Su confianza en la libertad humana -en parte griega, en parte romana- representa la corriente más luminosa de su humanismo renacentista. Esa epifanía que lo subyace, sustenta y penetra, con su “larvatus prodeo”, el receloso lema de Descartes: “avanzo enmascarado”. El territorio que fundó lo seguimos habitando. En la cima de su ética está la supresión del sufrimiento.
Sabemos que sólo la poesía está fuera del mercado. No pueden con ella. Con Víctor Hugo tampoco.
Buenos Aires, 29 de junio de 2022.
* Periodista. Colabora en Página 12, Revista Haroldo. Ex periodista de “El Correo”, Grupo Vocento y Cadena Cope en España. Jugador de Vélez Sarsfield, clubs de España, y Campeón Mundial Juvenil Tokio 1979.
4 Comments
Una belleza de entrevista! Cubre tantos aspectos de su vida, los relata tan brillantemente, le envidio (sanamente!)
esa capacidad Tolstoyana de abarcar tan varíados universos y relatarlos tan conmovedoramente. Aplausos y más aplausos a ambos: entrevistador y entrevistado. Nada fácil lo que lograron entre los dos!
Víctor Hugo es un monumento a la ética, el entrevistador un artesano de la palabra, la Teclaenie un remanso en este tiempo aciago
Gracias Leandro! Saludos!
Esperada segunda parte.
Entrevistador y entrevistado unidos…una belleza.